martes, 26 de enero de 2016

Cine actualidad/ "LA GRAN APUESTA"

Números que avasallan

Nunca he sido un tipo presuntuoso.  No presumo de tener un exquisito gusto cinematográfico ni vacilo de que mis conocimientos sobre el Séptimo Arte son superlativos  e inacabables.  En absoluto.  Soy un simple aficionado al que le encantan las películas, que disfruta en una sala de cine como en ningún otro lugar y que, en mi ingenuidad, aspiro a dejarme llevar, a emocionarme, a apasionarme y, sobre todo, a entretenerme o, lo que es lo mismo, a no aburrirme.

Sirva lo anteriormente expuesto para preparar el terreno para mi comentario sobre “La gran apuesta”, una de las principales favoritas para los Oscar de este año.  El film, que ha dirigido Adam McKay, acaba de erigirse en triunfadora de los premios del gremio de productores estadounidense, los prestigiosos PGA, con lo cual crecen sus opciones frente a rivales como “El renacido”, “Spotlight” o “Marte”.

La historia que narra “La gran apuesta” puede entenderse como una exposición dramatizada de los hechos que desembocaron en la terrible crisis económica que se desató en 2008 cuando la burbuja inmobiliaria estalló en mil pedazos y, de repente, todos descubrimos que éramos unos auténticos pardillos en materia financiera.  Como casi todas las grandes películas que presumen de tener algo importante que contar, “La gran apuesta” tiene una base literaria, concretamente un libro redactado por Michael Lewis, del que la reseña de Reuters llegó a decir que era “el mejor relato de periodismo financiero de la historia”.

Ví “La gran apuesta” el pasado sábado y, desde el primer momento, traté de encauzar mis sentidos a la apreciación de sus virtudes técnicas e interpretativas, ya que daba por hecho que el sustrato argumental, por sí solo, no iba a acaparar mi interés.  Hay que reconocerle a Adam McKay que sabe cómo situar la cámara, que encuadra bien y que utiliza con maestría la steadycam.  Asímismo, actores como Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling o Brad Pitt saben encontrar sus segundos de gloria y cuajan, a ratos (especialmente Bale) unas interpretaciones bastante decentes.  Ahora bien, ni mentalizándome ni concienciándome ni esforzándome pude yo disfrutar esta película.

A mí, “La gran apuesta” me resultó prácticamente ininteligible de principio a fin.  No me interesaba la trama (eso ya lo sabía), y en cuanto a la forma de desarrollarla, me pareció que iba claramente dirigida a un público joven, inquieto y sobradamente preparado.  O sea, y para que conste en acta:  yo me aburrí indescriptiblemente y sin paliativos (justo lo que detesto que me pase en una sala de cine).  Para mí, es un ejemplo perfecto de película petulante cuyos artífices son eminencias pitagóricas, de modo que los neófitos nos sentimos tan avasallados como minusvalorados.  Me parecerá fantástico que se hinche a ganar premios (por mí, como si se los dan todos), pero que no cuenten conmigo para estar allí aplaudiéndola.

Luis Campoy

Lo mejor:  Christian Bale
Lo peor:  te hace sentir como un jodido estúpido que no tiene ni puta idea de economía (lo cual, en mi caso, no es precisamente falso)
El cruce:  “Wall Street” + “El lobo de Wall Street” + “Margin call”

Calificación:  7 (sobre 10)

lunes, 25 de enero de 2016

Cine actualidad/ "LA CHICA DANESA"

De Einar a Lili

En estos tiempos de tanta indecisión (política), una película como “La chica danesa” puede ser recibida como una hermosa y triste metáfora acerca de la libertad y del precio que está dispuesto a pagar cada uno para conseguirla….

En 1930, el pintor danés Einar Wagener tomó la decisión de ir un paso más allá en su deseo de acceder a su auténtica condición sexual, la de mujer.  Apoyado en todo momento por su esposa Gerda, Einar quiso convertirse quirúrgicamente en “Lili Elbe”, su alter ego femenino, y se erigió en el primer transexual de la Historia…

El caso de Lili Elbe, modelo y bandera de no pocos colectivos de personas transgénero, había sido recogido por el escritor y profesor norteamericano David Ebershoff en su libro “La chica danesa”, publicado en 2000. El encargado de convertirlo en película ha sido el británico Tom Hooper, al que tanta gratitud le tengo por haberse atrevido a llevar al cine mi musical favorito, “Les Miserábles”.  Triunfador en los Oscar correspondientes a 2010 con la correcta “El discurso del Rey”, Hooper ha echado mano de uno de los intérpretes más en forma de los últimos años, Eddie Redmayne, oscarizado por “La teoría del todo” y al que ya había dirigido en la citada “Los Miserables”.

He leído algunas críticas a·”La chica danesa” y, una vez vista, he de decir que me sorprende la virulencia o incluso el desprecio con el que se la está tratando.  Hablan sobre todo de que es una película que sólo tiene razón de ser en una temporada tan cercana a la concesión de los principales galardones cinematográficos como ésta,  y me pregunto si esos señores críticos no habrán mirado “La chica danesa” con ojos muy diferentes de los míos.  Porque lo que yo vi fue un relato llevado a cabo con sensibilidad, honestidad y respeto, acerca de una persona noble y bondadosa que lucha por enmendar un error congénito ocasionado por la madre Naturaleza.  También es verdad que, incluso en este siglo XXI, continúa habiendo muchísima gente de mentalidad prehistórica, reacia a valorar positivamente una obra cuyo protagonista es un “invertido”.  En este sentido, en no pocos momentos sentí la necesidad imperiosa de levantarme y aplaudir ante la sensacional interpretación a cargo de Eddie Redmayne.  Más allá de los mohínes y “posturitas” que algunos tanto le reprochan, Redmayne me maravilló por la riqueza gestual que otorgan sus ojos y sus músculos faciales.  Me parece inaudito que haya quien no sepa apreciar una composición tan sutil y tan entregada, que, por supuesto, merece mucho más el Oscar que su facilona fotocopia de Stephen Hawking en “La teoría del todo”.  Ahora bien, si Redmayne está fantástico, es justo reconocer que su partenaire Alicia Vikander no le anda muy a la zaga, dando vida no sólo a una compañera y cómplice entregada, sino a toda una mujer enamorada hasta el tuétano de su hombre, llegando a quererle tanto que accede a perder al hombre con tal de conservar a la persona.

Elegante y bella en su puesta en escena, “La chica danesa” ilustra el viaje de ida de un ser humano hacia un destino al que ya no podrá renunciar, y, como mucho, sólo se me ocurre reprocharle algún pequeño error a nivel de guión, como por ejemplo pretender convencernos de que un hombre que aparenta ser una máquina sexual insaciable luche, un par de escenas después, por defender con vehemencia su derecho a transformarse en mujer.  Ligeras incongruencias aparte, me parece una película hermosa y necesaria (aunque también muy, muy triste) que no pocos intolerantes deberían visionar.

Luis Campoy

Lo mejor:  los actores (Redmayne y Vikander, ambos extraordinarios);  la elegancia de la puesta en escena
Lo peor:  algunas inconsistencias narrativas;  la desfachatez del compositor Alexandre Desplat, fusilando su partitura para “La joven de la perla”
El cruce:  “Victor o Victoria” + “Cambio de sexo” + “Tootsie”

Calificación:  8 (sobre 10)

lunes, 18 de enero de 2016

Cine actualidad/ "LOS ODIOSOS OCHO"

El octeto de la violencia

Mucho más que un nombre atrayente para cinéfilos ocasionales o incluso para el vulgo menos familiarizado, Tarantino ha acabado por convertirse en sinónimo de hito, de suceso, de acontecimiento.  Según declaró hace unos años, su intención era no permitir que su talento y su fama languidecieran, de modo que se propuso dirigir exactamente diez películas y ninguna más.  Lógico es pensar que, ante el estreno de “Los odiosos ocho”, su octava y, por tanto, antepenúltima película, la expectación era máxima.

Una diligencia recorre un paisaje nevado.  Su destino, una localidad a la que jamás llegará.  En su lugar, efectuará una parada forzosa en una destartalada posta donde ocho personajes, a cada cual más inmoral y despreciable, entablarán una serie de largas conversaciones mientras la ventisca les aísla del resto del mundo…

Después de haber realizado “Django desencadenado”, al bueno de Quentin Tarantino le picó tan hondo el gusanillo del Far West que decidió que su siguiente film volviese a transitar los mismos caminos.  A pesar de que la filtración del primer guión a través de internet por poco le hace abandonar el proyecto, finalmente no pudo resistirse y el resultado ha acabado siendo estos “Odiosos 8” que acaban de aterrizar en nuestras pantallas.  Queriéndolo o sin querer, el director oriundo de Knoxville ha acabado por presentar una especie de actualización en clave de western de su celebrada ópera prima “Reservoir Dogs”, para lo cual no duda en convocar de nuevo a algunos de sus actores fetiche a los que ya dirigió en su debut, caso de Tim Roth y Michael Madsen.  Pero “Los odiosos ocho” es más madura y más ambiciosa, y prueba de ello es que se ha filmado en Panavisión 70 mm y que nada menos que Ennio Morricone se ha ocupado de componer la música.

Como es habitual en él, Tarantino ha escrito larguísimos y memorables diálogos que cada uno de los personajes recita como mejor puede, destacando por encima de todos el soberbio Samuel L. Jackson.  Como ya dije anteriormente, con motivo del estreno de “Steve Jobs”, el arte de escribir buenos diálogos para cine se ha convertido en algo tan inusual como digno de admiración, siendo Tarantino uno de los mejores dialoguistas de la actualidad (por no decir el mejor).  La otra gran marca de la casa, el uso dramático y artístico de la violencia, también brilla por su presencia;  para mi gusto, brilla demasiado.  Llamadme remilgado, a mí que de vez en cuando defiendo que un poco de violencia es necesaria, pero es que aquí las explosiones de sangre y vísceras sobrepasaron un poco los límites de mi pobre estómago.

Por lo demás, disfruté como un enano de este nuevo regalo de Quentin Tarantino, que me gustó más de lo que me esperaba (confieso que los trailers me habían hecho dudar) y que no se me hizo pesada como algunas otras críticas apuntaban.  Para mí, las casi tres horas de metraje discurrieron como un suspiro, y sólo puedo reprocharle la ya citada exhibición de hemoglobina que los fans más acérrimos y empecinados disculpan sin dudarlo, achacándola al peculiar estilo del realizador.  La música de Morricone, orquestada como si de una de las otras bandas sonoras setenteras del compositor se tratase, constituye un valor añadido para un film realizado con majestuosidad (excelente el aprovechamiento de la pantalla panorámica) y en el que casi todos los actores merecerían un Oscar, destacando el citado Samuel L. Jackson, la nominada Jennifer Jason Leigh y los sorprendentes Walton Goggins, Bruce Dern y Tim Roth.

Luis Campoy

Lo mejor:  los diálogos, la música, la dirección de actores
Lo peor:  la violencia, brutal y descarnada por mucho que se la considere un rasgo de estilo
El cruce:  “Django desencandenado” + “Diez negritos” + “La cosa”

Calificación:  8 (sobre 10)

lunes, 11 de enero de 2016

Cine actualidad/ “JOY”

El lado amable del sueño americano

Hace apenas 5 años, Jennifer Lawrence era (al menos, para mí), una total y joven desconocida que por primera vez se dejaba pintar el cuerpo de azul para interpretar a Mística, una de las mutantes de “X-Men:  Primera Generación”.  Al año siguiente, empuñaba por primera vez el arco de Katniss Everdeen en “Los juegos del hambre”, y, a partir de ahí, encadenaba un papel tras otro, un éxito tras otro, en una meteórica carrera que la ha llevado a convertirse en la actriz más poderosa y mejor pagada de toda la industria del Séptimo Arte.  Y todo ello, con apenas 25 años…

En su última película estrenada, “Joy”, Jennifer Lawrence encarna a un personaje real, Joy Mangano, una trabajadora y madre de familia que, en los años 80, inventó una fregona autolimpiable que, más tarde, ella misma hizo famosa a través de la Teletienda norteamericana.

Nuevamente a las órdenes de su director fetiche David O. Russell (con el que ya había trabajado en “La gran estafa americana” y “El lado bueno de las cosas”, papel por el que obtuvo el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria), Lawrence encarna con sensibilidad pero sobre todo con ímpetu y energía a la protagonista Joy Mangano, una de esas mujeres de personalidad arrolladora que suelen convertirse a menudo en las nuevas “novias de América”.  Sorprendente por su agudeza y su dominio de la técnica, la joven Jennifer se erige automáticamente en principal candidata al Oscar, premio que ya roza con la punta de los dedos tras haberse alzado anoche con el Globo de Oro en la categoría de Comedia.

Otro de los alicientes de “Joy” es el rutilante reparto en el que brillan con luz propia Robert de Niro, Bradley Cooper, Edgar Ramírez,  Isabella Rosselini, Virginia Madsen y Diane Ladd.  Todos ellos excelentemente dirigidos, en su tono justo cada uno de ellos, vivos y adorables gracias a un guión escrito a cuatro manos por el director y su coguionista Annie Mumolo.  Probablemente fue esto último lo que más me gustó:  la capacidad de una historia sencilla para crear un universo de personajes que se describen en un par de pinceladas y te conquistan en una sola secuencia.  Asímismo, llaman la atención los aspectos estéticos como la fotografía, el diseño de producción, la composición del color o el tratamiento del sonido, dentro de lo cual incluyo un muy buen doblaje cuidado al milímetro.  Si conectas con el tono que ha inculcado David O. Russell a su nueva producción, si eres capaz de dejarte llevar y te retrotraes a los tiempos más ingenuos de Fran Capra y Ernst Lubistch, “Joy” te fascinará.  Eso sí, yo la hubiera valorado aún más positivamente de no sobrepasarse en algunos compases (v.g. el funeral de la abuela) unos niveles de azúcar y melosidad hasta entonces bien controlados.

Luis Campoy

Lo mejor:  Jennifer Lawrence, el reparto de secundarios, la fotografía, el color…
Lo peor:  algunos excesos de pastelosidad
El cruce:  “El lado bueno de las cosas” + “Vive como quieras” + “La gran estafa americana”

Calificación:  8,5 (sobre 10)

lunes, 4 de enero de 2016

Cine actualidad/ "STEVE JOBS"

La soledad del genio

No me gusta usar ese refrán que reza “No se hizo la miel para la boca del asno”, porque generalmente suele utilizarlo alguien que piensa que su gusto es mejor que el de los demás, lo cual me suena a presunción y prepotencia.  Eso sí, es cierto que no todas las manifestaciones artísticas pueden ser degustadas y apreciadas por todos los paladares, sencillamente porque todas las personas somos diferentes y todos buscamos (y encontramos) cosas distintas que nos llenen de formas diversas.

Sirva lo anterior para expresar que una película como “Steve Jobs” no es apta para cualquier tipo de público.  Es decir, cualquiera puede verla, por supuesto, pero comprenderla, asimilarla  y encontrar sus claves es algo que no hará todo el mundo.  Aunque su duración no es de las más disuasorias (2 horas y 2 minutos), el hecho de que no se trate de un film de acción ni aventuras hará que a algunos se les antoje larga y aburrida.  Por otra parte, ha sido rodada casi totalmente en interiores, lo cual puede llegar a causar una sensación (premeditada) de cierta claustrofobia (el modo en que el director trata de transgredir la unidad de espacio, lo expondremos  más adelante).  Además, el protagonista no es precisamente simpático, no existe una historia de amor que lo humanice y la mayoría de quienes comparten la pantalla con él opinan que se trata de un tipo despreciable.  Por si fuera poco, los (excelentísimos) diálogos se suceden atropelladamente y sin descanso, y en ellos se utilizan multitud de términos de la tecnología informática que no serán entendibles para todo hijo de vecino.

Hasta ahora, he hablado de las circunstancias “negativas” que pueden interponerse entre “Steve Jobs”, la película, y la apreciación de determinadas personas.  A partir de aquí, hablaré de las que para mí son las virtudes de la cinta.  Para empezar, los poderosos y portentosos diálogos de Aaron Sorkin (también guionista de otra película sobre un mago de la informática, “La red social”);  la construcción y el ritmo de las frases, la agudeza de cada intervención de Steve Jobs y lo gratificante de comprender siquiera un pequeño porcentaje de los conceptos que se manejan, me predispuso enseguida hacia la admiración, cuando no la fascinación.  El arte de escribir buenos diálogos, que suenen inteligentes pero no rimbombantes, se me antoja cada vez más una rara avis dentro de la escritura de guiones, terreno que ciertas superproducciones de taquillajes megamillonarios (¿alguien dijo “Star Wars”?) descuidan despreciativamente.  En segundo lugar, la puesta en escena de Danny Boyle, que sabe combinar todos los recursos a su alcance (tavellings, steadycams, flashbacks…) para zafarse de la posible monotonía que entraña un film que se estructura únicamente en base a tres presentaciones de tres productos que fueron clave para la progresión profesional y humana de Steve Jobs;  el virtuosismo de Boyle, y el espléndido trabajo de su director de fotografía y su montador me hicieron recordar a ratos la magia de su anterior “Slumdog Millionaire”, no en balde una de mis películas favoritas.  Finalmente, el trabajo de los cuatro actores principales merece una buena colección de premios:  la sinceridad y la campechanía de Seth Rogen, el paternalismo y comprensión de Jeff Daniels y la inteligencia y precisión de Kate Winslet complementan, arropan, el portentoso derroche interpretativo de Michael Fassbender.  Es cierto que físicamente Fassbender no se parece demasiado al malogrado Jobs, pero eso sólo se percibe al principio.  A medida que va desgranándose la película, uno deja de pensar en la apariencia física y progresivamente va cayendo rendido ante una de esas actuaciones esplendorosas que rezuman aroma a Oscar.

Luis Campoy

Lo mejor:  Michael Fassbender, el guión y los diálogos de Aaron Sorkin y la dirección de Danny Boyle
Lo peor:  no es una película apta para cualquier tipo de público
El cruce:  “Jobs” + “La red social” +”Descrifrando Enigma”

Calificación:  9 (sobre 10)