Cine actualidad/ “STAR WARS: LOS ÚLTIMOS JEDI”
(ATENCIÓN. ESTE ARTÍCULO CONTIENE ALGUNOS SPOILERS)
La nueva esperanza que contraatacó tras el retorno de una amenaza clónica y vengativa despertada por la fuerza
La nueva esperanza que contraatacó tras el retorno de una amenaza clónica y vengativa despertada por la fuerza
Parece mentira, pero desde
aquella tarde en que, hallándome en una tumultuosa cola para asistir al estreno
en Alicante de “La Guerra de las Galaxias” en el llorado cine Chapí, un
conductor despistado dejó que una rueda de su coche me pasara por encima del
pie, han transcurrido nada menos que cuarenta años. Desde aquel momento, gran parte de las
estructuras, las concepciones y las pretensiones del negocio cinematográfico
han cambiado por completo. A una más que
lógica continuación, “El Imperio contraataca” (1980) en la que TODO (dirección,
guión, diálogos, tratamiento de personajes, interpretaciones de los actores,
música, efectos especiales…) era aún mejor que en la película fundacional, le
sucedió una tercera entrega, “El retorno del Jedi” (1983) en la que empezaron a
sonar las alertas: con permiso de mi
querido amigo Pablo Parra, la calidad disminuía y el tono se infantilizaba
peligrosamente, disminuyendo la sensación de frescura y apoderándose de la saga
un preocupante tono de “deja vu”, aderezado todo ello con la multiplicación de
personajes cuya única razón de ser era incrementar las ventas de
merchandising. El creador de todo el
tinglado, George Lucas (nacido en 1944), había pasado de ser un cineasta visionario
a un negociante compulsivo. Perdí la
cuenta de las reposiciones, reestrenos, reediciones en múltiples versiones y
soportes de aquella primera trilogía fílmica, de lanzamientos y relanzamientos de
la banda sonora (compuesta por el venerable John Williams) en diversos
formatos, amén de libros, comics, álbumes de cromos, juguetes, ropa y
accesorios de todo tipo, todo ello de un modo meticulosamente calculado para
exprimir a fondo la gallina de los huevos de oro galácticos… hasta que, en 1999, el amigo Lucas se atreve
a presentar en sociedad un nuevo film original, “La amenaza fantasma”, cuya
misión era convertirse en el inicio de una segunda trilogía que, para mareo y confusión
de los no iniciados, no continuaba lo sucedido tras “El retorno del Jedi” sino
que narraba lo que había acontecido antes de “La guerra de las galaxias”, cuyo
título había pasado a ser “Una nueva esperanza”. Las opiniones en torno a este autodenominado “Episodio
I” fueron más bien negativas, volviendo a centrarse en lo que remarcaba en el
comentario sobre “El retorno del Jedi”:
un enfoque infantil, abundancia de personajes susceptibles de generar
juguetes y figuritas (¿alguien ha mentado al denostado Jar Jar Binks?) y, sobre
todo, una dependencia total de los super computadores de Industrial Light and
Magic, generadores no sólo de efectos CGI sino también de fondos, decorados y
criaturas: todo un desparrame
cibernético nunca antes desplegado. Los
restantes episodios de esta trilogía de precuelas, “El ataque de los clones”
(2002) y “La venganza de los Sith” (2005), si bien fueron creciendo en calidad
estrictamente cinematográfica, siguieron en la misma senda de artificiosidad
informática, razón por la cual sus admiradores y detractores empatan en
fanatismo y vehemencia. El 30 de octubre
de 2012, la historia de la Galaxia más famosa del celuloide dio un vuelco monumental
cuando la todopoderosa Walt Disney Productions compró a George Lucas su compañía
Lucasfilm Ltd., matriz tanto de “Star wars” como de “Indiana Jones”. Pocos días después, Disney anunciaba la
realización de una nueva trilogía que, esta vez sí, transcurriría después de “El
retorno del Jedi” y para la que se pretendía contar con los actores originales Mark
Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher, quienes de alguna manera cederían el
testigo a intérpretes lógicamente más jóvenes.
El televisivo J.J. Abrams (“Perdidos”), que había sabido revitalizar con
éxito otro mito de la ciencia ficción del siglo XX, “Star Trek”, fue elegido
para realizar la primera de las tres nuevas entregas que, con el prometedor
título de “El despertar de la Fuerza”, se estrenó el 18 de Diciembre de
2015. El resultado matemático y tangible
fue un éxito comercial inusitado e incontestable, mientras que, en el terreno
estrictamente cinematográfico, la división de opiniones era inesperadamente
virulenta.
Los cinéfilos de mi generación (y
por ende, los de las generaciones posteriores) prácticamente nos hemos criado
con Darth Vader, Luke Skywalker, Han Solo y compañía, bebiendo de las aguas
fantásticas de la fuente lucasiana para aplacar una sed de aventura que nunca
se ha saciado del todo. Creo sinceramente
que el amor y veneración que todos sentimos por los conceptos y personajes
creados por el Tío George cegaron las mentes de millones de espectadores,
privándoles de la capacidad de realizar un análisis crítico y objetivo de una
película que, por explicarlo de un modo sencillo y directo, tenía de original
lo que yo de ingeniero aeronáutico.
Porque “El despertar de la Fuerza” copiaba tan a conciencia conceptos, idiosincrasia
de personajes, escenarios, vestuario y situaciones de “La guerra de las
galaxias” que, para muchos (entre los que me incluyo), más que una continuación
resultó ser un remake encubierto. El
nuevo Episodio de la franquicia, “Los últimos Jedi”, tenía ante sí una
oportunidad de oro para afianzarse en la descripción de los nuevos personajes y
presentar ideas novedosas, o bien para continuar removiendo los lodos del
pasado. Lamentablemente, el director y guionista
Rian Johnson ha optado cómoda y descaradamente por la segunda y más fácil
opción.
“Los últimos Jedi” arranca, como
no podía ser de otra manera, en la inmensidad del espacio, donde la avanzadilla
de la flota de la Primera Orden se tropieza con el caza pilotado por el audaz
piloto rebelde Poe Dameron (Oscar Isaac).
El tono humorístico de esta primera escena es simplemente desconcertante: no me hubiera extrañado ver a Miguel Gila o
Chiquito de la Calzada como co-autores del argumento. Enseguida comienza el carrusel de autorreferencias. Aunque esta vez los malos no han reconstruído,
para variar, una enésima Estrella de la Muerte, el ataque de los X-Wings por
entre un laberinto de troneras y trincheras recuerda poderosamente al desenlace
del Episodio IV (imitado en el VI y, obviamente, en el VII); por Dios, ¡si
hasta uno de los pilotos se parece sospechosamente al gordito Porkins! Entretanto, en el planeta Ahch-To, la joven
Rey (Daisy Ridley) le entrega su vieja espada de luz a un huraño Luke Skywalker
(nuevamente Mark Hamill)… ¡y éste la
arroja por encima del hombro, despectivo!
Toda esa parte que narra el entrenamiento de Rey está calcada
indisimuladamente del adiestramiento de Luke por parte de Yoda en el Episodio
V, asumiendo el hermano de Leia el papel de maestro cínico y huraño. Por no faltar, no falta ni un divertido cameo
por parte del mismísimo Yoda, divertido por lo mal hecho que está dicho personaje,
con un aspecto de marioneta cutre que tira de espaldas y hace que el
animatronic original de 1980 parezca una revolución tecnológica insuperable. A todo ésto, Huckleberry Finn, o sea Finn a
secas (John Boyega), se hace amigo del alma de una mecánica de rasgos orientales
(Rose Tico: Kelly Marie Tran), que a
partir de ese momento se le pega como si fuese una verdadera lapa. Lo siento, pero ese personaje me parece el
nuevo Jar Jar Binks: repelente,
insoportable, parece no tener otra función que la de robarle protagonismo a
Finn, quien ciertamente se merece más minutos y más desarrollo. Por otra parte, el narizotas favorito de
todos, Kylo Ren (Adam Driver), se ha acordado de que, al final de “El Imperio
contraataca”, su abuelo Darth Vader encontraba la forma de hablar a distancia
con cierto aspirante a Jedi, de modo que él hace lo propio con Rey, a la que
logra atraer hasta la nave comandante de la Primera Orden, donde deberá
entrevistarse con el Emp…, o sea, con el Líder Supremo Snoke. Es esta secuencia lo mejor de toda la
película y, posiblemente, una de las mejores de toda la saga: el audaz contraste de rojos y negros
visualizado por Rian Johnson es una verdadera maravilla estética digna de mi
más ferviente aplauso. Pero, si bien la
fotografía es ciertamente de alucine, el devenir de la historia se me antoja
una estupidez histórica: crean un
personaje siniestro y poderoso como Snoke, articulan en torno a él todo un hype
alimentado por las especulaciones enfervorizadas de los fans… y se lo quitan de encima a las primeras de
cambio, dejándonos a todos (y sobre todo a él) a medias. En cuanto a Leia (Carrie Fisher), dicen que
la llorada actriz se ha agitado cabreadísima en su tumba cuando ha visto desde
el Más Allá ese ridículo y desternillante momento en el que su Princesa surca
los espacios siderales parodiando a la Estatua de la Libertad de “La Loca
historia de las Galaxias” (“Spaceballs”) de Mel Brooks, que a su vez parodiaba
sin pudor a la franquicia que nos ocupa.
Se ve que Rian Johnson dudaba de que Leia pudiera suscitar por sí misma
el interés de la audiencia, ya que se ha sacado de la manga a un personaje sospechosamente
similar, la Vicealmirante Holdo (Laura Dern), que, a pesar de estar ataviada
con unos ropajes que invitan a la carcajada, acomete las acciones que uno
asociaría con el carácter aguerrido e impulsivo de la antigua Senadora Organa. A todo ésto, tal vez pretendiendo acallar los
rumores de que entre Poe y Finn podría haber algo más que una viril amistad, al
primero le convierten en objeto de deseo platónico de Leia y Holdo, y al
segundo le mandan junto a Rose (supongo que para forzar una imposible historia
de amor) a un remoto planeta calcadito a Montecarlo, Canto Bight, donde hay un
casino (cuánto cansino ir y venir a la cantina de Mos Eisley) repleto de seres
estrambóticos marca de la casa y en el que conocerán a un taimado jugador de
dudosa moralidad (DJ: Benicio del Toro),
que sería capaz de vender a cualquiera al Imp… a la Primera Orden, con tal de
asegurar su supervivencia (¿os he oído citar el nombre de Lando Calrissian?)…
En fin, me he cansado de enumerar
las incontables e innumerables referencias y autorreferencias (¿alguien más se
dio cuenta de que hasta tiene una aparición especial el mítico condensador de
fluzo de “Regreso al futuro”?) que pueden descubrirse en el guión de “Los últimos
Jedi”, una película que, si bien está “condenada” a recaudar unos generosos
dividendos en taquilla, o mucho me equivoco o no va a acercarse a los récords
históricos que sí logró “El despertar de la Fuerza”. Porque ni siquiera los fans más acérrimos
pueden permanecer cegados eternamente, y hasta los más necesitados han de darse
cuenta de que esta nueva trilogía no es sino más, mucho más de lo mismo, con
más medios pero con menos imaginación… ninguna
imaginación. Y creedme que, cada vez que
leo que algún crítico afirma que esta octava entrega es la mejor de la saga, me
lo imagino escribiendo tal disparate en la piscina de un lujoso hotel pagado
con un cuantioso cheque de Walt Disney Productions, pues si no, una chorrada
semejante no sería entendible. Que sí,
que queremos (yo el primero) más “Star Wars”, pero no así, no de este
modo: se necesitan nuevas historias,
nuevos personajes, nuevas galaxias, no un viaje interminable al interior de un
ombligo que, por mucho que nos haya fascinado, tiene urgentemente que renovarse
o morir.
Luis Campoy
Lo mejor:
la puesta en escena, con alguno de los momentos visualmente más hermosos
e impactantes de toda la saga
Lo peor.
Los nuevos personajes (con especial mención a la insoportable Rose Tico);
el interminable aluvión de referencias
al pasado de la saga, un autoplagio que ya cansa, los golpes de humor absurdo que te sacan de
la trama
El cruce:
todos los episodios anteriores mezclados, agitados y batidos
Calificación: 6,5 (sobre 10)
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