lunes, 25 de octubre de 2021

Píldoras de Cine: OCTUBRE DE 2021 (y II)

En la semana previa al largo fin de semana de Todos los Santos, comprenderéis que este vuestro humilde servidor no podía sino hablaros de la nueva entrega de cierta saga iniciada por John Carpenter en 1978.  Comenzando por “Halloween Kills”, llegan sangrientas nuestras bienamadas… ¡¡PILDORAS DE CINE!!

 


HALLOWEEN KILLS

Cuarenta y tres años después de “La noche de Halloween” (1978), se exhibe por fin en las pantallas “Halloween Kills”, secuela directa del anterior capítulo estrenado en 2018 y que debería haber visto la luz el año pasado.  El hombre al mando de lo que parece será una trilogía (que debe culminar en 2022 con “Halloween Ends”) está siendo David Gordon Green, firmante de la estimable “Joe” protagonizada por Nicolas Cage.  Nacido en Arkansas en 1975, Green comienza el film que nos ocupa homenajeando ostensiblemente a la película original, al utilizar idénticos movimientos de cámara, formato y tonalidad para narrar un prólogo que a continuación enlaza con el final de la cinta que vimos tres años atrás, en el que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) creía haber matado por fin al despiadado Michael Myers; pero, obviamente, Michael no ha muerto (si no, ¿de qué estaríamos hablando ahora?) sino que retoma su carrera criminal más salvaje y agresivo que nunca...  Si uno de los rasgos que hicieron mítica a “La noche de Halloween” primigenia de John Carpenter fue la elegancia y la habilidad para sugerir el crimen sin tener que mostrarlo explícitamente, este duodécimo eslabón de la cadena apuesta fervientemente por lo contrario, es decir, por el gore en su nivel más extremo.  En este sentido, reconozco que, si uno es aficionado al subgénero slasher aparatoso y excesivo, se lo pasará pipa con una película que en más de un momento no se sabe si recurre al humor negro o si da risa por lo desmadradas que están algunas situaciones.  Myers demuestra ser, por lo demás, un asesino inclusivo e igualitario, porque mata por igual a blancos que a negros, a hombres que a mujeres, a heteros que a gays (precisamente por eso, algunas comunidades LGTB lo han criticado, cosa que me parece absolutamente demencial).  Lo mejor del film es el saludable cachondeo hiperviolento con el que se narran las macabras atrocidades del villano, y lo peor, ese intento de resultar discursiva y explicar los porqués de un Mal que no se puede ni se debe racionalizar.

Calificación: 6,5 (sobre 10)

 


VENOM: HABRÁ MATANZA

El famoso actor especializado en gestualidad Andy Serkis (ya sabéis, quien hizo de modelo para los movimientos de Gollum en “El Señor de los Anillos”) ha sido el encargado de dirigir la segunda parte de las aventuras de “Venom”, el simbionte de Marvel Comics que está siendo trasladado a la pantalla por Sony Pictures.  Después de la taquillera pero anodina primera entrega perpetrada por Ruben Fleischer, la criatura alienígena que se hospeda en un sufrido Tom Hardy regresa con el acompañamiento de lujo del gran Woody Harrelson, que interpreta (es un decir) a otro simbionte aún más desquiciado y peligroso, Matanza.  Pretender analizar “Venom: Habrá Matanza” desde un punto de vista puramente cinematográfico sería una total pérdida de tiempo, pues la dirección, las interpretaciones, el guión y los diálogos a duras penas obtendrían un aprobado por los pelos, y eso siendo extremadamente generosos.  Ahora bien, vista en una buena sala de cine, con el maravilloso sonido a tope, con los espectaculares efectos visuales y gracias a la extraordinaria música de Marco Beltrami, la peli resulta un divertimento indudable que hará las delicias de los comiqueros más desprejuiciados.

Calificación: 6 (sobre 10)

lunes, 18 de octubre de 2021

Cine actualidad/ “EL BUEN PATRON”

Oh balancé, balancé

 


El buen patrón

España, 2021

Director y Guión:  Fernando León de Aranoa

Productores: Fernando León de Aranoa, Jaume Roures

Música: Zeltia Montes

Fotografía: Pau Esteve Birba

Montaje: Vanessa Marimbert

Reparto: Javier Bardem (Julio Blanco), Manolo Solo (Miralles), Almudena Amor (Liliana), Sonia Almarcha (Adela), Oscar de la Fuente (Jose), Fernando Albizu (Román), Mara Guil (Aurora), Celso Bugallo (Fortuna), Tarik Rmili (Khaled)

Duración: 120 min.

Productora: Reposado Producciones, Mediapro

 

Hace unos días, os hablaba de “Madres paralelas” (2021), la por el momento última película de Pedro Almodóvar, un film incuestionable desde un punto de vista artístico pero que, argumentalmente, es víctima de esa oleada de corrección y bonhomía tan tristemente de moda, desarrollando un discurso tan maniqueísta en favor de la izquierda, el progresismo y la bisexualidad que a ratos parece un panfleto político.  Por suerte, el madrileño Fernando León de Aranoa ha sabido ser mucho más sutil y comedido a la hora de desarrollar su octavo largometraje, “El buen patrón”, que protagoniza nuestro internacional Javier Bardem.

 

Julio Blanco es el propietario de una empresa dedicada a la fabricación de balanzas, negocio que ha heredado de su padre.  Julio considera que el hecho de continuar el legado familiar le convierte en una especie de padre/patrón de sus empleados, lo cual le otorga el derecho de disponer sobre sus vidas profesionales pero también sobre las personales…

 

Hace ya 25 años, un joven guionista y realizador que había nacido en 1968 sorprendió a todo el mundo con la estupenda “Familia” (1996), a la que seguirían “Barrio” (1998), “Los lunes al sol” (2002) o “Princesas” (2005).  Interesado y comprometido con temas de calado social, León vuelve a ocuparse en solitario del guión de “El buen patrón”, título que de alguna manera conjuga los de “El buen pastor” (Robert de Niro, 2006) y “Padre Padrone” (Hermanos Taviani, 1977).  El personaje central, Julio Blanco, se considera el patriarca de la familia que conforman todos sus trabajadores, y se arroga poderes plenipotenciarios como conceder la vida (contratar a quien se le antoja) y la muerte (despedir a los que se le antojan prescindibles) y ejercer el derecho de pernada sobre toda aquella becaria que le resulta apetitosa.  Narrada con un finísimo humor negro y unos diálogos acertados que convierten, como suele suceder en esta España nuestra, la corrupción en simpática campechanía, la película sorprende en todo momento porque su aparente falta de pretensiones se basa en un insólito dominio de todas las técnicas narrativas, con especial atención a los travellings y planos secuencia.

 

En cuanto a Javier Bardem, “El buen patrón” debería ser de obligada visión para quienes le desprecian por sus posicionamientos ideológicos.  Porque, independientemente de cómo piense o actúe en su vida cotidiana, como intérprete Bardem demuestra ser un auténtico iluminado, y en esta película se sale.  Su interpretación de Julio Blanco es tan magnífica, tan magnética y tan perfecta que, prácticamente sin maquillaje, deja de ser él mismo para convertirse en su personaje.  Sus gestos, sus miradas, sus movimientos, la entonación de su voz le transforman literalmente en otra persona, algo sumamente difícil cuando el actor es tan popular.  Bardem ganará el Goya, y, con un poco de suerte igual hasta le nominan nuevamente al Oscar;  merecido lo tendría, desde luego, y no es para nada imposible porque, de momento, la Academia del Cine Español la ha seleccionado como representante de nuestra cinematografía de cara a los famosos galardone hollywoodienses.


Completan el reparto de "El buen patrónManolo Solo como el inseguro Miralles, la prometedora Almudena Amor como la becaria empeñada en medrar, Oscar de la Fuente como el despedido Jose, Fernando Albizu como el guardia de seguridad Román y Sonia Almarcha como la abnegada esposa de Blanco, todos ellos irreprochables en sus cometidos.

 

Acida en su crítica al caciquismo pero, al mismo tiempo, salvajemente divertida sin cargar las tintas en lo grotesco, “El buen patrón” se me pasó en un suspiro, me dejó maravillado a todos los niveles y me pareció tan extraordinaria que no soy capaz de sacarle ni un solo defecto (bueno, sí, un poco a la música, más abajo lo explico).  Y eso, creedme, muy pocas veces me sucede.

 

 

 

Luis Campoy

 

Lo mejor:  Javier Bardem, naturalmente, pero también todo lo demás:  fotografía, dirección artística, montaje, sonido, maquillaje y peluquería…

Lo peor:  el tema principal de la banda sonora, compuesta por Zeltia Montes, es un plagio descaradísimo de “La terminal” de John Williams

Calificación: 9 (sobre 10)

domingo, 10 de octubre de 2021

Cine actualidad/ “MADRES PARALELAS”

Maternidad y memoria

 


Madres paralelas

España, 2021

Director y Guión:  Pedro Almodóvar

Productores: Agustín Almodóvar, Esther García

Música: Alberto Iglesias

Fotografía: José Luis Alcaine

Montaje: Teresa Font

Dirección Artística: Vicent Díaz

Reparto: Penélope Cruz (Janis), Milena Smit (Ana), Israel Elejalde (Arturo), Aitana Sánchez-Gijón (Teresa), Rossy de Palma (Elena), Julieta Serrano (Brígida)

Duración: 123 min.

Productora: El Deseo, Televisión Española, Sony Pictures

 

A la hora de afrontar un acercamiento a cualquier película de Pedro Almodóvar (Ciudad Real, 1949), es necesario e imprescindible establecer una dicotomía entre lo que nos cuenta y cómo nos lo cuenta.  Sobre lo primero (el qué, el fondo de la cuestión), hay que admitir que mucha gente no acaba de comulgar con los argumentos desarrollados por el manchego y/o el tono con el que los narra, pero, en cuanto a lo segundo (el cómo, la forma), a poco que a uno le guste el Séptimo Arte, hay que rendirse a la evidencia de su exquisitez y maestría estética y visual.  Con vuestro permiso, por aquí vamos a comenzar esta humilde aproximación a su obra más reciente, “Madres paralelas” (2021).

 

Como ha venido sucediendo en todos sus trabajos de madurez, ver una película de Almodóvar es sumergirse en un mundo característico e inconfundible en el que cada elemento decorativo y de vestuario está dispuesto armoniosamente para crear belleza.  En este sentido, el trabajo de Vicent Díaz (director de arte) y Paola Torres (diseñadora de vestuario) es sin duda de diez (10), y porque ahí se acaba la escala de medición.  Luego está su fructífera colaboración con el insigne José Luis Alcaine, seguramente el mejor director de fotografía en activo, que sabe cómo iluminar como nadie las tonalidades de una paleta de color magistral y maravillosa, destacando esos rojos y verdes que, pudiendo fácilmente chirriar, resplandecen en increíble armonía.  Para rematar la función, el sonido directo es sensacional y la música de Alberto Iglesias, con reminiscencias esta vez al mítico Morricone, matiza cada escena, a veces en demasía pero siempre acertadamente.

 

En cuanto al argumento y guión, os pido permiso para hacer pequeñas o grandes revelaciones, porque, si no lo hago, no voy a quedarme totalmente a gusto, de modo que, hasta nueva orden,

ALERTA SPOILERS

Madres paralelas” cuenta la historia de Janis (qué nombre tan moderno y original, ¿verdad?; más adelante sabremos que se lo impusieron en honor, cómo no, a la cantante Janis Joplin), o sea, Penélope Cruz, fotógrafa de profesión que, en estos tiempos en que prevalece la llamada Memoria Histórica por encima de la dramática realidad presente, desea legítimamente recuperar los restos de su abuelo y otros hombres de su pueblo, sepultados de cualquier manera en una cuneta después de haber sido cobardemente fusilados por los malvados falangistas, para así poder enterrarlos con respeto y dignidad.  A tal efecto, se entrevista con Arturo (Israel Elejalde), un médico forense especialista en este tipo de exhumaciones y que, lógicamente, se acuesta con ella a pesar de estar casado, porque ya se sabe que, cuando uno está socialmente concienciado, se le perdona cualquier pequeño desliz sin importancia.  Pero ¡ay!, Janis se queda embarazada, y, cuando Arturo le sugiere que aborte para volver a intentarlo más adelante, una vez él se haya separado legalmente de su mujer, nuestra protagonista le despacha a patadas y decide tener el hijo ella sola, ya que al fin y al cabo, a ella la crió una madre soltera, como así mismo lo fue su abuela, tras perder tan vilmente a su esposo durante la contienda.  A punto de dar a luz, Janis coincide en la habitación del hospital con Ana (Milena Smit), una joven que ignora exactamente de quién se quedó embarazada, ya que a ella le gustaba un solo chico pero los amigos de éste, también malvados y abusadores, la obligaron a yacer con ellos en contra de su voluntad.  Las dos paren el mismo día y casi a la misma hora, y tienen dos preciosas niñas que deben pasar unas horas en observación, lo cual incluso al espectador más tonto le hace sospechar que se va a producir una confusión al devolver a cada una su respectivo bebé, pero ellas están tan felices que no se dan cuenta.  Debido a la insistencia de Arturo, Janis le permite que vea a su hija, pero, al verla, el muy cabrón (con perdón), dice que no la reconoce, que él no puede ser el padre de esa criatura.  Janis se enfada muchísimo pero poco a poco va sospechando que pueden haberle dado gato por liebre, de modo que se hace una prueba de maternidad y ¡efectiviewonder!, la probabilidad de que la niña no sea suya es del cien por cien.  Lo primero que piensa es en localizar a Ana para darle la noticia…  pero luego opta por cambiar de número de teléfono y quedarse con la niña aun a sabiendas de que en esa misma ciudad está su legítima madre, y su legítima hija está con ella.  Sin embargo, un día se encuentra con Ana en un bar, y, al preguntarle por su hija (es decir, por la suya), ésta le cuenta que la pequeña falleció a causa de la temible muerte súbita, lo cual hace a Janis reblandecerse y llevarse a la muchacha a vivir a su casa, para trabajar como niñera y asistenta.  Hubiera sido muy fácil que desde el principio le contase a Ana la verdad, la cual se confirma tras una nueva prueba de maternidad, a la que somete a la recién llegada a base de engaños, pero es más placentero iniciar con ella una relación lésbica (qué pérdida de tiempo sería, que una mujer supuestamente heterosexual tenga una chica en casa y no se acueste con ella).  Las cosas se complican aún más cuando Arturo reaparece y Ana se pone celosísima y posesiva, y, para limpiar su conciencia, Janis le termina confesando que su pequeña en realidad es de ella, tras lo cual la jovencísima Ana se cabrea también y se lleva de su casa a la niña, quedándose Janis muy jodida pero pudiendo consolarse con el levantamiento de la fosa de su abuelo, que aunque Rajoy y su Gobierno son un hatajo de fascistas que le han puesto toda clase de trabas administrativas, al final los buenos (los de izquierdas, claro está) siempre ganan.  Todo es tan bonito que Arturo se ha separado de su mujer, Janis (a pesar de que, no lo olvidemos, Penélope Cruz ya tiene 47 años) se ha quedado nuevamente embarazada a las primeras de cambio y, por si fuera poco, Ana la ha perdonado y ahora están a partir un piñón y ambas ejercen como madres de la niña que las unió…

FIN DEL SPOILER (bueno, más o menos)

 

Que Pedro Almodóvar es un cineasta de ideología de izquierdas es sabido por todo el mudo y me parece absolutamente respetable.  Que es homosexual (gay, como se dice ahora) es también de dominio público y es tanto o más respetable que lo anterior.  Nunca tendré nada que objetarle, ni a él ni a nadie, por una cosa o por la otra.  Lo que puede que no me acabe de convencer es el modo en que traslada su ideología y su condición sexual al argumento de “Madres paralelas”, que se supone que es una historia sobre la maternidad (biológica, impostada, real, ficticia o como sea) pero, a mi modo de ver, dedica demasiado tiempo a adoctrinar.  Para Almodóvar, como para tantas personas de su misma militancia, en nuestra horrible Guerra Civil no es que hubiera dos bandos que se enzarzaron en inacabables batallas a lo largo y ancho de toda España, sino simplemente que unos (los malos, los fascistas) agredieron a otros (los buenos, los republicanos) y cometieron un sinfín de tropelías y crueldades para con ellos y sus familias.  O sea, la guerra según Almodóvar consistió en que los de derechas mataban, violaban y torturaban, y los de izquierdas no fueron sino víctimas inocentes, que, por supuesto, no cometieron las mismas o peores tropelías, qué va, en absoluto, en ningún caso.  Esa simplicidad -yo soy el bueno y tú el malo, yo tengo razón y tú no- me molesta profundamente, no tanto en una conversación coloquial como en una película que se supone que trata de otra cosa.  Y bueno, que el señor Almodóvar tenga una determinada preferencia sexual me parece maravilloso y me llena de gozo que pueda vivirlo sin sentirse injustamente discriminado, pero tener que meter siempre con calzador en sus tramas, sin venir a cuento, lesbianismo y homosexualidad sólo para dar visibilidad al colectivo LGTB, me resulta un poco cargante.  Y aclaro:  una película sobre homosexuales (por ejemplo, “Brokeback Mountain”) o lesbianas (verbigracia, “La vida de Adele”) se merece la misma aceptación que cualquier otra, pero ¿hace falta realmente que en todas, todas las películas tenga que haber escenas de sexo entre personas del mismo género, simplemente para resultar inclusivo?

 

La guerra es siempre horrorosa, y la guerra civil todavía más.  Pero la nuestra terminó hace 82 años, y la dictadura hace 46.  Claro que las personas que están enterradas en una cuneta merecen descansar en paz junto a sus familias.  Por supuesto que sí.  Pero quizás haya que hacerlo de otra manera, sin resucitar los fantasmas del pasado, sin odiar a los que opinan distinto, a los que votan diferente.  Pretender que la España actual es un país en el que hay “progresistas buenos” y “fascistas malos”, es un error tan grave como afirmar que estamos divididos entre “patriotas honestos” y “rojos inmorales”.  Se necesita más diálogo, más escuchar y más comprender, y menos insultar y condenar desde los dos extremos, que son igualmente peligrosos.

 

A pesar de algunas opiniones (no ya negativas, sino lo siguiente) escuchadas no a críticos sino a simples espectadores de a pie, me gustó “Madres paralelas”, sobre todo como obra de arte que deleitó mis sentidos, y de su argumento me convencieron algunas cosas pero me sacó un poco de quicio su condición de pieza cultural con ribetes de innecesario panfleto político.

 

 

Luis Campoy

 

Lo mejor:  el tratamiento del color, la fotografía, el sonido, la música, Penélope Cruz, Israel Elejalde (¡cómo habla este tío!)

Lo peor:  el aleccionamiento político, la obligada cuota de lesbianismo innecesario, las muy simplistas asociaciones de ideas (izquierda=bien/derecha=mal, madre=necesaria/padre=prescindible), el plano final, simplemente ridículo

Calificación: 7 (sobre 10)

sábado, 9 de octubre de 2021

Píldoras de Cine: OCTUBRE DE 2021

Con las medidas anti-Covid cada vez más relajadas (señal de que los indicadores indican que estamos en el camino indicado) y la actividad de mi querido CineClub PARADISO a punto de re-comenzar, he creído conveniente que, para que vuestra salud mental sea igualmente sublime, necesitáis que se os administre una nueva dosis de nuestras infalibles ¡¡PÍLDORAS DE CINE!!

 


BENEDETTA

Basándose en la narración que de los hechos vitales de la monja Benedetta Carlini (1591-1661) realizó Judith Brown en 1986, el holandés Paul Verhoeven (83 años) nos presenta una nueva película que mezcla arte y provocación.  A años luz de sus aclamadas “RoboCop” (1987) y “Desafío total” (1990), pero muy cerca de “Delicias turcas” (1973) o “Showgirls” (1995), el viejo zorro (¿o debería decir viejo verde?) Verhoeven factura un delirio aderezado con monjas lesbianas, una virgen-consolador, flagelaciones, ejecuciones en la hoguera, la irrupción de la peste y hasta un Jesucristo a caballo cortando cabezas.  Si no te la tomas en serio, hasta te hace reir, si es que acaso consigues no dejarte ofender por sus múltiples ataques a la religión, la moral e incluso la lógica.  Eso sí, la exquisita fotografía de Jeanne Lapoirie y la estupenda música de la temible Anne Dudley hacen que la escultural Virginie Efira luzca, como dijo aquél, simplemente “expectacular”.  La acompaña la procaz Daphne Patakia como la juguetona Bartolomea así como los veteranos Lambert Wilson y Charlotte Rampling, esta última conectando directamente con su recordada “Portero de noche” dirigida por Liliana Cavani, referente junto con el añorado Ken Russell de otros tiempos en los que el sexo y la polémica estaban a la orden del día.

Calificación: 5,5 (sobre 10)

 


MALIGNO

Si no miramos primero la ficha técnica, tal vez podríamos decir que “Maligno” es una divertida película de terror saludablemente hiperviolenta, que sabe no tomarse en serio a sí misma y que posée un desenlace tan poco o nada creíble como tremendamente impactante.  Parecen cosas buenas, casi como elogios, ¿verdad?  Lo malo es cuando leemos el nombre del director que ha perpetrado el producto:  nada menos que James Wan, autor de las excelentes “Insidious” y, sobre todo, “Expediente Warren”.  Es decir, si consideramos “Maligno” como la obra audaz, desenfadada y desprejuiciada de un cineasta anónimo, tal vez la calificaría muy positivamente, pero, tratándose de uno de los mejores artesanos que el cine de terror ha tenido en las últimas décadas, he de decir que el film es absolutamente indigno de él, un tremendo mojón en su curriculum.  Protagonizan este giallo con aroma ochentero Annabelle Wallis (“Annabelle”), George Young, Maddie Hasson y Jake Abel.

Calificación: 6 (sobre 10)

 


LAS LEYES DE LA FRONTERA

Tomando como punto de partida la novela homónima del extremeño de 59 años Javier Cercas publicada en 2012, “Las leyes de la frontera” es una especie de maravilloso viaje en el tiempo a una época perfectamente recreada (los últimos años setenta) que quienes la vivimos in situ reconocemos en todos sus detalles.  Se trata de la historia iniciática de Nacho, un adolescente que en 1978 sufre acoso por parte de sus compañeros de instituto, pero las cosas cambian para él cuando comienza a frecuentar la compañía de unos jóvenes delincuentes arraigados en el Barrio Chino de Gerona.   El antiguo crítico cinematográfico Daniel Monzón, posteriormente metido a director con títulos como “El corazón del guerrero”, “Celda 211” o “El niño”, se ha sabido rodear de un quipo técnico de primer nivel que incluye a Carles Gusi (Fotografía), Balter Gallart (diseño de producción), Vinyet Escobar (vestuario) y a Jorge Guerricaechevarría, mano derecha de Alex de la Iglesia, como coautor del guión.  En un mayúsculo acierto de casting, los jóvenes Marcos Ruiz y Begoña Vargas lideran el reparto, pero es Chechu Salgado (30 años) quien se te queda grabado en la memoria gracias a su apariencia y su voz; habrá que seguirle la pista a este intérprete, visto en las series “Fariña”, “La Caza: Monteperdido” y “Patria”.  Homenaje consciente e inesperado al “cine quinqui” de José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia, “Las leyes de la frontera” es una gozada por su estética, por su ritmo y por su reivindicación de aquellos inadaptados que, como El Torete y El Vaquilla, eligieron mal la manera de salir de la frustración de una España que apenas empezaba a conocer la libertad.

Calificación: 8 (sobre 10)

lunes, 4 de octubre de 2021

Cine actualidad/ “SIN TIEMPO PARA MORIR”

El espía que las amó

 


No Time To Die

Reino Unido, 2021

Director:  Cary Joji Fukunaga

Productores: Barbara Broccoli, Michael G. Wilson

Guión: Neal Purvis, Robert Wade, Cary Joji Fukunaga, Phoebe Waller-Bridge

Música: Hans Zimmer

Canción: Billie Eilish

Fotografía: Linus Sandgren

Montaje: Tom Cross, Elliot Graham

Diseño de Producción: Mark Tildesley

Reparto: Daniel Craig (James Bond), Léa Seydoux (Madeleine Swann), Rami Malek (Lyutsifer Safin), Ralph Fiennes (M), Ben Whishaw (Q), Lashana Lynch (Nomi, 007), Naomie Harris (Moneypenny), Jeffrey Wright (Felix Leiter), Ana De Armas (Paloma), Christoph Waltz (Ernst Stavro Blofeld), Billy Magnussen (Logan Ash), Rory Kinnear (Tanner), David Dencik (Dr. Obruchev), Dali Benssalah (Primo), Lisa-Dorah Sonnet (Mathilde)

Duración: 163 min.

Distribución: Eon Productions – Metro Goldwyn Mayer

 

Uno de los escritores españoles más respetados y leídos de la actualidad, el cartagenero Arturo Pérez-Reverte, tuvo ocasión de ver la nueva película de James Bond, “Sin tiempo para morir”, el mismo día que yo, el pasado sábado día 2 de Octubre, y ésto fue lo que dictaminó sobre ella al día siguiente: “Un James Bond tan equilibrada y políticamente correcto, tan familiar, tan enamorado y tan moñas que constituye un insulto a la inteligencia de los espectadores y a la memoria del personaje”-  Sobre si la opinión del padre del Capitán Alatriste coincide o no con la mía, permitidme que me pronuncie dentro de cinco breves párrafos…

 

Tras los sucesos acecidos en “Spectre”, con el diabólicamente brillante Ernst Stavro Blofeld confinado en una prisión de alta seguridad y su relación con la psiquiatra Madeleine Swann, la hija del misterioso Mr. White, ya consolidada, James Bond se toma unas vacaciones junto a su nuevo amor en la idílica villa de Matera, en Italia, sólo para ser víctima de una serie de intentos de asesinato de los que acaba llegando a la conclusión de que Madeleine tiene que haber sido partícipe, por lo que decide alejarse de ella y del mundo durante cinco largos años.  De repente, un día recibe la visita de su viejo amigo el agente de la CIA Felix Leiter, quien le pone en antecedentes del robo de una peligrosísima arma biológica llamada Proyecto Heracles, que tras una serie de vicisitudes acabará cayendo en manos del terrorista Lyutsifer Safin.  La reticencia de Bond sobre volver al servicio activo acaba por despejarse cuando conoce al nuevo agente 007 a quien el Mi6 ha asentado en su antiguo puesto:  Nomi, una mujer negra de armas tomar.  Decidido por fin a recuperar el tiempo perdido, Bond deberá empezar por entrevistarse con Blofeld bajo la estrecha vigilancia de la única especialista en psiquiatría a la que éste ha autorizado a acercarse a él:  Madeleine, la cual ahora tiene una hija que luce unos preciosos ojos azules…

 

Basando la imagen de su personaje en los rasgos de actores como David Niven o Hoagy Carmichael (aunque, años después, reconocería que el 007 ideal sería el Cary Grant de “Con la muerte en los talones”), el escritor y ex-espía Ian Fleming creó a James Bond allá por 1952, siendo la novela “Casino Royale” la primera aventura del agente.  Según la descripción realizada por Fleming, Bond es un oficial del servicio secreto británico (Mi6) al que se le encomiendan arriesgadas misiones en las que tendrá licencia para matar a sus enemigos (esa la explicación del doble cero de su número código).  Bond es aficionado a los coches más caros (como el Aston Martin), a los cocktails más selectos (como el mítico Vodka Martini agitado, no mezclado) y, sobre todo, a las mujeres más bellas y voluptuosas, a las que seduce con facilidad pero luego trata como a simples objetos de placer, razón por la que se granjeó una fama de machista sin atisbo alguno de sensibilidad.  La primera (y mejor) encarnación fímica de Bond, inmortalizada por el escocés Sean Connery a partir de 1962, mantuvo uno por uno todos estos rasgos a rajatabla, tratando en vano el australiano George Lazenby de sustituir a Connery en una única ocasión y siendo el televisivo Roger Moore quien sí lograse asumir con éxito el relevo, añadiendo su peculiar sentido del humor como toque característico.  A Moore le reemplazó Timothy Dalton en apenas dos películas, y tras él llegó el apolíneo Pierce Brosnan en 1995, llevando al super espía a un siglo XXI en el que Daniel Craig tomaría el testigo en 2006.  En total, nada menos que 24 películas (25, si incluímos “Nunca digas nunca jamás”, que se rodó independientemente del canon propiedad de Danjaq y Eon Productions), estrenadas entre 1962 y 2015.

 

A pesar de que “Spectre”, la cuarta intervención de Daniel Craig como James Bond, se concibió en principio como la despedida del ya maduro actor (tenía 47 años entonces), los productores Michael G. Wilson y Barbara Broccoli le convencieron, previa generosa subida salarial, para que se calzara el smoking por quinta y última vez.  No Time To Die” (“Sin tiempo para morir”) fue escrita por los guionistas habituales de la última etapa bondiana, Neal Purvis y Robert Wade, e iba a ser dirigida por Danny Boyle (“Trainspotting”, “Slumdog Millionaire”).  La posterior marcha de Boyle obligó a buscar a otro realizador, recayendo el honor en el japonés-norteamericano Cary Joji Fukunaga, que había deslumbrado al mundo gracias a la primera temporada de la serie “True Detective”.  Lo primero que hizo Fukunaga fue meter mano al guión, tarea en la que le ayudaron Scott Z. Burns y la ascendente Phoebe Waller-Bridge, creadora de exitosas ficciones televisivas como “Crashing”, “Fleabag” o “Killing Eve” que actualmente trabaja en la quinta aventura (aún en rodaje) del arqueólogo favorito del mundo mundial, Indiana Jones.

 

Llegamos al prometido párrafo en el que toca comentar la no muy favorable opinión sobre la película emitida por Pérez Reverte, y para empezar, me permito copiar y pegar lo que yo mismo escribí en mi crítica de “Casino Royale”, la primera actuación de Craig para la franquicia, en el ya lejanísimo 2006: «En cuanto a Daniel Craig, no diré que me ha sorprendido, porque ya me pareció un estupendo actor en “Camino a la perdición” y “Munich”, pero sí tengo que confesar que no podía esperarme que supiese construir un personaje tan complejo, tan bueno y tan malo a la vez, tan duro y tan frágil, tan cruel y tan tierno, tan héroe y tan villano».  Es decir, la “deriva” a la que los actuales desarrolladores de la saga han venido sometiendo al icónico personaje data de hace ya 15 años, que fue cuando Bond, cuyo corazón no era tan granítico como podía parecer, se enamoró perdidamente de la bellísima Vesper Lynd (Eva Green), hallazgo y posterior pérdida que ha marcado la evolución sentimental del agente, al tiempo que las investigaciones para desenmarañar la tupida red de organizaciones criminales que acabó conduciéndole hasta SPECTRE.  Tal vez nuestro admirado novelista cartagenero no se ha dado cuenta hasta ahora de que la “humanización” o “sensibilización” de James Bond ha venido siendo el rasgo distintivo de este último quinteto de films que, no por casualidad, han logrado recaudaciones más elevadas que las de sus predecesores.  Es el signo de los tiempos, nos guste más o menos.  Coincido en que el Bond de 2006-2021 ya no es y no se comporta como el Bond original, pero es que hoy en día la presión social se va haciendo cada vez más insostenible hacia un personaje que hizo del machismo y el desprecio hacia las mujeres su forma de vida.

 

El Bond de Craig comenzó enamorado de Vesper, a la que no logró retener a su lado, pero su corazón roto ha terminado por sucumbir a los encantos de Madeleine Swann, una tierna francesita en la que se arrepiente de no haber confiado pero que, al reencontrarla, le va a aportar una razón inesperada para tomar de una vez por todas el camino correcto, aunque este camino sea el del mayor sacrificio imaginable.  Sin tiempo para morir” trae de vuelta a los asiduos personajes que ya conocemos (M, Q, Moneypenny, Tanner, Leiter, Blofeld) e incorpora nuevos villanos como Safin y el traidor Logan Ash, además de dos mujeres (la 007 sustituta y la intrépida cubana Paloma) a las que un Bond nuevamente enamorado y, por lo tanto, fiel, ya no fantasea con seducir.  El plan de Safin (casi profético por cuanto se trata de liberar un virus a gran escala) es digno de los grandes malvados que antaño se enfrentaron a nuestro héroe, aunque algo en la caracterización de Rami Malek (que va de “El Fantasma de la Opera” a “Deadpool”) resulta un poco caricaturesco.  La relevancia otorgada no sólo a Safin sino a otros villanos de menor enjundia como Ash, el “mad doctor” Valdo Obruchev y el “ojito derecho” (nunca mejor dicho) de Safin, Primo (alias “Cíclope”) le resta protagonismo al Blofeld de Christoph Waltz, carente del tiempo en pantalla y de la trascendencia que sí tuvo en “Spectre”.

 

Con grandes escenas de acción (portentoso el trabajo de especialistas y montadores), especialmente la que precede a los títulos de crédito que ha diseñado de nuevo Daniel Kleinman, “Sin tiempo para morir” cuenta con una banda sonora de Hans Zimmer que apenas aporta novedad alguna y prefiere abonarse al homenaje continuado a los temas de Monty Norman y John Barry, especialmente el de “007 al Servicio Secreto de su Majestad”, el único Bond que protagonizó el efímero Lazenby, considerado uno de los mejores de la serie y cuyo inusual romanticismo ha servido de inspiración a esta vigesimoquinta entrega.  Tampoco pasará a la historia la canción poco rítmica y algo insípida de Billie Eilish, a años luz de las que nos obsequiaron Shirley Bassey, Louis Armstrong, Tina Turner o Adele.

 

El quinto y último capítulo de la pentalogía de Daniel Craig se salda con un balance indiscutiblemente positivo y dejando el listón muy alto.  Miedo me da pensar en el dilema al que se enfrentarán Broccoli y Wilson de cara a la continuidad de la saga, obligados a ir un paso más allá en entretenimiento y espectacularidad pero también, tal vez, en cuanto a la temible corrección política:  ¿un James Bond negro? ¿un James Bond mujer? ¿un James Bond mujer y negra, como esta Lashana Lynch? ¿un James Bond gay o transexual?...  Lo único cierto es que, tal como se nos promete al final del film, “James Bond Will Return”, aunque no sepamos cómo ni cuándo, pero seguro que trayendo consigo un nuevo reseteo para una de las franquicias más longevas, exitosas y millonarias de la Historia del Cine.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor:  Daniel Craig, las increíbles secuencias de acción

Lo peor:  la corrección política que ha obligado a mutar a Bond, la canción de Billie Eilish

El cruce:  Casino Royale” + “007 Al Servicio Secreto de Su Majestad” + “La espía que me amó

Calificación: 8 (sobre 10)

domingo, 3 de octubre de 2021

Cine actualidad/ "MAIXABEL"

Perdonar para no olvidar

 


Maixabel

España, 2021

Director:  Iciar Bollaín

Productores: Koldo Zuazua, Juan Moreno, Guillermo Sempere

Guión: Iciar Bollaín, Isa Campo

Música: Alberto Iglesias

Fotografía: Javier Aguirre Erauso

Montaje: Nacho Ruiz Capillas

Dirección Artística: Mikel Serrano

Reparto: Blanca Portillo (Maixabel Lasa), Luis Tosar (Ibon Etxezarreta), Urko Olazábal (Luis Carrasco), María Cerezuela (María Jáuregui), Tamara Canosa (Esther Pascual), Arantxa Aranguren (Carmen), Bruno Sevilla (Luichi, marido de María), María Jesús Hoyos (Madre de Ibon), Martxelo Rubio (amigo de Maixabel), Mikel Bustamante (Patxi Makazaga)

Duración: 115 min.

Distribución: Kowalski Films, Feel Good Media

 

El 28 de Julio de 2000, el comando Buruntza de ETA asesinó mediante una de sus más habituales y más cobardes técnicas (el tiro en la nuca) al entonces Gobernador Civil de Guipúzcoa, el socialista Juan María Jáuregui.  La viuda de Jáuregui, Maixabel Lasa, encajó el durísimo golpe como mejor pudo y, no limitándose a llorar su desconsuelo, encabezó diversas iniciativas en favor de las víctimas de toda aquella locura.  Años después, desarticulado el comando Buruntza, detenidos sus integrantes y recluídos algunos de ellos en la cárcel de Nanclares de Oca (Alava), Maixabel recibió la noticia de que Luis Carrasco, uno de los asesinos de su marido, quería reunirse con ella en la prisión.  Poco después, sería otro de los autores del atentado, Ibon Etxezarreta, quien también suplicase mantener una reunión con ella, como tardía forma de obtener su tal vez imposible perdón…

 

Iciar Bollaín (54 años) antigua actriz madrileña que sobre todo ha destacado como directora de films como “Flores de otro mundo” (1999), “Te doy mis ojos” (2003), “También la lluvia” (2010) o “El olivo” (2016) ha querido acercarse con “Maixabel”, su nueva propuesta, a las consecuencias de la actividad ejercida durante tantos años por la banda terrorista ETA, en un momento en el que “Patria” (primero magnífica novela y después, gran serie distribuída por HBO) logró revivir el interés mediático por un problema que en realidad nunca ha finalizado del todo.  Porque aun hoy, y mañana, y pasado mañana, me temo, algunos siguen y seguirán exigiendo la independencia del Pueblo Vasco y unos pocos consideran y seguirán considerando que la vía más efectiva para lograrla es la violencia en cualquiera de sus formas, lo cual convierte a los etarras, a sus ojos, no en villanos sino en auténticos “héroes del pueblo”.

 

Precisamente la alternativa que narra “Maixabel” es la que tuvo lugar en la prisión de Nanclares de Oca, la llamada “vía Nanclares”, mediante la que algunos de los cien presos de ETA allí encarcelados tuvieron la oportunidad de desmarcarse, si así lo deseaban, de las directrices de la banda y sumarse a un proceso individual para exorcizar los fantasmas de la culpa y el arrepentimiento que tal vez pudieran haberles surgido.  La auténtica Maixabel Lasa aceptó participar en aquella estrategia y acabó por aceptar las disculpas y justificaciones de los asesinos de su esposo, si bien nunca quiso pronunciar la palabra “perdón”, porque, según dijo, “perdonar tiene un componente religioso y yo soy agnóstica”.

 

Me atrevo humildemente a contradecir un poco a la señora Lasa, en el sentido de que no creo que para perdonar haya que ser religioso.  ¿Se puede perdonar?  Claro que se puede.  ¿Se puede perdonar TODO?  Aquí empiezan las dudas y los matices.  Para perdonar, pienso que, en primer lugar debe existir un arrepentimiento sincero por parte del que necesita ser perdonado.  ¿Hay que perdonar a pesar de que quien nos hizo daño no está arrepentido y, por tanto, estaría dispuesto a volver a dañarnos a la menor ocasión?  Yo eso no lo tengo tan claro...  pero ¿qué diablos?, ¡no hablamos de mi!.  El caso es que Maixabel Lasa se avino a conversar con los ex-etarras Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta, con el primero en la propia cárcel y con el segundo en la casa particular de la mediadora Esther Pascual (Tamara Canosa), dado que el nuevo gobierno presidido por Mariano Rajoy ordenó finiquitar la “vía Nanclares”.  Como hemos dicho anteriormente, Maixabel eligió no limitarse a sentir odio y rencor, sino que, continuando el legado de su marido, decidió implicarse activamente en asociaciones de víctimas y, merced a su carácter dialogante, fue profundizando paulatinamente en las claves del llamado “conflicto vasco”.  De hecho, algo que se le criticó en su momento a Lasa fue que se negó a limitar su actividad a las víctimas de ETA, sino que consideró que también los torturados por la Guardia Civil o los asesinados por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación, auspiciados en la sombra por el Estado) eran dignos de la misma catalogación de “víctimas”.

 

Bollaín y su coguionista Isa Campo han elegido centrar su historia en los personajes de Maixabel (Blanca Portillo), Ibon (Luis Tosar) y Luis (Urko Olazábal).  Todos sabemos de qué son capaces tanto Portillo como Tosar, pero, para mi, la gran sorpresa han sido los secundarios, tanto la gallega Tamara Canosa, que interpreta a la mediadora gubernamental Esther Pascual, como la casi recién llegada María Cerezuela (lleva sólo desde 2019 participando en cine y televisión y aquí encarna a María, la hija de Maixabel y el finado Juan Mari Jáuregui) y, sobre todo, el excelente Urko Olazábal, que se come la pantalla a pesar de que, a sus 44 años, es un actor muy poco conocido por haberse dedicado más a la docencia que a la interpretación.  Poco que añadir sobre el inconmensurable Luis Tosar, uno de los dos o tres mejores actores españoles de la actualidad, que emociona sobre todo por su complejo viaje espiritual desde el convencimiento de la lucha armada hasta la necesidad de ser perdonado para poder seguir viviendo.  Blanca Portillo también está correctísima, aunque, personalmente, no me llegó a transmitir tanto como me esperaba; pienso que se la ve demasiado predispuesta a conceder el perdón, tanto que se insinúa un conato de amistad con el etarra Etxezarreta que no me pareció del todo creíble.

 

Con una sensacional partitura compuesta por el gran Alberto Iglesias que por sí misma es capaz de dibujar el clima preciso de cada escena y hacer aflorar los sentimientos más hondos, “Maixabel” es una película dolorosa pero también emotiva e incluso esperanzadora, necesaria y absolutamente recomendable para comprender los roles tanto de las víctimas como de los verdugos, y darse cuenta de que, al final, los segundos están en manos de las primeras si quieren continuar con sus vidas, libres de esos remordimientos que les impiden conciliar el sueño en paz.  Sólo me queda anotar una pequeña reflexión a título personal, y es que sigo esperando ver en la pantalla la historia de alguna de esas víctimas anónimas que, más allá de un carácter dialogante y compasivo que no todo el mundo posée, sencillamente perdió a quien más quería, a causa de una barbarie demente que sigue necesitando de mucha, mucha expiación.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor:  las interpretaciones, la música, el mensaje acerca del arrepentimiento y el perdón

Lo peor:  que todavía no se haya dedicado una película a tratar el “conflicto vasco” desde la perspectiva única de las víctimas de ETA, sin tener que ser equidistante y justificar las motivaciones de los asesinos

El cruce:  Patria” + “La muerte de Mikel” + “Pena de muerte

Calificación: 8 (sobre 10)

sábado, 2 de octubre de 2021

Cine actualidad/ “CRY MACHO”

 Vaqueros en el ocaso

 


Cry Macho

USA, 2021

Director:  Clint Eastwood

Productores: Clint Eastwood & Holly Hagy

Guión: N. Richard Nash & Nick Schenk, según la novela del primero

Música: Mark Mancina

Fotografía: Ben Davis

Montaje: Joel Cox, David S. Cox

Diseño de Producción: Ronald R. Reiss

Reparto: Clint Eastwood (Mile Milo), Eduardo Minett (Rafael “Rafo” Polk), Dwight Yoakam (Howard Polk), Natalia Traven (Marta), Fernanda Urrejola (Leta), Horacio García Rojas (Aurelio)

Duración: 104 min.

Distribución: Warner Bros. Pictures

 

Nathan Richard Nash fue un escritor y dramaturgo estadounidense nacido en 1913 que, entre otros films, escribió “Helena de Troya” (1956), “El farsante” (1956), “Porgy and Bess” (1959) o “Amor de verano” (1976).  En 1972, Nash redactó un guión titulado “Macho”, en el que un cowboy reconvertido en estrella del rodeo recibía el encargo de su jefe de viajar a Mexico para traerle a su hijo adolescente, díscolo y problemático.  Como por aquel entonces no consiguió que nadie se interesara por su historia, la transformó en novela, que, con el título de “Cry Macho” fue publicada por Delacorte Press en 1975.  Fue entonces cuando, poco a poco, el libro fue despertando el interés de varias estrellas de Hollywood, a quienes tentó la idea de convertirse en el emblemático Mike Milo.  Uno de ellos (estamos ya en 1988) fue Clint Eastwood, que entonces tenía 58 años pero acabó decantándose por el tardío regreso de Harry el Sucio en “La lista negra”, siendo otros aspirantes Burt Lancaster, Roy Scheider, Pierce Brosnan o incluso Arnold Schwarzenegger.

 

El caso es que la adaptación cinematográfica de “Cry Macho” no llegó a hacerse realidad hasta que, en 2020, 45 años después de su publicación y 32 después de haber podido convertirse en un vehículo óptimo para Clint Eastwood, el veteranísimo director e intérprete decidió que había llegado el momento de llevarla por fin a la pantalla.  Tal vez el insigne artífice de “Sin perdón” pensó que no se le iba a notar la diferencia con respecto a 1988, cuando sí hubiese resultado creíble como protagonista, pero, lamentablemente, hay que reconocer que la edad le ha pasado factura, al menos en lo físico.  He dicho “creíble” y lo remarco, y es que el gran problema de “Cry Macho” es que uno no se la cree.  No te crees que un ranchero chanchullero de Texas (el cantante de country y actor ocasional Dwight Yoakam) le confíe a un anciano de 90 años la tarea de emprender un largo viaje en coche a Mexico él solo.  No te crees que dicho anciano (un Eastwood venerable, sí, pero al que da pena ver tan envejecido y apergaminado y que parece que se vaya a morir entre un plano y el siguiente) acepte el encargo como si tal cosa.  No te crees que Milo y el chaval mexicano (Eduardo Minett, “La Rosa de Guadalupe”) conecten tan rápido y tan bien.  No te crees que los villanos sean tan torpes y tan cutres pero tan comedidos y respetuosos para con la tercera (o cuarta) edad.  No te crees que Milo, a quien incluso le cuesta mantenerse en pie, se suba a un caballo para domarlo y dejar en mal lugar a los “jovenzuelos” que no fueron capaces.  Y, por supuesto, no te crees que una mexicana aún lozana de 52 años (Natalia Traven, “Daño colateral”) se cuelgue del abuelo enjuto y achacoso hasta el punto de irse a la cama con él, y ni siquiera que bailen apretujados como dos tortolitos al ritmo del “Sabor a mi” que versionaron Eydie Gorme y los Panchos en 1964.

 

Si Eastwood hubiera interpretado la película cuando estaba en sazón o si, ya nonagenario, hubiese comprendido que él no estaba ya para esos trotes interpretativos y hubiese delegado en un señor de 50/60 años, tal vez le hubiese salido una película aceptable.  Al fin y al cabo, es nada menos que el tío Clint, no sólo un actorazo en multitud de westerns, sino también un realizador excepcional que nos ha legado la citada “Sin perdón” pero también “El fuera de la ley”, “El jinete pálido”, “Los puentes de Madison” o “Gran Torino”.  Pero, por mucho que nos hallemos ante una leyenda viva del Séptimo Arte y por mucho que me parecería exagerado tildar el film de “pésimo” o “repulsivo”, ni siquiera la buena fotografía que firma Ben Davis (“El exótico hotel Marigold”, “Guardianes de la galaxia”, “Tres anuncios en las afueras”) o la partitura musical compuesta por Mark Mancina (“Speed”, “Dos policías rebeldes”, “Tarzan”), que no por casualidad suena muy parecida a “Sin perdón” o “Los puentes de Madison”, salvan de la quema a un título ciertamente menor dentro de la amplia filmografía del maestro, con algunos instantes entrañables pero con demasiados que bordean el ridículo.

 

Dicho todo esto, sólo me queda desear que ojalá el mítico Clint tenga todavía una última oportunidad para despedirse del Cine a lo grande…  aunque no sea el improbable protagonista de ella.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor:  algunos apuntes de guión sobre el cambio de roles en la masculinidad actual

Lo peor:  la imposibilidad de creerse al viejo Eastwood como protagonista

El cruce:  Rambo: Last Blood” + “Sin perdón

Calificación: 4,75 (sobre 10)