domingo, 17 de diciembre de 2017

Cine actualidad/ “STAR WARS: LOS ÚLTIMOS JEDI”

(ATENCIÓN.  ESTE ARTÍCULO CONTIENE ALGUNOS SPOILERS)

La nueva esperanza que contraatacó tras el retorno de una amenaza clónica y vengativa despertada por la fuerza

Parece mentira, pero desde aquella tarde en que, hallándome en una tumultuosa cola para asistir al estreno en Alicante de “La Guerra de las Galaxias” en el llorado cine Chapí, un conductor despistado dejó que una rueda de su coche me pasara por encima del pie, han transcurrido nada menos que cuarenta años.  Desde aquel momento, gran parte de las estructuras, las concepciones y las pretensiones del negocio cinematográfico han cambiado por completo.  A una más que lógica continuación, “El Imperio contraataca” (1980) en la que TODO (dirección, guión, diálogos, tratamiento de personajes, interpretaciones de los actores, música, efectos especiales…) era aún mejor que en la película fundacional, le sucedió una tercera entrega, “El retorno del Jedi” (1983) en la que empezaron a sonar las alertas:  con permiso de mi querido amigo Pablo Parra, la calidad disminuía y el tono se infantilizaba peligrosamente, disminuyendo la sensación de frescura y apoderándose de la saga un preocupante tono de “deja vu”, aderezado todo ello con la multiplicación de personajes cuya única razón de ser era incrementar las ventas de merchandising.  El creador de todo el tinglado, George Lucas (nacido en 1944), había pasado de ser un cineasta visionario a un negociante compulsivo.  Perdí la cuenta de las reposiciones, reestrenos, reediciones en múltiples versiones y soportes de aquella primera trilogía fílmica, de lanzamientos y relanzamientos de la banda sonora (compuesta por el venerable John Williams) en diversos formatos, amén de libros, comics, álbumes de cromos, juguetes, ropa y accesorios de todo tipo, todo ello de un modo meticulosamente calculado para exprimir a fondo la gallina de los huevos de oro galácticos…  hasta que, en 1999, el amigo Lucas se atreve a presentar en sociedad un nuevo film original, “La amenaza fantasma”, cuya misión era convertirse en el inicio de una segunda trilogía que, para mareo y confusión de los no iniciados, no continuaba lo sucedido tras “El retorno del Jedi” sino que narraba lo que había acontecido antes de “La guerra de las galaxias”, cuyo título había pasado a ser “Una nueva esperanza”.  Las opiniones en torno a este autodenominado “Episodio I” fueron más bien negativas, volviendo a centrarse en lo que remarcaba en el comentario sobre “El retorno del Jedi”:  un enfoque infantil, abundancia de personajes susceptibles de generar juguetes y figuritas (¿alguien ha mentado al denostado Jar Jar Binks?) y, sobre todo, una dependencia total de los super computadores de Industrial Light and Magic, generadores no sólo de efectos CGI sino también de fondos, decorados y criaturas:  todo un desparrame cibernético nunca antes desplegado.  Los restantes episodios de esta trilogía de precuelas, “El ataque de los clones” (2002) y “La venganza de los Sith” (2005), si bien fueron creciendo en calidad estrictamente cinematográfica, siguieron en la misma senda de artificiosidad informática, razón por la cual sus admiradores y detractores empatan en fanatismo y vehemencia.  El 30 de octubre de 2012, la historia de la Galaxia más famosa del celuloide dio un vuelco monumental cuando la todopoderosa Walt Disney Productions compró a George Lucas su compañía Lucasfilm Ltd., matriz tanto de “Star wars” como de “Indiana Jones”.  Pocos días después, Disney anunciaba la realización de una nueva trilogía que, esta vez sí, transcurriría después de “El retorno del Jedi” y para la que se pretendía contar con los actores originales Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher, quienes de alguna manera cederían el testigo a intérpretes lógicamente más jóvenes.  El televisivo J.J. Abrams (“Perdidos”), que había sabido revitalizar con éxito otro mito de la ciencia ficción del siglo XX, “Star Trek”, fue elegido para realizar la primera de las tres nuevas entregas que, con el prometedor título de “El despertar de la Fuerza”, se estrenó el 18 de Diciembre de 2015.  El resultado matemático y tangible fue un éxito comercial inusitado e incontestable, mientras que, en el terreno estrictamente cinematográfico, la división de opiniones era inesperadamente virulenta.

Los cinéfilos de mi generación (y por ende, los de las generaciones posteriores) prácticamente nos hemos criado con Darth Vader, Luke Skywalker, Han Solo y compañía, bebiendo de las aguas fantásticas de la fuente lucasiana para aplacar una sed de aventura que nunca se ha saciado del todo.  Creo sinceramente que el amor y veneración que todos sentimos por los conceptos y personajes creados por el Tío George cegaron las mentes de millones de espectadores, privándoles de la capacidad de realizar un análisis crítico y objetivo de una película que, por explicarlo de un modo sencillo y directo, tenía de original lo que yo de ingeniero aeronáutico.  Porque “El despertar de la Fuerza” copiaba tan a conciencia conceptos, idiosincrasia de personajes, escenarios, vestuario y situaciones de “La guerra de las galaxias” que, para muchos (entre los que me incluyo), más que una continuación resultó ser un remake encubierto.  El nuevo Episodio de la franquicia, “Los últimos Jedi”, tenía ante sí una oportunidad de oro para afianzarse en la descripción de los nuevos personajes y presentar ideas novedosas, o bien para continuar removiendo los lodos del pasado.  Lamentablemente, el director y guionista Rian Johnson ha optado cómoda y descaradamente por la segunda y más fácil opción.

“Los últimos Jedi” arranca, como no podía ser de otra manera, en la inmensidad del espacio, donde la avanzadilla de la flota de la Primera Orden se tropieza con el caza pilotado por el audaz piloto rebelde Poe Dameron (Oscar Isaac).  El tono humorístico de esta primera escena es simplemente desconcertante:  no me hubiera extrañado ver a Miguel Gila o Chiquito de la Calzada como co-autores del argumento.  Enseguida comienza el carrusel de autorreferencias.  Aunque esta vez los malos no han reconstruído, para variar, una enésima Estrella de la Muerte, el ataque de los X-Wings por entre un laberinto de troneras y trincheras recuerda poderosamente al desenlace del Episodio IV (imitado en el VI y, obviamente, en el VII); por Dios, ¡si hasta uno de los pilotos se parece sospechosamente al gordito Porkins!  Entretanto, en el planeta Ahch-To, la joven Rey (Daisy Ridley) le entrega su vieja espada de luz a un huraño Luke Skywalker (nuevamente Mark Hamill)…  ¡y éste la arroja por encima del hombro, despectivo!   Toda esa parte que narra el entrenamiento de Rey está calcada indisimuladamente del adiestramiento de Luke por parte de Yoda en el Episodio V, asumiendo el hermano de Leia el papel de maestro cínico y huraño.  Por no faltar, no falta ni un divertido cameo por parte del mismísimo Yoda, divertido por lo mal hecho que está dicho personaje, con un aspecto de marioneta cutre que tira de espaldas y hace que el animatronic original de 1980 parezca una revolución tecnológica insuperable.  A todo ésto, Huckleberry Finn, o sea Finn a secas (John Boyega), se hace amigo del alma de una mecánica de rasgos orientales (Rose Tico:  Kelly Marie Tran), que a partir de ese momento se le pega como si fuese una verdadera lapa.  Lo siento, pero ese personaje me parece el nuevo Jar Jar Binks:  repelente, insoportable, parece no tener otra función que la de robarle protagonismo a Finn, quien ciertamente se merece más minutos y más desarrollo.  Por otra parte, el narizotas favorito de todos, Kylo Ren (Adam Driver), se ha acordado de que, al final de “El Imperio contraataca”, su abuelo Darth Vader encontraba la forma de hablar a distancia con cierto aspirante a Jedi, de modo que él hace lo propio con Rey, a la que logra atraer hasta la nave comandante de la Primera Orden, donde deberá entrevistarse con el Emp…, o sea, con el Líder Supremo Snoke.  Es esta secuencia lo mejor de toda la película y, posiblemente, una de las mejores de toda la saga:  el audaz contraste de rojos y negros visualizado por Rian Johnson es una verdadera maravilla estética digna de mi más ferviente aplauso.  Pero, si bien la fotografía es ciertamente de alucine, el devenir de la historia se me antoja una estupidez histórica:  crean un personaje siniestro y poderoso como Snoke, articulan en torno a él todo un hype alimentado por las especulaciones enfervorizadas de los fans…  y se lo quitan de encima a las primeras de cambio, dejándonos a todos (y sobre todo a él) a medias.  En cuanto a Leia (Carrie Fisher), dicen que la llorada actriz se ha agitado cabreadísima en su tumba cuando ha visto desde el Más Allá ese ridículo y desternillante momento en el que su Princesa surca los espacios siderales parodiando a la Estatua de la Libertad de “La Loca historia de las Galaxias” (“Spaceballs”) de Mel Brooks, que a su vez parodiaba sin pudor a la franquicia que nos ocupa.  Se ve que Rian Johnson dudaba de que Leia pudiera suscitar por sí misma el interés de la audiencia, ya que se ha sacado de la manga a un personaje sospechosamente similar, la Vicealmirante Holdo (Laura Dern), que, a pesar de estar ataviada con unos ropajes que invitan a la carcajada, acomete las acciones que uno asociaría con el carácter aguerrido e impulsivo de la antigua Senadora Organa.  A todo ésto, tal vez pretendiendo acallar los rumores de que entre Poe y Finn podría haber algo más que una viril amistad, al primero le convierten en objeto de deseo platónico de Leia y Holdo, y al segundo le mandan junto a Rose (supongo que para forzar una imposible historia de amor) a un remoto planeta calcadito a Montecarlo, Canto Bight, donde hay un casino (cuánto cansino ir y venir a la cantina de Mos Eisley) repleto de seres estrambóticos marca de la casa y en el que conocerán a un taimado jugador de dudosa moralidad (DJ:  Benicio del Toro), que sería capaz de vender a cualquiera al Imp… a la Primera Orden, con tal de asegurar su supervivencia (¿os he oído citar el nombre de Lando Calrissian?)…

En fin, me he cansado de enumerar las incontables e innumerables referencias y autorreferencias (¿alguien más se dio cuenta de que hasta tiene una aparición especial el mítico condensador de fluzo de “Regreso al futuro”?) que pueden descubrirse en el guión de “Los últimos Jedi”, una película que, si bien está “condenada” a recaudar unos generosos dividendos en taquilla, o mucho me equivoco o no va a acercarse a los récords históricos que sí logró “El despertar de la Fuerza”.  Porque ni siquiera los fans más acérrimos pueden permanecer cegados eternamente, y hasta los más necesitados han de darse cuenta de que esta nueva trilogía no es sino más, mucho más de lo mismo, con más medios pero con menos imaginación…  ninguna imaginación.  Y creedme que, cada vez que leo que algún crítico afirma que esta octava entrega es la mejor de la saga, me lo imagino escribiendo tal disparate en la piscina de un lujoso hotel pagado con un cuantioso cheque de Walt Disney Productions, pues si no, una chorrada semejante no sería entendible.  Que sí, que queremos (yo el primero) más “Star Wars”, pero no así, no de este modo:  se necesitan nuevas historias, nuevos personajes, nuevas galaxias, no un viaje interminable al interior de un ombligo que, por mucho que nos haya fascinado, tiene urgentemente que renovarse o morir.

Luis Campoy

Lo mejor:  la puesta en escena, con alguno de los momentos visualmente más hermosos e impactantes de toda la saga
Lo peor.  Los nuevos personajes (con especial mención a la insoportable Rose Tico);  el interminable aluvión de referencias al pasado de la saga, un autoplagio que ya cansa,  los golpes de humor absurdo que te sacan de la trama
El cruce:  todos los episodios anteriores mezclados, agitados y batidos

Calificación:  6,5 (sobre 10)

lunes, 11 de diciembre de 2017

Píldoras de cine (Diciembre 2017)

Ya hemos consumido once días del último mes del año, y donde quiera que poso la vista, todo me recuerda que la Navidad es un hecho consumado.  Hace ya casi un mes que los turrones afloraron en las estanterías de Mercadona y, a partir de ese momento, ya puede oficializarse que el adviento ha hecho acto de presencia.  Sin más dilación, os dejo con las primeras Píldoras de Cine de este Diciembre, que ya huele a turrón y mazapán…

PERFECTOS DESCONOCIDOS
Alex de la Iglesia suele adolecer de un problema reiterativo:  es un gran narrador visual, pero a menudo lo que narra se le va de las manos ostensiblemente.  La fuerza de sus planos y el brío de su montaje se estrellan contra una historia con una tendencia desmesurada a la grandilocuencia.  La reciente “El bar” fue un claro ejemplo de todo ello, y ya me temía que “Perfectos desconocidos” iba a padecer la misma “enfermedad” congénita;  por fortuna, me equivocaba.  Siguiendo el esquema argumental de la italiana “Perfetti Sconosciuti”, dirigida en 2016 por Paolo Genovese, De la Iglesia nos presenta un peligroso juego en el que, durante una cena de amigos, todos los teléfonos móviles deben quedar encima de la mesa, y cualquier mensaje o llamada debe ser leído o escuchada en público.  El film arranca como comedia costumbrista, y poco a poco va derivando hacia un thriller psicológico con algunos toques de terror.  Lo mejor:  el increíble aprovechamiento del decorado, merced a una planificación magistral, y sobre todo las actuaciones de Belén Rueda, Eduard Fernández y Ernesto Alterio.  Lo peor:  la evidente desgana de Eduardo Noriega, y ese final de lo más ridículo que a punto está de echar por tierra todas las virtudes de la trama (y menos mal que, justamente y como su nombre indica, acontece al final…).
Calificación:  8 (sobre 10)


WONDER
Habitualmente, los que nos dedicamos a escribir sobre cine tendemos a valorar la forma por encima del fondo, a dedicar más énfasis a la técnica o la puesta en escena que a la historia desnuda, a ponderar el cuerpo olvidándonos del alma.  Durante las casi dos horas que se prolonga el metraje de la preciosa “Wonder”, su director Stephen Chbosky y su creadora literaria RJ Palacio consiguieron hacerme olvidar que estaba presenciando una película, sino que realmente me sentí inmerso en la historia del pequeño August, cuya deformidad facial es sólo la excusa para que unos personajes admirablemente descritos nos transmitan sus pequeñas vicisitudes, sus grandes alegrías y sufrimientos.  Todo ello explicado con un encantador tono optimista que hace creíble su necesario mensaje de tolerancia, respeto y superación.  No ganará el Oscar, pero pienso que películas como “Wonder” deberían ser vistas obligatoriamente en colegios e institutos:  sin duda, en el mundo acabaría habiendo más amor y menos dolor.
Calificación:  8,5 (sobre 10)


COCO
He dejado para el final de este artículo el comentario sobre esta maravilla de animación realizada por Pixar Animation Studios, empresa adquirida hace unos años por Walt Disney Pictures.  “Coco” es una incursión inmersiva en la cultura y folklore mexicanos, un canto de amor a las tradiciones del país de la ranchera y el mariachi.  También es un alegato en favor de la familia y, en última instancia, otra demostración más de la necesidad de ser comprensivos y tolerantes para con el diferente.  Miguel es el miembro más joven de una familia de zapateros, pero el gen musical dormido en su familia durante generaciones, se le despierta de manera irresistible y acaba dando con sus huesos en la Tierra de los Muertos, donde deberá encontrar al mejor cantante de todos los tiempos.  La extraordinaria animación (marca de la casa), el colorido, la ambientación, el sonido y las preciosas canciones se confabulan para lograr que el espectador experimente, una detrás de otra, todas las emociones posibles y las disfrute con infantil gozo.  Un verdadero regalo para los sentidos, que ninguno deberíamos rehúsar.  Lo mejor:  los divertidos cameos de Frida Kahlo, Cantinflas, Jorge Negrete, Pedro Infante, Chavela Vargas, Santo el Enmascarado de Plata…  Lo peor:  que incluso algo tan bonito tenga que tener un final.

Calificación:  9 (sobre 10)

jueves, 30 de noviembre de 2017

Píldoras de Cine: Noviembre 2017 (y II)

Último día de Noviembre…  Se nos extingue el penúltimo mes del año, se nos va el buen tiempo, ojalá que se termine la sequía…  Todo se acaba, menos nuestra creciente pasión por el Séptimo Arte.  Pero si acaso incluso sentís vacilar esa tan loable afición, para ayudaros a recuperarla, aquí tenéis nuestras infalibles ¡¡PÍLDORAS DE CINE!!

LA LIBRERÍA
La película más británica en mucho tiempo no la ha dirigido un británico… sino una española (sí, española, ¿qué pasa?): Isabel Coixet.  Basándose en una novela de Penelope Fitzgerald, la realizadora de “Cosas que nunca te dije” nos cuenta la historia de una mujer decidida y emprendedora que desea transmitir su amor por los libros a los habitantes de un pequeño pueblo inglés de los años 50.  Con un precioso diseño de producción, vestuario a la mode y una puesta en escena exquisita, “La librería” se beneficia de un estupendo reparto en el que destacan Emily Mortimer, Patricia Clarkson (quien repite con Coixet tras “Aprendiendo a conducir”) y un entrañable Bill Nighy.  En una época en la que la polémica la aseguraba “Lolita” de Nabokov y la fantasía tenía como exponente a “Fahrenheit 451” de Bradbury, todavía imperaban el caciquismo y la falsa moral, ante los cuales la auténtica cultura necesitaba encontrar sus propias vías de supervivencia.  Una hermosa película, plena de virtudes, a la que tan sólo le reprocharía un poquito de frialdad, aun asumiendo que la trama, los personajes y el enclave sociológico así lo requerían.
Calificación:  8 (sobre 10)

ORO
Todavía recuerdo el cinéfilo sopor que me invadió mientras veía “El Dorado” de Carlos Saura allá por 1988.  Casi 30 años después y atemorizado por tener que enfrentarme de nuevo a una historia similar, cuál no sería mi sorpresa cuando “Oro” de Agustín Díaz Yanes se desenvolvió ante mis ojos a un ritmo frenético, tan frenético que, bueno, la segunda mitad está narrada tan atropelladamente que cuesta asimilarla.  Con el respaldo de un texto inédito del cartagenero Arturo Pérez Reverte, “Oro” da la razón a quienes piensan que los españoles del siglo XV y siguientes no descubrieron América…  sino que la expoliaron.  Con todo, y a pesar de que los protagonistas parecen tener por corazones auténticas cajas registradoras, la briosa dirección de Yanes y un montaje trepidante permiten a su inconmensurable reparto lucirse a su antojo.  Raúl Arévalo, José Coronado, Oscar Jaenada, Barbara Lennie, José Manuel Cervino, Antonio Dechent, Juan Diego, Luis Callejo, Andrés Gertrudix... ¡no sabría decir cuál está mejor!  El brillo de tan descomunal elenco, a fe mía que, con sus áureos reflejos, empaña sobremanera las carencias del resto del film…
Calificación:  7 (sobre 10)

NIEVE NEGRA
Posiblemente, los actores argentinos más conocidos sean Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Federico Luppi (este último, tristemente fallecido hace apenas unos días).  Los tres aparecen en “Nieve negra”, coproducción hispano-argentina que ha escrito y dirigido Martín Hodara y que transcurre en remotos y nevados paisajes de la Patagonia (aunque en realidad se rodó parcialmente en Andorra).  Sbaraglia es quien carga sobre sus hombros el mayor peso de la función, representando a un hombre torturado por viejos fantasmas que debe enfrentarse con su hosco y virulento hermano (Darín).  Mentira, incesto, locura y asesinato son los ingredientes de un drama sin concesiones cuyos diálogos deben ser estupendos… si bien los que pronuncia Darín suenan tan ininteligibles que casi hay que imaginárselos.  Da un poco de pena que un actorazo como éste, dotado además de esa voz baritonal tan característica, no se esfuerce apenas un poquito en vocalizar más.

Calificación:  7,5 (sobre 10)

lunes, 27 de noviembre de 2017

Cine actualidad/ “ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS”

Los doce trabajos de Hércules

Prueba de que la originalidad, la creatividad y la innovación son valores que lamentablemente cotizan a la baja, es la incesante cascada de remakes, secuelas y reboots que inunda nuestras pantallas cada año.  En general, no estoy en contra, por principio, de la realización de una nueva versión de una película, siempre y cuando sirva para algo.  Es decir, ¿para qué copiar algo si no es para mejorarlo o enriquecerlo de alguna manera?  No olvidemos que nuestra amada “Ben-Hur” de 1959 versionaba un film anterior de 1925, o que “Los siete magníficos” (1960) no era sino una actualización en clave de western de “Los siete samuráis” (1954), y seguramente en su momento fueron también muchos los que se rasgaron las vestiduras reclamando mayor inventiva a los cineastas de la época.

Por lo que respecta a “Asesinato en el Orient Express”, la estupenda novela policiaca de Agatha Christie publicada en enero de 1934, fue llevada al cine exactamente 40 años después por el insigne Sidney Lumet, quien logró una adaptación prácticamente insuperable gracias a su fina ironía, sus decorados y, sobre todo, a su magnífico e inigualable reparto encabezado por Albert Finney, que apenas tenía 38 años pero se las ingenió para componer el mejor Hércules Poirot de la historia del Cine…

El lujoso Orient Express, el tren de pasajeros más famoso del mundo, parte de Estambul con destino a París.  En el lujoso vagón de Calais viajan 14 pasajeros, incluyendo al famoso detective belga Hercules Poirot, quien se ha incorporado a la singladura a última hora.  Durante la segunda noche del trayecto y justo cuando el convoy se halla detenido a causa de una tormenta de nieve, uno de los viajeros resulta asesinado.  Poirot se ocupará, cómo no, de la investigación, partiendo de la base de que lo más lógico es que el asesino sea uno de los pasajeros y, por tanto, aún continúe a bordo del tren…

Han pasado 28 años desde que el famoso actor shakespeariano Kenneth Branagh debutase como director de largometrajes con “Enrique V” (1989).  Desde entonces, ha dirigido 16 películas (y actuado también en casi todas), en las cuales ha ido ampliando sus miras, desde la teatralidad de los inicios hasta la clara comercialidad de esta última etapa.  “Asesinato en el Orient Express” ha sido un encargo de Twentieth Century Fox, que ha confiado en él gracias a su considerable éxito con “La Cenicienta” de Disney, merced a lo cual Branagh ha dispuesto de un presupuesto generoso y la posibilidad de reunir un casting como mínimo envidiable.  Con todo, es precisamente en el reparto donde hallamos el primer hándicap insalvable al que Branagh se enfrenta...

Dicen que las comparaciones son odiosas, y en casos como el de esta película, esta máxima se antoja tan certera como inmisericorde.  Porque, por muy populares que sean algunos de los actores que Branagh ha logrado aglutinar, si los comparamos con sus precedentes de 1974, el balance oscila entre lo sonrojante y lo nefasto.  El pirata Johnny Depp no hace olvidar ni por un segundo al mítico Richard Widmark.  La española Penélope Cruz asume un rol equivalente al que hiciese nada menos que Ingrid Bergman (y que además le valió un Oscar), y en el mismo pecado lleva la penitencia.  Josh Gad recupera el personaje de Anthony Perkins (sin comentarios), Daisy Ridley (Rey en la nueva trilogía de “Star Wars”) sigue los pasos de Vanessa Redgrave y Leslie Odom Jr. da risa pretendiendo calzarse los zapatos de Sean Connery.  Las otras comparativas no obtienen mejores resultados, sino que resultan aún más decepcionantes:  Serguei Polunin / Michael York;  Lucy Boynton / Jacqueline Bisset;  Tom Bateman / Martin Balsam;  Marwan Kenzari / Jean Pierre Cassel;  es decir, los que en su momento eran estrellas han sido reemplazados por ilustres desconocidos.  Tan sólo en unos pocos casos, el intérprete actual se aproxima o incluso supera al que le precedió hace 43 años, si bien se trata de los personajes menos significativos:  Judi Dench / Wendy Hiller o Willem Dafoe / Colin Blakely.  Michelle Pfeiffer se revela una digna sucesora de Lauren Bacall, mientras que el propio Kenneth Branagh se reserva el personaje bombón de un Hercules Poirot demasiado atlético, caracterizado con un bigotón innecesariamente ridículo que le resta credibilidad.

He empezado por las deficiencias actorales, pero no deja de ser cierto que la nueva “Asesinato en el Orient Express” pierde por goleada en otros terrenos menos evidentes.  Queriendo alejarse de la escrupulosa fidelidad al texto original del guión de Paul Dehn, el libreto actual de Michael Green introduce un prólogo rocambolesco, cambia sin ton ni son el nombre, la raza, la nacionalidad o el parentesco de varios personajes, añade parrafadas casi metafísicas  a costa de mutilar diálogos explicativos y confiere a Poirot un pasado romántico que prefiero no calificar.  El momento en que se visualiza la reconstrucción del asesinato carece de toda fuerza dramática, y las deducciones de Poirot parecen recitadas de memoria, carentes de la espontaneidad deductiva que deberían poseer.

¿Cuál era el objeto de esta nueva versión de una película si no magistral, sí lo bastante correcta como para continuar resistiendo incólume el paso del tiempo?  Se supone que lo que se pretendía era modernizarla, hacerla atractiva para las nuevas generaciones, aquéllas para quienes un secundario del musical “Hamilton” puede equipararse al mejor James Bond de todos los tiempos.  Pero Branagh también se equivoca aquí, abusando del CGI en la visualización de un tren fotografiado de modos a veces tan inverosímiles que me hicieron pensar que “Polar Express” de Robert Zemeckis era, comparativamente, bastante más realista.  Se nota demasiado la estéril pretensión de insuflar a toda costa más espectacularidad donde bastaba con que hubiese más calidad.  Lo dicho, ¿para qué mancillar un clásico si no es para mejorarlo de alguna recóndita manera?  Todavía no consigo dar con la puñetera respuesta…

Luis Campoy

Lo mejor:  el diseño de producción, la música, la fotografía
Lo peor:  el muy deprimente balance de la comparativa entre la versión antigua y la moderna
El cruce:  “Asesinato en el Orient Express” (1974) + “Polar Express”

Calificación:  6,5 (sobre 10)

jueves, 23 de noviembre de 2017

Cine actualidad/ “LIGA DE LA JUSTICIA”

Los Vengadores de DC

Todavía hoy, casi 40 años después, “Superman” de Richard Donner (1978) continúa siendo mi película de superhéroes favorita.  Para mí, el film protagonizado por el lloradísimo Christopher Reeve reunía todos los ingredientes básicos que cualquier adaptación de un comic superheroico debe poseer:  aventura, acción, un poco de humor, algo de drama, un héroe motivador y convincente, un villano a la altura, un guión competente, un diseño de producción solvente y unos efectos especiales espectaculares.  Con el paso del tiempo, muchas han sido las veces en que los personajes de historieta se han asomado a las pantallas, destacando por encima del resto las que han tenido detrás a las dos grandes editoriales norteamericanas:  Marvel y DC.  La primera de ellas se ha caracterizado por una cierta ligereza en sus propuestas y el elevado aporte de comedia, mientras que la segunda había emprendido un camino bien diferenciado en el que la solemnidad, el realismo y el drama adquirían mayor trascendencia… hasta ahora.

Mientras que todas las producciones de Marvel han contado siempre con el beneplácito del público y han constituído, en mayor o menor medida, apreciables éxitos de taquilla, los títulos presentados por DC han corrido una suerte más bien dispar, sobre todo desde la finalización de la trilogía de Batman realizada por Christopher Nolan.  Desde aquel ya lejano 2012, las películas que ha producido Warner Bros. basándose en los personajes de Detective Comics no han logrado, con la excepción de “Wonder Woman”, responder a las expectativas creadas, y sus recaudaciones han decepcionado a propios y extraños.  Tal vez para tratar de revertir la situación, el drama familiar sufrido por el director Bryan Singer ha servido de excusa para que los ejecutivos de Warner contrataran a un artesano auxiliar, Joss Whedon, con claras instrucciones de agilizar el tono sombrío que, como ha quedado dicho, había sido la marca de la casa hasta el momento.  Singer había dirigido tanto “El hombre de acero” como la muy criticada “Batman V Superman” y había completado el rodaje de “La Liga de la Justicia” (permitidme que ponga un “La” que el título español ha obviado), pero el fallecimiento de su hija le obligó a abandonar la posproducción, momento que Warner ha aprovechado para entregarle las riendas del proyecto a Whedon, quien fuera autor de la más lograda producción de Marvel, “Los Vengadores”.  Con plena libertad de movimientos, el creador de “Buffy, la Cazavampiros” ha vuelto a rodar media película, ha aligerado el metraje previsto y, sobre todo, ha inyectado numerosas y reconocibles dosis de humor, impensables hasta ahora en las películas de la marca.

Continuación directa de “Batman V Superman” (cuyo subtítulo ya era “El amanecer de la Justicia”), “Liga de la Justicia” arranca justo tras el final de aquélla, con Superman muerto y enterrado y Batman y Wonder Woman tratando de formar un equipo con nuevos super héroes que ayuden a llenar el inmenso vacío dejado por el Hombre de Acero.  Aquaman, Flash y Cyborg serán los elegidos, y los cinco deberán enfrentarse al temible (es un decir) Steppenwolf, empeñado (¿cómo no?) en conquistar el mundo para remodelarlo a su antojo….

Coincidiendo en el tiempo con el estreno de “Thor: Ragnarok”, en la que también el humor y la irreverencia campan a sus anchas, Joss Whedon nos presenta la más marveliana de las producciones de DC.  La parte buena es que hay mucha más acción y los diálogos chispeantes proliferan por doquier, y la mala que, aunque Whedon fue contratado para replicar sus celebrados “Vengadores”, a la que más se parece “Liga de la Justicia” es a la segunda parte de aquélla, “Vengadores: La Era de Ultrón”.  Toda la escenas que aquí transcurren en Rusia recuerdan sospechosamente a la Sokovia ultroniana, desde los patrones de conducta de los personajes autóctonos hasta la paleta de color empleada.  Asímismo, y ésto es algo que cada vez me está saturando y rayando más, el inacabable despliegue de efectos visuales digitales acaba por cansar, pues le resta al conjunto cualquier mínima credibilidad.  Las escenas de acción resultan repetitivas y adocenadas, y me hicieron pensar en el tópico combate final de “Wonder Woman”, lo más flojo de una película muy estimable.

Los reshoots o escenas vueltas a filmar por Joss Whedon sólo son apreciables si te fijas con mucha atención (más allá de los apuntes cómicos referidos), pero los retoques del rostro de Ben “Batman” Affleck sí cantan bastante, ya que el presumido actor (45 años) se había sometido a un tratamiento de botox al acabar el rodaje principal, de modo que en la misma secuencia podemos verle, en planos alternativos, o con su chulería habitual o con una inexpresividad aún más acentuada;  nuevamente, el cirujano plástico mató a la estrella de la pantalla.  ***AHORA, SPOILER***  Asímismo, el resucitado Superman de Henry Cavill también resulta un poco “extraño” en algunos momentos, y ello se debe a que, cuando fue requerido para volver a filmar, el intérprete estaba inmerso en el rodaje de la nueva entrega de “Mission: Impossible” y no se le permitió afeitarse el enorme bigote natural que se había dejado crecer, por lo cual, una vez más, los “magos” de la informática tuvieron trabajo extra realizándole un afeitado digital.  La dependencia que el cine actual ha ido adquiriendo con respecto a los ordenadores me resulta más triste cada vez.  ***FIN SPOILER***

“Liga de la justica” no aburre (estaría bueno, durando “apenas” dos horas), pero tampoco es el gran film que la reunión de los más grandes héroes de DC se merecía.  Descompensado entre las escenas grandilocuentes realizadas por Zack Snyder y el exceso de humor desmitificador insuflado por Joss Whedon, cuenta con unos personajes muy carismáticos sobre el papel, pero que en la pantalla resultan más bien desaprovechados.  Batman a veces parece una parodia de sí mismo, Aquaman nunca llega a demostrar su verdadero potencial, Flash (la gran sorpresa del film) no deja de ser el alivio cómico y poco más y Cyborg adolece de una total falta de carisma.  Sólo la hermosa Wonder Woman y ***SPOILER*** el estupendo Superman que ha acabado encarnando Cavill ***FIN SPOILER*** merecen realmente la pena, aunque resulta triste que tanto despliegue de superpoderes tenga enfrente a uno de los villanos más ridículos y peor representados que se recuerdan.  Definitivamente, y aun a pesar de haber compartido director, “Los Vengadores” de Marvel continúan siendo inalcanzables para los “Justicieros” de DC.

Luis Campoy

Lo mejor:  Algunos chistes de Flash;  la clase y belleza de Gal Gadot;  la recuperación de algunas notas de los temas musicales originales de Batman y Superman;  ***SPOILER*** el regreso del Hombre de Acero
Lo peor:  el tontorrón y pixelado villano;  la (innecesaria) cirugía plástica de Ben Affleck
El cruce:  “Batman V Superman” + “Vengadores:  La Era de Ultrón” + “Batman” de Tim Burton

Calificación:  6,5 (sobre 10)

lunes, 13 de noviembre de 2017

PÍLDORAS DE CINE (Noviembre 2017)

Noviembre, el mes de las violetas de Cecilia y de la lluvia de los Guns ‘n’ Roses…  Los cielos se humedecen (en algunas zonas) y las castañeras comienzan a dejarse ver.  Pocas cosas pueden apetecer más que disfrutar una buena película en una buena sala y, para antes o para después, nada mejor que automedicarse con unas infalibles…  ¡¡PÍLDORAS DE CINE!!

MUSA
Este año, los dos co-directores de “REC” nos han presentado sendas películas por separado.  Vistas las dos, hay que reconocer que a Paco Plaza le ha ido mucho mejor con “Verónica” que a Jaume Balagueró con “Musa”.  Balagueró ha adaptado una novela, “La dama número 13” de José Carlos Somoza, para narrar una historia en la que la acción se traslada a una húmeda Irlanda bellamente fotografiada por Pablo Rosso.  La magnífica puesta en escena no consigue obviar las deficiencias de un guión plagado de tópicos que en algún que otro momento trascienden las fronteras del ridículo (esas “diabólicas” musas ataviadas de manola cuyo cuartel general se ubica en un grasiento bareto de carretera…).  El reparto, de lo más ecléctico, lo lidera el británico Elliot Cowan, al que acompañan gente tan dispar como Ana Ularu, Franka Potente, Manuela Vellés, Leonor Watling, una recuperada Joanne Whalley o el mismísimo Doc Brown de “Regreso al futuro”, Christopher Lloyd, por cierto, desaprovechadísimo.  Es un chiste fácil, pero me temo que a Balagueró le han abandonado las musas esta vez…
Calificación:  6,5 (sobre 10)


FELIZ DÍA DE TU MUERTE”
¿Qué pasa cuando ponemos en una coctelera “Scream”, “Atrapado en el tiempo” y “Clueless (Fuera de onda)” y batimos bien la mezcla?  Pues que sale un producto tan divertido y estimulante como este “Feliz día de tu muerte” que ha dirigido Christopher Landon, hijo del llorado e inolvidable Michael Landon.  En un registro muy distinto de aquellas moralinas que hicieron famoso a su padre, Landon nos cuenta la historia de una joven universitaria condenada a revivir una y otra vez el día en que es asesinada.  Si bien me esperaba una puesta en escena algo más vigorosa o incluso un poco más de truculencia, lo cierto es que la película garantiza un buen/mal rato en el que el terror y el humor se suceden con mucha habilidad.  Lo mejor:  la protagonista, una excelente Jessica Rothe a la que habrá que seguirle la pista muy de cerca.
Calificación:  8 (sobre 10)


ENGANCHADOS A LA MUERTE
En 1990, el hoy defenestrado Joel Schumacher dirigió “Línea mortal”, una película sobre estudiantes que coqueteaban con cruzar durante unos minutos el umbral de la muerte y luego regresar para contrastar sus experiencias.  De aquel film poco o nada se recuerda (como mucho, la anécdota de que todos los jóvenes protagonistas se despelotaban de cintura para arriba…  a excepción de una rutilante Julia Roberts recién salida de “Pretty Woman”), de modo que pocos espectadores se han dado cuenta de que la recién estrenada “Enganchados a la muerte” comparte título original (“Flatliners”) con aquella, aunque nadie tiene claro si se trata de un remake, una secuela, un reboot o las tres cosas a la vez.  El único nexo en común sería la presencia de un ya maduro Kiefer Sutherland, cuyo personaje en “Enganchados a la muerte” no sería el mismo, en teoría, que el que interpretara en “Línea mortal”.  Los nuevos protagonistas son Ellen Page, Diego Luna y Nina Dobrev, y sus desventuras resultan tan intrascendentes que nada nos importa si viven, mueren o se van a Bélgica de vacaciones.  Dirige el danés Niels Arden Oplev (el mismo de la trilogía original de “Millennium”) y lo único destacable son esos tres o cuatro sustos que hacen que los espíritus sensibles demos un aterrorizado respingo en la butaca.

Calificación:  6 (sobre 10)

lunes, 30 de octubre de 2017

Cine actualidad/ “THOR: RAGNAROK”

El Dios de la sonrisa

Cuando éramos críos, mi superhéroe favorito siempre fue, como he contado muchas veces, el amistoso vecino Spiderman.  Era otro amigo, Alfonso, alias “Dake” quien tenía predilección por el rubio y espigado Dios del Trueno de Marvel, el poderoso Thor.  Creado por Stan Lee, Larry Lieber y Jack Kirby en 1962, el personaje bebía de las fuentes de la mitología nórdica pero no alcanzó su punto álgido hasta que en 1983 el escritor y dibujante Walt Simonson se hizo con las riendas de la colección.  En el ámbito cinematográfico, Thor obtuvo el protagonismo de una película en 2011, como paso previo a su incorporación en el universo de “Los Vengadores”, en la que compartiría estrellato con Iron Man, el capitán América, Hulk, la Viuda Negra y Ojo de Halcón.  En sus dos primeras incursiones en solitario, la citada “Thor” y su secuela, “El mundo oscuro” (2013), sus respectivos directores, Kenneth Branagh y Alan Taylor, se empeñaron en otorgarle una solemnidad y grandilocuencia que, tal vez, sobre el papel, parecían buenos aditamentos.  Sin embargo, el resultado en ambas ocasiones fue más bien tedioso y deficitario, razón por la que los dirigentes de Marvel optaron por contratar a un realizador de talante radicalmente distinto, de cara a la elaboración de una tercera entrega.  El elegido ha sido el neozelandés Taika Waititi, conocido por “Lo que hacemos en las sombras” y que posée un talante en principio muy poco adecuado para desarrollar una historia protagonizada por Thor…

Tras los sucesos narrados en “Vengadores 2:  La Era de Ultrón”, el Dios del Trueno viaja a su mítico reino de Asgard ya que ha tenido una premonición de que la llegada del Ragnarok (la guerra del fin del mundo) está próxima.  En su ausencia, su hermanastro Loki ha suplantado a su padre Odín, el rey de los dioses, pero las cosas se van a poner realmente fastidiadas con la llegada de Hela, la malvada Diosa de la muerte…

Desde el principio de “Thor:  Ragnarok” queda patente que la seriedad y asepsia de las dos películas anteriores ya era cosa del pasado.  La principal aportación de Taika Waititi radica en el tono que imprime a la historia, tanto a nivel temático como estético.  Nunca antes habíamos vislumbrado a Thor, Loki y el increíble Hulk tan divertidos, ocurrentes y “cachondos”, lo cual no desentona en una historia en la que el humor es una pieza clave y fundamental.  Lo que Waititi ha construído es un tebeo marvelita con mayúsculas, el polo opuesto a “Batman V Superman”, por poner un ejemplo.  Una aventura en la que la comedia y la acción se erigen en protagonistas, ambientadas primero en un Asgard menos suntuoso que otras veces y, posteriormente, en un planeta Sakaar lleno de colorines.  Todas las secuencias que se desarrollan en el circo y en torno a éste constituyen el gran acierto del film, no sólo por la claridad con la que se visualizan los combates, sino sobre todo por el acierto de las escenas en las que Thor y Hulk tienen ocasión de hacer las paces charlando y no a tortazos.  El difícil arte del diálogo brilla como pocas veces en este tipo de películas, y de paso permite que los actores Chris Hemsworth y Mark Ruffalo exploren otras facetas interpretativas poco habituales.

“Thor: Ragnarok” es, desde luego, la película más entretenida del Dios del Trueno (no hacía falta mucho para éso), aunque también tengo que decir que, en no pocos momentos, esas concesiones al humor que antes he elogiado se vuelven un poco en su contra, rozando el ridículo con la punta del martillo.  Con todo, he de reconocer que me lo pasé genial, aunque, ¿qué queréis que os diga?, me sigo quedando con “mi” Spiderman de toda la vida que, por cierto, tampoco es el que Marvel nos ha presentado últimamente en la reciente “Homecoming”.

Luis Campoy

Lo mejor:  el sentido del humor y la aventura, los excelentes diálogos;  la aparición del Doctor Extraño
Lo peor:  el desperdicio de grandes actores como Karl Urban o Idris Elba

El cruce:  “Thor” + “Guardianes de la galaxia”
Calificación:  7,5 (sobre 10)

martes, 24 de octubre de 2017

Píldoras de cine (Octubre 2017)

Ya metidos en un otoño obstinado en aferrarse a su pasado reciente, y mientras que, allá arriba, el comportamiento de los unos pugna por ser más irresponsable que el de los otros, alguien se preguntará si, con la que está cayendo, no es una frivolidad continuar hablando de cine.  Au contraire, el Séptimo Arte es siempre el antídoto y la cura, y ésta es su mínima (por lo pequeña) expresión:  nuestras Píldoras de Cine.

GEOSTORM
Confieso que era un poco reacio a ver esta película a juzgar por lo tontorrones que eran sus trailers, pero la escasez de estrenos me condujo al cine y, contra todo pronóstico, no me arrepentí en absoluto.  El enésimo film de catástrofes que nos venden desde Yanquilandia mezcla sin pudor “Armageddon”, “El día de mañana” y “2012” (no en vano su director, Dean Devlin, fue guionista de las dos últimas), y el resultado es un blockbuster tan descerebrado como irresistiblemente entretenido.  Personajes arquetípicos, diálogos repletos de frases hechas y situaciones inverosímiles, sí, pero todo ello narrado a un ritmo vertiginoso y sin apenas tiempos muertos, tamizado de un humor blanco y beneficiándose de unos efectos especiales muy aparentes.  Si vas esperando ver un peliculón te llevarás un buen chasco, pero si sólo quieres pasar un buen rato, te sorprenderá.  Gerard Butler, Jim Sturgess, Ed Harris y Andy Garcia aportan su granito de arena a este film que juega en la misma liga que “Fast & Furious” o “Transformers”.
Calificación:  7 (sobre 10)


EL MUÑECO DE NIEVE
Todo lo contrario de lo que me sucedió con “Geostorm” me vino a pasar con “El muñeco de nieve”.  A priori, los mimbres eran excelentes (un buen reparto liderado por mi adorado Michael Fassbender, un director eficaz como Thomas “El Topo” Alfredson y una sólida base literaria como el best-seller de Jo Nesbo), y sin embargo, prácticamente desde el mismo inicio, todo falla:  los actores parecen desganados, la dirección recuerda a la del más cutre telefilm de sobremesa, los personajes de relleno sólo hacen que estorbar y la identidad del asesino resulta evidente hacia la mitad del metraje.  Lástima de ilusiones depositadas en tan decepcionante largometraje.
Calificación:  5,5 (sobre 10)


ANNABELLE CREATION
El enorme éxito de “Expediente Warren” en 2013 propició no sólo una secuela directa (“Expediente Warren 2:  El caso Enfield”), sino varios spin-offs o films derivados.  El primero de ellos, “Annabelle” tenía como protagonista a la muñeca diabólica ya presentada en la primera película de los Warren, y gozó de un triunfo en taquilla bastante incontestable.  La nueva entrega de la franquicia retrocede atrás en el tiempo, para explicarnos el origen de la malvada pepona.  Por fortuna, el consabido despliegue de sustos y subidones de sonido está esta vez muy bien narrado y se toma su tiempo en potenciar la fotografía, la decoración y los vestuarios.  Las películas de terror protagonizadas por niños me dan aún más miedo porque me duele ver sufrir a los pobres inocentes, y confieso que en ésta pasé tan buen/mal rato que no sabía si desear que se prolongase o que se acabase de una vez.  Para amantes del terror, los sustos, las casas encantadas y las posesiones demoníacas.

Calificación:  7,5 (sobre 10)

lunes, 9 de octubre de 2017

Cine actualidad/ “BLADE RUNNER 2049”

Replicando un clásico

Era 1982, el año de “Gandhi”, “La Cosa”, “Acorralado”, “Poltergeist” y, sobre todo, el año de “E.T., El extraterrestre”, que se acabaría convirtiendo en la película más taquillera de la historia del cine (hasta ese momento).  El director de “Alien, el Octavo Pasajero”, Ridley Scott, a quien todavía se le seguía reprochando su pasado publicitario, presentaba en sociedad su nuevo trabajo, titulado “Blade Runner”.  La crítica no fue unánime, pero sus admiradores valoraron en ella su extraordinaria puesta en escena, sustentada en la fotografía, los efectos visuales e incluso el vestuario, así como su argumento que, por un lado, transitaba los caminos de la ciencia ficción más posmoderna y, por otro, actualizaba los tópicos del cine negro, incluyendo una voz en off que convertía al protagonista, Rick Deckard, en un alter ego de Sam Spade o Philip Marlowe.  Treinta y cinco años después y cuando ya “Blade Runner” lleva décadas considerada una obra maestra incontestable del Séptimo Arte, algunos de sus responsables (Ridley Scott, ahora como productor;  el guionista Hampton Fancher;  y el protagonista Harrison Ford) se han reunido para dar luz verde a una continuación que, poco a poco, había ido encandilando a los millones de fans del film original.

Treinta años después de que el agente Deckard desapareciera tras cumplir su misión más arriesgada, los replicantes (androides con apariencia humana, prácticamente indistinguibles) continúan conviviendo con los humanos.  Un nuevo Blade Runner conocido simplemente como K recibe el encargo de investigar la posibilidad de que una replicante hembra lograra quedar embarazada y, por tanto, generar vida propia, y sus pesquisas le pondrán tras la pista del mismísimo Rick Deckard….

Muchas personas opinan que la mera idea de realizar un remake o una secuela de una película considerada “de culto” es, en sí misma, una especie de sacrilegio.  Diríase que piensan que, simplemente por acercarse a la obra original, ésta queda mancillada o adulterada, cuando ésto no es ni mucho menos así.  La mayoría de las nuevas versiones o continuaciones de las grandes obras cinematográficas no llegan a sus predecesoras ni a la suela de los zapatos, pero lo cierto es que el fracaso de la copia no deteriora la calidad del producto primigenio.  En cuanto a “Blade Runner 2049”, no cabe duda de que el reto era especialmente complicado, y prueba de ello es que el mismísimo autor del film de 1982, a pesar de que no ha tenido reparos en dirigir un par de continuaciones (sensiblemente inferiores) de su también celebradísima “Alien”, ha preferido hacerse a un lado y delegar en un nuevo realizador.

El canadiense Denis Villeneuve, que me dejó un tanto confundido con “Prisioneros” pero me impactó con “Sicario” y me maravilló con “La llegada” ha sido el elegido para llevar a la pantalla la esperadísima secuela de “Blade Runner”.  La presencia de Ridley Scott como productor ejecutivo y nuevamente con Hampton Fancher en la escritura del guión aseguraban que el producto resultante iba a mantenerse fiel al espíritu original, como así indudablemente ha sido.  Lo primero que hay que decir es que el aspecto visual de “Blade Runner 2047”, ya entrevisto en sus trailers, es fascinante, alucinante, bellamente sobrecogedor.  La composición de cada plano, la textura y el colorido (atribuíbles al gran Roger Deakins) enlazan en ocasiones  con el magistral trabajo de Jordan Cronenweth, al tiempo que, en otros momentos, se aleja totalmente de él, al ubicar diversas localizaciones en escenarios rurales iluminados con luz supuestamente natural.  Esto, lo reconozco, me descolocó un poco, algo que ya me sucedió en “El caballero oscuro”:  en historias netamente urbanitas y asociadas a la noche y sus neones, la irrupción de secuencias diurnas constituye un (premeditado) punto de ruptura del que me cuesta recuperarme.  Por lo demás, “Blade Runner 2049” establece con “Blade Runner” infinidad de lazos estéticos, musicales y, sobre todo, temáticos.  Los paralelismos son evidentes:  el primer androide al que se nos muestra, en ambas películas, es violento y brutal (en 1982, Leon Kowalski/Brion James, ahora SapperMorton/Dave Bautista;  el creador de los replicantes (anteriormente Eldon Tyrell/Joe Morton, ahora Niander Wallace/Jared Leto) tiene su sede en un edificio decorado e iluminado como si de una iglesia o templo se tratase;  el protagonista se enamora de un ser artificial (primero Rachael/Sean Young, ahora Joi/Ana de Armas);  los replicantes “malvados” lloran mientras ejecutan sus misiones (primero Roy Batty/Rutger Hauer y ahora Luv/Sylvia Hoeks);  el primer creador de replicantes, Tyrell, muere asesinado por Roy cuando éste le hunde los ojos en el cráneo, y el nuevo fabricante, Wallace, es ciego y sus ojos están, por lo tanto, inutilizados);  finalmente, los policías protagonistas de ambos films tienen sueños confusos y no pueden evitar la empatía con los “criminales” que deben retirar.  Naturalmente, la repetición de mecanismos argumentales es algo habitual y consustancial a cualquier secuela, pero tengo la sensación de que “Blade Runner 2049” es una película demasiado buena y válida por sí misma como para estar tan esclavizada al film de 1982, además de que la supeditación a los mismos parámetros hace que algunos momentos resulten un poco fríos, artificiosos.  Algo parecido sucede con la banda sonora compuesta por Hans Zimmer y Benjamin Wallfish, ciertamente estimable pero cuyos acordes y sonoridades son innegablemente deudores del famosísimo score creado por Vangelis.

En absoluto me ha decepcionado “Blade Runner 2049”.  Muy al contrario, me ha parecido un excelente film de ciencia ficción, al que apenas me atrevería a poner unos pocos reparos:  su propia condición de secuela, su (lógica) dependencia de la “Blade Runner” original, le restan algo de valor y se lo otorgan al magistral trabajo de Ridley Scott;  gran parte del relato se centra en la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), pero cuando éste por fin aparece, el personaje carece de relevancia y protagonismo, quedando poco menos que en una excusa argumental;  la duración de la película (163 minutos) me parece a todas luces excesiva, existiendo algunos tiempos muertos y escenas que, menos alargadas, hubiesen resultado sustancialmente mejores.  A pesar de todo, y, aunque no logra situarse al mismo nivel de la “Blade Runner” original (algo lógico y normal, que jamás creí posible), “Blade Runner 2049” es una dignísima continuación, un sensacional producto de ficción científica y, por si no lo había dejado claro, una muy buena película.

Luis Campoy

Lo mejor:  el apartado visual, portentoso, mayúsculo, fascinante
Lo peor:  que una película tan buena dependa tanto de un film anterior;  las casi 3 horas de metraje
El cruce:  “Blade Runner” + “El caballero oscuro”

Calificación:  8,5 (sobre 10)

martes, 3 de octubre de 2017

Cine actualidad/ “LA LLAMADA”

La brújula hacia la felicidad

El otro día, en nuestro grupo cinéfilo de WhatsApp, hablábamos de ”War Horse” (“Caballo de batalla”), una de las últimas películas del insigne Steven Spielberg, y que en su momento fue duramente criticada porque manipulaba descaradamente al espectador, obligándole a sumergirse en un carrusel de sentimientos que el veterano realizador manejaba a su antojo.  Salvando las distancias y eludiendo odiosas comparaciones, mientras veía “La llamada” volví a sentir que viajaba en una especie de tíovivo emocional, quedando mis emociones en manos de un par de hábiles titiriteros que en más de un instante me condujeron a las puertas del llanto…

“La brújula” es un campamento de verano coordinado por monjas, en el que dos jovencitas amantes de la música latina tienen no pocos enfrentamientos con las religiosas, a causa de la rígida moral imperante.  Hasta que un día, una de las díscolas muchachas tiene una extraña visión que le hace replantearse su existencia para siempre….

No todo en la cartelera teatral madrileña es “El Rey León” o la enésima comedieta de Arturo Fernández.  El 2 de mayo de 2013, dos jóvenes autores, Javier Ambrossi y Javier Calvo, ofrecieron en el hall del Teatro Lara de la capital de España la primera representación de “La Llamada”, un musical cuyo libreto habían escrito a cuatro manos y que contaba con canciones compuestas por Alberto Jiménez.  La propuesta gozó desde el principio del favor del público, ya que supo aunar el humor, el optimismo, la tolerancia y las ganas de vivir, al ritmo de unos temas pegadizos entre los cuales también destacaban algunos populares hits de Whitney Houston.  El 18 de octubre de aquel año, la obra se exhibía en el escenario principal de aquel mismo local, donde hoy en día, cuatro años después, aún continúa en cartel.

Evité en lo posible “contaminarme” sabiendo más de la cuenta acerca de “La llamada”, más allá del tráiler que cine y teles vomitaban constantemente.  Una vez en la sala, y desde el mismísimo inicio, me alegré lo indecible de desconocerlo casi todo acerca de aquel delicioso espectáculo.  Porque, efectivamente, lo primero que pensé, cuando todavía podía pensar, era que lo que estaba presenciando era una verdadera delicia.  Los inspirados diálogos, los apuntes musicales, las sensibles y creíbles interpretaciones e incluso los inofensivos toques religiosos me embrujaban, me hechizaban, y a los pocos minutos comprendí que Los Javis (apodo al que atiende el tándem de directores) me habían conquistado por entero.

No sé hasta qué punto mis años de casi olvidada formación cristiana tomaron el control, o si mi nunca eludida vena cursi salió a flote y no se volvió a hundir, mas lo cierto y verdad fue que durante casi dos horas me sentí feliz, iluminado y emocionado;  reí, casi lloré y en algunos momentos incluso dudé que una simple película fuese capaz de contener, manifestar y provocar tantos y tan hermosos sentimientos como me embargaron.

Naturalmente, “La llamada” no sería lo mismo sin las excelentes composiciones de su cuarteto protagonista.  Macarena García y Anna Castillo, que soportan el mayor peso de la función, pasaron ambas por la serie de sobremesa ”Amar en tiempos revueltos” (actualmente “Amar es para siempre”), y sus respectivas miradas (sobre todo la de la primera) rezuman bondad, pureza y fe.  A su vez, Belén Cuesta y Gracia Olayo, también compañeras de las anteriores en el estreno teatral de la obra, destilan autenticidad y producen ganas de meterse dentro de la pantalla y propinarles un inmenso abrazo.  Por su parte, el británico Richard Collins-Moore cuaja una interpretación…  divina.

A veces, la estética, la fotografía y la técnica cinematográficas quedan en segundo plano de un análisis, en esos raros casos en los que los sentimientos nublan la razón y prevalecen por encima de todo.

Luis Campoy

Lo mejor:  sabe jugar con los sentimientos hasta lograr que te olvides del espacio y el tiempo
Lo peor:  cuando se acaba, te pones a analizarla y descubres todos sus trucos
El cruce:  “Sonrisas y lágrimas” + “Dirty Dancing” + “Marcelino pan y vino”

Calificación.  8 (sobre 10)

lunes, 2 de octubre de 2017

Cine actualidad/ “madre!”

No te dejará indiferente

Con el paso del tiempo, he aprendido que el impacto real que te causa una película no lo asimilas al instante, sino una vez transcurridas unas horas o, mejor aún, unos días.  Es entonces y sólo entonces cuando se es capaz de analizarla más objetivamente, una vez roto el vínculo emocional que, al encenderse la luces de la sala, está aún en su punto más álgido…  Con respeto a “madre!”, la nueva película de Darren Aronofsky, probablemente si hubiera escrito esta crítica a las 20:00 horas del pasado viernes, estoy seguro de que no hubiera dicho lo mismo que ahora voy a expresar…..

Una mujer joven y su marido, ya maduro, viven en una enorme casa en mitad de un bosque.  Ella se ocupa de la restauración de la vivienda, y él es un poeta que busca inspiración para volver a crear.  Un día, reciben la visita de unos visitantes inesperados y, a partir de ese momento, empiezan a sucederse una serie de acontecimientos que convertirán su aparente paraíso en un auténtico purgatorio…

Últimamente, estoy adquiriendo la sana costumbre de afrontar determinadas películas desde la más virginal desinformación.  De “madre!” no conocía prácticamente nada, a excepción de su director y reparto, y creo que fue por eso que recibí una monumental sorpresa y el impacto devastador de un puñetazo en el estómago…  que me dejó sin respiración.

Darren Aronofsky es un director neoyorquino de 48 años de edad, que saltó a la fama inmediata con su primera película “Pi: Fe en el caos” y que, desde entonces, a base de sucesivas empanadas mentales y provocaciones varias, se ha labrado una carrera en la que destacan sus dos últimas producciones, “Cisne negro” y “Noé”.  Con “madre!”, Aronofsky retoma el formato de thriller de “Cisne negro” y le insufla la mística religiosa de “Noé”, dando lugar a una obra  que, con toda seguridad, disgustará a muchísima gente, al tiempo que logrará que unos pocos la amen apasionadamente.  La inocencia casi virginal de una límpida Jennifer Lawrence la convierte en la perfecta heroína, capaz a duras penas de defender su hogar y su matrimonio ante la intrusión de una serie de personajes a cada cual más ominoso e inquietante.  Mas la peripecia de la joven aspirante a madre, siendo realmente desasosegante, poco a poco va evidenciando que esconde un sinfín de impactantes metáforas religiosas basadas en los textos sagrados del cristianismo.

Visualizada con una estética bellísima y logrando unas extraordinarias interpretaciones de Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris y Michelle Pfeiffer, “madre!” logra que el espectador pase un mal rato inolvidable…  para bien o para mal.  Su apariencia de film de terror, los inevitables sustos que no hacen sino confundir y su (previsible) revelación final son sólo algunos de los ingredientes de un cocktail de terrible y dolorosa degustación, un poema macabro cuyos versos nacen de conocidos pasajes de la Biblia y el Nuevo Testamento, en una evocación muy poco sutil que tiene como punto álgido una secuencia terriblemente indescriptible de la que es imposible abstraerse, ni siquiera al cabo de varios días.  “madre!” es tan brillante en su puesta en escena como cruel y brutal en su temática, y su propósito es aferrar al espectador por las tripas y retorcérselas con saña una y otra vez.  Prueba de que no es apta para todo tipo de públicos son las calificaciones negativas que ha obtenido en diversas páginas de internet o los silbidos y abucheos que la acompañaron en su exhibición en el reciente festival de Venecia.  Cuando yo salí del cine, escribí que no estaba seguro de si acababa de ver “una genial obra maestra de autor, o una estupidez histriónica llena de simbolismos absurdos y gratuitos”.  Hoy, sin duda, me inclino mucho más por la primera opción.

Luis Campoy

Lo mejor:  la puesta en escena, Jennifer Lawrence, la osadía de crear una obra única y provocadora
Lo peor:  la crueldad con la que golpea al espectador, la simpleza de su mensaje final
El cruce:  “La semilla del diablo” + “La visita” + “Déjame salir”

Calificación:  8,5 (sobre 10)

lunes, 18 de septiembre de 2017

Cine actualidad/ “DETROIT”

El sitio de Algiers

A menudo suelo tratar de explicar la sutil diferencia entre admirar y amar, que en el mundo del cine se traduciría en las actitudes diferenciadas que suelen desarrollar los críticos y los espectadores.  Los primeros tienen como misión analizar y ensalzar las virtudes objetivamente, mientras que los segundos simplemente tienen que tener claro si algo les gusta o no.  La tarea se torna un poco más ardua cuando se ejerce simultáneamente de analista y de público, aunque con el paso del tiempo (y el visionado de miles de películas), uno empieza a saber valorar los aspectos positivos de cualquier film, incluso si esté le ha disgustado subjetivamente.  Viene todo esto a cuento de las últimas películas de la directora Kathryn Bigelow (nacida en 1951 y ex-mujer de James Cameron), que, a pesar de haber sido recibidas entusiásticamente por la crítica, en lo personal no me complacieron en nada o casi nada.  Sin ir más lejos, la laureada y aplaudida “En tierra hostil” se me atragantó de principio a fin y me lo hizo pasar tan “bien” como si hubiera tenido que deslizarme por una montaña rusa interminable, por mucho que admirase su categoría cinematográfica y la avalasen todos los Oscars, Globos de Oro y BAFTAs que se llevó.  Ayer, viendo “Detroit”, la nueva propuesta de la Bigelow, durante un buen rato estuve convencido de que me iba a pasar lo mismo….   aunque, por fortuna, al cabo de un rato comprendí que no iba a ser así.

En el verano de 1967, la ciudad norteamericana de Detroit se vio colapsada por una oleada de disturbios raciales que pusieron a la indignada población negra en el punto de mira de las fuerzas de seguridad.   En la noche del 25 al 26 de julio, el disparo de una pistola de fogueo desde una habitación del motel Algiers atrajo instantáneamente a la policía, el ejército y la guardia nacional, quienes acordonaron el recinto y se dispusieron a identificar y detener al autor de la detonación.  En el interior del hotel apenas había siete hombres de color y dos chicas blancas, pero sólo seis de esas nueve personas saldrían con vida.  Los policías de Detroit ejercieron toda la violencia física y psicológica imaginable, y sometieron a los presentes a un interrogatorio brutal e interminable en el que los abusos y vejaciones alcanzaron cotas imposibles de prever…

Yo dividiría “Detroit” en cuatro partes perfectamente diferenciadas:  la (larguísima) introducción, en la que se establece el contexto histórico social y son presentados los personajes principales;  el (excelente) episodio del motel Algiers;  el (previsible) juicio que tuvo lugar tiempo después;  y el (innecesario) epílogo que nos narra lo que les sucedió a los supervivientes tras el simulacro de sumario que a nadie satisfizo.  Los primeros 30 o 35 minutos nos trasladan convincentemente a unos virulentos años sesenta en los que Martin Luther King todavía no había sido asesinado, pero el tono documentalista y la algo embarullada presentación de personajes me hicieron temer lo peor.  Mas lo que acontece en el seno del citado hotel es simplemente sensacional, un prodigio de narración que adquiere un tono pesadillesco a lo “Funny Games” pero que se beneficia del hecho de que el espectador es consciente de que lo que está presenciando aconteció en realidad.  Sin embargo, y cuando el espectador, asqueado e indignado por tanto abuso y tanta injustica, cree ingenuamente que el poder judicial oficiará de ángel vengador, se da con un doloroso canto en los dientes:  los odiosos policías resultaron felizmente absueltos, y las vidas de las víctimas quedaron indeleblemente marcadas por un suceso que, desgraciadamente, se ha venido repitiendo una y otra vez.

Sin duda nos hallamos en un momento histórico en el que los sucesos de 1967 vuelven a estar a la orden del día, pues incluso en la “era Obama” la policía estadounidense ha dado muestras de que el racismo más irracional continúa tristemente vigente.  No parece probable que sea precisamente Donald Trump quien solucione esta horrible lacra, de modo que “Detroit”, con esa temática que se antoja intemporal, se erige en firme candidata a acaparar un buen número de candidaturas a los próximos Oscars.  Otro de los alicientes del film es la actuación de su elenco, un reparto deliberadamente coral en el que los más conocidos son John Boyega (Finn en “Star Wars”), Will Poulter (visto en las sagas “Las crónicas de Narnia” y “El corredor del laberinto”) y Anthony Mackie (el Halcón de “Los Vengadores”);  sin embargo, los que más van a salir beneficiados son los desconocidos Jacob Latimore y sobre todo Algee Smith, desde ya inolvidable en su papel de cantante de soul obligado a entonar un emocionante góspel en el escenario menos indicado…

Hubiera ganado, para mí, muchos enteros si el primer acto hubiese durado tres veces menos y si el epílogo se hubiese suprimido, concluyendo el film al terminar el juicio;  pero, aun así, “Detroit” cumple una misión histórica y social sin duda necesaria, y lo hace tan bien que uno sale del cine no complacido ante la gran película que acaba de presenciar, sino profundamente indignado ante la flagrante violación de los derechos humanos que se cometió…  y que, lamentablemente, aún se continúa cometiendo.  El objetivo de formar, informar y entretener se ha cumplido holgadamente.

Luis Campoy

Lo mejor:  la hora y pico que transcurre dentro del motel, sensacional e insuperable
Lo peor:  el excesivamente largo preámbulo, y el epílogo que rompe el climax
El cruce:  “Ragtime” + “Funny Games”

Calificación:  8,5 (sobre 10)

lunes, 11 de septiembre de 2017

Cine actualidad/ “IT”

Tú también flotarás…

Era uno de los libros más voluminosos que había leído, pero de inmediato se convirtió en uno de mis favoritos…  Cuando terminé “It (Eso)” de Stephen King, allá por mayo de 1987, tuve la sensación de que, más que una simple novela, acababa de disfrutar una obra maestra del género terrorífico, una gran obra literaria.  Por aquel entonces, ya había leído otros relatos de King (“Carrie”, “Insólito esplendor” alias “El resplandor”, “La zona muerta” o “Cujo”), pero el estilo y la amalgama de recursos exhibidos en “It” me hicieron profesar una mucho mayor admiración hacia el escritor oriundo de Maine, Estados Unidos…

Bajo su apariencia de pueblecito tranquilo e idílico, la localidad norteamericana de Derry esconde un terrible secreto:  cada 27 años, una entidad maligna que adopta la forma de un payaso surge de entre las sombras y perpetra el secuestro y asesinato sistemático de decenas de niños y adolescentes, sin que las autoridades locales hayan podido dar jamás con el asesino.  Sólo un grupo de siete chicos (seis niños y una niña), conocidos como “El club de los perdedores” serán capaces, afrontando sus miedos más profundos, de enfrentarse al diabólico payaso que les ha aterrorizado durante todo el verano…

Como la mayoría de los libros de Stephen King, “It” fue llevado a la pantalla en 1990, si bien la pantalla en cuestión no fue la grande, la de los cines, sino la pequeña, la doméstica, la que presidía (y preside) la estancia principal de todos los hogares del mundo mundial.  En concreto, se trató de una miniserie compuesta por dos capítulos de una hora y media cada uno que dirigió un tal Tommy Lee Wallace, conocido por haberse ocupado de dos infumables secuelas, “Halloween 3” y “Noche de miedo 2”, ninguna de ellas digna de mucha consideración.  Wallace realizó una adaptación bastante fiel del libro, manteniendo su misma estructura temporal (que alterna dos épocas, la niñez y la edad adulta de los personajes), y contando con un reparto en el que destacaban los televisivos Richard Thomas (“Los Walton”), John Ritter (“Apartamento para tres”) y Harry Anderson (“Juzgado de guardia”), además del histriónico Tim Curry, responsable de causar no pocas pesadillas a los infantes de la época gracias a su interpretación del maléfico payaso Pennywise.

La idea de realizar una adaptación de “It” para el cine venía rondando los despachos de Hollywood desde hacía mucho tiempo, habiéndose casi concretado una película que iba a dirigir el realizador de la primera temporada de “True Detective”, Cary Fukunaga.  Sin embargo, a última hora los ejecutivos de Warner Bros. parecieron desconfiar de la visión de Fukunaga y le reemplazaron por el más maleable Andrés “Andy” Muschietti, argentino y responsable de la estimable “Mamá”.  Utilizando en parte el guión que había co-escrito el defenestrado Fukunaga, Muschietti traslada la parte infantil del relato de los años 60 a finales de los 80, y opta por llevar a cabo apenas una adaptación parcial del libro, que se ciñe a los hechos que acaecen cuando los protagonistas son niños (si bien, dado el monumental éxito en taquilla que está obteniendo la película objeto de este comentario, los productores ya han anunciado la puesta en marcha de un “Capítulo Dos” en el que se narrará el resto de los acontecimientos imaginados por Stephen King).

Nunca he sido fan de la miniserie de 1990, de la que sólo destacaría la interpretación del citado Tim Curry y la ambientación sesentera en la que los pequeños protagonistas viven su aventura iniciática.  Cuando la acción se trasladaba a los años 90, en más de una ocasión sufrí vergüenza ajena, abochornado por lo ridículo de algunas situaciones y lo desfasado de algunos efectos especiales que, involuntariamente, daban más risa que miedo.  Sin embargo, tengo que reconocer que la versión recién estrenada de Andy Muschietti me ha encantado.  La reconstrucción de los últimos años ochenta es primorosa, merced a una fotografía que sabe hacer poesía incluso del horror.  El guión (que, al ser actualizado debido al cambio de década en que se sitúa, ha sufrido significativos cambios) consigue dotar de vida propia a los jovencísimos protagonistas, luciendo además unos estupendos diálogos que resultan del todo creíbles.  La dirección de Muschietti es bastante competente, dosificando los (abundantes) sustos sin olvidar que el relato no deja de ser una historia iniciática en la que despuntan la amistad y el primer amor.  En cuanto a la interpretación, el reparto alcanza estimables cotas en las composiciones de Sophia Lillis, la nueva Lolita made in Hollywood (Beverly), Jaeden Lieberher (Bill) y Finn Wolfhard, de la serie de culto "Stranger Things" (Richie), amén del siniestro payaso Pennywise al que en esta oportunidad de vida Bill Skarsgard.

No revolucionará el género del terror (ni lo pretende), no os llevará al punto límite de un horror insoportable (ni lo necesita), pero “It” sin duda os hará pasar un buen mal rato sin sentiros ofendidos en vuestra inteligencia, lo cual es un hito raro de asimilar hoy en día.

Luis Campoy

Lo mejor:  la ambientación, los siete Perdedores, con especial mención a la pizpireta Sophia Lillis
Lo peor:  los cambios con relación a la novela de Stephen King
El cruce:  “Cuenta conmigo” + “Stranger Things” + “Expediente Warren”

Calificación:  8,5 (sobre 10)