Musicales en escena/ "LOS MISERABLES"
Hasta que, en la noche del pasado sábado, la orquesta no atacó los primeros compases del preludio de "Los Miserables", todavía no acababa de creerme que uno de mis mayores sueños estaba haciéndose realidad. Después de tantos años de amar profundamente este maravilloso musical escrito por Alain Boublil y musicalizado por Claude-Michael Schönberg en 1980 a partir de la famosa novela de Víctor Hugo, por fin iba a poder entrar directamente dentro de él... y sin necesidad de tener que desplazarme hasta Londres, donde en la actualidad se está representando no en uno sino en dos teatros, ya que el Queen’s Theatre continúa ofreciendo, 25 años después, el montaje original de la pieza tal como ha sido exhibido desde 1985, mientras que en el Barbican puede verse una nueva versión actualizada que es hermana gemela de la que el pasado día 18 de Noviembre debutaba en el Teatro Lope de Vega de Madrid y que fue la que, lleno de expectativas, yo pude disfrutar.
A la hora de plantearme este artículo, no sabía si empezar por hablar de las (muchísimas) cosas que me entusiasmaron o de los (pocos) aspectos que no me convencieron, pero, tras arduas deliberaciones internas conmigo mismo, he llegado a la conclusión de que es preferible exponer primero los defectos, con el fin de que, más adelante, las virtudes brillen doblemente. Lo primero que tengo que decir acerca de esta representación que presencié en el Lope de Vega es que... no me hubiese gustado tener que verla en el Lope de Vega. Conozco la trayectoria de este castizo y entrañable local, que ha albergado decenas de fastuosos musicales a lo largo de sus ilustres décadas de historia, pero uno, enamorado irredento de "Les Miserables", hubiese deseado poder disfrutarla en un teatro algo mayor, o al menos en uno con un escenario más grande, donde sus movimientos de masas y sus escenas de acción hubiesen destacado aún más. Asimismo, no puedo evitar pensar que, en un teatro de mayores dimensiones, el foso de la orquesta también hubiera sido mayor, y, por tanto, hubiesen podido acumularse más músicos. Con todo, éstas no dejan de ser trivialidades subjetivas sin importancia.
Para mí, el error más grave que puede achacarse a esta nueva versión en castellano de la obra es la mediocridad de sus cantables. Como dije años atrás en un primer acercamiento a este tema, uno de los principales aciertos de la adaptación inglesa había sido que las letras parecían escritas originariamente en la lengua de Shakespeare, con lo que era todavía más fácil que este musical se convirtiera en un fenómeno universal sin precedentes. Sin embargo, lo cierto es que el nuevo texto en español perpetrado por Albert Mas Griera deja bastante, bastante que desear. Pasajes mal traducidos (¿alguien puede explicarme por qué el número de presidiario de Jean Vallean pasa del "2-4-6-0-1" original al "2-3-6-2-3"? ¿sólo por prosodia?), estribillos sin vigor ni garra y abuso de locuciones facilonas ("monsieur", es decir, "mesié" y "fatal" se utilizan a tutiplén) hacen que algunas canciones pierdan parte de su encanto y creo que incluso impiden el lucimiento de los intérpretes. Cuando uno tiene que cantar o recitar un buen texto tiene más posibilidades de lograr la excelencia que cuando se enfrenta a un cúmulo de vulgaridades. Así, temas primordiales como "Stars", "Empty chairs at empty tables" o incluso mi fragmento favorito, "On my own" poseen letras españolas tan poco conseguidas que algunas no apetece ni cantarlas, lo cual es una auténtica lástima. No sé por qué no se ha mantenido íntegra la traducción de la versión que produjo Plácido Domingo en 1992 (sólo se conservan unos pocos fragmentos), que, si bien tampoco era ni mucho menos perfecta, al menos sonaba mejor al oído. Algo parecido sucedió con la nueva andadura de "Jesucristo Superstar" exhibida hace un par de años, que prescindió de las letras de la versión que inmortalizaron Camilo Sesto y Teddy Bautista y su pésimo soporte literario hacía aguas por todos lados, ensombreciendo la magnífica labor de los vocalistas.
En lo que se refiere a los aspectos más conseguidos de esta nueva producción, hay que celebrar, en primer lugar, el gran nivel del elenco artístico. Ante todo, es justo destacar el soberbio trabajo de los dos protagonistas principales, Gerónimo Rauch como Valjean e Ignasi Vidal como Javert. Nacido y formado en Argentina, Rauch posée todas las virtudes del tenor operístico y no escatima un derroche de voz en todos sus finales, si bien para mi gusto abusa un poquitín de los falsetes. Su participación en el reciente concierto del vigésimo quinto aniversario junto a nada menos que el glorioso Colm Wilkinson es también inolvidable. Vidal acababa de ser Judas en "J.C. Superstar" y aquí de nuevo da vida al villano de la historia, con una presencia intimidatoria y un poderío vocal incontestable. Ellos dos fueron los más aplaudidos al final, los únicos que levantaron al público de sus asientos. A continuación quiero citar a Enrique R. del Portal, poco menos que un viejo amigo al que llevo viendo desde siempre en mil y una zarzuelas y que, paradójicamente, ya participó en el montaje de "Los Miserables" de 1992 (allí incorporando a Enjolras). Su mesonero Thenardier se luce soberbiamente en cada número, hilarante y detestable a la vez. Es el perfecto robaescenas, y lo mismo puede decirse de la estupenda Eva Diago, que representa a su oronda esposa. Fantine corre a cargo de Virginia Carmona, cuya versión de "I dreamed a dream" no tiene la espectacularidad de las de Patti LuPone o incluso Susan Boyle (hay que ser justos y agradecerle a esa señora lo mucho que ha hecho para popularizar la obra), pero al menos ha mejorado con respecto a los ensayos difundidos en YouTube.
En la función que yo presencié quiso la casualidad que no actuara Guido Balzaretti, el Marius titular, sino su suplente, Edgar Martínez, que resolvió la papeleta sin brillo pero con dignidad; tampoco podía esperarse mucho más, con las cursiladas que estaba obligado a recitar. Casi idénticas palabras valdrían para Lydia Fairén recreando a la tierna Eponine, el personaje más dual del relato; para mí tiene un romanticismo irresistible y además canta dos temazos como la citada "On my own" y "A little fall of rain", aunque, claro, no destacan especialmente con esas letras españolas tan cutres (así y todo, no se lo digáis a nadie, pero confieso que cuando la esforzada voz de la Fairén comenzó a entonar la primera de las dos canciones mencionadas, casi se me saltaron las lágrimas de la emoción, y hasta me pellizqué para asegurarme de que no estaba simplemente soñando que veía "Los Miserables"). Cosette es, de entre los papeles destacados, el menos favorecido musicalmente (apenas tiene un solo, "Castle on a cloud", y encima lo canta la Cosette niña, y no la adulta), así que poco me esperaba de Talía del Val, quien, por cierto, se repitió demasiado en los finales barrocos llenos de gorgoritos. En cuanto al "eurovisivo" Daniel Diges, compone un seductor Enjolras, si bien me chocó que llegase sobrado a las notas altas pero se ahogase un poco en las graves; más o menos lo mismo que les pasaba a "Fantine" y "Eponine", aunque, claro, ellas son mujeres... La calidad de los coros, sobre todo los femeninos, me dejó alucinado, y esa orquesta que en principio me pareció que podía quedarse corta, realizó un trabajo tan soberbio que casi llegué a sospechar que aquel sonido provenía de un disimulado playback, absurda idea de la que los ensayos de los profesores antes de la representación y los ágiles movimientos de la batuta del director musical Alfonso Casado me hicieron desistir. El caso es que no se les fue ni una nota ni tuvieron el más mínimo fallo. Sobresaliente o, mejor aún, matrícula de honor, para la orquesta y los coros.
Por lo que respecta a la puesta en escena, ya sabía que "Los Miserables" había sido pionera en innovaciones técnicas desde su estreno en los años 80, pero este nuevo montaje superó todas mis ilusiones. Decorados móviles, plataformas giratorias, proyecciones y retroproyecciones, alucinantes efectos de luz y sonido, sorprendentes hallazgos estéticos a partir de algunas pinturas obra del propio Víctor Hugo... La prisión que se convierte en campo, y, posteriormente, en fábrica, y luego en muelle, y a continuación en concurrida calle parisina... La sensacional batalla en la barricada (que los actores, en un alarde de osadía, mientras se enfrentan a un enemigo invisible, libran dándole la espalda al público durante larguísimos minutos), llena de explosiones, disparos en Dolby 5.1 y cegadores fogonazos de luz… La alcantarilla en la que se introducen Valjean y Marius, representada de tal modo que estos dos personajes, y luego el despreciable Thenardier, parecen realmente sumidos en un sinuoso túnel… El espectacular suicidio de Javert, que salta desde un puente y al que vemos volar mientras cae hacia las aguas imaginarias del Sena… Puestos a ponerme un poco borde, solo podría alegar que se echa en falta algo más de emoción en las apariciones de los fantasmas, uno de los platos fuertes del montaje primigenio. Cuando, mientras un convaleciente Marius canta "Empty chairs at empty tables", surgen de entre las sombras los espectros de sus compañeros muertos, solo vemos a un grupo de actores cuyo papel creíamos concluído y retornan brevemente con insípida frialdad; ahí los técnicos de luminotecnia no anduvieron del todo finos, y pienso que, si tan solo los "aparecidos" se hubiesen acercado más a los rostros las velas que recogen del suelo, igual hasta el efecto hubiera sido algo más aterrador… (Por cierto, ¿sólo a mí me chocó que en esa canción, que se traduciría como "Sillas vacías ante mesas vacías"… ¿no hubiese ni una silla ni una mesa en el vacío Café…?).
A diferencia de otros musicales actualmente en cartel como “Chicago” o “Mamma Mía!”, “Los Miserables” posée una riquísima base literaria (la famosa e inolvidable novela de Víctor Hugo, inspirada a su vez en hechos reales), pero es a partir de su transformación en musical cuando el relato trasciende las fronteras de las artes y los géneros. Pocas veces tan hermosas melodías han sido tan amadas por el público de todo el mundo, y este éxito apoteósico que dura veinticinco años (treinta, si contamos el concepto original francés) no podría explicarse si no es en base a las emociones que genera, las cuales, obviamente, vienen respaldas por una inteligencia, un talento y una perseverancia simplemente extraordinarias. Cameron Mackintosh nos hizo felices a millones de adeptos cuando estrenó “su” obra en 1985, y la nueva producción que ahora puede disfrutarse en Madrid es, también, un oasis de felicidad en esta época tan sórdida. Su hermosa historia de redención, amor y libertad, su inteligentísima alternancia de drama y comedia, sus bellísimas canciones y la asombrosa puesta en escena del Lope de Vega se merecen todo mi respeto y mi agradecimiento. Gracias infinitas a Stage Entertainment, y a Alfonso Casado, y a Gerónimo y a Ignasi y a todo el reparto y cuerpo técnico, por regalarnos algunos de los mejores instantes de nuestras “miserables” vidas.
Luis Campoy
Lo mejor: la orquesta, los coros, la impresionante puesta en escena, Gerónimo Rauch, Ignasi Vidal, Lydia Fairén, Enrique del Portal
Lo peor: las traducciones de las letras, los actores infantiles, Talía del Val
Calificación. 9 (sobre 10)
Comentarios
CHARO HERRERO GOMEZ
ROSA FUERTES
JUAN MANUEL MANCEBO HERNANDEZ
MAR MuGo
Manuel Prieto
Javier
Javier
por otra parte yo he visto al marius original y no es nada del otro mundo, normalito sin mas.
otra cosa que yo he notado y que no se si tu lo has visto es que los tiempos de la orquesta eran un poco rápidos, por ejemplo el o my own lo hicieron muy rápido para lo que estoy acostumbrado a escucharlo.
Bueno, es es mi crítica negativa, hay mucho más positivo que no voy a exponer. me encantó el musical!
un saludo.
ROD
Soy Alberto, hace poco comenté el artículo original, recordando mi trabajo para La Butaca Vacía de Myriam, y animándote a ver esta nueva versión.
Hay muchos aspectos de tu crítica interesantes, pero déjame centrarme en el tema de la adaptación al español.
Me gustaría romper una lanza a favor de estas nuevas letras. Se critica mucho ese "Sale el sol", el "Para mí" y demás aspectos "facilones".
Pero la verdad es que no me explico cómo soy el único que se siente aliviado a prescindir de la antigua traducción, llena de faltas de concordancia y frases metidas con calzador (empezando por ese 24601 adaptado ahora para que "quepa mejor"). También recuerdo un "entonces que vamos a hacer con el cerdo traidor" dicho a toda velocidad y mucho uso del infinitivo, como "barricadas alzar" en lugar de "alzad".
También recuerdo usar la palabra "bien" mil veces... que si los hombres de bien, los que persiguen el bien, cossette mi bien.
Todas las traducciones tienen algo chirriante, es normal, pero comparando ambas versiones... creo que la nueva versión gana por goleada.
Solo vi algo abusivo tanta palabrota, como "puta" en la escena de "bellas chicas". Creo que en un minuto ya lo habían dicho cinco veces, o palabras como "copón".
Supongo que es cuestión de gustos, pero a mí nunca me gustó la primera, por lo tanto es normal que reciba estas nuevas letras como renovadoras y cargadas de aire fresco.
En definitiva creo que ambas tienen cosas buenas y malas, pero que las nuevas letras son mejores.
En fin, creo que mi lanza ya está rota... Un abrazo!
Es una verdadera satisfacción que el tabajo que haces con dedicación y cariño sea apreciado por espectadores como tú, y que lo manifiesten de manera pública y tan brillante como tu lo has hecho.
Un saludo!
ENRIQUE RUIZ DEL PORTAL
No soy una gran crítica, ni mucho menos, y tampoco sé mucho sobre música, pero puedo decir como amante empedernida de este musical que Edgar lo hizo bastante bien. No llega a la altura de Guido, obviamente, pero a mí al menos me gustó, sobre todo en la canción “Empty chairs at empty tables” (que por cierto, las mesas se las dejaron de lado; solamente dice “estas sillas hoy vacías”, lo que me hizo preguntarme: ¿Y las mesas?).
Estoy total y absolutamente de acuerdo en que las traducciones al español son pésimas, y en algunas ocasiones ni siquiera rimaban. Creo que fue la parte que menos me gustó de la obra (y me dio mucha rabia el hecho de que Jean Valjean ni siquiera fuera 2-4-6-0-1).
Te doy la razón en la mayoría de cosas que escribes, sin embargo me gustaría puntualizar que no todos los cantantes infantiles dejaron que desear. Es cierto (a mi parecer) que la pequeña Cosette no tenía una gran voz, pero por otro lado Gavroche, uno de mis personajes preferidos interpretado esta vez por Gaby del Castillo, me sorprendió gratamente con su voz.
Sólo me gustaría comentar también que tanto Gerónimo Rauch como Ignasi Vidal me dejaron atónita con sus voces y Dani Digés me impresionó con una voz que, a mi forma de ver, si hubiera sacado en Eurovisión, estoy segura que hubiera subido el nivel de España. En general todo el reparto estuvo bastante bien, aunque he de admitir que Lydia Fairén me decepcionó un poco; yo esperaba más potencia en la voz de Eponine, y tal vez una voz algo más aguda.
En cuanto a la puesta en escena, es mucho más impresionante en directo de lo que jamás hubiera podido imaginar. En más de una ocasión me sentí prácticamente dentro de la obra.
Por lo demás, sólo puedo decir que me encantó, no pude evitar llorar en varias escenas y, si vuelvo a tener esta maravillosa oportunidad, no lo dudaré y volveré a ver este INCREÍBLE musical.
Un saludo, María.
Esta, pues no la voy a ver. Escuché "Sale el Sol" en la web, y casi me muero del susto.
Parece hecho a mala leche, para que los que la vimos entonces, no se la recomendemos a nadie.