Cine actualidad/ “LA LA LAND” (La Ciudad de las Estrellas)”
Bailar y cantar en Los Angeles
De vez en cuando, surge una
película que no sólo pone de acuerdo a público y crítica, sino que se
constituye en epicentro de todo un fenómeno socio-cultural. A juzgar por el récord de Globos de Oro
obtenidos la semana pasada (siete de siete posibles), por la creciente
expectación que se desata allá donde se va estrenando y, sobre todo, por su
magnífico boca-oreja, “La La Land (La Ciudad de las Estrellas)” es, este año,
esa película capaz de entusiasmar a todo el mundo.
El máximo responsable de “La La
Land” es un tal Damien Chazelle, un joven de apenas 31 años que, tras
deslumbrar con su anterior “Whiplash” (un film que, para mí, roza la categoría
de “obra maestra”), y en este su tercer largometraje ha apostado por la
recuperación de un género, el musical clásico hollywoodiense, que para muchos
había caído en el más absoluto olvido.
Sebastian es un pianista que
sueña con regentar su club de jazz, y Mia una actriz en paro que, mientras va
de audición en audición, se ve obligada a trabajar de camarera. En una luminosa y cosmopolita Los Angeles,
Sebastian y Mia se conocen y se enamoran, y el arte y la música les obligarán a
ir dando tumbos mientras tratan de dilucidar cuál es el verdadero amor al que
se deben…
Desde que, en 1927, “El cantor de
jazz” se convirtiese en la primera película sonora de la Historia, los
musicales nos han acompañado sin abandonarnos realmente. Si bien su época dorada se sitúa entre las décadas
de los treinta y los cincuenta, lo cierto es que incluso los films animados de
Disney pueden considerarse adscritos al género, de modo que lo de cantar y
bailar en la pantalla no es algo ante lo que nos sintamos realmente
ajenos. Títulos recientes como “Chicago”,
“Mamma Mia”, “Los Miserables” o “Into The Woods”han mantenido viva la llama e
incluso han obtenido numerosos galardones internacionales, si bien la apuesta
de Damien Chazelle ha sido la de recuperar los parámetros del musical que
conmovió Hollywood en los años gloriosos, cuando Busby Berkeley, Vincente
Minelli o Stanley Donen eran sus exponentes más ilustres.
Así pues, el primoroso cuidado de
la estética, el exquisito tratamiento del color, la fotografía plagada de soluciones
innovadoras, la música como catalizador de la acción y, sobre todo, la
inclusión de arriesgadas coreografías, todos ellos al servicio de una temática
optimista que anima a luchar por los propios sueños aun en la desdicha, son los
rasgos que han conseguido situar a “La La Land” en lo más alto de todos los
rankings. Solamente por el prodigioso
plano secuencia de diez minutos de duración que abre la película, con decenas
de cantantes y bailarines perfectamente coordinados y sin posibilidad de
equivocarse, “La Ciudad de las Estrellas” ya se merece un lugar de privilegio
en los anales del musical. También su
maravilloso final, en el que se nos narra una inolvidable versión alternativa
de los sucesos acaecidos hasta ese momento, logrará ser recordado con cariño
para siempre. Entre medias, numerosas
secuencias memorables escritas con música, baile y mucho amor, que están
haciendo las delicias de un público que casi había olvidado lo que era disfrutar
así en una sala de cine.
Ryan Gosling tuvo que aprender a
tocar el piano para interpretar convincentemente su personaje, y Emma Stone
cuaja la que es para mí su mejor interpretación hasta la fecha. Incluso el gran J.K. Simmons, el terrible
profesor de “Whiplash”, se deja caer para hacer aún más estimulante un
delicioso espectáculo en el que sólo eché en falta unas canciones más pegadizas
y una trama algo más elaborada. Con
todo, “La La Land” ya se sitúa en cabeza en la carrera anual hacia los Oscar,
que este año se presentan menos reñidos que nunca.
Luis Campoy
Lo mejor:
el maravilloso número musical que abre la película
Lo peor:
la mayoría de las canciones no tienen la garra suficiente
El cruce:
“Melodía de Broadway 1955” + “Un americano en parís” + “Dinero caído del
cielo”
Calificación: 8,5 (sobre 10)
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