lunes, 30 de abril de 2007

La vida es como el mar


La vida es como el mar: olas que vienen, olas que van. A veces se trata de olas distintas, otras veces son las mismas que ya una vez lamieron nuestra orilla. Sobre la arena de nuestra playa queda la huella húmeda del pasado que se fue y no volverá, o tal vez sí, o quién sabe de qué otra manera. Somos libros que se escriben desde atrás hacia delante, pero a veces la brisa pasa las hojas a su antojo y la página que nos toca escribir es en realidad la misma que anteayer creímos finalizada y superada. Sin apenas darnos cuenta, descubrimos que los pilares del futuro los hemos ido edificando con frágil barro que, reblandecido por el vaivén de la marea, con frecuencia se agrieta y nuestro presente se convulsiona y se pone a temblar. O tal vez sea el vértigo, el vértigo de quien cree que ha recorrido un largo trecho y repentinamente siente que lo único que ha hecho ha sido caminar en círculos. Nada acaba del todo y todo empieza de nuevo cada día, lo bueno y lo malo, lo que aprendemos de verdad, lo que creemos que hemos aprendido y lo que no podemos olvidar.

jueves, 26 de abril de 2007

¿Saviola, al Madrid?


Hasta esta mañana nunca había oído nada acerca de esta noticia, y desde que esta mañana la leí (en cierto periódico de color blanco) nada he vuelto a oir. No sé si ello puede querer decir que no es cierta, y, sinceramente, me encantaría esta última posibilidad. En cualquier caso, el diario deportivo “Marca”, en su edición de hoy, proclama en grandes titulares “EL MADRID FICHA A SAVIOLA”.

Recordemos que Javier Saviola, futbolista argentino apodado indistintamente “El Conejo” o “El Pibito”, llegó al F.C. Barcelona contratado por el anterior Presidente, Joan Gaspart, justamente en el último año de su mandato. Corrían los últimos meses de la era pre-Laporta y pre-Rijkaard y lo cierto es que Saviola fue el fichaje más caro de aquella época, a pesar de lo cual su rendimiento no satisfizo al entonces entrenador, Louis Van Gaal. El jugador, que apuntaba buenas maneras en su Argentina natal, fracasó en su intento de hacerse con un puesto titular en las alineaciones del Barça, y corrió la misma suerte que su compatriota Juan Román Riquelme. Tanto uno como otro fueron cedidos a diversos clubs (Saviola recaló en el Mónaco y en el Sevilla), con el fin de que se desfogaran y se adaptaran al tipo de fútbol que se jugaba en España.

A pesar de la fama y prestigio acuñados en Argentina y de la elevadísima cuantía de su ficha, Saviola, un jugador de conducta modélica y ejemplar, de temperamento dócil y afable, y que, cada vez que se le dio una oportunidad, se dejó la piel en el campo, fue ninguneado, repudiado y despreciado por el nuevo entrenador azulgrana. Frank Rijkaard declaró por activa y por pasiva que “el conejo” no respondía al prototipo de delantero que andaba buscando, básicamente porque era pequeño de estatura y no era agresivo, y los goles que marcó vistiendo las camisetas de Mónaco y Sevilla no consiguieron hacerle cambiar de opinión.

A finales de la temporada pasada, cuando expiró su contrato de cesión con el Sevilla, Rijkaard no tuvo otro remedio que “tragarse” a Saviola, que retornó a Barcelona con el entrenador en contra pero con la afición culé a favor. Las cosas pintaban rematadamente mal para el jugador argentino, que hubiese chupado banquillo de lo lindo de no ser por las lesiones consecutivas de Eto’o y Messi. Repentinamente, el pibito fue obteniendo minutos y más minutos, sobre todo en los partidos de Copa del Rey, en los que demostró su valía marcando un buen puñado de goles. El Camp Nou le elevó a la categoría de ídolo, pero han pasado muchos meses y los responsables de la dirección técnica del club (con Txiki Begiristáin a la cabeza) no han hecho sino marear la perdiz, incapaces de hacerle al jugador una oferta razonable, aunque fuese a la baja; Saviola cumple contrato el 30 de Junio, y será libre para negociar su futuro con cualquier club, a pesar de lo cual hasta hace muy pocos días juraba y perjuraba que su ilusión era continuar vistiéndose de azulgrana.

Pero, ay, la vida da muchas vueltas y, si lo anunciado por “Marca” fuese cierto, todo parecería indicar que el Conejo se ha cansado de esperar en vano, y, si hace unos días se hablaba de que tenía una buena oferta del Zaragoza, ¿por qué razón iba a decir “No” a una buenísima por parte del Real Madrid? Si ésto fuese así, sería para que Begiristáin, Rijkaard y el presidente Laporta no sólo se sentaran tranquilamente a reflexionar, sino para que entonasen un inacabable y avergonzado rosario de “mea-culpas” Leo todos los días el “Sport”, el periódico más blaugrana que conozco, y hace semanas que se especula con posibles fichajes de delanteros con indudable olfato de gol. Se habló de Cristiano Ronaldo, hoy mismo se habla de Klose… y, sin embargo, al Pibito, el máximo goleador del equipo en la Copa del Rey, se le da por perdido. ¿Por qué, sólo porque es bajito? Si un jugador como Saviola acaba marchándose al eterno rival, al máximo enemigo deportivo, donde con toda seguridad marcará un montón de goles blancos que debieran haber sido azulgranas, es que algo no funciona bien en las cabezas de los máximos dirigentes del Barça.

miércoles, 25 de abril de 2007

Cine: mi comentario sobre "SUNSHINE"


En un futuro no demasiado lejano (unos 50 años), el Sol está próximo a apagarse, y una Tierra sumida en una creciente oscuridad está enfriándose paulatinamente. Un equipo de astronautas son enviados en una misión desesperada para arrojar una bomba sobre la superficie solar que permita que el Astro Rey recupere su luz y su calor….

Este sería, a grandes rasgos, el argumento de “Sunshine”, la nueva propuesta de Danny Boyle, conocido por haber sido director de una película que fue muy taquillera e influyente en los 90, “Trainspotting”, uno de cuyos únicos méritos objetivos es el haber servido de plataforma de despegue a actores como Ewan MacGregor (Obi Wan Kenobi en la nueva trilogía de “Star Wars”) o Robert Carlyle (“Full Monty”). Pero centrémonos en “Sunshine”, cuya historia, a poco que forcemos las neuronas, no es difícil que nos recuerde a la de un film masacrado por casi toda la crítica en su momento, “Armageddon”. En aquella ocasión, un meteorito se dirigía amenazador hacia la Tierra, y un equipo de perforadores petrolíferos reciclados en astronautas era enviado para destruirlo antes de que provocara la destrucción de nuestro planeta y de toda la Humanidad. Si bien es cierto que aquella cinta, dirigida por Michael Bay y protagonizada por Bruce Willis y BenAffleck, no pasará a la Historia por sus valores estrictamente cinematográficos, al menos tenía una virtud respecto a “Sunshine”: era entretenida, amena, divertida. “Armageddon” podía parecer poco creíble e incluso risible en su planteamiento narrativo, pero, al menos, no provocaba el bostezo, no causaba una constante sensación de tedio, no te hacía que los párpados insistieran constantemente en cerrarse.

Si en su última película estrenada, “28 días después”, lo que Danny Boyle hacía no era sino construir un remake encubierto de “La noche de los muertos vivientes” aplicándole ¿modernas? técnicas narrativas basadas en la estética publicitaria y videoclipera, está claro que lo que ahora intenta es hacer lo mismo con el clásico “2001, Odisea del Espacio”. La diferencia es que de la obra maestra de Stanley Kubrick lo único que Boyle sabe copiar es la estética futurista, el diseño de producción y determinados movimientos de cámara, así como la presencia en la nave en la que viajan los protagonistas de un ordenador/computadora que supervisa todas sus acciones. A diferencia de “2001”, que contenía un sinfín de escenas planificadas y montadas de un modo simplemente genial que aunaba clasicismo y modernidad (recordemos que se rodó en 1968), “Sunshine” naufraga sistemáticamente en todas y cada una de sus ambiciosas pretensiones. Como entretenimiento, no puede resultar más plomizo; como retrato humano, fracasa en su pueril intento de presentar un microcosmos de personajes de diversas etnias, los cuales resultan tan poco interesantes como prescindibles; como obra cinematográfica, se hace insoportable por su uso y abuso de los planos cortos, de los flashes y destellos luminosos, de una iluminación lechosa fruto de un uso poco menos que suicida de la sobreexposición.

Me voy a atrever a daros un consejo de amigo: si no se os ha perdido nada en la sala en que la proyectan, no vayáis a ver “Sunshine”. Se hace pesadísima, es incluso desagradable de ver y sus protagonistas (Cillian Murphy – “28 días después”, “Batman Begins”-, Chris Evans –“Los 4 Fantásticos” – y Michelle Yeoh – “El mañana nunca muere”, “Memorias de una geisha”) debieron elegir otra película en la que invertir su tiempo. Por favor, ya que ellos no lo hicieron, hacedlo vosotros.

Luis Campoy
Calificación: 4 (sobre 10)

martes, 24 de abril de 2007

Casi todos los días



Casi todos los días comenzaban igual. Me despertaba, sonaba el despertador (sí, normalmente por este orden), me levantaba, encendía la radio (siempre la SER), me afeitaba, me duchaba, me vestía y salía de mi casa. Tres minutos, y estaba en el trabajo, donde apenas me daba tiempo de encender el ordenador antes de ir a desayunar, actividad de carácter fisiológico a la que no estaba dispuesto a renunciar ni siquiera a causa de la acumulación de trabajo que se experimentaba una vez abríamos la puerta de la oficina. Una vez saldada la deuda contraída con un estómago que usualmente llevaba muchas horas vacío, tocaba poner el piloto automático hasta que el reloj marcaba la una y media, hora en la que había que salir zumbando para almorzar. Llegaba a casa y, si podía, echaba una mano en la cocina, a continuación ponía la mesa y luego me sentaba ante ella. El menú no era muy variado (arroz blanco acompañado de alguna delicia de Ecuador), pero, ¿qué más daba?; en otros tiempos lo que me ponían para almorzar era, invariablemente, producto de la sanísima dieta mediterránea. A todo puede uno llegar a acostumbrarse, sea cual sea su procedencia. Después de comer, vuelta al trabajo hasta más o menos las seis, y entonces… entonces era cuando podían surgir los sutiles elementos diferenciadores que harían que un día fuese distinto de los demás. Niños grandes que si percibían mi presencia era sólo porque nos cruzábamos y/o tropezábamos en el pasillo; niñas pequeñas que se me antojaban lo más parecido a Dios: eran omnipresentes y se aparecían en todas partes, de día y de noche; niños de genio fácil que sólo aplacaban su inquietud a bordo de un ratón que navegaba por internet; niñas que parecían tranquilas y dóciles hasta que un cable cerebral se les cruzaba y se transformaban en su contrapartida más histérica; princesas latinas que, arrojadas de su palacio, aterrizaban en medio de un campo agotador y, al llegar a casa, tan sólo buscaban la cama… en un sentido absolutamente literal. Sí, así eran casi todos los días de mi vida hasta hace unas pocas semanas. Y, probablemente, así volverán a ser casi todos los días de mi vida dentro de unas pocas semanas. Tal vez sería más divertido ser aventurero o director de cine, pero estar enfermo en un hospital sería, sin duda, mucho, muchísimo peor.

sábado, 21 de abril de 2007

Insomnio

Estaba en lo más dulce de mi mejor sueño cuando unos gemidos infantiles provenientes de la habitación de al lado me devolvieron de golpe a la vigilia. Acto seguido, más gemidos, algunos grititos de “Mamá, mamá” y unos pasitos temblorosos que se aproximaban hacia mi dormitorio. La manilla de la puerta giró chirriante y un débil haz de luz se filtró rasgando la oscuridad. “Vamos, mi Reina, mamá te lleva a dormir vuelta”, dice a mi lado una voz resignada pero dulce. Nuevamente una puerta que chirría y unos pasos que se alejan, aunque esta vez son de dos pares de pies. La tiniebla silenciosa es como una manta que me envuelve, y quedo solo a merced del insomnio del que sé que probablemente ya no voy a poder zafarme, porque, por mucho que lo intento y aun lo necesito, lo más frecuente es que ya no consiga volver a ser abducido por el sopor. Llevo casi todas las noches del último mes y medio experimentando esta misma circunstancia, y ya no sé si es porque la amenaza de la guardería supone una inquietud constante e insuperable, o si se trata simplemente de que las niñas de dos años no quieren renunciar al privilegio de dormir en los brazos de su madre. Lástima que, para que madre e hija puedan dormir juntas, yo tenga que dormir solo, o, como mínimo, quedarme más solo que la una, porque lo de “dormir” es una utopía, una vez el más dulce de mis sueños me ha dejado con la amargura del despertar con ojos hinchados que ya no vuelven a cerrarse.

jueves, 19 de abril de 2007

Comic: "Ultimates 2", num. 7


Esto sí es un comic (y lo demás, son… tebeos).

Acabo de releer por segunda vez el número 7 de la actual etapa de “The Ultimates” en España (publicada, como sabéis, por Panini), y mis sensaciones son de satisfacción, de emoción, de éxtasis y de impaciencia. A diferencia del estilo cansino y a veces soporífero de Brian Michael Bendis en su decepcionante “Los Nuevos Vengadores”, el guionista de su versión adulta, Mark Millar, consigue superarse a sí mismo en cada nuevo episodio. “The Ultimates” de Millar no es sólo una historieta protagonizada por superérheroes, sino que va mucho más allá y se permite certeros análisis de la situación política actual de su país adoptivo, los Estados Unidos de América (sobre todo en materia de política exterior), con corrosivas dosis de autocrítica y con una mala leche bastante despiadada para con el Imperio del Tío Sam que actualmente dirige George W. Bush.

En el número anterior de “The Ultimates” habíamos presenciado la invasión de los USA por parte de tropas superheroicas de diferentes países comandadas por el perverso Loki, el dios asgardiano de las mentiras. Uno a uno, los poderosos y aparentemente invencibles Vengadores Definitivos habían ido cayendo bajo el yugo invasor, habían sido encerrados y derrotados y alguno incluso había sido dado por muerto. Sin embargo, Ojo de Halcón, el Capitán América, Thor, la Avispa, Hulk e Iron Man han conseguido zafarse de sus captores y ellos son la base de un contragolpe que no va a caracterizarse precisamente por su sutileza.

Ya he hablado alguna vez de que “The Ultimates” es uno de los comics más “cinematográficos” que se publica actualmente, y no incidiré demasiado en esta cuestión. La epopeya que imagina Mark Millar y visualiza el imponderable Bryan Hitch alcanza, en este número 7 (que contiene los episodios 11 y 12 de la edición original) sus cotas más altas de adrenalina y violencia, las cuales eran absolutamente necesarias. Si alguien esperaba que, después de lo sucedido en los últimos meses, la reacción de los Ultimates iba a fundamentarse en la delicadeza y la cortesía, desde luego estaba totalmente equivocado. Aquí la sangre corre por doquier, los puñetazos son demoledores y algunos villanos acaban no sólo muertos sino despedazados. La escena en la que el revivido Hulk secciona los brazos a su contrapartida asiática, la Abominación, está mostrada en un discreto plano general, pero, por si pensábais que la cosa iba a quedar así, tan sólo unas viñetas más abajo el gigante esmeralda le arranca la cabeza de cuajo a su oponente, y esta vez sí se ve en primer plano. Huracán acaba desintegrado a manos de Mercurio, el Enjambre es pisoteado sin piedad por la Avispa y el líder de los atacantes, Abdul Al-Rahman, algo así como un Capitán América iraquí, ve cómo sus manos son amputadas por cierto escudo pintado de barras y estrellas y su pecho atravesado por su propia lanza láser.

Brutal y violentísimo pero sumamente entretenido, este pedazo de comic me recuerda los mejores momentos de “The Authority” (anterior creación de Millar & Hitch) y constituye, en esta recta final del volumen 2 de la serie, el manjar favorito de mi menú comiquero del mes, habiendo conseguido desbancar al mismísimo Spiderman, cuyos nuevos equipos creativos no han logrado la efectividad y la calidad de Mark Millar y Bryan Hitch al frente de “The Ultimates”.

miércoles, 18 de abril de 2007

Las armas las cargan los hombres


Lo primero que pienso cuando un adolescente se lía a tiros con los pobres inocentes que se cruzan a su paso es en una historia que de niño me contaba mi madre. Hallábanse una madre y su hijo en la misma habitación mientras el muchacho, joven guardia civil, limpiaba su arma reglamentaria; en un momento dado, al zagalón se le caía la pistola y ésta se disparaba accidentalmente. La madre, sufrida madre alicantina o valenciana de la posguerra, anteponía su amor materno a cualquier otra cosa y se levantaba inmediatamente, pensando que su hijo podía estar herido y exclamando: “Fill meu, t’has ferit?” (“Hijo mío, ¿te has herido?”); mas, dándose cuenta de que era ella y no el joven quien había recibido el impacto mortal de la bala perdida, murmuraba “Fill meu… m’has mort” (“Hijo mío, me has matado”) y se desplomaba exánime sobre el suelo.

Pero esto es tan sólo una anécdota que puede ni siquiera ser cierta, mientras lo sucedido anteayer en la Universidad Politécnica de Virginia, Estados Unidos, es una trágica historia real. No es la primera vez, ni tampoco será la última, salvo que cambie absoluta y radicalmente la mentalidad del país en el que se hicieron populares Buffalo Bill, Billy el Niño, Jesse James, Wyatt Earp y tantos otros famosos pistoleros, justicieros o delincuentes a los que su habilidad con el gatillo convirtió en héroes. Sólo en un país tan poderoso pero inmaduro como el norteamericano se concibe un clima social en el que una retorcida interpretación de la doctrina bíblica del “Ojo por ojo” se ha reeconvertido en un derecho inalienable a la Legítima Defensa, donde “defensa” suele significar “ataque” y “legítima” equivale a “preventiva”. O sea, más que en ninguna otra parte del universo, los yanquis aplican a rajatabla aquello de que “más vale prevenir que curar” (o, lo que es lo mismo, “la mejor defensa es un buen ataque”), y por eso están siempre dispuestos a disparar primero y a preguntar después (eso cuando preguntan). Por si fuera poco, resulta que en el país del Tío Sam existe un poderosísimo sindicato armado llamado Asociación Nacional del Rifle, una especie de secta pro-bélica (y ¿por qué no? también pre-bélica) que hasta hace bien poco presidía el anciano actor Charlton Heston, mítica estrella hollywoodiense que en sus años lozanos dio vida a héroes íntegros como Ben-Hur o Moisés y en su senectud se ha limitado a encarnar al padre chimpancé del villano de “El Planeta de los Simios” (versión Tim Burton). Individuos como Heston, cuya frase “Me arrancarán el rifle de mis manos muertas” son en parte responsables de sucesos como los acaecidos en el instituto Columbine (que fueron analizados por el realizador Michael Moore en su celebrado documental “Bowling for Columbine”, en el que entrevistaba, entre otros, al propio Charlton Heston), “ilustre” precedente de lo sucedido el lunes en Virginia. Si al natural carácter belicista, belicoso, bravucón y pseudofascista de gran parte de esos hijos de Bush sumamos una legislación extremadamente permisiva para con la posesión y uso de armas de fuego, y, encima, las vendemos hasta en el supermercado de la esquina, estamos poniendo a disposición de cualquiera los medios no para la defensa más o menos legítima sino para el ataque más injustificado y virulento, para la agresión más explosiva e indiscriminada. Permitir que revólveres, rifles de repetición o escopetas de cañones recortados estén al alcance de personas desequilibradas como el estudiante de origen asiático que se ha erigido en ejecutor de 36 compañeros y profesores es, lisa y llanamente, jugar con fuego. Y quienes se queman son siempre los que menos culpa tienen. A los que piensan que, al fin y al cabo, si no les hubiera matado con una escopeta, lo hubiera hecho con un hacha o un cuchillo de cocina, tengo que decirles que, en la mayoría de los casos, los homicidas potenciales desisten de su empeño ante la sola idea de tener que aproximarse físicamente a su víctima, cosa que, con una pistola o similar, no es ni mucho menos necesaria; también hay que considerar que es mucho más fácil desarmar al que porta un arma blanca que al que empuña una de fuego. En una sociedad tan competitiva como la estadounidense, en la que el concepto de “sueño americano” (alcanzar la gloria procediendo de la nada) se mama desde la cuna, en la que lo que prima es el hedonismo y la satisfacción inmediata, ser mentalmente débil o psíquicamente inestable no puede considerarse un hecho aislado, pero poder vengarse a tiro limpio de quienes nos parecen culpables de nuestra frustración y nuestro fracaso es un privilegio que simplemente no se debería poder disfrutar. Las armas no las carga el diablo, sino los hombres, hombres, en la mayoría de los casos, demasiado predispuestos a utilizarlas.

martes, 17 de abril de 2007

Escribir por escribir


¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Por qué me sigo obligando a escribir en este blog casi cada día, a pesar del bajo nivel de visitas y comentarios que recibo? ¿Sabe Rajoy cuánto cuesta una caña en el bar de la esquina? ¿Se jubilará Ronaldinho en el Barça? Estas son algunas de las dudas existenciales que conmueven los cimientos de mi alma, un día sí y otro también.. Pero, por fortuna para vosotros, hoy sólo voy a referirme a la cuarta de estas preguntas sin respuesta. ¿Por qué, por qué, por qué me sigo empeñando en ofrendar lo mejor de mi alma todavía juvenil, lo más granado de mi materia gris, en aras de un colectivo de lectores casi siempre sin nombre ni rostro que a) o no visitan mi página (por lo cual es como si escribiera para mí solo) o b) si la visitan, no dejan sus comentarios (por lo cual mi sensación es prácticamente la misma que si no la hubieran visitado). La otra noche, sin ir más lejos, publiqué en este blog no uno sino tres artículos, y no se trataba de hazañas de mi vida íntima que a nadie pudieran interesar, o de masturbaciones mentales de psicólogo barato, sino de comentarios sobre temas de actualidad: la siniestralidad en las carreteras, la visita del antiespañol Pepe Rubianes a Lorca y la supuesta carta que nuestro presidente Zapatero habría dirigido al líder cubano Fidel Castro. Me diréis, obviamente, que si escribí esos tres trabajos fue porque quise, porque me dio la real gana, y no porque nadie me obligara a hacerlo, por lo que no estoy asistido por el derecho a la queja; pero reconoceréis, asímismo, que es un poquito triste que, cada vez que consulto la página, los comentarios a estos tres textos (cuya redacción, por cierto, me mantuvo despierto hasta casi las cinco de aquella madrugada) sigan siendo los mismos: “0”. No, no es el mío uno de los blogs más visitados de la blogosfera, ni mis artículos son los más leídos que circulan por el ciberespacio. “Es que te enrollas mucho”, me dicen a menudo; “No tengo tiempo para leer cosas tan largas”, es lo que muchos suelen decirme. Un gracioso, utilizando una divertida metáfora psiquiátrica, me llegó a diagnosticar que padecía una grave “incontinencia de teclado” (yo también me reí). O sea, el exceso de celo, de mimo y de dedicación conlleva la pérdida de determinados “clientes” que prefieren lo breve a lo intenso, lo concreto a lo extenso, el trailer a la película. El caso es que yo y sólo yo me he creado una serie de responsabilidades y obligaciones y ya no puedo escapar de ellas, incluso aunque, paradójicamente, cuando más me esfuerzo, cuando más trabajo, cuando más escribo… es cuanto más alergia despierto en los lectores. El sábado fui al cine, actividad lúdica y relajante allá donde las haya… pero el domingo me ví “obligado” a dedicar gran parte de la mañana a redactar mi ineludible comentario crítico acerca de la película. ¿Qué le voy a hacer? Soy así y no lo puedo evitar. Tal vez está en mis genes, tal vez en mis cromosomas, tal vez forma parte de mi ADN. Soy una especie de esclavo de mi propia inclinación a la escritura, aunque casi siempre lo que hago es meramente escribir por escribir… que es, supongo, salvando las distancias, lo más parecido a vivir por vivir.

domingo, 15 de abril de 2007

Cine: mi comentario sobre "EL BUEN PASTOR"


Llevaba largos años intentándolo, y parece que el tiempo y el esfuerzo han merecido la pena. El aclamado actor Robert De Niro vuelve a ponerse tras las cámaras con esta segunda película como director (la primera fue “Una historia del Bronx”, que protagonizó Leonardo Di Caprio), y los resultados son como mínimo, notables, gracias, sobre todo al estupendo guión escrito por Eric Roth.

Aunque parezca increíble si consideramos que su protagonista, Matt Damon, prácticamente no envejece durante toda la película, “EL BUEN PASTOR” refleja casi 30 años de historia norteamericana, centrada en las actividades de la organización de contraespionaje que todos conocemos como la CIA (siglas de Central Intelligence Agency: Agencia Central de Inteligencia). Traumatizado por el suicidio de su padre, el joven Edgard Wilson (Damon), es reclutado por los Servicios Secretos estadounidenses apenas acaba la universidad, y su vida estará desde ese momento regida por el silencio, el sigilo, el secreto y la mentira. Frustrado el verdadero amor de su vida por su sentido de la responsabilidad al haber dejado embarazada a la hermana de su amigo y jefe, Wilson se casa para asumir su paternidad y a través de su mirada fría e introvertida presenciamos una serie de acontecimientos tales como el inicio y final de la Segunda Guerra Mundial, el juego de poder establecido al final de la contienda entre norteamericanos y rusos (la llamada “Guerra Fría”) y, muy especialmente, el célebre episodio ocurrido en el enclave cubano de Bahía Cochinos, donde los planes de la CIA y el Presidente Kennedy se fueron al traste al producirse una misteriosa filtración.

Influenciado de forma evidente y notoria por el galardonado Martin Scorsese (quien le ha dirigido en multitud de ocasiones), Robert De Niro se las ingenia para componer un relato duro, aséptico y sin concesiones, en el que no hay bien ni mal ni buenos ni malos. Se trata de un mundo aparte en el que los únicos valores que cuentan son el patriotismo, la fidelidad a la ideología marcada y la sumisión al orden jerárquico, y absolutamente todo lo demás (esposas, hijos, familia y amigos) queda relegado a un segundo plano. Como he dicho antes, De Niro toma “prestado” de su maestro Scorsese el punto de vista neutral sobre los censurables comportamientos de Wilson (no duda en entregar al profesor de Literatura que acababa de intentar seducirle, se enamora de una chica sorda pero no se resiste a acostarse con la hermana de su amigo, a la que años después traiciona precisamente con su primer amor, y no le tiembla el pulso al ordenar torturas o ejecuciones, ni siquiera la de su propia nuera), y estas acciones están visualizadas con una brutalidad tan sólo equiparable a la postura distante e impávida adoptada por De Niro.

Beneficiada por un reparto envidiable (Angelina Jolie, John Turturro, Alec Baldwin, William Hurt, Joe Pesci y el propio director De Niro en un pequeño papel), juega la baza de la complejidad narrativa y además lo hace de modo deliberadamente enrevesado, ya que no respeta la continuidad temporal y se van alternando los sucesos presentes con los pasados. Indudablemente el balance final de “El buen pastor” es positivo, y sólo se me ocurre volver a incidir en la inadecuada composición que Matt Damon hace del personaje protagonista, auténtico centro del relato. Demasiado inexpresivo, demasiado gris, demasiado poco creíble, Damon se ha dado de bruces con unos maquilladores que no han sabido envejecerle de modo convincente (cosa que sí logran con William Hurt, John Turturro o la Jolie), por lo cual se producen inevitables sensaciones de incredulidad que no son del todo imputables a él: cuando, en una película que transcurre en 1961, aparece un rótulo que nos anuncia que vamos a presenciar un flashback o retroceso en el tiempo en el que el protagonista debe tener treinta años menos… y le vemos exactamente igual que cuando se supone que tiene unos cincuenta, es que algo está fallando; y cuando, en un momento dado, Damon habla con un joven de unos veinte años y le llama “hijo”, la verdad es que me pareció normal que los espectadores del cine prorrumpieran en risitas nada disimuladas. Errores, en cualquier caso, que no deberían deslucir los muchos méritos de esta gran película que (¿por qué no decirlo?) me hubiera parecido aún más grande si hubiera sido algo más pequeña: un recorte de veinte o treinta minutos de escenas de relleno la hubiera hecho más ágil y más amena.

Luis Campoy
Calificación: 8 (sobre 10)

viernes, 13 de abril de 2007

Carta de Zapatero a Fidel Castro

Aunque parezca mentira y personalmente me resulte indignante, yo, que trato de vivir pegado a la actualidad (en gran medida para daros mi personal visión de la misma), he tardado tres (3) días en enterarme de que el insigne comunicador don Luis María Ansón Oliart, famoso, entre otras cosas, por su objetiva imparcialidad, por su talante moderado y por su indudable amor por el sistema democrático, ha sido capaz, él solito, de interceptar una misiva que, según contaba este martes, 10 de Abril de 2007, en su habitual sección del diario “El Mundo” (denominada, modestamente, “Canela fina”), ha sido redactada y dirigida por nuestro presidente electo, don José Luis Rodríguez Zapatero, al dictador cubano Fidel Castro. Antes de perdernos en otras consideraciones, leamos primero el texto íntegro que Ansón atribuye al florido pensil de nuestro Presidente:


“Querido y admirado Presidente, mi Comandante:

El ministro de Asuntos Exteriores de mi Gobierno, Miguel Ángel Moratinos, me da cuenta de su viaje oficial a Cuba y me informa de la evolución favorable de la salud de Vuestra Excelencia. No sabe cómo lo celebro, porque mi generación se ha educado con la vista puesta en la Cuba comunista y en la figura irrepetible de Fidel Castro, centinela de la libertad, caudillo del Caribe por la gracia del destino histórico y comandantísimo de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire de la perla de las Antillas.

Las nuevas generaciones que viven del hedonismo no tienen conciencia clara de lo que ha supuesto para el mundo la lucha de Vuestra Excelencia por la libertad, por los Derechos Humanos y por la política social, todo ello frente a la voracidad del Imperio, frente al incalificable bloqueo impuesto por los Estados Unidos. A pesar de esa tropelía histórica, Cuba es hoy, gracias a vuestra Excelencia, un paraíso de
libertad, una nación justa en la que se respetan y acatan las leyes derivadas de la voluntad general libremente expresada, con un pueblo libre y esperanzado que disfruta de un alto nivel de vida, habiéndose sustituìdo en todas vuestras ciudades el caduco signo de la cruz por el de la hoz y el martillo. El ministro Moratinos se ha quedado en un pasmo ante el progreso y la dicha de la ciudadanía cubana.

Ciertamente la depravación del turista extranjero ha obligado el Gobierno de Vuestra Excelencia a mantener en las calles a las jineteras pero la inmensa mayoría de la nueva generación vive feliz, encuadrada en ese frente de juventudes admirable que es la organización de los pioneros.

Dí instrucciones a mi ministro para que abogara por los llamados “presos políticos”, que no son otra cosa que mercenarios al servicio de una potencia extranjera, traidores a la patria o terroristas que pretenden socavar los cimientos de la gloriosa Revolución, el régimen establecido por Vuestra Excelencia, que es ejemplo en todo el mundo de respeto a los derechos humanos y a las libertades. Solo la falacia del ultraderechista Aznar pudo llevar a la decadente Europa a la posición fascista de tomar medidas contra el régimen de Vuestra Excelencia. Naturalmente, yo he decidido restablecer una relación privilegiada con el Gobierno democrático de Vuestra Excelencia. También dí instrucciones a mi ministro para que no atendiera a los disidentes, ridículas minorías resentidas, incapaces de comprender la grandeza de la Revolución que Vuestra Excelencia, patria o muerte,
ha llevado a cabo.

Dentro de dos años, mi Comandante, se cumplirán los 50 años del acceso a la jefatura del Estado de Vuestra Excelencia. Me propongo acudir a La Habana, en compañía de todo mi Gobierno, para rendir a Vuestra Excelencia el homenaje que todos los demócratas del mundo le debemos. Medio siglo, 50 años, ganando una tras otra todas las elecciones ejemplarmente democráticas que se han celebrado en vuestro país, hollado un día por aquella España de infausta memoria, colonialista, católica e inquisitorial, es acontecimiento sin precedentes.

Aprovecho esta carta, mi Comandante, para implorarle que me conceda el alto honor de permitir que España se incorpore al eje Castro-Chávez-Evo, que tiene en permanente tembladera a los Estados Unidos y a su presidente fascista, el malhadado Bush.

En espera de sus gratas noticias, le reitero, mi Comandante, mi deseo y el del pueblo español de su pronto restablecimiento y quedo como siempre a la entera disposición de Vuestra Excelencia con mi renovada admiración y mi deseo permanente de seguir recibiendo vuestras enseñanzas.

José Luis
Rodríguez Zapatero.
En Madrid, y en el Palacio de la Moncloa, a 7 de abril
del año 2007.

¡Ufff! ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo tras leer la carta? Yo la he leído y releído varias veces, y cada vez que la termino siento unos preocupantes calambres endogástricos que a duras penas logro dominar para no tener que vaciar el estómago y limpiarme las humanas suciedades con una impresión en papel de tan impresionante documento. Ahora, en serio. Lo primero que tengo que decir es que el firmante de tantas aberraciones ideológicas envueltas en ñoña pedantería necesita urgentemente un baño de realidad; propongo que se obligue durante lo que le resta de vida a hablar con la gente de la calle y no con los fantasmas mentales de su propio pasado. En segundo lugar, me pregunto si el Gobierno de España, el partido socialista o el propio Zapatero no habrán interpuesto una o una docena de querellas contra el señor Ansón por libelo, calumnia y cursilería. O sea, ¿realmente alguien en su sano juicio puede creerse que un mandatario europeo del siglo XXI pueda dirigirse a un chocho comunista caribeño en semejantes términos no ya de veneración, sino de idolatría? Yo, desde luego, no. Es más, ni siquiera me creería una cosa así aunque me dijeran que se trata de una carta dirigida por José María Ansar (perdón, Aznar) al mismísimo George Bush y me juraran su verosimilitud desde la Cadena SER, el diario El País y el informativo de Iñaki Gabilondo en Cuatro.

Una vez desestimada la veracidad informativa del “documento”, cabe preguntarse por qué y para qué se les ha ocurrido a Ansón y a El Mundo urdir semejante montaje. ¿Les parece más creíble que iniciar una campaña culpando directamente a Zapatero de la proliferación de lluvias durante la Semana Santa? ¿Creen que los lectores de su periódico, por mucho que cojéen de la pierna derecha, son una pandilla de crédulos gilipollas? ¿O acaso confían en que los ya muy soliviantados militares españoles pierdan la paciencia y se alcen en armas para derrocar a tan poético (y rojísimo) gobernante?.

Cosas como ésta me ponen enfermo y hasta me quitan el sueño (son más de las 4 de la madrugada cuando redacto estas líneas). En todo momento he pensado que la supuesta misiva presentada por Ansón no era sino una emperifollada patraña, y en ningún momento he creído posible que de verdad hubiera sido escrita por Zapatero. Pero, si acaso esta última posibilidad tuviera un mínimo atisbo de ser cierta, si acaso fuera remotamente posible que nuestro político de mayor rango es capaz de pensar, de sentir y de expresar tan absurda, repelente, hortera y patética sarta de aduladoras estupideces, lo mejor que podría hacer sería sacar un pasaje de ida sin vuelta en el primer barco bananero que zarpase con destino a una Cuba que ya bastante ha sufrido a manos de un dictador adicto al poder y que lo que necesita es que a los disidentes se les permita salir de una vez por todas del armario de la opresión.

Pepe Rubianes en Lorca


Hace algunos minutos debe haber terminado la representación de la obra “Lorca eran todos” a cargo de la compañía del actor Pepe Rubianes en el Teatro Guerra de Lorca, la ciudad en la que vivo. Como tal vez recordéis, Rubianes protagonizó un sonado escándalo en TV3 hace unos meses, cuando fue invitado al programa “El Club” que presenta Albert Om (que, por cierto, se emitió en el nada adecuado horario de las 16:30 hrs.) y se explayó hablando de los “españoles”, colectivo al que cree no pertenecer (él es gallego, no sabemos si por suerte o por desgracia). Entre otras lindezas, Rubianes mandó “a la mierda” a la “puta España”, en la cual, lógicamente (cuando estos individuos empiezan a largar, luego les cuesta mucho refrenarse) también se cagó, e invitó a los españoles a que “se la metieran por el culo”, “a ver si les explotaban los cojones”.
http://www.youtube.com/watch?v=3QOlIfr2qDY

Pepe Rubianes, al que me parece que sólo he visto en algún que otro episodio de la serie televisiva “Makinavaja, el último choriso” (que en cine protagonizó el no menos polémico Andrés Pajares), se ha hecho, gracias a su antiespañolismo, muchísimo más popular de lo que era, y ha decidido invertir esta popularidad en la realización de esta obra, “Lorca eran todos”, basada en diversos textos del poeta y dramaturgo fusilado en 1936. ¿Es lógico y ético traer a un teatro municipal a un personaje así?. Los populares lorquinos consideran que no, y me consta que no son los únicos. Por el contrario, la concejala de Cultura (socialista) alude a los evidentes méritos artísticos de la pieza, e invita al público a considerar que una cosa es una obra teatral y otra muy distinta la ideología personal de su autor o director. Yo coincido bastante con este razonamiento, y no por ello dejo de pensar que Rubianes es un auténtico bocazas reaccionario, maleducado y soez. Pero no me gustan los boicots (hace un par de semanas criticaba al que el PP está imponiendo al Grupo PRISA) y pienso que el hecho de que un señor sea un gilipollas impresentable no implica necesariamente que no sea capaz de hacer bien su trabajo, en este caso, el montaje de una obra teatral. Esa es una de las ventajas de la democracia, que cada uno es libre no sólo de tener una opinión, sino de decidir qué hacer con ella (siempre y cuando no se vulnere la Constitución, cosa que el señor Rubianes se propuso hacer muy conscientemente, quién sabe si para alentar una polémica que acabaría favoreciéndole, al menos a efectos comerciales).

Inseguridad víal


Es casi inmoral reducir el dolor a una fría estadística, pero quiero hacerme eco del balance final de la operación especial de Tráfico de la Semana Santa 2007, que se cerró el otro día con un resultado simplemente descorazonador: ciento seis (106) muertos en ochenta y cuatro (84) accidentes. Si nos atenemos a la fría asepsia de los números, habría que estar incluso contentos, porque el pasado año los muertos fueron cuatro más, 110, pero eso significa únicamente que los nuevos mecanismos son tan sólo un poquito menos malos que los de antes. El tan cacareado carnet por puntos no ha sido la solución mágica y definitiva que quisieron vendernos, y el incremento de agentes de tráfico y la subida de las multas tampoco ha mejorado mucho las cosas. Todos hemos oído historias acerca de conductores irresponsables que han perdido todos sus puntos en un día, y yo aún recuerdo haber escuchado en la radio la hazaña de un personaje que fue sorprendido por un radar cuando circulaba en estado de embriaguez y a una velocidad de 260 kmts. por hora (el doble de lo permitido), como consecuencia de lo cual fue condenado a la ridícula pena de seis meses de prisión, que seguro que no llegó a cumplir. Algo está fallando, y tiene mucho que ver con la pésima educación víal de los españoles, la mayoría de los cuales todavía cree que los potentes vehículos que compra están diseñados para hacer carreras en la autovía. Las multas no asustan a nadie (bueno, a mí, sí; hace poco tuve que pagar una que no me llegó en su momento, aunque el hecho de no haberla recibido no me eximía de ser embargado por Hacienda), y los Guardias Civiles de tráfico parecen haber sacado matrícula de honor en algún cursillo de invisibilidad. Tampoco la última campaña publicitaria de la DGT ha resultado muy eficaz, y no me extraña: los spots eran pedantes, teatrales y soporíferos, con un doblaje que tiraba de espaldas. Prefiero aquellos tan duros de hace un par de años, los que mostraban con toda crueldad los accidentes más virulentos; eso sí nos metía el miedo en el cuerpo, y no la posibilidad de perder unos puntitos de nada.

martes, 10 de abril de 2007

Pasados por agua (segunda parte)


Como continuación a lo que os contaba ayer respecto a los muchos perjuicios causados a la ciudadanía de Lorca a causa de la suspensión de los principales desfiles Bíblico-Pasionales, he de deciros que se han presentado al menos treinta y una (31) denuncias en la Comisaría de Policía local a causa de la negativa de los cofrades lorquinos a devolver el importe de los palcos y tribunas desde los que no se pudo presenciar las canceladas procesiones. Lógicamente, no es la primera vez que unos actos de estas características han de ser suspendidos por causas climatológicas, pero los airados denunciantes alegan que, en el caso concreto del Viernes Santo, se debió esperar hasta el ultimísimo momento (nueve de la noche) antes de tomar una determinación así, mientras que los máximos dirigentes de las Cofradías y Archicofradías lorquinas, tras reunirse con el Alcalde, Leoncio Collado, a las seis de la tarde ya habían adoptado la (¿precipitada? ¿prematura?) decisión de abortar el cortejo, teóricamente avalados por una desafortunada predicción meteorológica que anunciaba un aguacero monumental para las tres ó cuatro horas de recorrido de la procesión, lo cual hubiera supuesto, según dicen los responsables, un suicidio artístico (para los mantos, bordados y tallas) y una irresponsable temeridad (para los caballos y las personas implicadas en la “carrera”). Ya veremos si las denuncias prosperan, pero me parece bastante difícil, entre otras cosas porque sentaría un peligroso precedente (para las cofradías). En cualquier caso, perder un dineral como el que te cobran por un “metro” de palco para presenciar los desfiles de Lorca es (permitidme la expresión) una auténtica putada, y yo soy de los que piensan que se debió esperar hasta el último minuto para comprobar si el Hombre del Tiempo acertaba de pleno o si sus malos augurios se quedaban, como en ésta y en tantas otras ocasiones, en apenas una falsa alarma.

Cine: mi comentario sobre "LA COSECHA"


Cuando iba a sacar mi entrada para ver “La Cosecha”, un individuo que me precedía ante la taquilla del cine me aconsejó que no perdiera el tiempo. A pesar del aviso, yo, frustrado por la ausencia en la única sala comercial de Lorca de la película que realmente deseaba ver, “El buen pastor”, decidí arriesgarme en mi apuesta por un film que venía avalado por los nombres de Hilary Swank (protagonista) y Robert Zemeckis (productor) y, sobre todo, por un trailer que resultaba ciertamente atractivo.

Una profesora universitaria (Swank) que años atrás perdió su fe y su vocación religiosa al mismo tiempo que a su esposo e hija recibe el encargo de investigar unos extraños sucesos que acontecen en un pueblo del medio oeste americano llamado Haven (palabra que en inglés significa “refugio” pero se pronuncia de forma casi idéntica a “heaven”, “Cielo”). Ríos en los que no corre agua sino sangre, ranas y vacas que mueren a cientos, oleadas de insectos sin control, adolescentes perfectamente sanos cuyos cadáveres aparecen desprovistos de cualquier rastro de esencia vital… ¿Se trata de una reproducción de las famosas plagas bíblicas que asolaron Egipto en los tiempos de Moisés o puede encontrarse una explicación científica convincente?.

A pesar de su punto de partida cuando menos interesante, “La Cosecha” opta enseguida por la vía del terror más fácil y primario, a base de reiterativos golpes de efecto y sonidos impactantes, en la misma línea de cualquier producción de bajo presupuesto. Las posibilidades de investigación científica de los supuestos fenómenos de procedencia religiosa dan paso enseguida a una exhibición gratuita a cargo de unos técnicos de efectos especiales sin nada mejor que hacer que teñir digitalmente de rojo las aguas de un río o fabricar un millón de langostas computerizadas. Cualquier análisis medianamente serio acerca de la crisis de fe que aqueja a la protagonista acaba sepultado bajo mil y un tópicos que, una vez terminada la proyección, casi dan vergüenza ajena: el mejor amigo de la protagonista muere, el villano es quien más bueno parecía ser y el “apocalíptico” final no es sino una acumulación de explosiones calcadas de las escenas más bochornosas de “Cazafantasmas 2” o “Poltergeist 3”… sólo que algo mejor resueltas gracias a una tecnología más desarrollada. Por cierto, las referencias a otras películas son tan evidentes que casi es innecesario enumerarlas, pero citaremos “La Profecía”, “El Exorcista II: El Hereje” y “La Séptima Profecía” como fuentes de inspiración, sin olvidar unas gotitas de “La Semilla del Diablo” en su risible y ridículo epílogo.

Dicen que a veces el Oscar puede no ser un motivo de orgullo sino una carga pesadísima, y algo así le ha ocurrido a Hilary Swank, que tiene dos estatuíllas y parece no saber elegir sus proyectos, con meteduras de pata tan considerables como ésta o como “La Dalia Negra” y “El Núcleo (The Core)”, ambas sendos fracasos artísticos. Junto a ella, un nada convincente David Morrissey (visto en “Instinto Básico 2”), un patético Stephen Rea (“Juego de Lágrimas”) y un tardíamente recuperado William Ragsdale (“Noche de Miedo 1 & 2”). Los mejores del reparto son el excelente Idris Elba (en el papel del inevitable negro que tenía el alma blanca) y, sobre todo, la portentosa AnnaSophia Robb, protagonista también de “Un puente hacia Terabithia” y que lleva camino de convertirse en la nueva niña prodigio de Hollywood. Los responsables últimos del desaguisado son, sin embargo, el director Stephen Hopkins (claro que ¿qué se podía esperar del firmante de “Depredador 2” o “Perdidos en el Espacio”?) y, sobre todo, el productor Robert Zemeckis, que, en su faceta de director, realizó obras tan estimables como la trilogía de “Regreso al Futuro”, “Forrest Gump” o “Polar Express”. Sí, amigos, debí hacerle caso al tipo que me aconsejó que me abstuviera de gastar el dinero en esta peliculilla; me hubiera ahorrado, como mínimo, los cinco euros con cincuenta céntimos que cuesta la entrada en los mejores (y únicos) cines de Lorca.

Luis Campoy
Calificación: 4 (sobre 10)

lunes, 9 de abril de 2007

Pasados por agua

Desde luego, es que nunca estamos conformes con nada… Después de tanto “Agua para todos”, cuando por fin conseguimos agua por un tubo y durante una semana entera, todavía nos quejamos. Una vez más queda patente la infinita sabiduría de nuestro Refranero, el cual afirma, no sin razón, que “Nunca llueve a gusto de todos”. Claro que unas vacaciones húmedas de lluvia no era lo que casi ninguno hubiéramos deseado, máxime teniendo en cuenta que vivimos en una España aún tradicionalista en la que lo típico es ver o tratar de ver los desfiles procesionales que cada ciudad pone a disposición de vecinos y visitantes. ¡Cuántas ilusiones pasadas por agua…! ¡Cuántas horas de esfuerzo y dedicación frustradas por una meteorología favorable a la agricultura pero adversa a las personas…! Quien dijo aquéllo de “En abril, aguas mil” (otro refrán profético) no sabía lo que estaba vaticinando, al menos desde el punto de vista de cofrades, procesionistas y espectadores en general. En ciudades como Lorca, donde vivo, el perjuicio que las inclemencias climatológicas han causado ha sido irreparable. En todos los rincones de España la sobredosis de precipitaciones ha obligado a cancelar cientos y cientos de procesiones, y sé de buena tinta que tanto en Murcia como en Cartagena, Totana o Alhama (por citar ejemplos relacionados con mi más estrecho ámbito geográfico) alguno de los cortejos más significativos no pudo salir a la calle. Pero ni los más viejos de la Ciudad del Sol (definición ciertamente irónica si la aplicamos a la realidad de estos últimos días) recordaban que todos sus más importantes y multitudinarios desfiles bíblico-pasionales hubieran sido suspendidos en un mismo año. Y lo peor de todo no es sólo que los cofrades lorquinos se hayan quedado con las ganas de lucir sus cuádrigas, carrozas, mantos, bordados e imágenes; lo peor es que las sillas y los palcos desde los que deberían haberse presenciado las procesiones canceladas estaban ya comprados muchos meses atrás, y los defraudados espectadores se encuentran con que han perdido su dinero sin posibilidad alguna de recuperarlo. Esta mañana un amigo me mostraba sus tickets por valor de más de ¡¡ochocientos euros!! cuyo importe no se le iba a reembolsar, ya que en una cláusula maquiavélicamente redactada en el dorso de las localidades se anunciaba expresamente que si el desfile se suspendía por “causas medioambientales de fuerza mayor” el dinero no sería devuelto, dado que las Cofradías ya lo habían reinvertido en la puesta a punto de los desfiles. Lamentable. Deprimente. Pero esperemos que muy beneficioso para el campo. Por lo que a mí respecta, el Jueves Santo por la tarde me monté en un autobús con destino a Alhama de Murcia, donde aún viven mis padres. En otras circunstancias no hubiera dudado en viajar a lomos de mi propio coche, pero a) la tripulación la componíamos dos adultos y cuatro niños, exactamente un pasajero más de los que la Ley permite viajar en un turismo; y b) mi pequeño pero coqueto Citröen C3 se hallaba prisionero detrás de una tonelada de metal, y es que los palcos y tribunas bloqueaban sin excepción todos y cada uno de los vados y parkings con salida a la Avenida Juan Carlos I (arteria principal de Lorca), y quien, como yo, no hubiese sacado su vehículo antes de las ocho de la mañana del Miércoles Santo, se vio privado de él hasta bien entrada la noche del Sábado de Gloria. Pero también en Alhama los angelitos se hincharon a llorar y sólo secaron sus ojos a partir de la tarde-noche del Viernes. Alguna vez he dicho que soy cartagenero de corazón y casi de adopción, y, durante la Semana Santa, el influjo de Cartagena es tan poderoso que parece como si fuerzas levitatorias superiores a mí se apoderasen de mi alma tratando de abducirla. Por diversos problemas de logística, en estos últimos años no he podido acudir a mi cita con Marrajos y Californios, y el descubrimiento de que las procesiones de Alhama tienen inequívocas semejanzas con las de Cartagena (al menos en lo referente a la indumentaria de los penitentes, la iconografía de las tallas y, sobre todo, el preciosismo de los arreglos florales) me ha servido de consuelo y satisfacción. Para certificar este dato, acompaño unas cuantas fotos tomadas por mí mismo durante el último de los desfiles alhameños (el de ayer, Domingo de Resurrección), que supuso para este cronista un bello, dignísimo y triunfal broche de oro a una Semana Santa que, después de todo y al menos para mí, no estuvo enteramente pasada por agua.










miércoles, 4 de abril de 2007

El Mesón Lorquino

Era yo apenas un mocico imberbe, un pipiolo recién arrancado del nido, cuando aquella mañana de abril crucé el umbral del Mesón Lorquino II (qué cosas, jamás llegué a conocer el Mesón Lorquino I, por lo cual a veces incluso he dudado de su existencia). Corría el año 1986 y yo tan sólo buscaba un café con leche y unas tostadas, pero lo que me encontré fue un abigarrado surtido de tapas con nombres casi todos ellos nuevos para mí, de forma que no sabía si me había metido bruscamente en una especie de zoológico (tigres, caballitos…) o si, sin moverme de Lorca, estaba cursando un viaje iniciático por la geografía mediterránea (catalanes, pinchos morunos…). También había tostadas, claro está, pero cuando lo averigüé ya me sentía inclinado a conocer aquella cocina típicamente lorquina (y murciana) que contaba a diario con cientos de fieles adeptos que comían, bebían, fumaban, charlaban y reían alrededor de una barra que, ya entonces, se quedaba pequeña para acoger a la parroquia que allí se congregaba. Una de las primeras cosas que recuerdo fue que el lugar adolecía de cierta oscuridad, aunque tal vez se trataba de una “iluminación particular”, para crear ambiente, para configurar una atmósfera especial. Al lado mío, un caballero apresurado le decía al camarero que tenía que “dejarle la púa” hasta el día siguiente, pero, cuando se marchó, allí no quedaron ni púas, ni clavos, ni nada parecido; tardé un tiempo en averiguar que tan pintoresca expresión hacía referencia a una pequeña deuda que tal vez pronto se saldaría. También recuerdo algunas otras frases que, pronunciadas a diario por Miguel, futuro heredero del negocio y auténtico gerente del mismo, poco a poco fueron haciéndoseme entrañables. Cuando se le pedía la cuenta, te informaba de cuántas pesetas tenías que abonar y te advertía que podías pagárselo en dos plazos; “ya mismo o antes de irte”. Si no tenías monedas sueltas y pagabas con un billete grande, el avispado hostelero se abalanzaba sobre él gritando “¡Bote!”. Algunos años después, era tan evidente que o bien el local crecía o bien los clientes iban a menguar, que Juan, el propietario, tuvo que reaccionar y se trasladó justo a la acera de enfrente, lo cual no significó que nadie saliese de ningún armario. En el nuevo emplazamiento recuerdo haber pasado algunos momentos que me inspiran auténtico cariño. Durante algunos meses difíciles, comí allí todos los días, junto a algunos compañeros con los que, entre macarrones y arroces con costillejas, llegué a intimar. Al salir de la radio, cuando mi programa de cine se emitía los jueves por la noche, solía cenar también. Cada vez que mis padres venían a Lorca, lo habitual era comer juntos allí. Y ¡cuántos cumpleaños habré celebrado entre aquellas paredes…! Cuando entró el euro, cuya llegada tanto perjudicó a los pobres españolitos de a pie, el Mesón Lorquino fue uno de los pocos locales que mantuvo sus precios cercanos a lo que venía siendo habitual, si bien, por aquel entonces, tras la larguísima barra metalizada, las idas y venidas de sus camareros eran constantes, tanto que a veces no te daba tiempo a aprenderte los nombres de algunos, los cuales (signo de los tiempos) ya solían ser ecuatorianos. Hace muy pocos días, se ha operado en este establecimiento tan lleno de trocitos de mi memoria un necesario cambio que incluso lo ha hecho mejorar; nunca viene mal un lavado de imagen, y dicen que la renovación es la enemiga de la muerte (“Renovarse o morir”, que dijo el filósofo). Aún más grande, más acogedor y acaso más elegante, “mi” Mesón Lorquino sigue siendo uno de los rincones donde la tradición y el presente se dan la mano, y sus sabores y olores continúan acompañándome cada vez que quiero desayunar entre amigos, comer rápido y bien y cenar a gusto y a mis anchas.

domingo, 1 de abril de 2007

Boicot del PP al Grupo PRISA


El pasado jueves, día 22 de Marzo, el señor Jesús De Polanco, presidente del grupo de comunicación PRISA (del que forman parte el diario “El País”, la Cadena SER y el canal televisivo Cuatro), tuvo la bonita ocurrencia de decir, durante la Junta General de Accionistas del grupo, que “algunos” cuya conducta remitía al franquismo puro y duro, deseaban volver a la guerra civil. (Por cierto, yo, que no soy accionista de PRISA –aunque sí oyente de la SER- dije, juro que por casualidad, algo parecido al día siguiente, en un artículo que titulé “Peligro Inminente”). Para nuestra consternación y vergüenza, es notoria la ausencia de imparcialidad de la mayoría de medios de comunicación de nuestros días. Cada uno tiene su propia ideología y, consciente o inconscientemente, su modo de transitar la actualidad adolece de cierta “cojera” mal disimulada. Polanco y sus empresas son claramente favorables a la izquierda (tan a la izquierda como pueda situarse el PSOE de Zapatero), y emisoras como la COPE, televisiones como Antena 3 y periódicos como “El Mundo” están en clara sintonía con la derecha que representa el Partido Popular. Obviamente, cuando un señor como Polanco habla de terceras personas del modo en que lo hizo, esas “terceras personas” se dan por aludidas en menos que canta un gallo, y la reacción del PP no se hizo esperar. Mariano Rajoy, líder (visible) del partido, y su secretario de comunicación, Gabriel Elorriaga, anunciaron a bombo y platillo que su formación política "dejará de atender todas las convocatorias de entrevistas, tertulias y programas del Grupo PRISA”, en tanto en cuanto su presidente no "rectifique pública e inequívocamente" sus polémicas (¿o no tanto?) afirmaciones. Es decir: si Polanco no se arrepiente de pensar lo que piensa (lo que más de cuatro pensamos), el Partido Popular dejará de contestar a cualquier pregunta formulada por cualquier profesional de la SER, Cuatro o El País, además de lo cual los Populares y sus allegados dejarán de anunciarse publicitariamente en las empresas polanquianas, con lo cual el daño será todavía mayor.

Ha pasado más de una semana y el boicot continúa, aunque son varios los dirigentes populares que se desvinculan (tímidamente) de las directrices de su jefatura, si bien se ven obligados a acatarlas so pena de ser expedientados por indisciplina. Personalmente, tengo que decir que, al igual que Michael Jackson me parece un ser humano bastante despreciable, pero me descubro ante su indiscutible talento artístico, lo que me motiva a la hora de escuchar una radio, leer un periódico o visionar una televisión es la calidad de su información o la dignidad de su oferta de ocio, y nunca, nunca, la actitud, la opinión o el color de la corbata de su máximo accionista. O sea, independientemente de que Jesús De Polanco piense de una (respetable) manera y no se corte a la hora de manifestarse en público, para mí éso no deslegitima en absoluto el buen hacer de los periodistas que trabajan en Cuatro, El País o la Cadena SER, que, por otra parte, durante los últimos años, han llevado a cabo la profesión periodística de un modo que me parece, como mínimo, sosegado y pacífico, a diferencia de la virulencia y mala uva que exhibe impúdicamente cualquier informativo de la COPE, en especial los incluídos en el programa matinal del incombustible Federico Jiménez Losantos. Como ya he dicho alguna vez, a sabiendas de que tanto la COPE como la SER alteran hábilmente determinados aspectos de la realidad a fin de manipularla en beneficio propio y de sus compañeros de ideología, yo, personalmente, prefiero que me manipulen educada y cortésmente, como lo hace la SER. Lo que no entiendo ni entenderé es que un partido político en un entorno democrático sea incapaz de encajar un comentario surgido de la boca de un empresario y se rebaje a dar órdenes a sus directivos y militantes para que autocensuren, automutilen y autocercenen su propia e inalienable libertad de expresión. Veintidós años de democracia y libertad vertidos en el garete de la crispación que no cesa.