Un musical divino: “JESUS CHRIST SUPERSTAR”


Visto con los ojos de un terrícola del siglo XXI, el descomunal escándalo que rodeó en su momento (1971) a la ópera rock “Jesus Christ Superstar” parecería casi inconcebible… o casi cómico. Lo cierto es que los sectores más retrógrados de la Iglesia (no sólo la anglicana) pusieron el grito en el cielo y las comunidades cristianas pretendieron boicotear la edición del disco, el estreno de la obra en Londres y en Broadway y, naturalmente, la exhibición de la correspondiente película que dirigió Norman Jewison en 1973.

Pero empecemos por el principio. Fue la amistad de dos jóvenes británicos, Tim Rice (letrista) y Andrew Lloyd Webber (compositor) lo que propició el inicio de todo un fenómeno que trascendió ampliamente lo musical para convertirse en uno de los referentes socioculturales de los años 70. Webber y Rice habían sido compañeros en el instituto, y, como trabajo de fin de curso, compusieron un musical de 20 minutos titulado “Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat” (“José y la asombrosa túnica multicolor”) que, posteriormente, sería ampliado hasta convertirse en un superéxito en Londres y Broadway. El caso es que, para su siguiente proyecto conjunto, los inquietos muchachos decidieron continuar explotando la veta pseudoreligiosa que ya se intuía en “Joseph…”, y pensaron que lo más original era narrar los últimos siete días de la vida de Jesucristo… a ritmo de rock. El título que eligieron para su criatura, acorde con la mentalidad de aquellos años en los que cualquiera, merced a la televisión, podía aspirar convertirse en estrella, fue conciso, impactante y revelador: “Jesus Christ Superstar”. Como he dicho al principio, no pocos serían los prejuicios, fanatismos e intolerancias varias a las que “JCS” habría de enfrentarse, y, obviamente, no fue la partitura de Webber lo que irritó a los conservadores y los ultrabeatos… sino la propuesta argumental planteada en el libreto de Tim Rice.

Judea, año 33 dC. Judas Iscariote es miembro de un movimiento humanista liderado por un hombre conocido como Jesús de Nazaret. Judas, convencido en un principio de que Jesús era el Mesías que Israel llevaba siglos aguardando, comienza a preguntarse si bajo el carisma de este hombre se esconde un verdadero programa político o al menos unos ideales que garanticen la liberación del pueblo judío, sojuzgado, como gran parte del mundo conocido, por el poder del Imperio Romano. Jesús, siempre críptico y metafórico, elude pronunciarse ante sus discípulos, quienes, no obstante, le siguen fielmente allá a donde va. La única doctrina que el Nazareno propugna se basa en conceptos ambiguos como el amor y el perdón, y Judas le increpa por haber acogido en su comunidad a una prostituta llamada María Magdalena, con la que se muestra excesivamente tolerante y aun cariñoso. Entre tanto, los fariseos y saduceos, máximos exponentes de la jerarquía hebrea, temen la popularidad creciente de Jesús, al que consideran una amenaza no tanto en base a sus posibilidades reales como por el hecho de atraer la atención de los romanos, bajo cuya soberanía han llegado a sentirse cómodos. Mientras Judas increpa a María Magdalena por haber despilfarrado los fondos de la comunidad comprando perfume y ungüento con los que lavar y ungir al Mesías (y a éste por consentirlo y aceptarlo), Caifás y Anás, fariseos de mayor rango, reúnen al Sanedrín y acuerdan por unanimidad propiciar la aniquilación de Jesús de Nazaret. Llega la sagrada festividad de la Pascua, y Jesús llega a Jerusalén, capital de Judea, aclamado por una multitud enfervorecida a la que Caifás ordena que cese en su griterío. Jesús le replica que sería imposible acallar sus cánticos, y que, si acaso pudiera conseguirlo, las propias piedras comenzarían a cantar. Simón, el cabecilla de los violentos separatistas Zelotes, acude al nazareno para pedirle que se sume a su lucha armada, pero resulta visiblemente decepcionado cuando Jesús tan sólo le habla de los desastres que están por venir. También ominosas son las pesadillas que asaltan a Poncio Pilatos, Gobernador romano a cargo de la guarnición de Judea, que ha soñado que un grupo de fanáticos le culpaban de haber provocado la muerte de un inocente que pudo haber cambiado el sino de la Humanidad. Jesús y los suyos acuden al templo de Jerusalén con la intención de orar, pero lo encuentran repleto de tenderetes de comerciantes sin escrúpulos. En un arrebato de ira, Jesús carga contra los profanadores y los expulsa violentamente del sagrado lugar y, a continuación, contrito y apesadumbrado, busca refugio en la soledad del monte. Una vez allí, su sosiego es turbado por la irrupción de los leprosos, tullidos y mendigos que allí se hacinan, quienes han oído hablar de la fama de Jesús y le instan a que obre un milagro que les sane sus cuerpos y sus almas. Acosado y llevado al límite de su resistencia moral, el llamado Mesías les grita “¡Salváos vosotros!”. Sólo la ternura de María Magdalena le consuela aquella noche, y ella vela su sueño en la tienda que ambos comparten. Al día siguiente, un Judas cada vez más preocupado por el deterioro de los ideales que creyó subyacer bajo la supuesta divinidad de Jesús toma la decisión de acudir ante Caifás y Anás, y concierta con ellos el arresto de su Maestro; para él, es la única forma de impedir que la revolución que les liberaría de la tiranía de Roma se convierta en un circo popular. El jueves por la tarde, Jesús y sus discípulos se reúnen para cenar, y durante el banquete Cristo les invita a compartir el pan y el vino como si se tratase de su cuerpo y su sangre, y les anuncia que su fin se acerca, traído por uno de ellos. De hecho, según les vaticina, no sólo uno de los presentes, Pedro, le negará tres veces, sino que otro (a quien no se refiere por su nombre) incluso le traicionará. Judas se da por aludido y acusa a Jesús de haber provocado la destrucción de sus sueños de libertad, así como de empujarle a convertirse en traidor. Horas después, bajo la luna del huerto de Getsemaní, Cristo pide a sus hombres de confianza (Pedro, Juan, Santiago) que se mantengan en vela mientras él se retira a rezar, y por un momento parece derrumbarse bajo el peso del brutal castigo que sabe que le aguarda. Humano al fin y al cabo, suplica a Dios que aleje de él el cáliz del sufrimiento, pero luego acata la voluntad divina y se somete a su inexorable destino. Cuando regresa junto a los discípulos, todos ellos duermen, y en ese preciso instante aparece Judas, seguido por una cohorte de soldados romanos. Como señal identificativa para los que vienen a prenderle, el Iscariote deposita un beso sobre la mejilla de Cristo, y en éso se despiertan los durmientes e intentan oponerse al prendimiento de Jesús, pero él se lo impide para que se cumpla lo que ha de cumplirse. De camino a la casa de Caifás, las multitudes que antes vitoreaban al Mesías, ahora se burlan de él. Caifás, tan sólo por justificarse a sí mismo, pregunta a Jesús si es cierto que es el Hijo de Dios, y el nazareno responde un escueto “Tú lo has dicho”. Sobran las evidencias y más interrogatorios, y el Sanedrín acusa a Jesús de herejía y lo despacha con destino a la jurisdicción de Pilatos, el Gobernador romano. Anás, por su parte, entrega a Judas una bolsa llena de denarios de plata, como compensación por la entrega del reo. Tampoco para los apóstoles son fáciles las cosas, y, temerosos de ser también arrestados, vagan sin rumbo tratando de esconderse. Pedro es abordado por una mujer que dice reconocerle como uno de los seguidores de “aquel hombre”, y, posteriormente, un soldado y un anciano le reiteran esa misma acusación. La primera reacción de Pedro es negar la evidencia, con lo que también está renegando de su Maestro, y María Magdalena, que viaja junto a él, se pregunta cómo Jesús pudo saber lo que iba a suceder. Poncio Pilatos es un gobernante débil y pusilánime que inmediatamente reconoce a Jesús como el hombre que aparecía en su sueño premonitorio, e intenta zafarse de la responsabilidad aludiendo a que, por ser judío y no romano, quien debe juzgar al Nazareno es Herodes, un rey de pacotilla convertido en títere de Roma. Herodes se burla de la leyenda que se ha creado en torno a Jesús y de nuevo ordena que sea trasladado ante Pilatos. Judas, a su vez, siente de golpe el peso de los remordimientos y la culpa, y arroja sobre Anás y Caifás la bolsa de monedas que le entregaron; mas su conciencia no se relaja, y el infeliz pone fin a su vida ahorcándose en un árbol seco. El palacio de Pilatos acoge nuevamente a Jesús y quienes buscan su ruina, y, aunque el Gobenador trata de convencer a la masa de que su “Mesías” no es sino un pobre necio, Caifás y los otros piden un castigo ejemplar: su muerte en la cruz, tormento reservado para los malhechores de la peor calaña. Pilatos, pensando que la visión de un poco de sangre satisfará a los judíos, ordena que Jesús sea flagelado con 39 latigazos (la Ley romana no permitía más de 40), pero, a pesar del brutal espectáculo, el populacho exige la pena de muerte y amenaza con hacer llegar a los oídos del César la cobardía del Gobernador de Judea. Pilatos claudica al fin (no sin antes lavarse las manos en una jofaina cuya agua, ensangrentada, arroja sobre la muchedumbre), y, mientras Cristo es conducido al monte Gólgota, donde será crucificado, Judas despierta rodeado de ángeles, en lo que parece ser el Cielo, recompensado por haber cumplido su cometido y criticando a Jesús por haber venido a predicar su doctrina de amor y paz en una época bárbara y primitiva, y no en el Siglo XX, cuando su mensaje hubiera podido ser ampliamente difundido por los medios de comunicación….

Esta es la “polémica” historia de Jesús de Nazaret tal como se cuenta en “Jesus Christ Superstar”; esta “irreverente” forma de narrar los últimos días del Mesías fue lo que agitó tantas conciencias en aquellos primeros años 70. Sinceramente, yo no encuentro ni he encontrado nunca absolutamente nada que me haya ofendido en mi (aletargada) fe religiosa y, por el contrario, mi visión de aquellos acontecimientos concuerda plenamente con la que brindó Tim Rice. De todas formas, aquellos que se consideran cruzados de la religión es casi normal que vean el pecado por doquier, ya sea en una ópera rock o en películas como “La última tentación de Cristo” o “Yo te saludo, María”, que, por cierto, si años después son recordadas no es tanto por sus valores estrictamente cinematográficos como por las polémicas que en su día las envolvieron.

No es gratuita la denominación “A rock opera” que figuraba en la carpeta del álbum conceptual que dio origen al fenómeno. Como “Les Miserables”, como “Evita”, como “El Fantasma de la Opera” y como tantos otros musicales verdaderamente ambiciosos, “Jesus Christ Superstar” es una auténtica pieza operística, sólo que, en lugar de violines, clarinetes o timbales, los instrumentos empleados son guitarras eléctricas, teclados sintetizados y baterías. De todas formas, recordemos que, unos años antes, The Who ya habían grabado la obra maestra de Pete Townsend, “Tommy”, que también podría ser justamente clasificada como “ópera rock”. De lo que se trata es de que exista un claro argumento bien definido, de que los personajes de la obra se expresen exclusivamente a través de las canciones, de que el devenir de unos temas se integre en el discurrir recurrente de los otros, y de que se pueda establecer una clara división por actos.

La partitura de Andrew Lloyd Webber contiene varias canciones que fueron popularísimas en su momento, vendieron millones y millones de singles y aún hoy son standards de la música pop, tales como “I don’t know how to love him” (que canta María Magdalena), “Superstar” (en la voz de Judas) y, por supuesto, el famoso “Gethsemane” interpretado por Jesús, pero también incluye melodías tan hermosas como “Everything’s alright”, tan pegadizas como “King Herod’s Song” y tan “religiosas” como “The last supper” y “Hosanna” (interpretadas desde entonces por los coros populares de las iglesias de todo el mundo), sin olvidar el esquemático y electrizante punteo de guitarra (sólo cuatro notas) que se escucha en la “Obertura”, en “Heaven on their minds” y durante los 39 latigazos de “Trial before Pilate”. Por otra parte, los méritos de las letras, obra maestra de Tim Rice, son muchos y van bastante más allá de la simple recreación de los evangelios; los textos demuestran no sólo la habilidad de un rapsoda, sino también la cultura de un estudioso de la historia y la agudeza de un “apóstol” de la contracultura hippie de la era del Amor y la Paz.

La primera grabación “conceptual” de “Jesus Christ Superstar” se editó en 1970 y sus intérpretes fueron Ian Gillan (miembro de Deep Purple) como Jesús, Murray Head (famoso por su canción “Say it ain’t so”) como Judas, Yvonne Elliman (que más adelante aparecería en la banda sonora de “Fiebre del Sábado Noche”) como María Magdalena y Barry Dennen (cuyo currículo incluía el mérito de haber descubierto nada menos que a Barbra Streisand) como Pilatos. El impacto popular fue tan notable que no tardó en estrenarse un primer montaje “amateur” por parte de unos estudiantes de teatro de Nueva York (Junio de 1971), tras lo cual se produjo el estreno oficial en el Mark Hellinger Theatre de Broadway, concretamente el 12 de Octubre de 1971. Los primeros intérpretes profesionales que se subieron al escenario fueron Jeff Fenholt (Jesús) y Ben Vereen (años después conocido por la serie “Raíces” y la película “All that Jazz” de Bob Fosse) como Judas, papel en el que se turnaría con el futuro intérprete del rol en la gran pantalla, Carl Anderson (prematuramente fallecido de leucemia hace 3 años), y, junto a ellos parte de los artistas que participaron en la grabación histórica del disco conceptual (Yvonne Elliman, Barry Dennen, etc.). Fue entonces cuando, como un reguero de pólvora, se extendieron las primeras y más feroces críticas por parte de algunos sectores de la Iglesia, que consideraron herético y blasfemo un musical en el que Jesús no sólo manifiesta demasiadas dudas y debilidades (¡qué caramba! precisamente por éso es tan accesible), sino que se insinúa una posible relación amorosa entre él y María Magdalena, sin olvidar el hecho de que Judas despierta demasiadas simpatías y la obra concluye sin exponer claramente el triunfo de Cristo a través de la resurrección. Como suele suceder en estos casos, tantas diatribas no hicieron sino causar el efecto contrario al que perseguían, y el número de fans y adeptos creció exponencialmente. Al año siguiente, 1972, la obra aterrizó en el Palace Theatre de Londres, y el elenco estuvo liderado por Paul Nicholas interpretando a Jesús y Stephen Tate dando vida a Judas. El público británico cayó rendido ante este valiente y hermoso espectáculo, menos criticado en la vieja Europa que en la ultracatólica y ultrapuritana Norteamérica, y ya sólo faltaba dar un paso definitivo hacia la gloria: el salto al cine.

“Jesucristo Superstar” (“Jesús Christ Superstar”, 1973), la película, fue dirigida por un especialista en musicales, Norman Jewison, recién salido del éxito de la también famosísima “El violinista en el tejado” (1971). Jewison (cuyo apellido, muy oportunamente, viene a significar algo así como “Hijo de judío”) planificó un rodaje en exteriores de Israel (supuestamente en los mismos escenarios naturales donde sucedieron los hechos sagrados) así como en otras localizaciones de Oriente Medio. El aspecto visual del film supuso una divertida actualización de la mítica cristiana, acercando la imaginería tradicional al gusto de la generación hippie. Así, los soldados no utilizan corazas de latón sino camisetas de tirantes y pantalones y botas militares y, además de lanzas, portan ametralladoras; los ángeles están representados por aviones y tanques y el Cielo (donde Judas canta el tema final, “Superstar”) es un delirio pop lleno de luces de colores y poblado por esculturales “querubinas” tocadas con vestidos llenos de flecos. Otra innovación conceptual presentada en el guión obra de Melvyn Bragg fue el hecho de que lo que la película narra no es tanto la Pasión en sí misma, sino una representación a cargo de un grupo de jóvenes que llegan a Israel a bordo de un autobús, del cual desembarcan para ataviarse con la indumentaria que lucirán durante la puesta en escena de la obra, terminada la cual vuelven a subir al autobús… con la excepción del muchacho que encarnaba a Jesús, que parece haberse desvanecido dejando tan sólo una cruz vacía bajo la cual pastorea un rebaño de corderos. Para el reparto de la película, Jewison decidió contar con prácticamente la totalidad de aquéllos que habían triunfado en Broadway, y así se contrató a Carl Anderson para encarnar a Judas (el hecho de que éste fuera negro fue un gran acierto para el film, porque se trataba de patentizar ya en su físico la “diferencia”, el hecho discriminador de ser el único apóstol que discrepaba de la doctrina de Jesús, y no tanto de asociar el color de la piel a la circunstancia de ser el traidor), así como a Yvonne Elliman (María Magdalena), Barry Dennen (Poncio Pilatos), Philip Toubus (Pedro), Bob Bingham (Caifás) y Joshua Mostel (Herodes). El “Jesús” ideal fue algo más difícil de encontrar. El preferido tanto por el director como por el productor (el luego famosísimo Robert Stigwood, responsable de otros fenómenos fílmico-musicales como “Tommy”, la antes citada “Fiebre del Sábado Noche”, “Grease” o “Evita”) no era otro que Ian Gillan, creador del personaje en su primera grabación sonora, pero éste prefirió irse de gira con Deep Purple antes que enrolarse en el rodaje, y finalmente el papel recayó en Ted Neeley (aunque algunas fuentes extraoficiales transcriben su apellido como “Neely”), que en principio no había convencido a Jewison por ser “demasiado bajo”. No obstante, la imagen de este actor cantante (que había interpretado a un leproso y un reportero en el montaje de Broadway, y al propio Jesús en el de Los Angeles) se convirtió en una de las representaciones más difundidas de la figura de Jesucristo, y su larga melena rubia, barba recortada y ojos de majestuosa expresividad, aun dándole un aspecto demasiado “ario”, inspiran por sí solos el resurgir de la devoción. Como dato anecdótico, tengo que deciros que, al igual que ha hecho más recientemente con las versiones cinematográficas de “Evita” o “El fantasma de la Opera”, Andrew Lloyd Webber compuso para esta película un par de temas adicionales, que no existían en la obra original. Se trata del más bien prescindible “Then we are decided”, que cantan Caifás y Anás mientras analizan el peligro que supone para ellos la incontrolable ascensión popular de Jesús de Nazaret, y el hermoso “Could we start again, please?”, dueto entre María Magdalena y Pedro. También tuvo trabajo extra el letrista Tim Rice, a quien se le sugirió que suavizase el contenido de alguno de los textos, con el fin de que el largometraje no resultase demasiado ofensivo y apareciese más accesible para el público cristiano. Musicalmente hablando, aunque el arreglo orquestal que Andre Previn (exmarido de la actriz Mia Farrow) elaboró para reconstruir los temas originales de Webber queda hoy, 33 años después, más bien desfasado, y a pesar de que algunas coreografías (“Simon Zealotes”) diseñadas por Twyla Tharp resultan molestas y casi hilarantes, el aspecto vocal de la banda sonora continúa siendo irreprochable… o, mejor dicho, inmejorable. Todos y cada uno de los intérpretes de la película dotan a sus personajes de una calidad simplemente insuperable, y nunca antes ni después ha habido registros mejores que los de Carl Anderson y, sobre todo, Ted Neeley, cuyos agudos, no por mil veces oídos, dejan de erizar la piel.

El 6 de Noviembre de 1975, poco después de que la censura franquista hubiera permitido, por fin, el tardío estreno en España de la película, prohibida hasta ese momento, llegó la versión teatral en castellano, “Jesucristo Superstar” (al menos no la bautizaron, como en algunos países de Iberoamérica, con el mucho más hortera “Jesucristo Superestrella”). El elenco español que presentó la obra en el Teatro Alcalá Palace de Madrid contaba con Camilo Sesto como Jesús, Teddy Bautista (líder del grupo “Los canarios”… y actual presidente de la SGAE, Sociedad General de Autores de España) como Judas, Angela Carrasco como María Magdalena, Alfonso Nadal como Pilatos, Charly Chausson como Caifás, Dick Zappala como Herodes, Guillermo Antón como Pedro y Antonio de Diego como Simón Zelote. El éxito fue apoteósico y prácticamente instantáneo (si bien también hubo quienes se postraron de hinojos ante la puerta del teatro suplicando a los espectadores que no entrasen a ver la función), y la popularidad de Camilo Sesto alcanzó cotas que ya jamás podría superar. Su creación de “Jesús” se asemejó más a la de Ted Neeley que a la de Ian Gillan, y supo exhibir unos matices y un torrente de voz que ni él mismo sabía que poseía. Oirle en su versión original de “Getsemaní” sigue resultando tan emotivo… como patético resulta escucharle en sus directos de hoy en día, cuando trata de imitarse a sí mismo con los restos de una voz que ya nunca regresará. La adaptación, obra de unos excelentes Nacho Artime y Jaime Azpilicueta, no sólo respetó la integridad de las letras de Tim Rice, sino que en muchos casos consiguió acercarse más a la lectura católica del texto evangélico. Prueba de ello fue el detalle de que en muchos colegios religiosos (doy fe: así sucedió en el mío) se llegó a escuchar el disco en español durante la (obligadísima) clase de religión, y ni yo ni mis jóvenes condiscípulos nos escandalizamos. En cuanto a la instrumentación, siempre he creído que no sólo quedó desfasada instantáneamente, sino que cualquier grupete de amigos de la época podría haber conseguido que las canciones sonasen mejor. Era la época de “Pop corn” (“Palomitas de maíz”), de “Magic fly” y de “Oxygene”, y a los chicos de “Los Canarios”, compañeros de Teddy Bautista/Judas y que fueron contratados para arreglar e interpretar las canciones, se les ocurrió la idea de que su estilo habitual (órganos de pedal, pianos eléctricos Hammond, sintetizadores primitivos, “melotrones” y, sobre todo, baterías electrónicas que a veces sonaban como tambores de Semana Santa) iba a quedar… divino acompañando al Evangelio. Pero bueno, estoy exagerando, yo mismo sigo escuchando aquel memorable disco doble - ahora en CD – y nunca he sentido deseos de vomitar durante su audición. Por cierto, de la versión “house” (casera) de la versión de Camilo que, afortunadamente, nunca se llegó a editar, con mi amigo Fele desgañitándose en el papel de Jesús (y de María Magdalena), yo mismo destrozando todas las canciones de Judas (y de Pilatos, y de Caifás) y una pandereta como única instrumentación… mejor no os hablo... al menos dentro de este artículo que pretende ser mínimamente serio.

Aunque poca gente lo recuerda, en 1984, 9 años después del montaje de Camilo Sesto, hubo un segundo, de nuevo en el Alcalá Palace, con Pablo Abraira como Jesús, Pedro Ruy Blas (sí, el mismo que dio vida a Jean Valjean en “Les Miserables”) como Judas, Tony Cruz como Pilatos, José María Amerise como Caifás, Javier Ulacia como Anás, José Antonio Morales como Simón Zelote, Jaume Baucis como Herodes, Sergio como Pedro y Estíbaliz como María Magdalena. De su banda sonora (con dirección musical de Teddy Bautista) tan sólo se distribuyó una versión reducida con algunos “highlights” (sorprendentemente, no estaba “La última Cena”, aunque sí “Jesús morirá” o “Simón Zelote”, mucho menos significativas), pero no sonaba nada mal, a pesar de lo cual esta reposición no tuvo el mismo impacto que la de 1975; aún así, se mantuvo casi 7 meses en cartel.

Finalmente, quiero comentar la más reciente versión de la obra, perteneciente a un montaje que a partir de 1999 tuvo a Glenn Campbell/Jesús a la cabeza del reparto, y cuya grabación en DVD (que data de 2000 y está dirigida por Gale Edwards y Nick Morris) es la única que he podido encontrar en tiendas, en detrimento de la película de 1973, la cual está descatalogada. Si el look visual de esta nueva versión resulta al menos correcto e imaginativo (aunque rodada íntegramente en estudio, traslada la acción a una metrópoli posmoderna semejante a Nueva York), lo que sorprende es encontrar el nombre del propio (Sir) Andrew Lloyd Webber al frente de la producción del álbum, y sorprende por lo cutre de algunos de los arreglos y, sobre todo, por la ineptitud de los intérpretes, con las únicas excepciones de Jerome Pradon (Judas) y Renée Castle (María Magdalena). Es patética la “Canción de Herodes” en la voz de Rik Mayall, y uno nunca sabe si Fred Johanson (Pilatos) conoce realmente la melodía de sus temas… pero que el mismísimo creador de la música haya consentido que un cowboy guaperas (Glenn Campbell) reduzca a entrecortados falsetes una obra magna como “Gethsemane”, debería hacer que alguien acabase con sus huesos en la cárcel.

Mucho más que una provocación narrada con notas musicales, “Jesus Christ Superstar” constituyó un fenómeno que marcó un antes y un después no sólo en la concepción misma del teatro y la ópera contemporánea, sino en la utilización del lenguaje pop con una unidad narrativa y una dimensión que rebasó lo estrictamente sociológico. Y no sólo eso: más de 30 años después, su particular concepción del Evangelio sigue resultando atractiva para miles de jóvenes que se identifican con un Jesús que les canta en su mismo idioma, y, lo que es más importante, con unas canciones que probablemente, nunca pasarán de moda.

Luis Campoy

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Tú si que eres Divino...!

¿Sabes?... Pienso, que para no dejarnos solos, a tantos que somos los que te seguimos, nos dejas tu presencia, en Historias e Historietas dando todo lo que puedes de tí... Quizá con la positiva idea de hacernos felices
los fines de semana.

Consigues acompañarnos... lo que no consigues es que no te echemos de menos.

Un abrazo Luis
Anónimo ha dicho que…
Me quito el sombrero una vez más ante tus artículos. En particular lo que estás haciendo con los musicales es de aplauso. Yo como fan del género te lo agradezco un montón, porque se que estos textos tan laboriosos merecen ser reconocidos, para que sepas que no escribes en vano :)

Un saludo.
Anónimo ha dicho que…
Hola Luis:
No te conozco y es la primera vez que entro en tu página.
Por si te sirve de comentario entre comillas "histórico" te diré qu en el año 1970 (tenía 20 años) y siendo en Semana Santa, concretamente el Sábado Santo (que en aquella época y en España ese día era un día nulo, no había practicamente nada social) me encontraba en casa intentando escuchar por la radio música de la que fuera, y desde una emisora española empecé a escuchar jesus christ superstar, me quedé encandilado y fascinado ya que con la dictadura en españa era muy raro escuchar esa música en ese tiempo de devoción. Como anegdota te diré que comencé a grabarla en un magnetófono que tenía, pero despues quise oir lo que había grabado y las pilas se estaban gastando por lo que la grabación fué nefasta, pero aún sigo teniendo esa cinta.

bueno un saludo y gracias por leerme.

Julio Crespo
Anónimo ha dicho que…
Hola, "Bajista", y bienvenido a este blog. Me alegra tu presencia, y que se produzca en este artículo que, para mi gusto, es de los mejores que he publicado (junto con el de "Les Miserables"). Yo recuerdo de aquella época que mis padres me prohibían correr, jugar o hacer ruidos durante el Jueves y Viernes Santo. Mi primera versión de "J.C. Superstar" era una edición en cassette en la que, por cierto, "Hosanna" estaba partida en dos entre la cara 1 y la 2 de la primera cinta. Este verano debía publicarse en nuestro país una edición de la película en DVD con sonido Dolby 5.1 y con buenos subtítulos, estoy deseando encontrarla para conseguírmela. Un fuerte abrazo ¡y no dejes de visitarnos!
Anónimo ha dicho que…
Do you have copy writer for so good articles? If so please give me contacts, because this really rocks! :)
Unknown ha dicho que…
buenas...no más de media hora atras he terminado de ver el jesus de gale edward y no concuerdo contigo en cuanto a la participación del nuevo pilatos y menos del herodes. La antigua versión hippie de Jesus me ha encantado por años, pero esta (no tanto) nueva versión tiene una fuerza impresionante. Y justamente son los personajes de Pilatos y Herodes los que arrasan con la atención. Y para que decir del jesus actual, que tiene una pasión interpretativa asombrosa. Es una nueva versión y bastante respetable, no una actuación como la que se acostumbra en los liceos en semana santa, donde solo se trata de copiar la pelicula. Genial la version 2000
msotomayor ha dicho que…
Querido Luis. He encontrado tu bien documentado y nutrido relato acerca de esta obra porque depués de un monton de años he decidido intentar recuperar si alguien tiene algún registro grafico, audiovisual o sonoro de la versión en directo que se hizo en los Maristas de Murcia, alla por el año 84. La iluminación fue obra de Carlos Pérez, del colegio Buen Pastor, y su hermano Gabriel interpretó magistralmente a Jesús. ¿dónde andará esa gente hoy? A ver si me puedeis echar un cable en tan tamaña empresa.

Un saludo,

Miguel.

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