jueves, 25 de julio de 2019

PILDORAS DE CINE (Julio 2019)

La vida sigue…  Después de la tempestad, viene la calma, y después del  dolor agudo, quizás como paliativo, vienen las…  ¡¡PÍLDORAS DE CINE!!


EL REY LEON
Un cuarto de siglo después del estreno en cine de la versión original de dibujos animados, y cuando el famosísimo musical que se derivó de su banda sonora aún continúa en cartel, “El Rey León” regresa a las pantallas, sólo que más grande y más realista.  El actor y director Jon Favreu (conocido por su papel de “Happy” Hogan en las películas de Marvel), que hace 3 años se apuntó un gran éxito de crítica y público con su versión “en imagen real” (lo pongo entre comillas porque los animales no dejaban de ser, todos, criaturas digitales generadas por ordenador) de “El libro de la selva”, ha sido el encargado de hacer lo mismo con una de las joyas de la corona de Disney, la sensacional producción de 1994 (reconozco que se trata de mi film de animación favorito de todos los tiempos) que dirigieron ex aequo Rob Minkoff y Roger Allers partiendo de un guión de Linda Woolverton que asumía influencias de obras shakesperaianas como “El Rey Lear”, “MacBeth” o incluso “Hamlet”.  De todos los remakes disneyanos que nos han llegado últimamente, me atrevo a afirmar que esta nueva “El Rey León” es la más fidedigna y, por tanto, la menos innovadora en cuanto a preservación de la esencia primigenia original.  ¿Por qué hacer, entonces, una nueva versión que mantiene prácticamente el mismo libreto, casi los mismos diálogos, parte de las voces de doblaje e incluso la partitura y las canciones?  Pues hombre, en primer lugar hay una inequívoca vocación crematística que apela de lleno a la nostalgia, y, en segundo, es justo reconocer que los potentísimos ordenadores de la Factoría del Ratón Mickey han logrado crear  un espectáculo grandioso ante el que hay que postrarse como hacen los antílopes, las jirafas y demás animales de la sabana en la archifamosa secuencia inicial.  Si no fuese porque las criaturas que estamos (ad)mirando hablan y a veces hasta cantan, podría parecer que nos hallamos ante un documental dela National Geographic, tal es el grado de realismo y verosimilitud que se ha obtenido.  Un poco triste que tal despliegue sólo haya servido para volver a pintar encima de un lienzo que, calcado casi plano a plano, continúa siendo para todo el mundo la versión mejor y definitiva de las desventuras de Simba, Mufasa, Scar, Nala y compañía.
Calificación: 7,5 (sobre 10)

YESTERDAY
El éxito apoteósico de “Bohemian Rhapsody” (y antes de “Mamma Mia!”) ha propiciado la realización de diversas películas en las que artistas de rock o pop (o su catálogo de canciones) se erigen en protagonistas de la función.  Con guión del gran Richard Curtis basándose en un relato escrito por un tal Jack Barth, “Yesterday” nos plantea una genial hipótesis:  ¿qué sucedería si, repentinamente, el mundo se hubiera olvidado de los Beatles y de todos los maravillosos temas que compusieron, y sólo un músico de tres al cuarto los recordara, atribuyéndose los méritos de todas sus composiciones?  Ciertamente, el punto de partido es una maravilla argumental, pero hay que reconocer que el viejo Curtis (guionista de algunas de mis películas favoritas como “Cuatro bodas y un funeral”, “Notting Hill” o “Love Actually”) en esta ocasión ha puesto el piloto automático y ha perpetrado unos diálogos sin chispa al servicio de unos personajes demasiado estereotipados que viven una historia tan previsible como convencional.  Lo mejor de todo, y ello no es mérito de Curtis sino del director Danny Boyle (“Trainspotting”, “Slumdog Millionaire”) es lograr que realmente parezca que canciones como “Yesterday”, “Let It Be” o “Hey Jude” las estamos escuchando por vez primera, junto a una sorprendida Humanidad que hasta ese momento no ha sido consciente de lo que se ha estado perdiendo.  En cuanto al plano actoral, la sobreactuada Kate McKinnon y la muy minusvalorada Lily James ceden todo el protagonismo al debutante Himesh Patel (que no es hermano de Dev Patel, el héroe de “Slumdog Millioonaire”, aunque los personajes de ambos en las dos películas se apellidan igual:  Malik), que, si bien como actor es más bien poco carismático, deslumbra como cantante al ser él mismo quien interpreta los grandes éxitos de Lennon & McCartney.
Calificación:  7 (sobre 10)

ANNABELLE VUELVE A CASA
Cuando leí que la tercera entrega dela muñeca diabólica Annabelle, spin-off de la estupenda “Expediente Warren” (“The Conjuring”) iba a ser una especie de “Noche en el museo” en clave terrorífica, se me hizo la boca agua.  Lamentablemente, el resultado no es ni mucho menos tan redondo como me esperaba, en gran parte debido a que el creador del “warrenverso”, James Wan, ha cedido la batuta al guionista Gary Dauberman.  Ambientada en 1972, la cinta comienza con los protagonistas indiscutibles de la saga, los parapsicólogos Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga) Warren, quienes depositan a cierta muñeca poseída en su ya famoso “cuarto de artefactos”, con la orden tajante de no penetrar jamás en tal estancia y, sobre todo, de no abrir bajo ningún concepto la urna bendecida en la que yace el endemoniado juguete.  Naturalmente, alguien se saltará a la torera tal recomendación, y el Mal con mayúsculas campará a sus anchas en sus formas más variadas y amedrentadoras.  Por desgracia, lo que podía haber sido una de las cumbres del horror moderno, se queda prácticamente en tierra de nadie cuando Dauberman va desperdiciando sistemáticamente todas y cada una de las posibilidades que su propio guión le ofrece:  va creando un clima agobiante, plantea una escena que parece que va a conseguir que te defeques de miedo en la butaca….  y de repente cambia de escenario y es como si allí no hubiera pasado nada.  ¿Alguien dijo “decepción”…?  ¡Yo sí lo digo!
Calificación:  6,5 (sobre 10)

jueves, 18 de julio de 2019

Cine actualidad/ “SPIDERMAN: LEJOS DE CASA”


Las peripecias europeas de un Hombre Araña adolescente

Lo primero que hizo Marvel cuando recuperó los derechos cinematográficos de su personaje insignia, Spiderman, fue convertirle en discípulo de Tony Stark/Iron Man en la mastodóntica “Capitán América: Civil War” (2016), tomando partido por el bando de Stark en la contienda que dividió en dos facciones ¿irreconciliables? a los poderosos Vengadores.  Es decir, antes de disponer de su primera aventura en solitario, el nuevo Hombre Araña a cargo del joven actor Tom Holland (18 años cuando se enfundó por primera vez las mallas rojas y azules) se reveló como un chaval nervioso y juguetón ansioso por unirse al equipo superheroico de moda.  Cuando por fin se estrenó su debut como protagonista, “Spiderman: Homecoming” (2017), muchos la aplaudieron gozosos por su ligereza y comicidad, mientras que los más veteranos del lugar criticamos la evidente infidelidad con respecto a ciertos rasgos del personaje en su versión comiquera.  No sólo se le desposeía de su principal motivación (la responsabilidad y el sentimiento de culpa tras la muerte de su tío Ben, a quien ni siquiera se mencionaba) y se traicionaba su idiosincrasia eminentemente individualista (el chico se pasaba todo el film suplicando ser admitido como Vengador de pleno derecho), sino que se adulteraba la naturaleza de su aplaudido elenco de secundarios:  su tía May pasaba de ser una venerable anciana de cabellos de plata a una cuarentona escultural y sexy;  su primer amor, Liz Allan, cambiaba de raza alegremente (de blanca a negra), lo mismo que Ned Leeds (de blanco a asiático) o Flash Thompson (de blanco a hindú), por no mencionar a MJ (iniciales, evidentemente, de la pelirroja Mary Jane), quien se convertía en…  olvidadlo, soy incapaz de determinar a qué etnia pertenece la pizpireta Zendaya.  O sea, donde muchos vieron acción, aventura y romance juvenil en la línea de John Hughes, otros vimos irreverencia, falta de respeto y banalización del héroe junto al que habíamos crecido.

Spiderman: Lejos de casa” es la segunda película en la que el nuevo arácnido titular tiene ocasión de erigirse en protagonista absoluto, después de haber aparecido en “Vengadores. Intinity War” (2018) y “Vengadores: Endgame” (2019).  En esta última, y, como ya todos debéis saber, Iron Man moría heroicamente tratando de salvar al Universo, de forma que “Lejos de casa” nos presenta a un Peter Parker/Spiderman algo más maduro pero también necesitado de vincularse a una nueva figura paterna.  Es por ello que se siente identificado con un tal Mysterio, un visitante de otra dimensión a quien conoce cuando está de viaje junto a sus compañeros del Instituto a través de la vieja Europa.

Tengo que admitir que, una vez asumido que este Spiderman no es totalmente fiel al de los comics de mi niñez, la verdad es que “Lejos de casa” me entretuvo y me agradó bastante (bueno, también es verdad que, por circunstancias de mi vida, necesitaba una diversión de estas características).  Hay que reconocer que Tom Holland cumple a la perfección (si obviamos el atiplado y chillón doblaje español) y que las apariciones de Mysterio (enorme Jake Gyllenhaal) están exquisitamente visualizadas y escenificadas.  El alivio cómico que suponen sus peripecias académico/turísticas está bien integrado en la trama y el romance con MJ (a pesar de que no puedo con Zendaya, por más que lo intento) inspira afecto y ternura y resulta por fin creíble.  Además, las localizaciones europeas (Venecia, Praga, Londres…) están exquisitamente recreadas y la mayoría de los efectos visuales (¿por qué algunos movimientos de Spiderman siguen cantando a ordenador barato?) son una maravilla.

*SPOILER*
En cuanto al villano, cualquier lector de los comics o conocedor de la serie televisiva de los 90 sabía perfectamente que Mysterio (¡cuánto me alegra que se haya mantenido su estética camp, con ese traje ajustado, enorme capa y una pecera en la cabeza!) no era sino un manipulador y embaucador, dueño de una tecnología capaz de confundir al más pintado;  las fantásticas alucinaciones que provoca en Spiderman son, con mucho, lo mejor de esta película en la que la guinda en el pastel la aporta el retorno del carismático J.K. Simmons recuperando su papel de J. Jonah Jameson que ya interpretara en la trilogía de Sam Raimi/Tobey Maguire.
*FIN DEL SPOILER*

Punto y final a la llamada “Fase 3” del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), “Spiderman: Lejos de casa” combina el comic superheroico con el espíritu trotamundos de las películas de James Bond (pensé en “Moonraker” o “Casino Royale”), al tiempo que resulta lo suficientemente intrascendente como para que incluso los detractores de las historietas puedan disfrutarla sin pensar en nada más que en la simple evasión.

Luis Campoy

Lo mejor  Tom Holland, las alucinaciones oníricas, los escenarios europeos, el romance entre Peter y MJ
Lo peor:  las licencias que se continúa tomando con respecto al comic original
El cruce:  Spiderman“ + “Moonraker” + “Top Secret!
Calificación:  8 (sobre 10)

jueves, 11 de julio de 2019

Mi madre


Ahora que ella ya no está (sólo físicamente) junto a mí, necesito escribir estas líneas dedicadas a mi madre, a la madre maravillosa e increíble que era hasta que el maldito Alzheimer la fue devastando inexorablemente.  Necesito que, allá donde esté ahora, sepa ella y sepa el mundo lo que pienso, lo que siento por ella, mi querida Mamá, ese ser tan noble y bueno que, si no la conocísteis, sé que os hubiera encantado conocer.

Mi madre vivía en un mundo que ya no existía;  mejor dicho, en un mundo que nunca existió.  En su remoto país imaginario, los suelos parecían empedrados de nubes y todo el mundo era bueno, todas las personas eran dignas de comprensión y de infinitas oportunidades, y el mal y la oscuridad eran poco menos que inconcebibles.  Como quien contraviene los principios elementales de la filosofía, mi madre postulaba la doctrina de la inexistencia:  ella no existía para sí misma, porque siempre había alguien o algo más importante o más digno de atención.  Toda corazón, a pesar de que su salud estaba deteriorada desde hacía muchísimos años, intentaba engañar al dolor y a sí misma y era capaz de salir arrastrándose hasta la calle con tal de no entorpecer mínimamente los planes más intrascendentes de cualquier persona.  Su nivel de autoexigencia era altísimo:  su ropa, siempre sencilla y jamás ostentosa, resplandecía de blancura y nunca veríais en ella una arruga o un descosido;  la cocina, los cuartos de baño…  toda la casa era permanente objeto de su dedicación, y la hora de su descanso no comenzaba hasta que la última de las tareas domésticas había quedado cumplida.  Era habitual verla beber en el vaso más desgastado (de tanto fregarlo), comer en el plato más envejecido y con los cubiertos menos elegantes…  pero jamás se servía el mejor trozo de carne o la fruta más apetecible, pues siempre había otros que, desde su punto de vista, los merecían más.  Cualquier conocido de sus familiares o allegados pasaba a convertirse automáticamente en “su amigo”, y, como tal, era digno de su respeto y sus atenciones e, incluso, de sus oraciones, que formulaba fervorosa y silenciosamente.

Pero no sólo quiero elogiar la bondad de su corazón.  A pesar de su eterno y característico despiste, os sorprendería la vivacidad de su mente:  su memoria, paradójicamente, era capaz de retener los nombres y las caras de los actores de las películas no sólo de “su época”, sino también de la actualidad (mis amigos siempre alucinaban con este detalle), y, cuando la neuralgia del trigémino se lo permitía, mantenía ágiles las neuronas ejerciendo la disciplina del crucigrama diario.  Su receptividad, su “sexto sentido”, aún hoy me sorprenden, pues casi nunca necesitaba contarle algo que ella misma no hubiera sido capaz de presentir.  Mas tampoco era eso lo realmente importante, sino que, fuera cual fuese el problema, sin importar el tono de la inquietud, su apoyo era firme, y su comprensión, total.

Como decía al principio, las personas como mi madre no eran propias de este tiempo, y, probablemente, ni siquiera de este mundo.  Por éso maldigo a ese odioso Alzheimer que la fue descomponiendo hasta desposeerla de su propia esencia, convirtiéndola en esa criatura también entrañable pero que ya no era ni la sombra de lo que antaño llegó a ser. 

Nunca fui capaz de convencer a mi madre de que se merecía dedicarse más tiempo a sí misma, de que prefería verla sentada y no lavando la ropa a mano, o tumbada en vez de fregando los platos que el lavavajillas no había dejado lo bastante relucientes.  Mi madre era una gran mujer, o, mejor dicho, una gran persona, y me siento muy orgulloso de que, ya en su lecho de muerte, las últimas palabras medianamente coherentes que fue capaz de hilvanar fueran “Hijico...  hijico mío”.  La madre es siempre el principio de la existencia, y yo, que existo y soy gracias a ella, estoy muy, muy orgulloso de mi madre.