lunes, 27 de diciembre de 2021

Cine actualidad/ “WEST SIDE STORY”


En un barrio de Nueva York….

 

West Side Story

USA, 2021

Director: Steven Spielberg

Productores: Kristie Macosko Krieger, Kevin McCollum, Stacey Sinder, Steven Spielberg

Guión: Tony Kushner, según el libreto original de Arthur Laurents

Música: Leonard Bernstein

Fotografía: Janusz Kaminski

Diseño de Producción: Adam Stockhausen

Montaje: Michael Kahn, Sarah Broshar

Diseño de vestuario: Paul Tazewell

Reparto: Ansel Elgort (Tony), Rachel Zegler (Maria), Ariana DeBose (Anita), David Alvarez (Bernardo), Mike Faist (Riff), Rita Moreno (Valentina), Corey Stoll (Teniente Schrank), Josh Andres Rivera (Chino), Brian D’Arcy James (Sargento Krupke)

Duración: 156 min.

Productora: 20th Century Studios

 

A mediados del siglo pasado (más concretamente, en 1957) se estrenaba en Broadway el que se convertiría en uno de los musicales más aclamados de todos los tiempos: “West Side Story”.  El dramaturgo y guionista Arthur Laurents escribió un libreto en el que tuvo la idea de trasladar el argumento de la celebérrima “Romeo y Julieta” de William Shakespeare de la Italia del siglo XIV a los Estados Unidos del XX, sustituyendo la rivalidad entre las familias de los Montescos y los Capuletos por el odio que se profesan las bandas rivales de los Jets (norteamericanos de segunda generación) y los Sharks (inmigrantes puertorriqueños), con dos jóvenes pertenecientes a cada una de estas facciones, Tony y Maria, enamorados irremediablemente sin poder evitarlo, aun a pesar del conflicto en el que son conscientes de que se van a ver inmersos.  Las letras de las canciones del musical fueron redactadas por el recientemente fallecido Stephen Sondheim, y la composición de la música recayó en el extraordinario y genial Leonard Bernstein.  Las melodías de Bernstein se hicieron muy pronto inmensamente famosas (“Maria”, “Tonight” y, sobre todo, “America” se incrustaron muy pronto en la cultura popular) y la guinda en el pastel la constituyeron las maravillosas coreografías creadas por el gran Jerome Robbins.  Estaba cantado que “West Side Story”, al igual que otros reconocidos musicales, acabaría dando el salto al cine, y ello sucedió muy pronto, en 1961, con producción de United Artistas y dirección de Robert Wise, quien le cogió gusto al género y luego adaptó también “Sonrisas y lágrimas”.  La película, que mantuvo hasta tal punto las coreografías de Robbins que se considera prácticamente co-dirigida por éste, no sólo contiene las canciones y números de baile provenientes de su antecesor teatral, sino que tiene la particularidad de que en muchas ocasiones se desarrolla a la manera de un ballet, en el que los intérpretes se mueven literalmente bailando.  El público acudió en masa a las salas y la Academia de Hollywood bendijo explícitamente la aventura, otorgando al film nada menos que 10 Oscars, empatando con “Lo que el viento se llevó” y quedando sólo uno por debajo de “Ben-Hur”.

 

Uno de los numerosos fans de “West Side Story” era un tal Arnold Spielberg, que supo inculcar a su joven hijo Steven su amor tanto por la obra teatral como por la película derivada de ella.  Muchísimos años más tarde y después de haber visto el film “cientos de veces”, el realizador de “Tiburón”, “En busca del Arca perdida”, “E.T.” o “La lista de Schindler” se dio cuenta de que en su larguísima carrera todavía no había abordado el género musical, y se le ocurrió la idea de actualizar la película favorita de su padre (a su memoria está dedicada esta nueva versión), para lo cual le pidió a Twentieth Century Fox que adquiriera los derechos en 2014.  A continuación, Spìelberg le encomendó la tarea de reescribir la historia al guionista Tony Kushner, con el que ya había trabajado en “Munich” (2005) y “Lincoln” (2012), y a David Newman le adjudicó la adaptación de las canciones originales de Leonard Bernstein, en cuya grabación intervendría el venezolano Gustavo Dudamel como director de orquesta.

 

Amar a alguien (o a algo) no siempre implica tener que apechugar sistemáticamente con todos sus defectos, y por eso Spielberg ha querido que el reparto de su nueva versión de “West Side Story” no volviera adolecer de las mismas “deficiencias” que el de la original; recordemos que, independientemente del innegable carisma que todos poseían, ni Natalie Wood (Maria) ni George Chakiris (Bernardo) eran latinos, y los tres, además de la portorriqueña auténtica Rita Moreno (Anita), cuya tez era demasiado “clara” fueron “embetunados” para oscurecer su piel, además de que ni Wood ni su partenaire Richard Beymer (Tony) eran capaces de entonar ni una sola nota y hubieron de ser doblados en las canciones.  Así pues, el propósito inicial de Spielberg era hacer más creíble su reinterpretación, ayudado por el guión de Tony Kushner, más apegado al tono más crudo de la obra original y menos a la “suavización” del film de 1961, exigiendo que los intérpretes fuesen realmente de origen sudamericano y, además, que realmente fuesen capaces de cantar.

 

Pocas películas “malas” ha hecho Steven Spielberg en sus 50 años de carrera, y “West Side Story” en absoluto se enclava en ese apartado.  No voy a discutir aquí sus muchos aciertos y virtudes, ni tampoco voy a hacer mucha sangre de sus (pocos) defectos.  Pero, para empezar, os invito a que pensemos por un momento en las razones que deberían llevar a un realizador a aceptar ocuparse del remake de un film clásico que teóricamente dice adorar.  Quiero decir que, si a mi me gusta una película antigua, lo que intento es restaurarla, mejorar la calidad de imagen, utilizar la tecnología existente para que el público actual no experimente un “shock” al enfrentarse a ella, pero ¿volverla a rodar…?  En pocas palabras, no me acabo de creer que al amigo Spielberg le guste realmente la vieja “West Side Story”, lo cual no deslegitima su derecho a reversionarla.  Lo que me sucede es que yo, por diversas razones, le tengo mucho cariño a la versión de 1961, que me parece maravillosa y es de esas (pocas) películas que pienso que no necesitan en ningún caso una revisitación que pretenda “mejorarla”.

 

Pienso que el (supuesto) fan Spielberg comete dos errores bastante graves:  uno, volver a reubicar la historia en la misma época y en el mismo lugar, y el otro, no cambiar prácticamente en nada la instrumentación de las canciones.  O sea, si haces un remake para mantener la misma ubicación (¿por qué no haber trasladado la acción al presente, por ejemplo?) y los mismos arreglos (¿por qué no haber traducido las melodías a ritmo de salsa, de cumbia o de reggaetón, por decir algo?) e incluso algunos de los bailes son muy similares, ¿qué sentido tiene reversionar la cinta?  Digo todo esto porque ya desde que vi el primer trailer hace meses, tuve una peligrosa sensación de deja vu, de que Spielberg, tan maravillosamente dotado para el Séptimo Arte, se estaba “limitando” a hacer pequeñas variaciones estilísticas en torno a lo creado por Robert Wise y Jerome Robbins hace 60 años.

 

Si yo tuviese la desgracia de desconocer el film original del ’61 o de tenerlo arrinconado en un inmerecido olvido, seguramente ahora estaría diciendo que la versión de Steven Spielberg de “West Side Story” es buenísima y excelente.  Y es que es buenísima, y hasta roza la excelencia, pero no deja de ser una “copia” (lo pongo entre comillas) de uno de esos títulos míticos del Séptimo Arte que resisten incólumes el paso del tiempo y, por tanto, no es preciso copiar.  Para más INRI, ya he leído algunas críticas que incluso afirman que la versión moderna es mejor que la original.  Y ¿por qué?  Pues porque , en estos tiempos locos en los que lo principal es ser o al menos parecer políticamente correcto y no ofender a nadie, se ha procurado que los actores tengan la misma nacionalidad que los personajes que incorporan.

 

Desde luego, ¿quién lo niega?, la “West Side Story” de 1961 no era una película “realista”.  ¿Cómo iba a ser realista una cinta en la que los matones de dos bandas rivales se enfrentan entre ellos… bailando?  Cualquiera que la ve, por primera o por enésima vez, se da cuenta de que no es ni más ni menos que un musical al estilo hollywoodiense, maravillosamente filmado y coreografiado y que utiliza una paleta de color que enfatiza los tonos vívidos de los vestuarios importados de su antecedente teatral.  Por el contrario, la “West Side Story” spielbergiana, cuya fotografía firma, como es habitual, el ilustre Janusz Kaminski, echa mano del peculiar concepto del realismo tan usual en el operador polaco, y que consiste en forzar las tonalidades frías y desvaídas y oscurecerlas siempre que es posible.  Pues a mi, sintiéndolo mucho, no me gustó esa pátina de “suciedad” en una obra con tanta viveza como debería ser “West Side Story”, y no tengo ningún pudor en admitirlo.  Por otra parte, el nuevo reparto que en teoría iba a ser el súmmum de la idoneidad, hace aguas por todos lados.  Para empezar, Ansel Elgort, que sí, sabe cantar y muy bien, se pasa media película con cara de palo sin variar el semblante, además de que su sola presencia (Elgort estuvo acusado de malos tratos) ha hecho caer sobre el film las iras (y el llamamiento a boicotearla) de las simpatizantes del movimiento #MeToo.  Los líderes tanto de los Jets (Riff, Mike Faist) como de los Sharks (Bernardo, David Alvarez) adolecen de una evidente falta de carisma, sobre todo si los comparamos con, respectivamente, Russ Tamblyn y George Chakiris, y el forzado cambio de sexo del propietario de la tienda (ya no es Doc, sino su viuda), tan sólo para poder acoger a la ya nonagenaria Rita Moreno, que encima destroza con su hilo de voz la hermosísima “Somewhere”, tampoco me hace, en una hipotética disyuntiva, decantarme por el remake de mi idolatrado Steven.

 

En resumidas cuentas y a pesar del tremendo batacazo comercial que se está endilgando por todas partes, me declaro admirador y no detractor de esta moderna “West Side Story” a la que le reconozco muchas virtudes (planificación –cómo no-, montaje, sonido…), pero, eso sí, antepongo que prefiero la versión original de Robert Wise, ante la que, en conjunto, ni esta ni casi ninguna otra película podría resultar vencedora.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor: Rachel Zegler, sorprendente, tierna y dotada de una extraordinaria voz; para mi, incluso logra eclipsar a la mismísima Natalie Wood;  el número musical “America”, el único que, espectacularmente filmado en plena calle, iguala o casi supera a su glorioso precedente

Lo peor: Ansel Elgort, buen cantante pero con una expresividad que asusta;  el resultado de comparar casi todos los aspectos de esta nueva versión con la original de 1961

Calificación: 8 (sobre 10)

domingo, 19 de diciembre de 2021

Cine actualidad/ “Spiderman: SIN CAMINO A CASA”


Pasado arácnido

 

Spider-Man: No Way Home

USA, 2021

Director:  Jon Watts

Productores: Kevin Feige, Amy Pascal

Guión: Chris McKenna & Erik Sommers, según los personajes creados por Stan Lee

Música: Michael Giacchino

Fotografía: Mauro Fiore

Diseño de Producción:  Darren Gilford

Montaje: Leigh Folsom Boyd & Jeffrey Ford

Diseño de Vestuario:  Sanja Milkovic Hays

Efectos Especiales: Daniel Sudick

Efectos Visuales: Ed Bruce

Reparto libre de spoilers: Tom Holland (Peter Parker / Spiderman), Zendaya (MJ), Benedict Cumberbatch (Doctor Extraño), Jacob Batalon (Ned Leeds), Marisa Tomei (Tía May Parker), Willem Dafoe (Norman Osborn / Duende Verde), Alfred Molina (Dr. Otto Octavius / Doctor Octopus), Jamie Foxx (Max Dillon / Electro), J.K. Simmons (J. Jonah Jameson), Jon Favreau (Happy Hogan), Benedict Wong (Wong), Tony Revolori (Flash Thompson), Angourie Rice (Betty Brant)

Reparto con spoilers: Tobey Maguire (Peter Parker / Spiderman), Andrew Garfield (Peter Parker / Spiderman), Charlie Cox (Matt Murdock / Daredevil), Tom Hardy (Eddie Brock / Veneno), Thomas Haden Church (Flint Marko / Hombre de Arena), Rhys Ifans (Dr. Curt Connors / Lagarto)

Duración: 148 min.

Productora: Marvel Studios – Sony Pictures – Pascal Pictures

 

La trilogía iniciada en 2017 con “Spiderman: Homecoming” llega a su fin cuatro años después.  Tras décadas presenciando cómo el Hombre Araña, su buque insignia, su icono más reconocible en las historietas que venía publicando desde 1962, tenía una carrera audiovisual totalmente desvinculada de su control creativo (y financiero), Marvel Studios había logrado llegar a un acuerdo con Sony Pictures, propietaria de los derechos, para incorporar al lanzarredes a su floreciente y envidiado Universo Cinematográfico (sí, el famoso MCU).  Lamentablemente, al menos desde el punto de vista de quien ésto suscribe, el tratamiento otorgado al bueno de Peter Parker fue bastante superficial, relegándolo al simplismo de convertirse en un adolescente caprichoso que quiere ser famoso a costa de unirse a un popular equipo de super héroes (Los Vengadores).  Tampoco sus otros parámetros vitales (el sentimiento de culpabilidad al sentirse responsable de la muerte de su tío Ben, el cuidado de su anciana tía May, su trabajo como fotógrafo en un periódico cuyo editor le odia) se cumplieron, ni asimismo las características de su alabadísima galería de secundarios.  Por suerte, la inevitable secuela (“Spiderman: Lejos de casa”, 2019) mejoraba bastante los resultados de su predecesora y además finalizaba con un potentísimo cliffhanger:  el teórico héroe Quentin Beck/Mysterio culpaba de su muerte a Spiderman y revelaba al mundo su identidad secreta, poniendo patas arriba las vidas de sus allegados.

 

Spiderman: Sin camino a casa” da comienzo justamente allí donde acababa “Lejos de casa”, y nos muestra a Peter Parker (Tom Holland), su joven tía May (Marisa Tomei), su novia MJ (Zendaya) y su mejor amigo Ned Leeds (Jacob Batalon) siendo interrogados tras ser acusado de la muerte de Quentin Beck.  El hecho de que ahora todo el mundo sabe que Parker es Spiderman les ha sumido en el ojo de un huracán mediático del que no se puede escapar por arte de magia.  ¿O sí?  Desesperado, Peter recurre al Hechicero Supremo, el Doctor Extraño (Benedict Cumberbatch) y le suplica que realice un conjuro para que todo el mundo olvide su identidad superheroica.  Sin embargo, el hechizo no sale ni mucho menos como se esperaba y queda abierta una brecha multiversal a través de la que comienzan a “colarse” en nuestra realidad una serie de personajes procedentes de otros universos en los que también hay Hombres Araña y, evidentemente, criminales que pretenden destruirle y apoderarse del mundo (de sus respectivos mundos y, ahora, también del nuestro…)

 

Al igual que está sucediendo en el seno de la Distinguida Competencia (DC Comics), en la que Michael Keaton volverá a ser Batman en la próxima película de The Flash, el concepto del Multiverso se ha puesto de moda también en Marvel.  Es decir, ¿para qué conformarse con las actuales encarnaciones de los héroes y villanos más famosos del mundo, si podemos repescar también a las versiones que de ellos hemos conocido años o décadas atrás?  Desde que el film animado “Spiderman: Un nuevo universo” (2018) lograra reunir a varias versiones dibujadas de Spidey y sus aliados y enemigos, y desde que, al año siguiente, la propia “Vengadores: Endgame” nos mostró cómo los protagonistas eran capaces de retroceder en el tiempo para alterar la línea temporal presente, la posibilidad de fusionar el hoy con el ayer ha resultado demasiado tentadora como para resistirse a ella, y ya la primera serie “oficial” de Marvel Studios, “Bruja Escarlata y Visión” dejó bien claro que esta posibilidad podía llegar a materializarse.

 

En esta era en la que las noticias vuelan, en la que todo o casi todo se acaba sabiendo antes de tiempo y en la que es prácticamente imposible mantener algo en secreto, todo el mundo era tan consciente de la inminencia del Multiverso que Marvel se vio obligada a confirmar que, al menos, algunos de los icónicos villanos que hemos odiado/amado desde el estreno del “Spiderman” de Sam Raimi (2002) iban a volver a aparecer en “Sin camino a casa”, incluso interpretados por los intérpretes originales que les dieron vida en aquel entonces.  Así pues, en los trailers pudimos ver por fin al Doctor Octopus de Alfred Molina, al Duende Verde de Willem Dafoe y al Electro de Jamie Foxx.  Sólo por eso, más de un fan ya babeaba (babeábamos) de placer, pero ¿qué pasaría con los actores que se habían enfundado el traje y la máscara rojiazul en aquellas dos sagas?  ¿Era cierto que tanto Tobey Maguire como su sucesor Andrew Garfield iban a volver a ser Spiderman, tal como la rumorología afirmaba, día tras día, mientras ambos actores lo negaban?

 

ALERTA: ¡SPOILERS! (estáis avisados si seguís leyendo)

Incluso a sabiendas (repito: TODOS lo sabíamos, e incluso los habíamos visto en los trailers y en las entrevistas promocionales) de que Octopus, el Duende y Electro iban a volver a aterrorizarnos, el momento en que, paulatinamente, cada uno va apareciendo está resuelto por Jon Watts con una habilidad digna de elogio.  Vale, son los malos, pero ¡qué gusto da volver a ver a Molina, Dafoe y Foxx en su salsa., y a alguno de ellos con un traje bastante mejorado!  Pero no seríamos humanos si no ambicionáramos algo más, si no anheláramos el premio gordo de volver a ver a Tobey y Andrew retomando sus icónicos roles.  Por eso, el instante en que (¡sí!) tanto el uno como el otro hacen acto de presencia hizo que la reacción del público (y la mía, ¿qué diablos?) fuese prorrumpir en un aplauso espontáneo de ésos que te dejan las palmas de las manos enrojecidas, y en un griterío enfervorizado que me hizo emocionarme como si fuese un crío, como si volviera a tener 10 años y disfrutase de los tebeos de Spiderman por primera vez.  Bueno, para entonces ya habíamos visto también que Charlie Cox, el protagonista de la aclamada serie “Daredevil” de Netflix) sí interpretaba de nuevo a Matt Murdock (¡qué mentirosillo que eres, Charlie!), aquí limitándose a ejercer de “simple” abogado defensor de Parker/Holland.  Otra de las cuestiones a saber era si las versiones digitales del Hombre de Arena y el Lagarto iban a volver a ser complementadas con algún tipo de actuación a cargo de Thomas Haden Church y Rhys Ifans (ésta sí me la callo, tendréis que ir al cine para saberlo), y, de paso, aprovecho para expresar una gran duda existencial que me embarga: ¿por qué el gran J.K. Simmons, ANTES de que se abriese el Multiverso, ya volvió a interpretar a J. Jonah Jameson, como hiciera en la trilogía original de Maguire/Raimi, al final de “Lejos de casa” (y naturalmente, de nuevo en “Sin camino a casa”)?  ¿Cómo diantres se explica eso?

FIN DEL SPOILER

 

Aunque no comí pipas mientras la veía (sí otra clase de “porquerías”, lo admito), confieso que me lo pasé “pipa” mientras veía “Spiderman: Sin camino a casa”.  La película es un regalo (¿qué digo regalo?, ¡un regalazo!) para los amantes del comic de super héroes en general y de Spiderman en particular.  A pesar de su larga duración (2 horas y media, que se pasan en un suspiro), nunca se hace pesada y siempre resulta amena y entretenida, o más aún, divertida.  Hay que reconocerle a Tom Holland el mérito de haber madurado hasta convertirse por fin en un Peter Parker al que le importan más sus semejantes que todo lo que atañe a él mismo, e incluso a mi “odiada” Zendaya (le tengo a esta chica una manía persecutoria que no puedo reprimir) haber sido capaz de ofrecer una composición romántica y abnegada de una heroína a la que merece la pena salvar.  Jon Watts logra orquestar los muchos elementos a su disposición de la mejor manera posible, otorgando a la épica y al dramatismo las dosis justas y precisas, si bien, para mi gusto, en ocasiones el humor tiene demasiado protagonismo, como a la hora de caracterizar a los villanos (caso del Doctor Octopus, de quien Peter y sus amigos se burlan sin pudor alguno).  En cualquier caso, bienvenida sea una película de mi amigo y vecino Spiderman en la que la acción y la aventura vuelven a tener sentido gracias a las gotas exactas de valor y responsabilidad, que, al fin y al cabo, son la auténtica esencia de mi personaje de comic favorito.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor: la necesidad del público asistente a la sala a prorrumpir en aplausos, y en mas de una ocasión; ¡no en todas las películas de super héroes sucede algo así!

Lo peor: para mi, demasiado humor en algunos momentos en los que no era necesario

Calificación: 8,5 (sobre 10)

martes, 7 de diciembre de 2021

Cine actualidad/ “CAZAFANTASMAS: MAS ALLA”

Operación nostalgia

 


Ghostbusters: Afterlife

USA, 2021

Director:  Jason Reitman

Productores: Ivan Reitman, Gil Kenan

Guión: Jason Reitman (basado en los personajes creados por Dan Aykroyd y Harold Ramis)

Música: Rob Simonsen (basada en los temas compuestos por Elmer Bernstein)

Fotografía: Eric Steelberg

Diseño de Producción:  François Audouy

Montaje: Dana E. Glauberman, Nathan Orloff

Efectos Especiales: Elia P. Popov

Efectos Visuales: Aharon Bourland, DNEG

Reparto: McKenna Grace (Phoebe Spengler), Finn Wolfhard (Trevor Spengler), Carrie Coon (Callie Spengler), Paul Rudd (Gary Grooberson), Logan Kim (Podcast), Celeste O’Connor (Lucky Domingo), J.K. Simmons (Ivo Shandor), Olivia Wilde (Gozer), Bookem Woodbine (Sheriff Domingpo), Bill Murray (Peter Venkman), Dan Aykroyd (Ray Stantz), Ernie Hudson (Winston Zeddemore), Annie Potts (Janine Melnitz), Sigourney Weaver (Dana Barrett Venkman)

Duración: 125 min.

Productora: Columbia Pictures – Sony Pictures

 

Recuerdo como si fuera ayer aquel domingo 9 de Diciembre de 1984.  Se estrenaba por fin la película que más ganas tenía de ver, “Ghostbusters”, una “comedia sobrenatural” que había dirigido Ivan Reitman, el realizador de “Los incorregibles albóndigas” y protagonizaban, entre otros, Bill Murray (“El club de los chalados”), Dan Aykroyd (Elwood Blues en “Granujas a todo ritmo”) y Sigourney Weaver (la intrépida Ripley de “Alien”).  Tras hacer como hora y media de larguísima cola, pude internarme en el mítico Cine Ideal de Alicante, uno de mis teatros de los sueños preferidos, y tanto disfruté de aquellos maravillosos ciento veinte minutos que no pude evitar quedarme en la sala para presenciar los dos siguientes pases (naturalmente, eran aquellos tiempos gloriosos en los que la sesión era continua y, por el mismo precio, podías repetir y repetir tantas veces como quisieras).  De la película propiamente dicha, me enamoraron su contagioso sentido del humor, sus inspiradísimos actores, la caracterización de los personajes (tanto principales como secundarios), los chispeantes diálogos, la historia que mezclaba el humor con múltiples apariciones de fantasmas, los fabulosos efectos visuales diseñados por Richard Edlund, la grandiosa música de Elmer Bernstein y, cómo no, la ambientación en “mi” idealizada Nueva York, el escenario perfecto para una aventura de esas características.  Desde aquel día, “Los Cazafantasmas” se convirtió en una de mis películas favoritas, y es raro el año en que no he vuelto a verla al menos una vez, con lo que la habré disfrutado en total no menos de ¡treinta veces!.

 

En 1989, llegaría la anhelada continuación, “Cazafantasmas 2”, que, por cierto, ilustraba la portada del primer ejemplar que compré de la que sería mi revista de cine más querida, la ya extinta “Imágenes de Actualidad”.  El relativo fracaso comercial y crítico (al menos, en comparación con la primera entrega) de aquella secuela hizo que no se completara la trilogía que podía haber existido, y, poco a poco, Reitman, Murray, Aykroyd y Harold Ramis (el tercer “cazafantasmas” original) fueron abandonando la idea de embarcarse en otra peripecia conjunta, la cual resultaría ya prácticamente imposible a partir de 2014, año en el que Ramis pasaría a mejor vida.  Con todo, las nuevas generaciones de cinéfilos volvieron a enamorarse de la película gracias a la TV y el video, y, en 2016, el irreverente Paul Feig presentó su “audaz” versión de “Los Cazafantasmas”, esta vez con cuatro mujeres, atrevimiento que, a pesar de recuperar el mismo tipo de humor gamberro de la original, la sucesión de fantasmagóricos villanos, las localizaciones urbanitas e incluso (forzados) cameos por parte del elenco de 1984, no convenció a los fans más puristas.

 

Fue precisamente el notable fiasco de las Cazafantasmas femeninas lo que movió por fin a Reitman y Aykroyd a resucitar la franquicia, pero esta vez con el concurso de los actores originales repitiendo sus roles míticos de los ochenta.  Con todo, esta vez Aykroyd se limitó a elaborar un leve esquema argumental y Reitman optó por hacerse a un lado, figurando sólo como productor y cediendo el control a su hijo Jason Reitman (44 años), celebrado director de “Juno”, “Up In The Air” o “Tully”, quien afirmaba que “desde niño, se había criado teniendo a los Cazafantasmas muy presentes en su vida…”

 

Phoebe y Trevor son dos adolescentes hijos de una madre soltera, Carrie, quien ha tenido que sacarlos adelante ella sola.  Cuando Carrie es desahuciada y, al mismo tiempo, se entera de que ha recibido como herencia de su padre, recientemente fallecido, la propiedad de una vieja granja en un remoto pueblo de Oklahoma, no lo duda ni un momento y la familia se traslada a vivir a la pequeña Summerville.  Una vez allí, los muchachos no tardarán en descubrir que su casi desconocido abuelo no fue otro que el antaño famoso Egon Spengler, uno de los heroicos “Cazafantasmas” que salvaron Nueva York hace casi cuarenta años, y que en la propiedad que acaban de heredar se oculta no sólo un legado de interés científico sino también un terrorífico pandemónium de viejos enemigos de ascendencia mesopotámica…

 

La mayoría de críticas de esta nueva “Cazafantasmas: Más allá” están siendo positivas o muy positivas, y las impresiones de la audiencia son también en general favorables, llegando muchos a confesar que se han emocionado con lo que para ellos ha sido un viaje a los momentos más felices de la niñez.  Confieso que yo también hubiera querido unirme a ese clan mayoritario de espectadores satisfechos, lo hubiera deseado fervientemente…  pero, desgraciadamente, no me ha sido posible.

 

Mientras que la “Cazafantasmas” de 1984 era una comedia (con toques sobrenaturales, sí, pero comedia al fin y al cabo), “Cazafantasmas: Más allá” me ha parecido una película triste.  Muy triste.  En su primera mitad, el drama de los niños desarraigados se impone a sus leves y no siempre logrados toques de humor.  Es cierto que la joven McKenna Grace (15 años, “Yo, Tonya”, “Ready Player One”, “Maligno”) realiza un grandísimo trabajo y que su amigo Podcast (Logan Kim) recuerda a ratos al querido Data de “Los Goonies”, pero las pinceladas de romance a cargo de un Finn Wolfhard (19 años, “Stranger Things”) poco creíble como enamoradizo chavalín de 15 me sacaron a patadas de la historia.  En cuanto a los adultos, ni Carrie Coon (la Proxima Midnight de “Vengadores: Infinity War”) ni mucho menos un Paul Rudd que repite exactamente su mismo registro de científico graciosillo de “Ant Man” me aportaron prácticamente nada.

 

ATENCIÓN: SPOILERS HASTA NUEVO AVISO

Sinceramente, a pesar de que en los trailers sólo aparecían los actores anteriormente citados y la acción se centraba en el citado pueblecito de Summerville, yo estaba convencido de que, al cabo de diez o quince minutos, los nuevos protagonistas viajarían a la Ciudad de los Rascacielos para contactar con los Cazafantasmas originales, que serían quienes ostentaran el protagonismo a partir de ese momento.  Pero ¡ay!, los minutos pasaban y pasaban y ni Bill Murray ni Ernie Hudson (el cuarto Ghostbuster en discordia, Winston Zeddemore) hacían acto de presencia, aunque sí un Dan Aykroyd que se dejaba ver entre sombras durante una escena que prometía un éxtasis que luego se iría diluyendo en una espera que se antojaba eterna.  Sin embargo, y a pesar de que ya iba resultando meridianamente claro que “Más allá” no iba a ser una continuación al uso sino más bien un reinicio, comienzan a repetirse situaciones de la primera película (Paul Rudd perseguido y a continuación poseído por un perro demoníaco, al igual que sucediera en 1984 con Rick Moranis/Louis Tully, y luego tanto él como Carrie Coon convertidos nuevamente en el Maestro de las Llaves y la Guardiana de la Puerta, ambos “bestializados” tras un “salvaje” encuentro apasionado) e incluso villanos idénticos (Gozer la Gozeriana, ahora interpretada por Olivia Wilde, o el adorable Hombre de Malvavisco de los Marshmallows) o, como mínimo, muy, muy similares (el fantasma ComeHierro, primo hermano del famosísimo Slimer/Moquete).  Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Se trata de una secuela, o de un reinicio?  Si es una secuela, ¿por qué no salen los Cazafantasmas originales (hasta el mismísimo final, digámoslo ya)?  Y, si es un reinicio, ¿a qué viene repetir los mismos enemigos ya vistos y derrotados en los ochenta?  ¿No podían haberse estrujado un poco más la mollera para crear también antagonistas desconocidos y novedosos?  ¿Y dónde ha quedado ese sentido del humor tan logrado, que mezclaba el slapstick con la comedia inocente aderezada con escatológicos toques de sal gorda?  ¿Qué ha sido de la épica defensa de la ciudad de Nueva York, metáfora del mundo mundial, ahora reemplazada por un pueblito perdido en ninguna parte?  Y, por el amor de Dios, ¿cómo ha aceptado el oscarizado J.K. Simmons (el profesor de música de “Whiplash” y carismático J. Jonah Jameson de “Spiderman”) un papel tan ridículo y prescindible como el del efímero nigromante Ivo Shandor?

 

Para cuando, en el ultímisimo momento, surgen de la nada los largamente esperados Cazafantasmas primigenios, confieso que ya me daba igual que salieran o que no.  Es decir, yo sabía que salían y quería que salieran, pero, dado que eran otros personajes quienes habían llevado íntegramente el peso de la función hasta ese momento, sentí que ya no los necesitaba.  Eso sí, la aparición de ese Harold Ramis revivido gracias al CGI hizo que mis vellos se pusieran de punta, aunque también, creo, se le hubiera podido sacar más partido a tan emotivo cameo.

FIN DEL SPOILER

 

De verdad, juro y perjuro que quisiera cambiarme ahora mismo por esos espectadores que afirman haberse emocionado hasta las lágrimas o, al menos, haber disfrutado como niños viendo “Cazafantasmas: Más allá”.  Yo me sumí en una lánguida depresión de la que aún no me he repuesto del todo.  Porque yo no quería viajar a un pasado más feliz, no quería sentir nostalgia de la juventud añorada, sino, simplemente, volver a encontrarme y volver a divertirme con Venkman, Stantz y Spengler, volver a reir con sus bromas, volver a disfrutar con un montón de fantasmas cuyas apariciones resultasen tan aterradoras como tronchantes.  Y lo único que yo obtuve fue una película confusa que no sabe si quiere ir hacia delante o hacia atrás, que no sabe si homenajear o rehacer los logros pasados, que no sabe si quiere hacer reir o llorar.  Yo, desde luego, me quedé mucho más cerca del llanto que de la risa que me esperaba.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor: la joven Mackenna Grace y su amigo Podcast, con mucho, lo más destacado de la función

Lo peor: mi sensación de tristeza cuando vi que el humor y la fascinación resultaban sustituídos por la nostalgia; la rabia cuando, en los títulos de crédito, se dice que la música es obra de un tal Rob Simonsen, sin mencionar que ese señor es un mero adaptador de las melodías originales de Elmer Bernstein

Calificación: 6 (sobre 10)

lunes, 6 de diciembre de 2021

Las películas de mi vida/ "LOS CAZAFANTASMAS"

Ghostbusters

USA, 1984

Director: Ivan Reitman

Productores: Ivan Reitman, Bernie Brillstein

Guión: Dan Aykroyd & Harold Ramis

Música: Elmer Bernstein

Fotografía: Laszlo Kovacs

Efectos Especiales: Richard Edlund

Diseño de producción: John De Cuir

Reparto: Bill Murray (Peter Venkman), Dan Aykroyd (Ray Stantz), Harold Ramis (Egon Spengler), Sigourney Weaver (Dana Barrett), Rick Moranis (Louis Tully), Ernie Hudson (Winston Zeddemore), Annie Potts (Janine Melnitz), William Atherton (Walter Peck)

Duración: 105 min.

Distribución: Columbia Pictures

El mítico “Saturday Night Life” (posiblemente, el más famoso de los shows televisivos de variedades de todos los tiempos) constituyó el punto de partida de las carreras profesionales de muchos de los más reconocidos humoristas norteamericanos de finales del siglo pasado.  En sus inicios, el elenco estable lo conformaban cómicos como Chevy Chase, George Coe, Jane Curtin, John Belushi y Dan Aykroyd.  Estos dos últimos trabaron una gran amistad fuera de los platós y decidieron enlazar sus respectivas carreras profesionales con nuevos proyectos comunes.  De este modo, surgieron The Blues Brothers (nacidos en el citado SNL y cuya puesta de largo cinematográfica vio la luz en 1980 con “Granujas a todo ritmo”) y participaciones conjuntas en películas como “1941” de Steven Spielberg o “Los vecinos” de John G. Avildsen.  Pensando en cuál podría ser su siguiente vehículo junto a John Belushi, Dan Aykroyd recordó una vieja serie producida por Filmation y titulada “The Ghost Busters”, en la que dos hermanos (Forrest Tucker y Larry Storch) y un gorila (Bob Burns) investigaban fenómenos paranormales.  Aykroyd tomó “prestados” el título y la temática de aquel serial (lo cual, años después, originó una demanda por plagio que se acabaría resolviendo en los tribunales) e imaginó un equipo de “revientafantasmas” compuesto por él mismo, John Belushi, Eddie Murphy (que había sido su partenaire en “Entre pillos anda el juego” y aún no había eclosionado gracias a “Superdetective en Hollywood”) y John Candy (viejo conocido de “Granujas a todo ritmo”).  El fallecimiento por sobredosis de Belushi en marzo de 1982 le obligó a modificar sus planes, aunque no le hizo desistir de la escritura de un guión que estaba convencido de que tenía muchas posibilidades…

 

Cuando los supuestos científicos Peter Venkman, Egon Spengler y Ray Stantz son expulsados de las instalaciones de la Universidad de Columbia en las que hasta ese momento habían venido realizando sus chapuceras investigaciones sobre lo paranormal, deciden instalarse por su cuenta y crear su propia agencia de captura y eliminación de entes sobrenaturales perturbadores, a la que denominan “Los Cazafantasmas”.  Una de sus primeras clientes es una atribulada violonchelista llamada Dana Barrett, que está convencida de que en el frigorífico de su lujoso apartamento de Central Park habita Zuul, un malévolo demonio babilónico.  Dana contacta con los Cazafantasmas sin estar segura de que serán capaces de resolver su problema, pero ellos se tomarán muy en serio su misión de salvar a Nueva York y, por ende, al mundo entero, de la invasión de los perversos seres de ultratumba que los amenazan…

 

Tras la muerte de John Belushi, Dan Aykroyd decidió seguir adelante con su historia de “Los Cazafantasmas” y contactó con el realizador de origen checoslovaco Ivan Reitman, especializado en comedia  (suyas eran “Desmadre a la americana” con John Belushi, y “Los incorregibles albóndigas”) y que acababa de lograr un gran éxito en taquilla con “El pelotón chiflado” (1981).  Reitman leyó el borrador que Aykroyd le presentó, y le sugirió que hablara con el guionista y también actor de “El pelotón…”, Harold Ramis.  Ramis, Aykroyd y el propio Reitman trabajaron durante meses en el que sería el libreto definitivo, hasta que los ejecutivos de Columbia Pictures dieron por fin luz verde al proyecto.

 

Para protagonizar la película, Dan Aykroyd y Harold Ramis se reservaron para sí mismos los personajes de, respectivamente, Ray Stantz y Egon Spengler, mientras que fue la propia Columbia la que exigió a Bill Murray (viejo conocido de Ivan Reitman, visto en “Los incorregibles albóndigas”, “El club de los chalados” o “Tootsie”, y protagonista de “El pelotón chiflado”) para realizar el rol principal de Peter Venkman.  Murray aceptó a regañadientes, ya que por aquel entonces estaba tratando de dar un giro a su carrera con papeles más dramáticos como el del remake de “El filo de la navaja”, pero no pudo resistirse al conocer que Reitman y Ramis estaban a bordo.  Con los tres cazafantasmas seleccionados, quedó claro que Ray (Aykroyd) representaría el corazón del equipo, Egon (Ramis) el cerebro y Peter (Murray) la boca o, mejor dicho, la bocaza.  El resto del reparto lo conformaron Sigourney Weaver (la intrépida teniente Ripley de “Alien”) como Dana Barrett;  Rick Moranis (visto en “Calles de fuego”) como el neurótico Louis Tully, en un personaje tan similar al que solía desempeñar Woody Allen en sus films, que en la versión española le puso la voz el doblador habitual de éste, Miguel Angel Valdivieso;  Ernie Hudson (secundario en cientos de programas de TV) como el cuarto cazafantasmas Winston Zeddemore, personaje antipático al ser descrito como eminentemente materialista y pretender desvincularse de sus compañeros en cuanto surgen los problemas);  Annie Potts (también televisiva) como Janine, la escéptica secretaria;  y William Atherton (“Hindenburg”, “Buscando al señor Goodbar”) como el inspector de la Agencia de Protección Medioambiental Walter Peck, en un registro muy semejante al que el actor exhibiría poco después en “Jungla de  cristal”.

 

Con un presupuesto fijado en 25 millones de dólares, el rodaje principal de “Los Cazafantasmas” comenzó en octubre de 1983 en localizaciones de Nueva York (la Biblioteca Pública de la Quinta Avenida, la auténtica Universidad de Columbia, el cuartel de bomberos Hook & Ladder del 14 Norte de la calle Moore, Central Park, el Lincoln Center…) para después trasladarse a Los Angeles.  Después de 15 semanas de grabación, entraron en juego los técnicos de efectos visuales comandados por el maestro Richard Edlund (el artífice de la magia de las sagas de Star Wars e Indiana Jones y “Poltergeist”), que durante el mes siguiente se dedicaron a dar vida al pandemónium urdido por Dan Aykroyd, entre cuyos miembros destacaban Gozer la Gozeriana, sus perros cornudos (la forma cánida de la Guardiana de la Puerta y el Maestro de las Llaves, o, lo que es lo mismo, Dana y Louis una vez poseídos), el gigantesco muñeco de los Marshmallows o el verdoso Slimer o Moquete que se haría tan popular.  El gran Elmer Bernstein (mítico compositor de “Los diez mandamientos”, “Los siete magníficos” o “La gran evasión”) aceptó hacerse cargo de la música instrumental, mientras que el cantante de rhythm & blues Ray Parker Jr. sería el autor de la super celebérrima canción “Ghostbusters”, que se escuchaba y se bailaba en todas las dimensiones conocidas y por conocer (“Si hay algo extraño / en tu vecindario / ¿a quién vas a llamar? / ¡A los Cazafantasmas!”).  John de Cuir fue el Director Artístico, Steven Dane diseñó el famoso vehículos de los Cazafantasmas, el Ectomóvil o Ecto-1, y Michael C. Gross creó el famosísimo logotipo del fantasma atrapado en una señal de prohibido, tantas veces imitado desde entonces.

 

Estrenada en Estados Unidos el 7 de Junio de 1984 (a España no llegaría hasta el 5 de Diciembre), “Los Cazafantasmas” fue  número uno en taquilla durante siete semanas consecutivas, amasando durante su exhibición comercial un total de 229,2 millones de dólares.  Un éxito descomunal que, no obstante, no se formalizó en una secuela hasta cinco años después (la muy inferior “Cazafantasmas 2”, 1989), siendo en la televisión donde continuarían las aventuras de Venkman, Spengler y Stantz, mediante una serie de animación (“The Real Ghostbusters”) que tuvo que competir codo con codo con una versión animada del programa original de Filmation titulada “The Original Ghstbusters”, en una lucha fratricida que entretuvo pero también confundió a millones de niños de todo el mundo.

 

Analizada con la perspectiva que otorga el tiempo, “Los Cazafantasmas” constituye una afortunada anomalía en la trayectoria de su equipo creativo, habituales de un sentido del humor grueso y vulgar.  Si bien es cierto que algunos de sus chistes adolecen del temible componente escatológico o abusan del slapstick más previsible, sorprende la cohesión interna de su propuesta, el tono preciso entre la comedia, el terror y, en ocasiones, el drama romántico.  Sus personajes están fabulosamente caracterizados, no sólo los principales (esos encantadores embaucadores capaces, a pesar de todo, de arriesgar sus vidas sin pensárselo dos veces) sino también los secundarios, como el gerente del hotel, el repulsivo agente medioambiental, el alcalde o el obispo, todos ellos a cargo de actores extraordinarios que dicen las frases exactas empleando las palabras precisas.  Y, en líneas generales, su puesta en escena y sus efectos visuales, innovadores e imaginativos en su momento, han envejecido adecuadamente y no constituyen una barrera para que las nuevas generaciones disfruten una de las películas más queridas de los ochenta.