Cine actualidad/ “WEST SIDE STORY”


En un barrio de Nueva York….

 

West Side Story

USA, 2021

Director: Steven Spielberg

Productores: Kristie Macosko Krieger, Kevin McCollum, Stacey Sinder, Steven Spielberg

Guión: Tony Kushner, según el libreto original de Arthur Laurents

Música: Leonard Bernstein

Fotografía: Janusz Kaminski

Diseño de Producción: Adam Stockhausen

Montaje: Michael Kahn, Sarah Broshar

Diseño de vestuario: Paul Tazewell

Reparto: Ansel Elgort (Tony), Rachel Zegler (Maria), Ariana DeBose (Anita), David Alvarez (Bernardo), Mike Faist (Riff), Rita Moreno (Valentina), Corey Stoll (Teniente Schrank), Josh Andres Rivera (Chino), Brian D’Arcy James (Sargento Krupke)

Duración: 156 min.

Productora: 20th Century Studios

 

A mediados del siglo pasado (más concretamente, en 1957) se estrenaba en Broadway el que se convertiría en uno de los musicales más aclamados de todos los tiempos: “West Side Story”.  El dramaturgo y guionista Arthur Laurents escribió un libreto en el que tuvo la idea de trasladar el argumento de la celebérrima “Romeo y Julieta” de William Shakespeare de la Italia del siglo XIV a los Estados Unidos del XX, sustituyendo la rivalidad entre las familias de los Montescos y los Capuletos por el odio que se profesan las bandas rivales de los Jets (norteamericanos de segunda generación) y los Sharks (inmigrantes puertorriqueños), con dos jóvenes pertenecientes a cada una de estas facciones, Tony y Maria, enamorados irremediablemente sin poder evitarlo, aun a pesar del conflicto en el que son conscientes de que se van a ver inmersos.  Las letras de las canciones del musical fueron redactadas por el recientemente fallecido Stephen Sondheim, y la composición de la música recayó en el extraordinario y genial Leonard Bernstein.  Las melodías de Bernstein se hicieron muy pronto inmensamente famosas (“Maria”, “Tonight” y, sobre todo, “America” se incrustaron muy pronto en la cultura popular) y la guinda en el pastel la constituyeron las maravillosas coreografías creadas por el gran Jerome Robbins.  Estaba cantado que “West Side Story”, al igual que otros reconocidos musicales, acabaría dando el salto al cine, y ello sucedió muy pronto, en 1961, con producción de United Artistas y dirección de Robert Wise, quien le cogió gusto al género y luego adaptó también “Sonrisas y lágrimas”.  La película, que mantuvo hasta tal punto las coreografías de Robbins que se considera prácticamente co-dirigida por éste, no sólo contiene las canciones y números de baile provenientes de su antecesor teatral, sino que tiene la particularidad de que en muchas ocasiones se desarrolla a la manera de un ballet, en el que los intérpretes se mueven literalmente bailando.  El público acudió en masa a las salas y la Academia de Hollywood bendijo explícitamente la aventura, otorgando al film nada menos que 10 Oscars, empatando con “Lo que el viento se llevó” y quedando sólo uno por debajo de “Ben-Hur”.

 

Uno de los numerosos fans de “West Side Story” era un tal Arnold Spielberg, que supo inculcar a su joven hijo Steven su amor tanto por la obra teatral como por la película derivada de ella.  Muchísimos años más tarde y después de haber visto el film “cientos de veces”, el realizador de “Tiburón”, “En busca del Arca perdida”, “E.T.” o “La lista de Schindler” se dio cuenta de que en su larguísima carrera todavía no había abordado el género musical, y se le ocurrió la idea de actualizar la película favorita de su padre (a su memoria está dedicada esta nueva versión), para lo cual le pidió a Twentieth Century Fox que adquiriera los derechos en 2014.  A continuación, Spìelberg le encomendó la tarea de reescribir la historia al guionista Tony Kushner, con el que ya había trabajado en “Munich” (2005) y “Lincoln” (2012), y a David Newman le adjudicó la adaptación de las canciones originales de Leonard Bernstein, en cuya grabación intervendría el venezolano Gustavo Dudamel como director de orquesta.

 

Amar a alguien (o a algo) no siempre implica tener que apechugar sistemáticamente con todos sus defectos, y por eso Spielberg ha querido que el reparto de su nueva versión de “West Side Story” no volviera adolecer de las mismas “deficiencias” que el de la original; recordemos que, independientemente del innegable carisma que todos poseían, ni Natalie Wood (Maria) ni George Chakiris (Bernardo) eran latinos, y los tres, además de la portorriqueña auténtica Rita Moreno (Anita), cuya tez era demasiado “clara” fueron “embetunados” para oscurecer su piel, además de que ni Wood ni su partenaire Richard Beymer (Tony) eran capaces de entonar ni una sola nota y hubieron de ser doblados en las canciones.  Así pues, el propósito inicial de Spielberg era hacer más creíble su reinterpretación, ayudado por el guión de Tony Kushner, más apegado al tono más crudo de la obra original y menos a la “suavización” del film de 1961, exigiendo que los intérpretes fuesen realmente de origen sudamericano y, además, que realmente fuesen capaces de cantar.

 

Pocas películas “malas” ha hecho Steven Spielberg en sus 50 años de carrera, y “West Side Story” en absoluto se enclava en ese apartado.  No voy a discutir aquí sus muchos aciertos y virtudes, ni tampoco voy a hacer mucha sangre de sus (pocos) defectos.  Pero, para empezar, os invito a que pensemos por un momento en las razones que deberían llevar a un realizador a aceptar ocuparse del remake de un film clásico que teóricamente dice adorar.  Quiero decir que, si a mi me gusta una película antigua, lo que intento es restaurarla, mejorar la calidad de imagen, utilizar la tecnología existente para que el público actual no experimente un “shock” al enfrentarse a ella, pero ¿volverla a rodar…?  En pocas palabras, no me acabo de creer que al amigo Spielberg le guste realmente la vieja “West Side Story”, lo cual no deslegitima su derecho a reversionarla.  Lo que me sucede es que yo, por diversas razones, le tengo mucho cariño a la versión de 1961, que me parece maravillosa y es de esas (pocas) películas que pienso que no necesitan en ningún caso una revisitación que pretenda “mejorarla”.

 

Pienso que el (supuesto) fan Spielberg comete dos errores bastante graves:  uno, volver a reubicar la historia en la misma época y en el mismo lugar, y el otro, no cambiar prácticamente en nada la instrumentación de las canciones.  O sea, si haces un remake para mantener la misma ubicación (¿por qué no haber trasladado la acción al presente, por ejemplo?) y los mismos arreglos (¿por qué no haber traducido las melodías a ritmo de salsa, de cumbia o de reggaetón, por decir algo?) e incluso algunos de los bailes son muy similares, ¿qué sentido tiene reversionar la cinta?  Digo todo esto porque ya desde que vi el primer trailer hace meses, tuve una peligrosa sensación de deja vu, de que Spielberg, tan maravillosamente dotado para el Séptimo Arte, se estaba “limitando” a hacer pequeñas variaciones estilísticas en torno a lo creado por Robert Wise y Jerome Robbins hace 60 años.

 

Si yo tuviese la desgracia de desconocer el film original del ’61 o de tenerlo arrinconado en un inmerecido olvido, seguramente ahora estaría diciendo que la versión de Steven Spielberg de “West Side Story” es buenísima y excelente.  Y es que es buenísima, y hasta roza la excelencia, pero no deja de ser una “copia” (lo pongo entre comillas) de uno de esos títulos míticos del Séptimo Arte que resisten incólumes el paso del tiempo y, por tanto, no es preciso copiar.  Para más INRI, ya he leído algunas críticas que incluso afirman que la versión moderna es mejor que la original.  Y ¿por qué?  Pues porque , en estos tiempos locos en los que lo principal es ser o al menos parecer políticamente correcto y no ofender a nadie, se ha procurado que los actores tengan la misma nacionalidad que los personajes que incorporan.

 

Desde luego, ¿quién lo niega?, la “West Side Story” de 1961 no era una película “realista”.  ¿Cómo iba a ser realista una cinta en la que los matones de dos bandas rivales se enfrentan entre ellos… bailando?  Cualquiera que la ve, por primera o por enésima vez, se da cuenta de que no es ni más ni menos que un musical al estilo hollywoodiense, maravillosamente filmado y coreografiado y que utiliza una paleta de color que enfatiza los tonos vívidos de los vestuarios importados de su antecedente teatral.  Por el contrario, la “West Side Story” spielbergiana, cuya fotografía firma, como es habitual, el ilustre Janusz Kaminski, echa mano del peculiar concepto del realismo tan usual en el operador polaco, y que consiste en forzar las tonalidades frías y desvaídas y oscurecerlas siempre que es posible.  Pues a mi, sintiéndolo mucho, no me gustó esa pátina de “suciedad” en una obra con tanta viveza como debería ser “West Side Story”, y no tengo ningún pudor en admitirlo.  Por otra parte, el nuevo reparto que en teoría iba a ser el súmmum de la idoneidad, hace aguas por todos lados.  Para empezar, Ansel Elgort, que sí, sabe cantar y muy bien, se pasa media película con cara de palo sin variar el semblante, además de que su sola presencia (Elgort estuvo acusado de malos tratos) ha hecho caer sobre el film las iras (y el llamamiento a boicotearla) de las simpatizantes del movimiento #MeToo.  Los líderes tanto de los Jets (Riff, Mike Faist) como de los Sharks (Bernardo, David Alvarez) adolecen de una evidente falta de carisma, sobre todo si los comparamos con, respectivamente, Russ Tamblyn y George Chakiris, y el forzado cambio de sexo del propietario de la tienda (ya no es Doc, sino su viuda), tan sólo para poder acoger a la ya nonagenaria Rita Moreno, que encima destroza con su hilo de voz la hermosísima “Somewhere”, tampoco me hace, en una hipotética disyuntiva, decantarme por el remake de mi idolatrado Steven.

 

En resumidas cuentas y a pesar del tremendo batacazo comercial que se está endilgando por todas partes, me declaro admirador y no detractor de esta moderna “West Side Story” a la que le reconozco muchas virtudes (planificación –cómo no-, montaje, sonido…), pero, eso sí, antepongo que prefiero la versión original de Robert Wise, ante la que, en conjunto, ni esta ni casi ninguna otra película podría resultar vencedora.

 

Luis Campoy

 

Lo mejor: Rachel Zegler, sorprendente, tierna y dotada de una extraordinaria voz; para mi, incluso logra eclipsar a la mismísima Natalie Wood;  el número musical “America”, el único que, espectacularmente filmado en plena calle, iguala o casi supera a su glorioso precedente

Lo peor: Ansel Elgort, buen cantante pero con una expresividad que asusta;  el resultado de comparar casi todos los aspectos de esta nueva versión con la original de 1961

Calificación: 8 (sobre 10)

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