lunes, 16 de enero de 2017

Cine actualidad/ “LA LA LAND” (La Ciudad de las Estrellas)”

Bailar y cantar en Los Angeles

De vez en cuando, surge una película que no sólo pone de acuerdo a público y crítica, sino que se constituye en epicentro de todo un fenómeno socio-cultural.  A juzgar por el récord de Globos de Oro obtenidos la semana pasada (siete de siete posibles), por la creciente expectación que se desata allá donde se va estrenando y, sobre todo, por su magnífico boca-oreja, “La La Land (La Ciudad de las Estrellas)” es, este año, esa película capaz de entusiasmar a todo el mundo.

El máximo responsable de “La La Land” es un tal Damien Chazelle, un joven de apenas 31 años que, tras deslumbrar con su anterior “Whiplash” (un film que, para mí, roza la categoría de “obra maestra”), y en este su tercer largometraje ha apostado por la recuperación de un género, el musical clásico hollywoodiense, que para muchos había caído en el más absoluto olvido.

Sebastian es un pianista que sueña con regentar su club de jazz, y Mia una actriz en paro que, mientras va de audición en audición, se ve obligada a trabajar de camarera.  En una luminosa y cosmopolita Los Angeles, Sebastian y Mia se conocen y se enamoran, y el arte y la música les obligarán a ir dando tumbos mientras tratan de dilucidar cuál es el verdadero amor al que se deben…

Desde que, en 1927, “El cantor de jazz” se convirtiese en la primera película sonora de la Historia, los musicales nos han acompañado sin abandonarnos realmente.  Si bien su época dorada se sitúa entre las décadas de los treinta y los cincuenta, lo cierto es que incluso los films animados de Disney pueden considerarse adscritos al género, de modo que lo de cantar y bailar en la pantalla no es algo ante lo que nos sintamos realmente ajenos.  Títulos recientes como “Chicago”, “Mamma Mia”, “Los Miserables” o “Into The Woods”han mantenido viva la llama e incluso han obtenido numerosos galardones internacionales, si bien la apuesta de Damien Chazelle ha sido la de recuperar los parámetros del musical que conmovió Hollywood en los años gloriosos, cuando Busby Berkeley, Vincente Minelli o Stanley Donen eran sus exponentes más ilustres.

Así pues, el primoroso cuidado de la estética, el exquisito tratamiento del color, la fotografía plagada de soluciones innovadoras, la música como catalizador de la acción y, sobre todo, la inclusión de arriesgadas coreografías, todos ellos al servicio de una temática optimista que anima a luchar por los propios sueños aun en la desdicha, son los rasgos que han conseguido situar a “La La Land” en lo más alto de todos los rankings.  Solamente por el prodigioso plano secuencia de diez minutos de duración que abre la película, con decenas de cantantes y bailarines perfectamente coordinados y sin posibilidad de equivocarse, “La Ciudad de las Estrellas” ya se merece un lugar de privilegio en los anales del musical.  También su maravilloso final, en el que se nos narra una inolvidable versión alternativa de los sucesos acaecidos hasta ese momento, logrará ser recordado con cariño para siempre.  Entre medias, numerosas secuencias memorables escritas con música, baile y mucho amor, que están haciendo las delicias de un público que casi había olvidado lo que era disfrutar así en una sala de cine.

Ryan Gosling tuvo que aprender a tocar el piano para interpretar convincentemente su personaje, y Emma Stone cuaja la que es para mí su mejor interpretación hasta la fecha.  Incluso el gran J.K. Simmons, el terrible profesor de “Whiplash”, se deja caer para hacer aún más estimulante un delicioso espectáculo en el que sólo eché en falta unas canciones más pegadizas y una trama algo más elaborada.  Con todo, “La La Land” ya se sitúa en cabeza en la carrera anual hacia los Oscar, que este año se presentan menos reñidos que nunca.

Luis Campoy

Lo mejor:  el maravilloso número musical que abre la película
Lo peor:  la mayoría de las canciones no tienen la garra suficiente
El cruce:  “Melodía de Broadway 1955” + “Un americano en parís” + “Dinero caído del cielo”

Calificación:  8,5 (sobre 10)

jueves, 12 de enero de 2017

Cine actualidad/ “SILENCIO”

Ssshhhhh….

Martin Scorsese ha dirigido algunas de las mejores películas de la historia del cine.  Así de claro.  Así de simple.  Sólo por esa razón, cualquier estreno del realizador de “Taxi Driver”, “Uno de los nuestros” o “Toro salvaje” debería constituir un verdadero acontecimiento.  Sin embargo, las cifras de taquilla de su último trabajo, “Silencio”, dan a entender que nos hallamos ante una seria decepción, cuando no ante un fracaso en toda regla…

Japón, siglo XVII.  Dos monjes jesuitas de origen portugués son enviados en busca de otro fraile, el padre Ferreira, quien a la sazón había sido mentor de ambos y que ahora parece haber apostatado y abrazado la fe budista.  Durante la búsqueda, los dos curas vivirán en carne propia el odio y el desprecio que con los que la religión católica es recibida por parte de las autoridades niponas…

Cuentan que Scorsese leyó la novela “Silencio” de Shusaku Endö hace casi 30 años, y desde entonces había estado tratando de llevarla al cine.  Lo primero que tengo que decir es que cuesta creer que un director al que todo el mundo venera haya que tenido que esperar tres décadas para poder rodar una película….  como también me extraña que (sin haberlo leído) el libro de Endö, si realmente es tan bueno, se merezca una adaptación como la que nos brinda el querido don Martin.  Scorsese, como buen italoamericano, al parecer se sintió afectado por el subtexto religioso de la aventura, y quiso continuar una temática que ya había explorado en su obra en títulos como “La última tentación de Cristo” o la muy olvidada “Kundun”.  Lo malo es que el maestro parece conformarse con realizar un film para su propio uso y disfrute, y que se está atragantando en los paladares de la inmensa mayoría de los cinéfilos.

A la hora de valorar una película como “Silencio”, es inevitable que se emitan dos juicios bien diferenciados;  uno haría referencia a los aspectos estrictamente cinematográficos, y otro al propio y desasosegante argumento.  Tal como lo describe Scorsese, Japón era un país bárbaro y apegado al pasado en el que los pobres sacerdotes cristianos eran cruelmente masacrados tan sólo por negarse a renegar de su fe, así como los valerosos creyentes recién bautizados.  Sin embargo, la historia podría ser narrada de otra manera:  los japoneses, celosos defensores de su idiosincrasia, veían con malos ojos la invasión a la que les sometían los occidentales, quienes usaban la excusa de la religión como punta de lanza para posteriormente inmiscuirse en asuntos económicos y políticos, de modo que se defendieron con todos los medios a su alcance sin andarse con miramientos.

He pasado 12 años de mi vida estudiando en colegios de monjas y curas, y conozco perfectamente el trasfondo de la Iglesia católica, los parámetros de la liturgia y el modo en que se prioriza la defensa de la Fe.  Por convertir las creencias en obsesiones y las convicciones en elementos de rivalidad, se han desatado millones de guerras desde que el mundo es mundo.  Por divulgar la religión propia, a veces intrusivamente, se desata la ira de quienes no quieren desprenderse del credo en el que han sido educados.  Por eso afirmo que, en contra de lo que se dice por ahí, “Silencio” no trata sobre la religión o sobre la fe, sino sobre la intolerancia, la intransigencia, la brutalidad, el odio y la crueldad.  No creo que por negarse a pisar la portada de una biblia uno deba ser torturado o decapitado, ni justifico que para preservar lo que es tuyo tengas derecho a cometer actos de barbarie inhumana en contra de tus visitantes de allende los mares.

Y lo que menos justifico es que, para narrar la historia que cuenta “Silencio”, haya que extenderse durante casi tres horas y poner a prueba la paciencia de todo quisque.  Ni creo que ni el guión ni la dirección ni las interpretaciones estén al nivel que cabe exigirle al maestro Scorsese.  Andrew Garfield está bien y se nota que se esfuerza, lo cual se le agradece, pero algo en su composición resulta distanciador y poco creíble.  Adam Driver, visto y no visto, actúa con manifiesta desgana.  Liam Neeson hace de…  Liam Neeson, lo cual me encanta, si bien aquí no basta,  Así, quienes se llevan el gato al agua son los actores japoneses, realmente espléndidos, con Issey Ogata y Tadanobu Asano a la cabeza, pues son sus personajes los que están mejor dibujados y los que, por odiosos, resultan más interesantes y carismáticos.  Por lo demás, el ritmo del film es cansino a más no poder, el aburrimiento y el sopor acechan por doquier y ni siquiera la espléndida fotografía redime a “Silencio” de su pecado de anteponer el mensaje a la obligación de entretener.

Luis Campoy

Lo mejor:  la fotografía, es diseño de producción
Lo peor:  el excesivo metraje, la lentitud del ritmo, lo maniqueo de su planteamiento
El cruce:  “La Misión” + “Shogun” + “El último samurái”

Calificación:  5,5 (sobre 10)

miércoles, 11 de enero de 2017

Cine actualidad/ “PASSENGERS”

Pasajeros en una nave misteriosa

Ya estamos en 2017, sin duda un año muy galáctico:  se cumplen cuatro décadas del estreno de “La Guerra de las Galaxias” (“Star WarS”, 1977) y además se estrenará el Episodio VIII de la popularísima saga creada por George Lucas.  Por lo tanto, no os extrañará que, a la hora de iniciar nuestro periplo cinematográfico, el film que hoy os voy a comentar sea precisamente una fantasía de ciencia ficción…

En el transcurso de un larguísimo viaje interplanetario, un pasajero de una gigantesca nave se despierta antes de lo previsto (noventa años antes de lo previsto, concretamente) y se le plantea el inmenso dilema de si debe permanecer solo todo el tiempo…  o si debe despertar a algún otro compañero de viaje para que le haga compañía…

A Morten Tyldum, el director noruego de “Passengers”, le conocí (y admiré) gracias a la estupenda “Descifrando Enigma”, en la que dirigió al gran Benedict Cumberbatch.  Por ello, me parecía raro que esta nueva película se limitase a ser un simple drama amoroso como dejaban entrever sus trailers.  Por fortuna, “Passengers” tiene en sus entrañas mucho de la calidad de la mejor ciencia ficción de los setenta, con temáticas, situaciones e incluso movimientos de cámara que me recordaron a “Solaris”, “Naves misteriosas” o la mismísima “Alien”.  Por supuesto, también hay una (inevitable) historia de amor, pero perfectamente encuadrada dentro de la lógica de la narración.

El buen hacer del solicitadísimo Chris Pratt y las buenas formas, o sea, buenas maneras (¿en qué estaría yo pensando?) de Jennifer Lawrence son la guinda para un pastel que complacerá a los fans de la sci-fi y probablemente desconcertará a los que esperaban más acción o un romance más convencional.

Debe ser por ese abismo que separa las expectativas de los hechos por lo que el film está recaudando bastante menos de lo esperado, lo cual no deja de ser una lástima ya que, junto con “La llegada”, constituye uno de los mejores ejemplos de ficción científica estrenados en los últimos tiempos.

Luis Campoy

Lo mejor:  la dirección, los decorados, los dos protagonistas
Lo peor:  la creación de expectativas equivocadas;  el abuso que se hace del personaje del barman que interpreta Michael Sheen
El cruce:  “Alien” + “Wall-E” + “Naves misteriosas” + “Gravity”

Calificación:  8 (sobre 10)