martes, 20 de abril de 2010

Soy minero…. o, al menos, artificiero



¿Cómo acercarse, casi dos meses después, a una película que ha ganado los Oscars más importantes del año pero que, en su momento, no encontró sitio en ninguna de las diez salas de los mejores cines de Lorca, y que, ahora, cuando por fin se estrena, lo hace prácticamente de tapadillo? Desde luego, ésto de "En tierra hostil" es un caso un tanto atípico, porque lo normal es que, cuando un film viene avalado por un montón de nominaciones, las distribuidoras se lo rifen, y, si finalmente consigue uno o más de los premios importantes, se supone que lo normal sería que atrajera a un montón de buenos aficionados; ¿o no...? Pues no, porque, cuando yo la ví, tan sólo habíamos cuatro gatos, y la cifra es literal, textual y exacta. ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Que los académicos de Hollywood se han vuelto gilipollas y han encumbrado a un producto que no casa con los intereses del público? Eso fue más o menos lo que declaró hace una semana la actriz Sigourney Weaver, una de las protagonistas de “Avatar”, no sólo ya la película más taquillera de la Historia sino la teórica derrotada en la última entrega de los Oscars, y digo "teórica" porque es obvio que no recibir tantas estatuíllas como se preveía no ha afectado a su carrera comercial en absoluto.



"En tierra hostil" está basada en un artículo publicado por Mark Boal, periodista destacado en Iraq, y que acompañó durante varias semanas a un grupo de artificieros especializados en la desactivación de explosivos. Los protagonistas son tres soldados norteamericanos que a diario conviven con el peligro, tanto que, para uno de ellos, la adrenalina se convierte en la droga más poderosa, y el riesgo, en la única emoción que le crea verdadera adicción. Siendo, y lo digo desde ya, una correcta e imaginativa película bélica, lo primero que tengo que preguntarme es ¿por qué a "En tierra hostil" se la nominó en tantas categorías? O, más aún, ¿por qué se la consideró para ser oscarizada, cuando otros productos tanto o más satisfactorios de la cosecha de 2009 se quedaron relegados al olvido?. Son preguntas que me hacía ayer mientras la estaba viendo, y que todavía no he sabido contestarme. Desde el mismísimo arranque me quedé frío, y frío permanecí durante la práctica totalidad del metraje.



No cabe duda de que "En tierra hostil" está bien rodada. Muy bien rodada. ¿Pero qué aporta al género bélico, qué aportará, cuando sea juzgada por la posteridad, a la Historia del Cine? No lo sé. Quizás pueda estar equivocado, quizás no tuve mi día, quizás los exhibidores que no la han comprado y los espectadores que le han dado la espalda no tienen ni puta idea de esa cosa llamada Séptimo Arte. En mi opinión, historias como la de "En tierra hostil" (cuyo título original en inglés, “The hurt locker”, vendría a significar “La taquilla del dolor”) darían para un muy buen cortometraje. Cualquiera de las varias sub-películas que parecen integrarla. Porque, si algo eché en falta, fue un guión más coherente, o, quizás, más convencional, en el que hubiese una auténtica hilazón dramática entre los personajes, en el que el que existiese un argumento unificador que enriqueciese a las varias subtramas planteadas y, a su vez, se dejase enriquecer por éstas. Para mí fue como ver de un tirón tres o cuatro episodios de una prestigiosa serie televisiva, digamos "The Pacific", sólo que sentado en un cine y sin que, entre uno y otro capítulo, se proyectasen los títulos de crédito iniciales y finales.



Los casi desconocidos actores Jeremy Renner, Anthony Mackie y Brian Geraghty encarnan más que correctamente a los tres miembros del equipo de artificieros, pero sólo un cinéfilo muy atento podrá saborear los breves y jugosos cameos de Guy Pearce (que, por cierto, también hizo lo mismo en "La carretera"), Ralph Fiennes y David Morse, con personajes absolutamente secundarios (porque cuaternarios no hay) pero que adornan y enriquecen la pantalla durante los pocos minutos que aparecen.



Como todo el mundo creo que ya sabe, la máxima responsable de "En tierra hostil" ha sido la realizadora Kathryn Bigelow, una de las pocas mujeres que han sido capaces de forjarse una carrera dentro del cine de acción, con títulos señeros como "Le llaman Bodhi" o "Días extraños", y que, para más morbo, es una de las ex-esposas de James Cameron, a quien finalmente le birló el Oscar al Mejor Director. A mí tampoco me hubiera gustado que "Avatar" se proclamase Mejor Película (ya sabéis, para mí la mejor película debería ser la que tuviese el mejor director, las mejores interpretaciones y también el mejor guión), pero, ahora que ya he visto ambas, creo que el fasto tridimensional de Cameron se lo merecía más, sin que ésto signifique absolutamente nada, porque a mí, como ya dije en su momento, la que más me gustó fue "Up in the air".



Luis Campoy



Lo mejor: la sólida dirección de Kathryn Bigelow


Lo peor: la sensación de que estamos viendo un episodio tras otro, no una película con una estructura compacta


El cruce: "Black Hawk derribado" + "Red de mentiras"


Calificación: 8 (sobre 10)


lunes, 19 de abril de 2010

Cine actualidad/ "ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS"


Jack Sparrow en el País de Tim Burton



En 1951, Disney produjo una peculiar versión del libro de Lewis Carroll "Alicia en el País de las Maravillas", que muchos críticos de la época consideraron ininteligible para el público infantil e incluso obscena para el adulto. El inteligentísimo guión y la virtuosa dirección de Clyde Geromini, Wilfred Jackson y Hamilton Luske forjaron una obra casi tan iconoclasta como la novela original, que no sólo respetaba la mayoría de los juegos intelectuales de Carroll sino que contenía múltiples alusiones erótico-socio-culturales que, efectivamente, no podían ser detectadas por un niño.



59 años después, y en esta época en la que, merced al éxito descomunal de "Avatar", casi cualquier película que pretenda triunfar en taquilla ha de ser exhibida en tres dimensiones, el director Tim Burton ha recibido el encargo, precisamente de Disney, de poner en imágenes una nueva versión del relato de Carroll, actualizado para el público del siglo XXI y, cómo no, utilizando la tecnología de imágenes en relieve puesta de moda por el film de James Cameron. A priori, Tim Burton parecía la elección idónea para revitalizar el clásico, ya que, al menos en sus inicios, el director de "Ed Wood", "Eduardo Manostijeras" y "Mars Attacks" goza o gozaba de una imaginación privilegiada, de un punto de vista único e intransferible. Lamentablemente, esta nueva "Alicia en el País de las Maravillas" resulta un remake tan flojo como el que en su día Burton perpetró sobre "El planeta de los simios", clara muestra de que este hombre funciona bien cuando parte de un material propio, pero se columpia si se le encarga la puesta en escena de un proyecto ajeno. Encorsetado por los parámetros de sobras conocidos por todos, presentes tanto en el libro como en su secuela ("A través del espejo") y bastante mal recreados en el flojo guión de Linda Woolverton, diríase que Burton sólo se permite a sí mismo ser creativo en la parte visual de la película, que ha sido rodada de modo que los informáticos pudieran retocar las imágenes a su antojo, ya que los actores actuaban sobre una pantalla verde de modo que los fondos y decorados pudiesen ser añadidos posteriormente por ordenador. Nadie se pone de acuerdo sobre si esta nueva "Alicia" se ha rodado directamente en 3-D o, si, al igual que ha sucedido con "Furia de titanes", ha sido sometida a un proceso posterior, pero lo que sí queda claro es que tanto "Up" como, sobre todo, "Avatar", gozaban de un acabado tridimensional mucho más logrado, ya que el buen 3-D no sólo consiste en lanzar objetos a la cara del espectador, sino en hacer que éste pueda sentir que realmente está inmerso dentro de la historia, como si hubiese traspasado la pantalla para obtener una percepción casi táctil de los fondos y las texturas. Pero no quitemos mérito a los paisajes de pesadilla, a esas criaturas fantásticas y, en general, a ese diseño conceptual del que Burton es el máximo responsable; para éso le contrataron, y en ese terreno no defrauda. Por contra, sorprende lo flojísimo de la historia, la nadería de su argumento si lo comparamos con el libro o incluso con el film de Disney. Burton filma un cuento para niños en el que una Alicia ya crecidita regresa a un territorio en el que estuvo en sueños que no recuerda, y se convierte en adalid de la revuelta de los seres extraordinarios en contra de la tiránica Reina de Corazones (aquí rebautizada como "Reina Roja"). Pero no esperemos encontrar aquí ni una sola doble lectura, ni un solo mensaje subliminal, ni una sola vía de escape intelectual a la extrema rigidez característica de la puritana moral victoriana. Si alguna vez fue un genio transgresor, Burton lo ha olvidado, como su Alicia de diecinueve años es incapaz de recordar sus correrías infantiles en un País de las Maravillas con predominio de los tonos ocres y las sombras. En cuanto al reparto, nuevamente tenemos a la pareja protagonista de “Sweeney Todd”•, esto es, los compinches habituales de Burton: su esposa Helena Bonham Carter y su actor fetiche Johnny Depp. Supongo que se os dirá o habréis leído que Depp realiza una gran interpretación; más vale que os desengañéis si esperábais que tal comentario sea verdad. Al igual que le sucediera a Dustin Hoffman cuando interpretó “Rain Man”, lo peor que le ha sucedido (artísticamente) a Johnny Depp es haberse tropezado con Jack Sparrow, cuyos tics y aspavientos le persiguen desde hace siete años y no parece que vayan a abandonarle. Junto al histriónico Depp, una correcta Bonham Carter maquillada como la Glenda Jackson de “Elizabeth R.”, una pésima Anne Hathaway que no sabe entender a su personaje, un desaprovechadísimo Crispin Glover (el padre de Marty McFly en “Regreso al futuro”) y una funcional Mia Wasikowska, de 22 abriles, encarnando a Alicia.



Por supuesto que me atrevo a calificar esta “Alicia en el País de las Maravillas” de inesperada decepción, en la que los aciertos visuales (que los tiene, y muchos) no consiguen atenuar ni los deméritos argumentales (el argumento no es sólo trivial y pueril a más no poder, sino que incluso se llega a insinuar un conato de romance entre el Sombrerero Loco y la virginal Alicia) ni la poco inspirada labor de los técnicos que, antes o después del montaje final del film, han hecho posible su poco lucido 3-D.



Luis Campoy



Lo mejor: la apariencia visual del film, la música de Danny Elfman

Lo peor: la versión de dibujos animados de 1951 era muchísimo más adulta e inteligente


El cruce: “Alicia en el País de las Maravillas” + “Las crónicas de Narnia” + “Piratas del Caribe”


Calificación: 7 (sobre 10)


viernes, 16 de abril de 2010

Cine actualidad/ "UNA EDUCACIÓN"

Educándose en la escuela de la vida




Inglaterra, 1962. Jenny tiene 16 años y vive con sus padres. Muy madura e inteligente para su edad, la joven aspira a ingresar en la prestigiosa Universidad de Oxford una vez concluya la escuela secundaria, pero en su camino se cruza un hombre atractivo y carismático que le hará replantearse si lo que realmente necesita es una educación universitaria...



Del director de "Una educación", Lone Scherfig, confieso que no había oído hablar jamás de los jamases, pero prometo seguirle la pista a partir de ahora. Esta estupenda película, desde luego, reúne en sí misma tantos y tantos méritos y alicientes que merece ser analizada con detenimiento. Para empezar, hay que aludir al competente guión que firma el prestigioso Nick Hornby ("Alta fidelidad" y “Un niño grande”), en el que no sólo se retrata con bastante cinismo y agudeza la sociedad británica de los años previos al '68, sino que se realiza un sublime estudio de la protagonista, cuya precocidad y desparpajo a punto están de conducirla a un callejón sin salida del que sólo a ultimísima hora podrá retornar. Fascinada por los oropeles de una vida de lujo y diversión que tan sólo había intuído hasta entonces, Jenny apenas puede esperar a cumplir los diecisiete años para entregarse en alma y cuerpo a un seductor capaz de conquistarla tanto a ella como a sus padres, con el consiguiente disgusto de sus profesoras, que le advierten de los peligros de abandonar sus estudios en aras de un sueño que podría devenir en pesadilla.



La fascinante puesta en escena de Lone Scherfig te atrapa desde el mismo inicio y te hace transportarte a una Inglaterra a punto de exportar a los Beatles y a los Who, pero en la que los jóvenes con inquietudes contestatarias preferían refugiarse en la música francesa de Juliette Greco. Todos sabemos de las rígidas costumbres heredadas de la época victoriana, pero pocas veces se ha narrado con tanta claridad la hipocresía de una clase media que mima y sobreprotege a sus hijas y está dispuesta a sacrificarse para enviarlas a la mejor Universidad... siempre y cuando no aparezca primero un tipo adinerado capaz de hacer sus burguesas vidas más fáciles y amenas.



La joven Carey Mulligan (25 años en la realidad) encarna a la protagonista con un tacto y una vehemencia asombrosos, en una interpretación excelente que se aleja (afortunadamente) del tópico recurrente de la "lolita", pues en ningún caso es ella la que seduce o provoca al hombre, sino que más bien es víctima de los engaños de éste; Mulligan estuvo nominada al Oscar y ya se ha hablado de ella para un posible remake de "My fair lady". Peter Sarsgaard (39 años) interpreta a David, un asaltacunas que hasta bien entrado el metraje parece tener las mejores intenciones posibles, pero que esconde un secreto que lo cambiará todo. El gran Alfred Molina es el padre de Jenny, la incansable Olivia Williams (a la que acabamos de ver en “El escritor”) encarna a una profesora y la no menos virtuosa Emma Thompson da vida, en tan sólo dos contundentes secuencias, a la directora del colegio donde estudia la protagonista.



En esta exquisita película irreprochablemente ambientada, tanto por lo que respecta a los escenarios urbanos y rurales de una Inglaterra de sobras conocida como a esas imágenes folklóricas de un París de postal y Chanel, hubo, sin embargo, algunos detalles que me chocaron y me apetece comentar. Para empezar y ya en la primerísima secuencia, la cámara nos presenta un plano cenital de la protagonista escuchando a su admirada Juliette Greco, tumbada en la cama junto a varios discos tan pulcramente dispuestos que parecen presagiar un espectáculo de artificiosidad que afortunadamente se queda en falsa alarma. Por otra parte, el despertar sexual de Jenny, un personaje tan exquisitamente descrito e interpretado, se pasa de largo como no confiriéndole ninguna importancia, como si el director hubiera temido afrontar las consecuencias de una improbable censura; no me refiero, naturalmente, a ilustrar el primer coito de un modo obsceno o morboso, sino a haber reflejado las emociones previas de una adolescente tan sensible y culta como virginal. Finalmente, el film avanza en los últimos veinte minutos de un modo un tanto errático, pasando de la ilusión al desencanto, de éste a la frustración y, sin solución de continuidad, de ésta a una esperanza que se antoja demasiado utópica.



En cualquier caso, "Una educación" es una muy agradable sorpresa, tanto por su muy acertado retrato de una sociedad temerosa de revelar las múltiples hipocresías de su apariencia, como, sobre todo, por el descubrimiento de una pequeña gran actriz que a buen seguro dará mucho de qué hablar.



Luis Campoy



Lo mejor: Carey Mulligan; el vestuario y la ambientación; la primera media hora, simplemente deliciosa


Lo peor: el poco creíble y felicísimo final


El cruce: "Quadrophenia" + "Syd & Nancy" + "El nido"


Calificación: 9 (sobre 10)

jueves, 15 de abril de 2010

Garzón en la picota

Dijo Antonio Machado que al españolito que viene al mundo, una de las dos Españas le helaría el corazón. Han pasado casi ochenta años y no parece que las heridas seculares se hayan cerrado y mucho menos curado. De hecho, si nos paramos a mirar el mapa invisible de los sentimientos, no sólo podríamos hallar dos, sino cuatro o cinco Españas. ¿Estamos peor que en 1936 o 1939? Lo que es seguro es que estamos peor que en 1975 o 1977. Al menos, entonces habíamos sido víctimas de un ejercicio de hipnosis colectiva en el que, cegados por un movimiento pendular de la sobrevalorada Constitución, nos vimos obligados a aceptar que un futuro de esperanza se construiría sobre el olvido, sobre la amnesia, sobre el reseteo de la memoria. La costura que pretendió unir aquellas ideologías separadas por una guerra y cuarenta años de dictadura pasaba por el perdón obligado a un millón de crímenes y afrentas imperdonables, pero cuando las entrañas se rebelan y crece el gas del descontento, algunas puntadas mal dadas acaban por saltar. Mirándolo bien, ¿por qué las víctimas directas o indirectas de las atrocidades cometidas en aquel tiempo oscuro iban a permanecer quietas y calladas para siempre? El otro día lo hablaba con mi amigo Jose, y él me decía que, al fin y al cabo, esas personas ya habían sido convenientemente indemnizadas. Pero es que no hablamos de éso. El dinero puede ayudar a superar determinados baches, a mirar para otro lado en según qué momentos, pero las injusticias permanecen, la mayoría de ellas, sin ser juzgadas y castigadas. Baltasar Garzón ha sido, como todos sabemos, el magistrado que más se ha involucrado en la investigación de estas causas, así como de otras muchas. Lo malo de querer abarcar tanto no sólo es que se termina por apretar poco, sino que se le toca los huevos a demasiada gente, y ninguna buena. Garzón ha metido sus justicieras narices en tantas salsas que era lógico pensar que antes o después acabaría siendo víctima de alguna venganza. Afortunadamente, no ha aparecido en alguna cuneta con alguna bala firmada por ETA o por los simpatizantes de Pinochet, pero el anuncio de que va a ser procesado tras ser denunciado por un colectivo falangista no ha dejado indiferente a nadie. El martes, en el transcurso de una manifestación de apoyo convocada por los sindicatos en el recinto de la Universidad Complutense de Madrid, se profirieron gritos bastante intolerables en contra del poder judicial, cosa que no va hacer sino enturbiar aún más las cosas. Porque, vamos por partes, sí es cierto que ha sido denunciado por Falange, el refugio moral de lo más granado del franquismo, pero se supone (o así se ha dicho) que si se le juzga no será por haber investigado los crímenes franquistas, sino por el modo en que desarrolló alguno de sus procedimientos que inició. Este matiz es de vital importancia y quienes se lanzan a la calle deberían tenerlo en consideración. Yo, como tantos otros, apoyo plenamente a Garzón en su iniciativa de intentar hacer justicia (tardía), incluso amparándose en un texto tan propenso al descrédito como esta titubeante Ley de Memoria Histórica que el PSOE nos ha dado. Pero creo que hay que pensárselo dos veces antes de llamar “fascista” a la judicatura. Sin darnos cuenta, nos estamos metiendo hasta las rodillas en fangos muy peligrosos que alguien, sin duda, excesivamente mal pensado, bautizó como “preguerracivilistas”. O sea, no creo que en el actual contexto democrático tenga cabida la beligerancia fratricida del siglo pasado, pero, como decía al principio, la división entre las ideologías (por no hablar de la diatriba entre la religiosidad y el agnosticismo) nos está llevando a una situación cada vez más insostenible. Todos deberíamos ser Garzón y exigir que no se olvidasen los crímenes cometidos, pero no hay que ser miopes: no sólo los fascistas y los falangistas torturaron y mataron, ¿qué pasa con los fusilamientos de Paracuellos y demás barbaridades teñidas de rojo? ¿Esas no tienen que ser investigadas? Tratemos de serenarnos un poco y defendamos al Juez Baltasar con sosiego y con la cabeza fría, y luego juntémonos todos para exigir que no queden crímenes impunes, tengan el color que tengan.

martes, 13 de abril de 2010

Un domingo de boda

Henchido todavía de satisfacción por la victoria del Barça ante el rival por antonomasia, el domingo me puse de tiros largos para asistir a una boda. Dicen las malas lenguas que he cogido algunos kilitos, y, lo que es peor, la pérfida báscula les apoya, pero tiene su mérito que todavía pueda ponerme los trajes que me ponía hace trece años, cuando mis primaveras aún se contaban por treintenas. Trajeado y encorbatado, llegué a la Iglesia del Carmen antes que el novio, y, obviamente, antes que la novia, que, como mandan los cánones, se hizo de rogar. Claro que en ningún momento flaqueó nuestra convicción de que acabaría llegando, cosa que hizo, y dio comienzo una ceremonia guiada por la coloquialidad del sacerdote, a quien no le escuché ninguna consigna política, algo sumamente raro en estos tiempos. Mis amigos contrayentes cometieron los habituales pequeños y risibles errores en la pronunciación de los votos, uno de los anillos no apareció y tuvieron que aportarlo los padrinos y, a los sones de un guitarrista que lo mismo tocaba el "Ave Maria" de Schubert que "Entre dos aguas" de Paco de Lucía, discurrió la ceremonia sin mayores contratiempos. "Silvestre, pero ¿qué has hecho?", me preguntaba yo desde mi dolorida alma de se-separado, pero le veía tan feliz junto a su Fina que finalmente aposté interiormente por su dicha eterna. Dos mil fotos después de darse el "Sí, quiero", los ya esposos entraron en el lujoso salón de celebraciones del Hotel Jardines de Lorca a los sones cinematográficos de "La Misión" de Ennio Morricone (mi recomendación había sido la marcha final de “La Guerra de las Galaxias”, que habría quedado más briosa, pero el oboe de Morricone tampoco resultó mal). Previamente, bajo un sol de justicia, habíamos hecho justicia gastronómica a los canapés y los dátiles con bacon, con los que nos habíamos llenado más de lo debido. Debido a ello, me temo que algunos de nuestros platos conservaron parte de las exquisitas viandas que los poblaban, aunque, éso sí, el delicioso sorbete de mojito desapareció en un santiamén. Mis compañeros de mesa parecían una cumbre de las Naciones Unidas, con dos ecuatorianos, una argentina, una mexicana y seis españoles, unidos todos ellos por un nexo maravilloso llamado lengua castellana. Tras la comida, la bebida, los postres y el café, el fotógrafo nos regaló una divertida presentación en video sobre los destinos confluyentes de los desposados, y un disc jockey pelirrojo puso música a la tarde. En contra de lo que solía suceder en tiempos pretéritos, los novios no bailaron "El Danubio azul" sino ¿adivinan? "La Misión", y luego nos deleitaron con su dominio de los bailes andaluces. También fueron agasajados por algunos integrantes de los Coros y Danzas de Lorca, mientras se abría la barra libre y comenzaba a correr el licor. Para mí, no obstante, la carrera etílica fue más bien corta, y no eran aún las siete cuando ya estábamos de regreso, disfrutando el cálido solecito del atardecer en las Alamedas lorquinas. Detrás nuestro, un hombre que se había reservado para la Mujer Ideal estaba seguro de haberla encontrado, y a partir de entonces ya podría estrecharla para siempre entre sus brazos.

viernes, 9 de abril de 2010

Cine actualidad/ "CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN"

Volando a lomos de un dragón


La principal contribución de "Avatar" al Séptimo Arte estriba en que, desde que se estrenó, con tan enorme éxito, los padres que tenemos hijos aficionados al Cine nos tenemos que gastar mucho más dinero en sacar las carísimas entradas para las salas especializadas que proyectan películas en la nueva tecnología 3-D. Por lo demás, "Cómo entrenar a tu dragón" es la nueva propuesta de los estudios DreamWorks, que no siempre hace "trabajos de ensueño" pero que en esta ocasión la verdad es que consigue cuajar una propuesta bastante aceptable. Ambientada en una idílica aldea vikinga asolada por los dragones, nos cuenta la archisabida historia del hijo del jefe, de quien aquél no está precisamente orgulloso, y que tendrá que demostrarle a papi de lo mucho de lo que es capaz. En este caso, como habréis podido imaginar por el título, la misión que persigue conseguir el joven protagonista es demostrar a todos sus conciudadanos que no todos los dragones son malos y que, de hecho, alguno de ellos puede erigirse en el mejor amigo del vikingo....



Puede parecer que esta historia la hemos visto cincuenta millones de veces antes, y es cierto que así ha sido, pero éso no le resta amenidad y entretenimiento a este film que, no lo olvidemos, lleva el marchamo del muy familiar Steven Spielberg. Con un guión bastante funcional que minimiza los tiempos muertos y, sobre todo, una realización infográfica que en algunos pasajes llega a rivalizar con las mejores obras de Pixar, "Cómo entrenar a tu dragón" sabe trascender los mil y un tópicos de los que adolece y convertirse en un divertimento sano y lúcido, cosa que en estos tiempos no es nada desdeñable. Puede que le falte ese toque magistral que convirtió a "Buscando a Nemo", "Los increíbles" o, sobre todo, "Up", en películas mayores en las que la animación era tan sólo un cauce para narrar una historia y no un reclamo con el que atraer a los más pequeños, pero no cabe duda de que, bajo la dirección de Dean DeBlois y Chris Sanders, esta aventura vikinga con algunos momentos memorables (la llegada de los drakares a la isla donde está el nido de los dragones, cubierta por un espeso banco de niebla, es realmente excelente, así como el combate final contra el gigantesco lagarto alado), no defrauda a nadie e incluso sorprenderá a muchos.



Luis Campoy



Lo mejor: la realización, el montaje, la música de John Powell


Lo peor: el exceso de tópicos que, no obstante, no rechinan demasiado


El cruce: “Los vikingos” + “Spirit” + “Avatar”


Calificación: 8,5 (sobre 10)

jueves, 8 de abril de 2010

Cine actualidad/ "EL ESCRITOR"

El negro del Primer Ministro



Pocas veces uno tiene la ocasión de ver en un cine comercial como el de la ciudad de Lorca, donde vivo, una película tan seria, tan madura, tan sin concesiones al adocenado público adolescente, como ésta que ví anoche: "El escritor". Bueno, lo de "El escritor" es un título castellano más bien bobo y que no tiene ningún tipo de gancho comercial, que trivializa el original inglés "The ghost writer". Quizás los de la distribuidora han pensado que algunos angloparlantes mal informados podrían haberla tomado como una especie de secuela en plan político de "Ghost rider" ("El motoritsta fantasma"), así que han optado por eliminar el "Ghost" (sí, éso, "fantasma"), dejándonos únicamente lo de "Escritor". Pero, claro, así se pierde totalmente el sentido de lo que los anglosajones conocen como "escritor fantasma", que no es otra cosa que lo que por aquí hemos dado en llamar un "negro", término de connotaciones racistas y esclavistas que alude a la persona que, desde el anonimato, escribe haciéndose pasar por otro, habitualmente alguien famoso pero que no tiene ni idea de cómo narrar una historia... ni siquiera la suya propia. Esto es lo que le sucede al protagonista de "El escritor", un hombre a quien le adjudican el encargo de ser el "negro" de un ex-Primer Ministro británico famoso por haberse plegado en todo al Presidente de los Estados Unidos, y que, en los días previos a ser juzgado por crímenes contra la Humanidad en el tribunal de La Haya, pretende escribir sus memorias pero no sabe cómo... Continuando una ya larga carrera en la que ha habido tanto éxitos incontestables ("La semilla del diablo", "Repulsión", "El pianista") como bodrios indescriptibles ("Piratas", "La novena puerta"), Roman Polanski ha sido el encargado de poner en imágenes esta novela de Robert Harris a la que ha acompañado la polémica desde el principio. Para empezar, es evidente que el argumento pretende realizar una durísima crítica contra Tony Blair, a quien no es nada difícil identificar con el ficticio Adam Lang, que, se mire por donde se mire, no sale nada bien parado. Por otra parte, mientras terminaba el montaje del film, el propio Polanski estuvo en el disparadero de la opinión pública, cuando permaneció detenido en espera de juicio tras habérsele reclamado desde Norteamérica por una causa pendiente de abusos cometidos hace más de treinta años sobre una menor de edad. Afortunadamente para el Séptimo Arte, todas estas presiones externas no han afectado a la creatividad del cineasta, que durante todo el metraje consigue componer un inesperado thriller de atmósfera inquietante cuya tensión va in crescendo hasta un desenlace del que luego hablaremos. Lo mejor de "El escritor" es la facilidad con que el realizador polaco consigue que el espectador se identifique totalmente con el protagonista, haciéndole partícipe de todo lo que acontece con tanta verosimilitud que uno a veces se olvida de que tan sólo está viendo una película, de que, cuando las luces se enciendan, uno no va a seguir sintiéndose inmerso en una sofocante conspiración política de consecuencias imprevistas. Yo mismo, tan agotado emocionalmente estaba, que al poco de salir de la sala no podía evitar sentirme vigilado por cualquier desconocido de apariencia mínimamente sospechosa. Se trata, no lo olvidemos, de una película que pretende y consigue ser realista, con personajes reales y con situaciones reales en las que uno se va introduciendo y, sin darse cuenta, no puede evitar meterse en la piel del pobre escritor sobrepasado por los acontecimientos. A ésto también ayuda la labor de un espléndido reparto de grandes actores británicos y americanos deseosos de trabajar para un mito viviente como Polanski. El protagonista es Ewan McGregor, que prácticamente repite, aunque con algo más de fortuna, su papel de "La lista". A su lado, un carismático Pierce Brosnan como el ex-Primer Ministro, Olivia Williams como su ¿sufrida? esposa, Kim Cattrall como la secretaria que pasa por ser algo más, y el siempre magnífico Tom Wilkinson como un profesor afecto a la CIA. Para los más cinéfilos, son muy de agradecer las apariciones de Timothy Hutton, un decrépito Eli Wallach y un calvo James Belushi que hacía tiempo que no se dejaba ver. La música, cuyo estilo remite a las bandas sonoras de los films más europeos del director, la firma el cada vez más interesante Alexandre Desplat. Antes he hablado de que los minutos finales del film se merecen un comentario especial, y es que yo mismo no pude evitar aplaudir cuando todo se acaba. Polanski filma todo el metraje sin efectismos y con mucha sobriedad, pero las dos últimas secuencias se elevan muy por encima del resto, por su inventiva visual y su perfección formal. En la presentación del libro, justo cuando el “negro” descubre toda la verdad, escribe y dobla una nota en un papel y ésta va pasando, de mano en mano, hasta llegar a su destinatario, en un único plano formidable. Segundos después, lo que le sucede al protagonista no lo vemos ni casi lo oímos, pero lo sentimos igualmente merced a una brillantísima elipsis que demuestra que a quien lleva el Cine en las venas el talento y la capacidad de sorprender nunca le abandonan.



Luis Campoy



Lo mejor: el tono realista, la banda sonora, las dos secuencias finales


Lo peor: que la complejidad de algunos entresijos de la trama no sea inteligible para cualquiera


El cruce: "Michael Clayton" + "La sombra del poder" + "La tapadera"


Calificación: 8,75 (sobre 10)

lunes, 5 de abril de 2010

Cine actualidad/ "FURIA DE TITANES"


Los hombres contra los dioses




"Furia de titanes" fue un simpático film de aventuras que realizó Desmond Davis en 1981, en la estela de celebradas producciones como "Jasón y los Argonautas" o "El viaje fantástico de Simbad". En todas ellas el rasgo identificativo principal era la aparición de entrañables criaturas fantásticas, animadas, fotograma a fotograma, por el gran Ray Harryhausen. Han pasado casi treinta años de entonces, y los grandes estudios de Hollywood todavía se plantean cómo continuar rentabilizando el enorme éxito de "300", que fue la película que volvió a poner de moda los productos acerca de la antigüedad grecorromana. No era muy descabellado pensar que, tarde o temprano, en estos tiempos de escasez de ideas, a alguien se le ocurriría la original idea de realizar un remake de aquella ya clásica aventura protagonizada por Harry Hamlin. Bien es cierto que hace un par de meses podíamos ver "Percy Jackson y el ladrón del rayo", que prácticamente contaba la misma historia aunque desde un punto de vista adolescente, pero no cabe duda de que donde podemos comparar la evolución del cine en estas tres décadas, en cuanto a realización y acabado técnico, es en la comparación de la nueva "Furia de titanes" con su venerable precursora. El argumento continúa siendo el mismo: en unos tiempos en que la presencia de los dioses del Olimpo era un hecho casi cotidiano para los humanos, el descreímiento de los hombres provoca la ira divina. El perverso Hades, deidad del Inframundo, provoca la muerte de los padres de Perseo, un joven que, sin saberlo, es hijo del mismísimo Zeus, el Padre de los Dioses. Nadie mejor que el propio Perseo para liderar un grupo de valerosos guerreros que deben encontrar la forma de derrotar al Kraken, el horror submarino que Hades piensa arrojar sobre la indefensa Humanidad...



Si la primera "Furia de titanes" no era sino un espectáculo camp y algo ñoño en el que sólo destacaban las marionetas de Harryhausen, cuyo acabado artesanal ya estaba trasnochado incluso entonces, la nueva versión pretende ser mucho más vigorosa, más rítimica, y bastante más viril. Cuando recuerdo a Harry Hamlin vistiendo aquella ridícula túnica blanca no me cuesta ningún trabajo comprender por qué le eligieron para protagonizar la historia de pasión homosexual "Su otro amor", cuyo fracaso precipitó la caída en picado del actor, que se vio obligado a refugiarse en la televisión ("La ley de Los Angeles" fue la serie en la que se consagró). Para esta nueva ocasión, el director Louis Leterrerier ("El increíble Hulk") ha elegido a un señor con bastante más apariencia de macho, Sam Worthington, recientes aún sus actuaciones en "Terminator salvation" (donde era lo mejor del film) y "Avatar" (en la que las criaturas azules le eclipsaron por completo) . Worthington tiene buena planta y aporta una buena cantidad de testosterona, pero yo no veo reflejada en su semblante la tortura de saberse medio hombre y medio dios. Mucho más acertado está Mads Mikkelsen, el villano de "Casino Royale", que hace de mentor y protector del héroe, en un registro muy similar al de Kevin Sorbo en la citada "300". Prueba de que los tiempos han cambiado es que Perseo ya no se queda con la dulce Andrómeda (Alexa Davalos), sino con la guerrera Io (Gemma Arterton, vista también en un film bond, "Quantum of solace"), lo cual, entre otras cosas, demuestra su buen gusto. Los dioses (Liam Neeson, Ralph Fienness) ya no visten las denostadas túnicas blasncas que antaño lucieron Laurence Olivier y Ursula Andress (que, por cierto, fue pareja en la vida real de Harry Hamlin), sino armaduras metálicas que parecen escapadas de "Excalibur". El estupendo Pete Postlethwaite hace de padre adoptivo de Perseo, repitiendo gesto a gesto su idéntico personaje de"Solomon Kane".



Yo me lo pasé en grande viendo esta nueva "Furia de titanes", y no sólo porque pude llevar conmigo a mi hijo. El empeño de los guionistas en ser breves y escuetos quizá impide que nos hallemos ante un film que hubiera explorado más y mejor las relaciones entre los hombres y los dioses, pero la acción, el ritmo, la música y el buen hacer de los técnicos de efectos especiales nos proporcionan una hora y media muy entretenida. Sobre la versión en 3-D (el film, una vez, rodado, se retocó para adaptarlo a esta moda de última hora) no puedo opinar, pero sí diré que yo me sentí muy feliz tras haber ido al cine a ver esta refrescante película de fantasía y aventuras.



Luis Campoy



Lo mejor: Mads Mikkelsen, Gemma Arterton, la música de Ramin Djawadi, el gag en el que Perseo y sus acompañantes desechan por inútil el ridículo búho metálico que aparecía en la "Furia de titanes" original

Lo peor: quiere ser tan ágil y directa que no da tiempo a encariñarse con la mayoría de los personajes, ni tampoco a lamentar su muerte

El cruce: "Furia de titanes" (1981) + "300"

Calificación: 8 (sobre 10)