miércoles, 28 de junio de 2006

Lo de siempre

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Cuando me han preguntado esta mañana qué opinaba acerca de la eliminación de la Selección española, mi respuesta ha sido: “Lo de siempre”. Así de conciso. Así de duro.

Una vez más, los globos hinchados de falsas expectativas se han pinchado antes de tiempo; pero es que en esta ocasión no hemos llegado ni siquiera a cuartos de final.

Ya dije en mi primer artículo con motivo de este Campeonato que España me había sorprendido gratamente en su espectacular debut (4-0) ante Ucrania. Naturalmente, si me sorprendió que los nuestros jugasen bien… fue porque, hasta entonces, habían jugado mal. O, como mínimo, regular. No olvidemos que, a pesar de que la de ayer fue la primera derrota de Luis Aragonés al frente de “La roja”, si entramos en la repesca fue a última hora y por los pelos. Tampoco los últimos partidos prepatorios antes de la cita alemana fueron para hacer concebir demasiadas esperanzas.

Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación se ocuparon, como siempre, de caldear el ambiente enarbolando augurios triunfalistas que, una vez más, han tenido mucho de funesto agüero. ¿Por qué los aficionados españoles tenemos tanta necesidad de que nuestros periódicos, radios y televisiones nos prometan el oro y el moro? ¿Por qué somos tan crédulos cada dos años – Mundial y Eurocopa se van alternando en nuestro rosario – ignorando aquéllo de que “Un pueblo que no recuerda sus errores está condenado a repetirlos”?

¿Por qué caímos ante Francia? No hay que ser muy listo ni muy experto para responder a esta pregunta: sencillamente, porque jugamos peor que ellos. Tras unos minutos en los que los franchutes parecían acongojados ante las galopadas de Sergio Ramos y Fernando Torres y, sobre todo, desbordados por nuestra peligrosa táctica de vivir al límite del fuera de fuego (Thierry Henry prácticamente no se enteraba del argumento de la película), muy pronto pudimos darnos cuenta de que nuestras ilusiones tenían pies de barro. Los medios de comunicación nos habían hecho creer que todo estaba prácticamente ganado sin salir a jugar, porque nuestros jugadores eran muy jóvenes y los contrarios, un hatajo de carcamales, con Zinedine Zidane jubilándose al final del día. Craso error. Sí, es cierto que nuestra media de edad rondaba los 25 años y la de ellos, los 30, pero la forma física de los galos era impresionante. Hasta Zizou se dio un par de carreras como en sus mejores tiempos.

Tampoco la calidad intrínseca de nuestro juego fue la misma que ante Ucrania o la segunda parte ante Túnez. No nos engañemos, tan sólo fuimos capaces de marcar un gol, y fue de penalty. Francia, por el contrario, creó muchas más ocasiones y, además, supo materializarlas. El gol en las postrimerías del primer tiempo fue un dolorosísimo mazazo para los pupilos de Aragonés. El llamado “Sabio de Hortaleza” quiso reaccionar nada más comenzar la segunda mitad, pero tal vez ya era tarde. Me diréis que tengo fijación con este chico, pero creo que Raúl estuvo sobre el terreno de juego cincuenta minutos más de los que debió haber estado. Tampoco Xavi, tan brillante la temporada pasada, es el mismo que era hasta que sufrió la grave lesión que a punto estuvo de apartarle del Mundial. Cesc, Ramos, el mismo Puyol y, muy especialmente, un apagadísimo Fernando Torres, no vivieron, asímismo, su mejor noche. Y Joaquín y Senna, durante el rato que lo intentaron, fueron sombras de sí mismos.

Fue un quiero y no puedo. Los comentaristas televisivos tampoco servían de gran alivio. La locución de La Sexta se me hizo particularmente indigesta, con tanta coloquialidad y tanto alarde de imaginación en sus motes a los jugadores. Pero es que en Cuatro, al menos al principio, era tanta y tan suicida la euforia, convencidos de que el sábado nos jugábamos los cuartos frente a Brasil, que, si no gafaron el partido desde el principio, poco les faltó. A propósito, por fin he averiguado quién es “El Guaje”: David Villa, autor del solitario tanto español y cuya incomprensible sustitución contribuyó al nefasto resultado final. Por parte de Francia, Ribery, que batió a Casillas en el momento crucial, Vieira, que dejó sentenciado el partido tras un lanzamiento de falta y con la ayuda involuntaria de Sergio Ramos, y Zidane, que apuntilló a una España que en los minutos finales daba más pena que otra cosa, hicieron los deberes que Henry no fue capaz siquiera de iniciar.

Conclusión: fue el gran Zidane quien “jubiló” a España (y no al revés, como se podía leer el sábado en la prensa deportiva madrileña), y nuestros jóvenes leones regresan antes (mucho antes) de lo que algunos preveían, con los semblantes pintados con la misma impotencia a la que desde siempre están (estamos) acostumbrados, al menos en lo que a competiciones a nivel de selecciones nacionales se refiere. Tan sólo nos queda esperar que en futuras oportunidades aprendamos algo de esta enésima elección y no nos hagamos ilusiones sin haber demostrado fehacientemente que tenemos los medios, el talento y la experiencia necesarias para realizarlas. Mientras tanto, lo que sentimos ahora es amargura, decepción y tristeza. Vamos, lo de siempre.

martes, 27 de junio de 2006

Cine: Mi comentario sobre "VECINOS INVASORES"

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“Vecinos invasores” pasará a la historia por ser uno de los últimos films de animación producidos por DreamWorks SKG, el macroestudio fundado por Steven Spielberg, Jeffrey Katzenger y David Geffen que recientemente ha sido adquirido por Paramount, poniendo punto y final a una existencia independiente que no ha llegado a los diez años. Durante este período, DreamWorks ha producido interesantes y taquileras cintas de animación, que en muchos casos consiguieron igualar o mejorar los resultados de su más directo rival, Walt Disney Pictures, de la cual Katzenberg era vicepresidente antes de “desertar”. Algunos de los títulos más destacados producidos por los estudios ya extintos fueron “Hormigaz”, “Spirit”, “La ruta hacia El Dorado”, “El Príncipe de Egripto”, “Simbad: La leyenda de los siete mares”, las dos partes de “Shrek”, “El Espantatiburones”, y “Madagascar”, estas últimas realizadas íntegramente por ordenador.

“Vecinos invasores” narra, en esencia, las desventuras de RJ, un mapache que contrae una deuda con un oso que amenaza con devorarle si no le llena la despensa de comida. Desesperado, RJ contacta con un grupo de animalillos que acaban de despertar de la hibernación, ignorantes de que, durante su sueño de varios meses, alrededor de su porción de bosque se ha levantado una enorme urbanización. Entre los durmientes recién despertados destacan la tortuga Verne, la ardilla Hammy y la mofeta Stella, que, con mayores o menores reticencias, acceden a seguirle la corriente a RJ, el cual les sugiere que, para conseguir víveres deun modo rápido y fácil, lo mejor es agenciarse los desperdicios de la comida basura con la que tan mal se alimentan los humanos que viven al otro lado del seto que separa la naturaleza de la civilización…..

Tal y como dije en mis comentarios respecto a “Salvaje” o “Ice Age 2”, lo primero que hay que decir es que la animación por ordenador ha alcanzado tal grado de perfección que, si uno se fija bien en los pelajes y las texturas de los personajes y paisajes recreados, la sensación inicial es de puro y sincero asombro. Parece increíble que estos bichos y estos entornos puedan haberse creado mediante un aséptico montón de bits.

En cuanto al argumento, está basado en una tira cómica titulada “Over the hedge” (“Por encima del seto”), que hace referencia al modo en que los animales contemplan la existencia absurda y consumista de los seres humanos, y es preciso decir que, aun no tratándose de una producción Disney, el hecho de contar con Steven Spielberg aportando la pasta justifica el mensaje reaccionario de siempre: no hay nada como la familia y el hogar para obviar los problemas y rehuir las responsabilidades. La película ha sido dirigida a dúo por Tim Johnson (realizador de las citadas “Hormigaz” y “Simbad: La Leyenda de los siete mares”) y Karey Kirkpatrick, debutante en estas lides tras una larga etapa como guionista (“Evasión en la granja” o “James y el melocotón gigante”).

Con más o menos disimuladas referencias a “El Bosque”, “Aracnofobia” o incluso “Toy Story”, “Vecinos Invasores” no aburre y en ocasiones puntuales llega a ser muy entretenida. Como dato anecdótico, digamos que si, en la versión original, algunos de los personajes principales estaban doblados por Bruce Willis, William Shatner o Nick Nolte, en España a quienes escuchamos son a los televisivos Michel Brown (“Pasión de Gavilanes”), Luis Merlo (“Aquí no hay quien viva”) o Edu Soto (“El Neng”).

Calificación: 7 (sobre 10)

Luis Campoy

jueves, 22 de junio de 2006

Las Hogueras de San Juan

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Image Hosted by ImageShack.usNo sé si lo he dicho alguna vez en este espacio, pero soy alicantino (“borracho y fino”, como dijo el poeta), nacido y criado en el corazón mismo de la hermosa Alicante, capital de la provincia del mismo nombre. Dependiente jurisdiccionalmente de la vecina Valencia, sede del Gobierno autonómico de la Generalitat, “Alacant” (dicho en la lengua vernácula de la zona) conoció en los años 20 del siglo pasado el advenimiento de un festejo popular que se convertiría en el acontecimiento anual más importante de la villa y pedanías. Se trataba de “Las Hogueras de San Juan” (en valenciano, “Les Fogueres de Sant Joan”), tradición importada de Valencia por el recordado D. José María Py, que se inspiró en las Fallas para adaptar su idiosincrasia al sentir alicantino.

Básicamente, las “Hogueras” de la época clásica (hasta los años 80) eran más o menos claros sucedáneos de sus hermanas mayores las Fallas. Se trataba de enormes monumentos de cartón piedra, cuyas figuras (“ninots”) constituían caricaturas de contenido crítico o alegórico que reflejaban la actualidad social, política o cultural. De aquel primer período podemos destacar a artistas como Ramón Marco o, muy especialmente, Gastón Castelló, que escribieron páginas de oro en base a su impresionante talento escultórico. A partir de los primeros años ochenta, surgen artistas innovadores como Pedro Soriano, que redefinen el concepto de “Foguera” y conciben estructuras mucho más estilizadas y ligeras, en muchos casos de estética neoclásica o modernista. Es la época en la que despuntan las “Hogueras experimentales”, en cuyo terreno se curtirán los nuevos constructores que tomarán el relevo a finales de los noventa, tales como Francisco Granja, Paco Juan o Pedro Espadero.

Hasta ahora he hablado únicamente de las “fogueras” propiamente dichas, pero la fiesta alicantina es mucho más que esos monumentos que se plantan, uno en cada barrio o distrito, el día 20 de Junio (en mis tiempos, era el 21, por cierto, día de mi Santo) y se queman entre emocionados acordes musicales a partir de las doce de la noche mágica del día 24, conocida como la “Cremá”. Alrededor de esas efímeras obras de arte se ha ido entretejiendo todo un universo de actos lúdicos y culturales, que incluyen todo tipo de actividades: elección de la reina de las fiestas, conocida como “Bellea del Foc” (Belleza del Fuego) y su cortejo de Damas de Honor, entre las Belleas representativas de cada distrito fogueril; exposición de un “ninot” (muñeco o grupo escultórico) de cada hoguera para que el público, mediante votación popular, lo indulte, salvándolo de la quema y enviándolo al recientemente inagurado Museo de Hogueras; pasacalles tempraneros (llamados “despertás”) que tienen como finalidad hacer que los trasnochadores salten de la cama y se incorporen a la “festa”; tremebundas “mascletás” que se celebran durante los días 21 a 24 en la castiza Plaza de los Luceros; diversos desfiles y cabalgatas con participación local, nacional e incluso internacional, entre los que destacan la Ofrenda floral a la patrona de la ciudad, la Virgen del Remedio, y el espectacular Desfile Folklórico de la Provincia; corridas de toros con los mejores espadas del firmamento taurino; y, ¿cómo no destacarlo?, la celebración de verbenas nocturnas en cada distrito fogueril en el seno de locales al aire libre llamados popularmente “racós” o “barracas”, en algunos de las cuales, los “populares” o subvencionados por el Ayuntamiento, instituciones o diversas emisoras de radio, se celebran actuaciones musicales a cargo de artistas de primer nivel.

De todas formas, la Fiesta no se acaba tras el último rescoldo de la última hoguera incinerada (se van quemando gradualmente, según un orden inverso a la categoría de los premios obtenidos), sino que, entre los días 25 y 29 de Junio, Alicante todavía acoge un divertido Mercado Medieval y, muy especialmente, la celebración de castillos artificiales que a partir de las doce de cada noche iluminan el cielo levantino sobre la playa del Postiguet.

Lejos quedaron los tiempos en que se conmemoraba la festividad de San Juan acumulando muebles y objetos en desuso que se quemaban siguiendo una tradición ancestral; Alicante, en estos calurosos días de Junio, ofrece entretenimiento, belleza, música y fuego purificador. Conoced esta fiesta, disfrutadla, integráos en ella, y estoy seguro de que desearéis volver una y otra vez.

martes, 20 de junio de 2006

Comic: El arte de Greg Land

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Me he enamorado (artísticamente, of course) de Greg Land. Apenas había oído este nombre hasta hace pocos meses, pero empecé a ver portadas firmadas por él y flipé. Todo empezó para mí en la saga "Pecados recordados: La Historia de Sarah", ubicada dentro de la colección "Spectacular Spiderman" y de la que ya hablé hace unas semanas, y acto seguido se hizo cargo de la parte artística de una de las series Marvel que más me gustan en la actualidad, "Ultimate Fantastic Four". Se trataba del advenimiento del mundo zombi y los resultados me dejaron boquiabierto. Cada página era (es) una fiesta para la vista, pero lo mejor estaba aún por venir. El mes pasado compré el número 1 de "La Canción Final de Fénix", obra dibujada por Land y escrita por su tocayo Greg Pak, y casi no puedo esperar a que salga el segundo episodio. La historia (el enésimo retorno de la Fuerza Fénix encarnada en Jean Grey) no deja de ser más de lo mismo, pero el talento de Greg Land es deslumbrante, beneficiado, asímismo, por el color de un inspirado Justin Ponsor. Estamos, sin duda, ante una de las más rutilantes estrellas del actual panorama del comic internacional, a quien yo me atrevería a situar al mismo nivel de Alex Ross o Alan Davis. Os aconsejo fervientemente que no le perdáis la pista.

El penúltimo sueño de Ecuador


Estoy comenzando a conocer a una muchacha de procedencia ecuatoriana, y era casi inevitable que, en estos azarosos días tan llenos de emociones y fútbol, acabáramos presenciando juntos uno o varios encuentros de los que su selección y la mía han venido disputando... con desigual fortuna, al menos hasta lo vivido hoy día. Ya ha quedado dicho, y no sólo por mí, lo sorprendente que ha resultado el debut del combinado español que dirige Luis Aragonés. En cuanto al conjunto de Ecuador, cuyo seleccionador es el peruano Luis Fernando Suárez, la verdad es que hasta hace tan sólo unas horas se le consideraba la revelación de este Campeonato Mundial Alemania-2006. Sus dos primeras citas, contra Polonia (2-0) y, sobre todo, contra Costa Rica (3-0), habían causado una buenísima impresión, tanto que, a pesar de que matemáticamente ya estaba clasificada para Octavos de Final, eran muchos quienes soñaban con una posible victoria sobre la selección anfitriona que entrena Jurgen Klinsmann.

El otro día, mi hijo me regaló una pulsera, de ésas que últimamente pueblan las muñecas de la chiquillería internacional, en la que puede leerse "Football Power (El poder del Fútbol)". Pues el poder o la fuerza del fútbol reside precisamente en lo que tiene de ilusión colectiva, de empresa común, de sueño multitudinario. Oí en la radio que la audiencia de los partidos de la selección española en Cataluña había sido superior a la de la participación en el Referendum del Estatut. Para el pueblo ecuatoriano, como, supongo, para muchísimos otros pueblos y nacionalidades, contemplar a su selección nacional disputar una Copa del Mundo mientras ellos se hallan a tantísimos kilómetros de distancia de su país es mucho más que una actividad lúdica o deportiva: es una declaración de amor.

Esta tarde se aglutinaban decenas y decenas de ecuatorianos en un estrecho y calurorísimo bar provisto de televisión y beneficiado por la suscripción a Canal +. El ambiente era indescriptible, y casi diría que eran más numerosas las mujeres que los hombres. Claro que las cosas no pudieron arrancar peor para la escuadra tricolor (amarillo, azul y rojo): en los primeros compases del partido, Alemania se adelantaba con un gol de Klose que disolvió de un plumazo cualquier táctica preconcebida que impulsara a los latinoamericanos. Con una inesperada torpeza, los ecuatorianos fueron absolutamente incapaces de causar el más mínimo peligro, y sus intentos pedestres de forzar el empate no hicieron sino posibilitar los peligrosísimos contragolpes de los germanos, que sentenciaron el partido en los instantes finales de la primera parte.

El calor aumentaba a medida que decaía la euforia inicial, y la segunda mitad fue más propia del patio de un colegio que de una fase final de un torneo mundialista. Las estrellas de Ecuador, como Tenorio, Edison Méndez, Espinoza, Kaviedes, Valencia o el portero Mora, fueron eclipsadas por una selección alemana en la que destacaron Podolski, Schweinsteiger, Lahm y el citado Klose, además de un habilidoso Michael Ballack que se esforzó lo mínimo pero obtuvo un rédito nada desdeñable. Los ecuatorianos estaban tan desdibujados que su diseño de líneas era totalmente inexistente, y el centro del campo se fundía con la defensa mientras que la delantera brillaba por su ausencia. Aún encajaron un tercer gol, y no hubo más porque la Virgen del Cisne, patrona de Ecuador, debió extender su manto protector para evitar una humillación aún mayor.

Al final, el dueño del bar latino en el que ví el partido optó por una honrosa maniobra evasiva y mantuvo la retransmisión televisiva del encuentro, aunque la megafonía del establecimiento comenzó a emitir un cocktail de explosiva música sudamericana. Así, las expresiones de tristeza se diluyeron más fácilmente, mientras Ecuador disfrutaba, tal vez, de su penúltimo sueño dentro de este Campeonato del Mundo.

Sufrir para ganar

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Así se juega. Así se sufre. Creo que todos estábamos demasiado ebrios de éxito tras el sorprendente debut de la Selección española ante Ucrania, y por eso anoche pensábamos (al menos la mayoría) que el partido contra Túnez iba a ser poco más que un paseo. Craso error. A pesar de que la alineación inicial era la misma que la del pasado miércoles, el tempranero gol tunecino puso a prueba la fortaleza de las ilusiones de nuestros muchachos, que ni queriendo pudieron levantar el marcador durante un primer tiempo que pasó tan rápido como una exhalación. Entre constantes cambios de cadena, los minutos volaban y mi nerviosismo iba en crescendo. En Cuatro, Maradona daba la sensación de estar realmente interesado en lo que se supone que debía decir, pero me desesperé de tanto escuchar cómo se narraban las jugadas de forma histérica y aludiendo a un jugador (español) a quien tan sólo se referían como “El Guaje” (¿quién demonios es “El Guaje”?). En La Sexta, la cosa no iba mucho mejor; tampoco allí los chicos de Luis Aragonés eran capaces de batir al cuarentón guardameta de Tunisia, pero es que el comentarista parecía estar narrando un estreno de Hollywood y no un partido de fútbol. Para él, Xavi Hernández era “Humphrey Bogart”, Carles Puyol, “Tiburón” (¿el escualo de Spielberg o el gigantón de dientes de acero que le hacía la vida imposible a James Bond?) y Raúl, “Tom Cruise” (eso sí, pronunciado de la forma más hipani-cutre posible, “Crúis”, con la “í” bien marcada, y no “Crúus”, como mandan los cánones de la fonética). Harto de estar harto de tanto despropósito narrativo, retorné a lomos de invisible golondrina a los territorios de Mr. Polanco, a punto para contemplar cómo un oportunista Raúl conseguía consumar el gol del empate. La furia roja estallaba en todo su estruendoso esplendor, y los mendas de Cuatro conectaban una y otra vez con la Plaza de Colón de Madrid, donde miles de exaltados seguidores eran invitados a botar y a empujar con sus voceríos a los futbolistas ibéricos hacia la victoria. No sé si finalmente se desgañitaron, porque el esfuerzo vocal tuvo que ser titánico para ser escuchados desde Alemania; incluso Manolo El del Bombo pareció que tenía calambres en las manos de tanto tocar el tambor y tuvo que hacer huelga de brazos caídos durante un rato. El caso es que el segundo gol, obra de Fernando Torres, no se hizo esperar, y Maradona exigía un tercero, “para no relajarse”. De penalty, uno de los penalties más claros y más laaaaargos que se recuerdan, el mismo Torres materializó la confirmación de la utopía española, y éso que que el portero cuarentón le leyó el pensamiento y a punto estuvo de blocar el esférico.

De la victoria de ayer puede extraerse alguna que otra conclusión (nuestra Selección ha aprendido por fin a no perder la cabeza frente a la adversidad, a pesar de que en el primer tiempo se jugó más con el corazón que con el cerebro) y de ella se derivarán importantes consecuencias (Cesc debe disfrutrar de más minutos, y Raúl, mal que nos pese a quienes pensamos que su ciclo terminó, volverá a convertirse en un puntal básico en las alineaciones de Aragonés), si bien lo más probable es que no suceda nada trascendental en el próximo encuentro, frente a Arabia Saudí, a priori el rival más débil del grupo y al que todos los demás han goleado, últimamente los ucranianos, deseosos de sacarse de encima los cuatro tantos que España les endosó. En cualquier caso, todo parece indicar que el viernes tendremos ocasión de disfrutar un partido bastante más sosegado y menos estresante, aunque esperemos que con esa misma recién descubierta sensación de justificado orgullo patrio.

lunes, 19 de junio de 2006

Mercenarios del fútbol

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Acaba de terminar la temporada futbolística en Segunda División, y, al final, los tres equipos que ascienden a Primera son el Recreativo de Huelva, el Nastic de Tarragona y el Levante de Valencia. Detrás de ellos, dos conjuntos murcianos que empezaron con no muchas aspiraciones pero poco a poco fueron creyendo en sí mismos y en la posibilidad de afrontar la próxima temporada midiéndose a los Barcelona, Real Madrid, Valencia, Villarreal y compañía. Pero los sueños se han quedado en simples sueños, y ni el Ciudad de Murcia ni el Lorca conocerán, al menos por el momento, ese espectacular incremento de dividendos, espectadores y simpatizantes que trae consigo el jugar en la autodenominada "Liga de las Estrellas".

En alguna ocasión anterior ya me he referido al Lorca, equipo titular de la localidad en la que trabajo y en la que he vivido muchísimos años, razón por la que casi la siento como mía. Como dije en su momento, este modesto club ha ido abriéndose camino desde el abismo de la Tercera División en muy pocos años, concretamente desde que se hizo con la presidencia un instalador electricista llamado Antonio Baños. Bajo la batuta de Baños se produjo durante la temporada pasada un hecho insólito, al menos para mí, como fue el cambio de actividad de un hombre que el viernes era jugador y el sábado se convertía en entrenador del equipo. Este hombre se llama Unai Emery y en cuestión de poco más de un año ha dado un salto impresionante: pasar de ser un oscuro futbolista a convertirse en uno de los técnicos de moda de la Segunda División.

Confirmando el buen ojo del presidente de la entidad, Emery no sólo salvó la temporada 2004-2005, sino que metió al equipo en la liguilla de ascenso y logró que los blanquiazules cruzasen el umbral de la División de Plata del fútbol español. Siendo un club modesto, directivos y aficionados se daban con un canto en los dientes si el Lorca conseguía la permanencia, pero pronto los resultados fueron tan buenos que el sueño del ascenso no parecía una utopía irrealizable. Al final no ha podido ser, pero acabar en quinta posición (por debajo del Ciudad de Murcia) no es en absoluto un mal bagaje para una entidad de estas características.

En cuanto al técnico Unai Emery, desde hace meses corrían todo tipo de rumores respecto al interés de diversos equipos por su contratación. Se trata de un técnico joven y bastante avispado y, aunque incluso el Real Madrid B le lanzó los tejos hace no muchas semanas, Emery ha preferido esperar al final de temporada para comunicar su decisión definitiva. Casi todos esperaban que este hombre que ni siquiera existía como entrenador hasta que el Lorca le dio la oportunidad de debutar como tal, permanecería en la Ciudad del Sol al menos una temporada más, pero… ¡oh, sorpresa!, el muchacho se nos va, y no muy lejos: concretamente a Almería, cuyo equipo milita también en Segunda División.

No soy quién para reprochar a nadie que decida su futuro de la mejor manera posible, pues él y sólo él es quien debe velar por su porvenir y el de su familia. Pero, en este caso concreto, me consta que existe cierto malestar entre los aficionados lorquinos, porque Emery se marcha a una ciudad muy próxima a Lorca, pero para desempeñar un nuevo trabajo que no le reporta un ascenso de categoría y, sí, tan sólo y según se dice, una cierta mejora en lo económico. ¿Tanto significan unos euros más que menos cuando de lo que se trata es de continuar una carrera que no hubiera existido de no ser porque el Lorca le animó a pasar de ser jugador a erigirse en entrenador?

El derecho de cada uno de nosotros a evolucionar, progresar y, en definitiva, mejorar, es incuestionable y yo no lo pongo en tela de juicio. Sólo digo que, desde mi punto de vista, abandonar al club que te vio nacer y lanzarte a los brazos de otro que juega en un campo similar al que hasta ahora ha sido tuyo y cuya aspiración es la misma que la que tú tenías hasta ahora, cuando la única diferencia entre uno y otro es la de que vas a cobrar unos pocos miles de euros más… es propio de alguien que nunca siente ni ha sentido los colores de su camiseta, de un auténtico mercenario del fútbol. Dicho sea con todo respeto y entendiendo, naturalmente, que se trata de la lógica del deporte.

Mi comentario sobre "LA PROFECIA" (2006)

Si no existiese una obra maestra llamada "La Profecía", dirigida por Richard Donner en 1976 y protagonizada por Gregory Peck y Lee Remick, casi diría que el director John Moore se ha sacado de la manga un auténtico peliculón con su "La Profecía (2006)"; pero claro, estamos no sólo ante un remake, sino ante una auténtica fotocopia, uno de los casos más flagrantes vistos jamás de impúdica clonación cinematográfica…

El agregado del embajador norteamericano en Italia, Robert Thorn (Liev Schrieber), sufre un profundo shock cuando le comunican que su esposa (Julia Stiles) ha perdido durante el parto al bebé que esperaban. Destrozado por el dolor, acepta la proposición de un sacerdote católico y acoge como propio a un niño que ha nacido al mismo tiempo que el suyo moría, y cuya madre no sobrevivió al alumbramiento. Transcurren cinco años. Tras la muerte del embajador en extrañas circunstancias, Robert Thorn ha obtenido la titularidad de la Embajada de Estados Unidos en Inglaterra, con sede en Londres. Durante la fiesta de cumpleaños de su hijo Damien, la niñera se suicida y a partir de ese momento alrededor de la familia comienzan a suceder cosas extrañas. Entran en acción una nueva institutriz, la Sra. Baylock (Mia Farrow), un sacerdote alucinado (Pete Postlethwaite) y un fotógrafo (David Thewlis) que se ofrece a ayudar a Thorn a desentrañar el misterio en torno al pequeño Damien, que podría no ser sino el hijo del mismísimo Diablo…

Rodada en los "satánicos" 70, al igual que otros muchos films demoníacos que seguían la estela de "El Exorcista", "La Profecía" puso sorpresivamente de manifiesto el enorme talento de un artesano llamado Richard Donner, quien, en el transcurso de los años, todavía habría de redefinir de forma casi insuperable otros géneros como la aventura medieval ("Lady Halcón"), el policíaco ("Arma Letal") y, sobre todo, el comic superheroico ("Superman", su mejor película). Donner logró con "La Profecía" la combinación perfecta entre el drama (familiar) y el terror, con una utilización brillantísima de la pantalla panorámica (recuerdo que en las primera ediciones videográficas los títulos de crédito sólo se veían a medias), una esplendorosa música de Jerry Goldsmith (ganadora del Oscar) y, sobre todo, unas interpretaciones conmovedoras de Gregory Peck, Lee Remick y David Warner. La película, además de ser casi unánimente bendecida por la crítica, obtuvo unas recaudaciones tan estimulantes que se convirtió en el inicio de una trilogía completada con "La Maldición de Damien" (con William Holden y Lee Grant) y "El Final de Damien" (donde un joven Sam Neill estaba a punto de someter a la Humanidad), además de una tardía secuela televisiva, "La Profecía IV: El Renacer", ninguna de las cuales estuvo ni de lejos a la altura del film original.

Con el único propósito de aprovechar la coincidencia de que este año se da la circunstancia de la existencia del día satánico por excelencia, el 6 del mes 6 del año 6 del siglo XXI, 20th Century Fox dio luz verde al rodaje de una inútil e innecesaria nueva versión de una película que no había perdido nada de su vigencia ni majestuosidad. El director asignado, John Moore (autor de "Tras la línea enemiga" y otro remake, el de "El vuelo del Fénix"), ha trabajado con el mismo guión de David Seltzer que sirvió de base al film de Donner, y su única misión ha sido la de contar lo mismo pero tratando de colocar la cámara de forma que no resulte demasiado escandaloso que está limitándose a filmar de nuevo un material ya filmado. Como dije al principio, en esta tarea lo cierto es que Moore no sale mal parado, y las impactantes escenas de la "Profecía" primigenia (el pararrayos atravesando al párroco, la decapitación del fotógrafo, la caída de la madre embarazada, el ataque de los perros en el cementerio…) lucen bastante bien, beneficiadas por una espléndida fotografía y unos efectos especiales bastante apañados.

Eso sí, donde la tecnología moderna no puede hacer nada es en el terreno actoral, y ahí tenemos un poco de todo, desde unos estupendos Julia Stiles y David Thewlis y una correctita Mia Farrow hasta un sobreactuado Pete Postlethwaite y un inexpresivo Liev Schrieber; ¿de verdad nadie se dio cuenta de que Schrieber no cambia de cara en ningún momento y que su interpretación es tan emocionante como la de un iceberg? Por lo que respecta al "dulce y cándido" niñito protagonista, es evidente que el casting tan sólo pretrendía encontrar a alguien lo más parecido al Harvey Stephens original, y, al menos en este sentido, el pequeño Seamus Davey-Fitzpatrick da el pego, aunque su composición se limita a mirar a cámara con ojillos que pretenden ser diabólicos.

Con la única novedad de algunos insertos de impacto terrorífico que tienen su origen en supestas pasadillas o alucinaciones de los protagonistas, así como de una absurda subtrama que transcurre en el Vaticano (con doble de Juan Pablo II incluído), esta nueva "Profecía" constituye, para quienes conozcan la obra original, un producto poco recomendable, y, para quienes no la conozcan, lo que prodecde es recomendar el visionado de la "Profecía" antigua. Se trata, por tanto, de un plato de difícil degustación, que está yendo de capa caída en aquellas localidades españolas en las que se ha estrenado y en el que lo único que me llamó verdaderamente la atención fue la partitura de Marco Beltrami, que consigue resultar desasosegante sin recurrir al tema original de Jerry Goldsmith, del que tan sólo se escuchan algunas notas aisladas y, éso así, el poderoso "Ave Satani" durante los títulos de crédito finales.

Calificación: 6 (sobre 10)

Luis Campoy


miércoles, 14 de junio de 2006

¿De verdad jugaba Shevchenko?


Si me lo llegan a decir a las 14:59 hrs. del día de hoy, no me lo hubiera creído. ¿España, nuestra modesta España, debutando en la fase final de un Campeonato Mundial de fútbol con una abultada e incontestable victoria por 4-0? Sí, es cierto que alrededor del combinado español se han ido creando desmesuradas e hiperbólicas expectativas de triunfo, pero casi siempre ha sido así y casi nunca las expectativas pasaron de la fase preliminar de la dulce utopía. En la última cita mundialista, hace 4 años, nuestra selección fue abatida por un tándem letal formado por la escuadra coreana (anfitriona del evento) y un árbitro demasiado casero. En aquella ocasión, nuestros muchachos, seleccionados y aleccionados por un sudoroso José Antonio Camacho, no lo hicieron mal del todo, pero una exhibición como la de hoy, pletórica y eufórica, ni los más viejos del lugar la recordaban. Casi daba pena el pobre equipo ucraniano, que sólo ha visto puerta en un par de ocasiones y cuya actitud ha sido mismamente la de un sparring de lujo para una nueva hornada de futbolistas hispánicos que en poco tiempo han tomado el necesario y tan demorado relevo generacional. Por cierto, ¿alguien más coincide conmigo en que nada más salir Raúl el juego de nuestros “jugones” se ha ralentizado y ha perdido profundidad? Ese chico necesita un tratamiento de shock: una jubilación dorada y anticipada en un equipo saudí o japonés, o, al menos, un alivio o condonación de responsabilidades y obligatoria continuidad. Me han sorprendido gratamente Senna y Pernía, me han encantado Villa e incluso Torres y, ¿cómo no?, tengo que elogiar una vez más la contribución decisiva de tres pilares básicos como son los barcelonistas Xavi (felizmente recuperado) y Puyol, y el madridista Casillas. También me ha sorprendido (esta vez negativamente) la presencia de Diego Armando Maradona como comentarista invitado durante la retransmisión de Cuatro, y es que el Pelusa se habrá embolsado una cantidad obscena de dinero por las cuatro gilipolleces sin sentido que ha conseguido hilvanar. Por cierto, ¿estáis seguros, realmente seguros, de que el tan temido Andriy Shevchenko estaba en el campo…?

martes, 6 de junio de 2006

El Día del Demonio

Según la tradición apocalíptica, el de hoy debería haber sido uno de esos días en que el mundo podría haberse acabado (claro que, si me estáis leyendo ahora, ello significa que tal hora final aún no ha llegado). Hoy, día seis de Junio de dos mil seis, es, según los agoreros, el Día del Demonio, aquél en el que confluyen las cifras que designan al número cabalístico de la Bestia: día 6 del mes 6 del año 6, 6-6-6. Personalmente, al menos hasta el instante en que redacto estas líneas, doy fe de que para mí ha sido un día tan bueno o tan malo como cualquier otro, y, desde luego, de cualquier desventura que me haya sucedido o vaya a sucederme antes de las 23:59 hrs., no pienso echarle la culpa a ese ente maligno que constituye la contrapartida de Dios, y su vástago, el Antricristo, la némesis del Jesucristo de la teología crsitiana. Se trata de la teoría de los opuestos, la necesidad de equilibrio en la propia Naturaleza. El otro día se lo explicaba a mi hijo de siete años, cuando me preguntaba “Papá, ¿por qué en las películas los malos son tan… malos?”. “Es muy sencillo”, le contesté yo. “son así de malos para que los buenos sean o parezcan aún más buenos”. El poder del Bien difícilmente tendría razón de ser si no tuviera que medirse a diario con la fuerza del Mal, como tampoco el Mal tendría sentido si no fuese para poner a prueba la luminosidad y la pureza del Bien. Claro que hay multitud de fanáticos dispuestos a creerse que el mundo se acabará debido al advenimiento de Satán, también llamado Lucifer o Belcebú (y de muchas otras maneras que sobrepasan la levedad de este artículo). Pero me temo que se equivocan: por supuesto que el mundo se acabará, antes o después, pero estoy convencido de que, o nos volvemos todos (todos) rematadamente locos, o no llegaremos vivos, ni nosotros ni nuestros hijos, a presenciar tan fatídico momento. Lo que sí se terminará será la porción de mundo, de vida, en el que se desarrolla nuestra ínfima existencia, coincidiendo con el mismo momento de nuestra muerte física. Y de éso no hay que echarle la culpa a un tipo con la piel roja, dos cuernos asomando desafiantes y un rabo desproporcionadamente largo.

viernes, 2 de junio de 2006

El precio de la paz

Ya no sé cómo expresar mi creciente desilusión a causa de las sucesivas actuaciones del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. He dicho más de una vez que aquella ilusión que experimenté cuando (independientemente de las dramáticas circunstancias por todos conocidas) el PSOE ganó las elecciones de 2004, que ponían fin a ocho años de preponderancia del PP, se fue desvaneciendo paulatinamente, y de aquélla apenas queda nada hoy día, cuando aún estamos a mitad de la legislatura. Los dos últimos ejemplos de actitudes incoherentes con la filosofía supestamente de izquierdas del Gobierno han sido el culebrón de los derechos televisivos para la difusión de determinados encuentros del Mundial de Fútbol y, por supuesto, la apertura del diálogo con la banda terrorista ETA.

Lo primero, lo del Mundial, puede parecer intrascendente (y lo es, comparado con lo otro), pero no deja de ser corrosivo para la imagen de un gobierno que precisamente las dos cadenas que han nacido o crecido bajo su protección o mecenazgo hayan sido las únicas en repartirse la suculenta tarta de las retransmisiones televisivos del evento futbolístico. Era obvio que la adjudicación de los derechos a La Sexta era un auténtico disparate (por muchos millones de euros que lo avalasen), pues una cadena de esas características jamás de los jamases podría garantizar la cobertura mayoritaria del territorio nacional. Pero es que al final resulta que, viéndose obligada a ceder parte de los derechos para que los partidos de interés general puedan ser disfrutados (o padecidos, depende) por la mayoría de los españolitos, la cadena con la que los va a compartir no es otra que Cuatro, la otra gran beneficiada por la errática política de Zapatero y los suyos. Esto sí es un auténtico pelotazo, y, tratándose de fútbol, nunca mejor dicho.

Lo del diálogo con ETA sin esperar a que las circunstancias actuales varíen sustancialmente es mucho, muchísimo más grave. Siempre he defendido y defenderé el diálogo como la única vía de solución de cualquier problema, pero no se puede dialogar cuando no se está en igualdad de condiciones. Me resulta inconcebible que un gobierno que se sabe avalado por una mayoría de españoles esté dispuesto a negociar con una banda armada que todavía no ha entregado las armas. Puedo entender (ya lo dije en su momento) que Arnaldo Otegi y Joseba Permach sean interlocutores válidos en este momento y que su ingreso en prisión se aplace hasta que la negociación quede debidamente encauzada, pero ¿qué tipo de negociación es la que está a punto de establecerse?. ¿Cuál va a ser el precio de la paz? Por mucho que la Paz sea el objetivo anhelado por todos, ni este objetivo ni ningún otro han de conseguirse a cualquier precio. ¿Excarcelaciones de presos que aún no han cumplido íntegras sus condenas? ¿Legalización a todos los efectos de Batasuna, así, sin más? Como decían los guiris que nos visitaban en los setenta: “Mí no comprender”. Personalmente, entendería que se produjera un acercamiento de los etarras que cumplen condena lejos del País Vasco, pero no creo que haya mucho más con lo que negociar. Y nunca, en ningún caso, me sentaría a conversar con alguien que sigue conservando un arsenal de armas a la espalda, ni legalizaría a un partido que no condena expresamente la violencia ni pide perdón por haberla amparado. Como a cualquier hijo de vecino, me disgusta la idea de envejecer prematuramente, pero no os imáginais cómo deseo que pasen dos años y el actual gobierno tenga que someterse de nuevo al juicio popular que dictan las urnas…

jueves, 1 de junio de 2006

Rocío (segunda parte)

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Cuando falleció Rocío Dúrcal el pasado mes de mayo ya dije en mi artículo correspondiente (ver más abajo) que me parecía que su tocaya Rocío Jurado regresaba a España básicamente para morir entre los suyos. Lamentablemente, así ha sido al final, y no porque yo me considere un agorero ni un profeta, sino porque todas las circunstancias apuntaban ya entonces a un fatal desenlace a no mucho tardar. El cáncer, y, en concreto, el que la tonadillera padecía (de páncreas), no tiene contemplaciones con nadie, ni siquiera con los muy ricos y muy famosos, y ya conocéis ese viejo dicho acerca de que “la Muerte nos hace a todos iguales”.

Con una existencia mucho más expuesta a la luz pública que la difunta Primera Dama de la Ranchera, Rocío Jurado tenía 61 años y su carrera artística alcanzó su máximo esplendor en las décadas de los setenta y ochenta. Tan sólo unos años antes era poco menos que una folklórica más, en una época en la que Conchita (perdón, Concha) Piquer, Imperio Argentina o Estrellita Castro aún continuaban más o menos en activo. Sin embargo, “algo” en la Jurado la hizo diferente del resto, y no fue sólo su proverbial torrente de voz. Su físico de aquel entonces era el de una mujer de rompe y rasga, y supo explotarlo en algunas (horripilantes) películas y en algún que otro reportaje fotográfico más o menos subido de tono que le aportó una dosis adicional de popularidad. Su matrimonio con el ex-boxeador Pedro Carrasco fue la guinda del pastel, y ya nunca los flashes de los fotógrafos dejarían de iluminarla.

En la España de la transición Rocío Jurado se convirtió, además de en la voz por excelencia no sólo de la copla sino de la balada más rotunda, en musa e icono de determinados sectores de la intelectualidad, llegando a autoproclamarse, no sin razón, “La Más Grande”. Paralelamente, se rompió (de tanto usarlo) su matrimonio con Pedro Carrasco, y años después volvería a probar fortuna con el torero José Ortega Cano. Una especie de destino mitológico se consumaba una vez más (todavía estaba reciente el caso de Isabel Pantoja y el malogrado Paquirri), y la leyenda de la Jurado no hizo sino aumentar. Como ya dije en el texto dedicado a la muerte de Rocío Dúrcal, la artista recién fallecida ha sido uno de los personajes más mediáticos del mundo del corazón, a raíz tanto de su propia vida sentimental como de la de su hija, bautizada homónimamente como “Rocíito” y que, tras un fallido enlace con un Guardia Civil, Antonio David Flores, ha acabado ligada a un tipo un tanto inclasificable llamado Fidel Albiac. Por otra parte, no sé si los rumores que en la vecina Cartagena, de donde es natural, corrían sobre Ortega Cano (los cuales no me parece procedente reverdecer hoy aquí) continúan yendo de boca en boca o ya quedaron relegados al justo olvido, pero todas estas circunstancias contribuyen a que una persona “pública” acabe siendo públicamente mediatizada, adorada, ensalzada… acosada.

Durante el día de hoy, todos los medios de comunicación han dedicado incontables horas de programación a glosar la vida profesional de la cantante de Chipiona (ésto era de recibo), pero también se han recreado más de lo que me parece moralmente ético en el dolor, público o no, de aquéllos que integraban su núcleo más familiar y allegado. Alrededor de la lujosísima mansión de la Jurado y Ortega Cano en La Moraleja se ha venido desplegando desde hace semanas un nefasto espectáculo circense que ha vuelto a confirmar que el hombre es un lobo para el hombre, que los seres humanos somos depredadores y, aún peor, carroñeros del sufrimiento de los demás. Esto, como digo, ha sido lo más parecido a un circo…. sólo que en el circo, además de fieras salvajes, hay trapecistas, malabaristas y payasos. Pensándolo bien: más de uno de los famosillos de medio pelo que hoy se han paseado por la capilla ardiente de Rocío Jurado no eran sino auténticos payasos a quienes las (falsas) lágrimas de cocodrilo les habían hecho desteñir la pintura blanca de sus caras.