martes, 29 de diciembre de 2009

El miedo, el peor remedio


No entiendo muy bien la advertencia que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, lanzó ayer a los cuatro vientos: ETA no está muerta (éso ya lo sabíamos), ni siquiera está derrotada (también lo intuíamos) y muy posiblemente está preparando una acción a gran escala, ya sea un atentado espectacular o un secuestro mediático con los que hacerse notar internacionalmente ahora que España va a presidir la Unión Europea. Que una organización terrorista como la vasca sigue activa es algo que todos sabemos y que, para empezar, deben tener especialmente presente quienes tienen la obligación y los medios para controlarla y combatirla. En cuanto al pueblo llano, que yo sepa, nadie (todavía) se ha jactado eufóricamente de que el demonio etarra ya ha sido exorcizado, por lo que la opinión pública (especialmente la vasca, aunque también la clase política y el estamento militar) no creo que se haya lanzado en masa a los bares y tascas para agotar todas las reservas de champán y txacolí con las que brindar por la instauración de la Paz. Es decir, aunque es posible que quienes están más expuestos a convertirse en víctimas de ETA puedan relajar sus medidas de seguridad ante un relativamente largo período de bonanza, me parece una temeridad y una estupidez que, para recordarles que aún están en peligro, salga a la palestra todo un superministro y aterrorice a toda la nación. No sólo eso: es como si el Gobierno pretendiera excusarse por anticipado ante la posibilidad de ser golpeado; si realmente el atentado o el secuestro se produjeran, bastará con que Rubalcaba se limite a decir “Lo siento, pero ya lo avisé”. Pilatos también se lavó las manos, pero éso no le libró de su parte de culpa: la impasibilidad, la apatía y la inacción deberían constituir un delito moral de omisión. Claro que no es el caso, espero, pues Interior y los cuerpos de Seguridad no detienen jamás su maquinaria preventivo-represora. Luego ¿a qué viene proferir tan negros vaticinios como el de ayer? ¿Saldría don Alfredo de una copiosa comida navideña y los periodistas le pillaron con alguna copichuela de más? Ante la posibilidad de que algo malo suceda, me parece que lo último que un gobernante debería hacer sería efectuar un llamamiento al horror como lo que ayer perpetró Rubalcaba. Para una tragedia más o menos previsible, el miedo es siempre el peor remedio.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Cine/ "BIENVENIDOS A ZOMBIELAND"

Reirse de los muertos… vivientes




El subgénero de películas de terror protagonizadas por muertos vivientes comenzó oficialmente hace más de 50 añitos con la muy poética "Yo anduve con un zombi", aunque quien, como todos sabemos, reinventó el género en la década de los 60 fue George A. Romero con "La noche de los muertos vivientes", la cual, por cierto, le ha convertido a él en una especie de zombi que, prácticamente muerto de originalidad, malvive rodando inacabables secuelas de su celebrada obra. Casi cada año nos llegan uno o dos films de zombies, menos tímidamente desde que Danny Boyle (sí, el mismo de "Slumdog Millionaire") con "28 días después" y Zack Snyder (posteriormente firmante de "300") con "Amanecer de los muertos" lo pusieran nuevamente de moda. "Bienvenidos a Zombieland", la película que nos ocupa, trata el tema de modo humorístico, al igual que lo hiciera la más afortunada "Zombies party". Una vez más, un virus ha transformado a casi todos los humanos (o, al menos, a los estadounidenses) en muertos vivientes ansiosos de devorar a sus antiguos congéneres no infectados. Cuatro supervivientes del desastre (un adulto, un adolescente algo salido y dos hermanas) viajan juntos tratando de encontrar un lugar no contaminado y, éso sí, mientras tanto, no pierden la oportunidad de liquidar a cuantos zombies les salen al paso. Como he dicho antes, el precedente directo de "Zombieland" sería "Zombies party", y es que en ambas hay abundantes momentos de humor que se prestan fácilmente a la carcajada, a pesar de lo cual los muertos vivientes están fantásticamente bien caracterizados y los sustos están garantizadas. Pero el negro humor británico de aquélla ha dado paso a un tono de comedia más gamberra y más soez, en el que, por ejemplo, se le consiente a un recuperado Woody Harrelson bordear todos los límites de la sobreactuación... traspasando unos cuantos. Yo me reí bastante, pero luego comprendí que unos retoques de guión y un poco más de atención en un par de detallitos nos hubieran podido deparar un producto mucho mejor. En cualquier caso, pienso que tan sólo por dar a conocer a un estupendo actor juvenil llamado Jesse Eisenberg (sin olvidar a la ya crecidita Abigail Breslin de "Pequeña Miss Sunshine", un poco menos chispeante que entonces), por la escena final en el parque de atracciones y, sobre todo, por la impagable autoparodia de Bill Murray, "Bienvenidos a Zombieland" ya merece la pena.



Luis Campoy



Lo mejor: Jesse Eisenberg, los títulos de crédito iniciales, el cameo de Bill Murray


Lo peor: el doblaje de Woody Harrelson, el exceso de chistes chabacanos y de mal gusto


El cruce: "28 semanas después" + "Zombies party" + "Soy leyenda"


Calificación: 7,5 (sobre 10)


lunes, 21 de diciembre de 2009

Otro país, otro mundo


ETB, la Televisión Autónoma Vasca, va a emitir este año el Mensaje Navideño del Rey Juan Carlos… ¡por primera vez en su Historia! Es decir: desde que los vascos (y vascas) gozan de autonomía, NUNCA se ha permitido al patriarca de los Borbones asomarse a la caja tonta de Euskalherria para leer esas aburridas palabras a las que casi nadie presta atención pero que forman parte de la banda sonora de cada Navidad. El nuevo lehendakari socialista, Patxi López, puede parecer desde fuera el Apostól del orden constitucional, pero de puertas adentro pasa por ser el menos vasco de todos los vascos, y una encuesta revelaba el otro día que la mayoría de sus conciudadanos no confían en él. Esto es de locos, o yo, al menos, no lo puedo entender. O sea, a todos esos chicarrones del Norte se les está permitiendo gozar de competencias en todas las materias y disfrutar ayudas por parte del Gobierno central, se les deja imponer su idioma absolutamente ininteligible, se ha venido haciendo la vista gorda ante la kale borroka y, como contraprestación, su irreverencia ante los símbolos del Estado español es tan notoria como desafiante. Desde que llegó López, ese lehendakari socialista que iba a ser más raro de ver que un cerdo volando, hemos ido escuchando algunas noticias más o menos entrecortadas pero que nos permiten vislumbrar lo que hasta hace muy poco se cocía en aquellas verdes y frías tierras. Al parecer, los gobiernos del PNV eran absolutamente transigentes y condescendientes con los iconos etarras, permitían la existencia de símbolos no sólo independentistas sino abiertamente pro-terroristas en las herrikotabernas, perseguían a los violentos con tanta desgana que parecía que iban montados en el caballo del malo y en los aseos de las sedes autonómicas no compraban papel higiénico porque utilizaban las hojas del BOE (bueno, esto último es una mera suposición mía). Ha sido llegar el PSOE (en coalición, no lo olvidemos, con el PP) y, de repente, las cosas que deberían más normales nos parecen ahora espectaculares avances históricos. Hace cuatro días era la noticia de que la Selección española de fútbol, la Roja, la vigente Campeona de Europa, tal vez (sólo tal vez) iba a poder jugar algún partido en tierras vascas; hoy, el anuncio de que el Rey podrá dirigirse a sus súbditos de las antiguas Vascongadas. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refranero, pero todo ésto, que me congratula de veras, me hace pensar en los otros separatistas más recalcitrantes que tenemos, los catalanes, y, francamente, ni sé si don Juan Carlos se deja ver en Nochebuena ni recuerdo si el combinado que ahora dirige Vicente del Bosque ha jugado últimamente en los dominios de Laporta y Carod Rovira. Qué maravillosa es la libertad que permite a los ciudadanos pensar y expresarse sin tener que acabar entre rejas o emigrar después, pero qué vergonzoso es el libertinaje del que exige la cooperación económica que viene de Madrid pero que luego reniega de todo lo que tenga que ver con tan ingenuo benefactor.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Cine/ "AVATAR"


Imprescindible verla en cine




James Cameron en la dirección, Sigourney Weaver en la pantalla, James Horner componiendo la banda sonora… ¿Estamos ante una continuación de “Aliens, el regreso” No. O, ¿quién sabe?, tal vez en parte sí… Porque “Aliens” (1986) es tan sólo una de las múltiples referencias que Cameron se permite regalarnos para componer su esperadísima nueva película tras su multitaquillera y plurioscarizada “Titanic”, que, no olvidemos, tiene ya doce añitos. Alguien debería prohibir que un cineasta con el talento de este hombre se mantuviese alejado de las pantalla de cine durante tanto tiempo, pero, viendo “Avatar” y conociendo el grado de implicación de Cameron en cada uno de sus proyectos, es obvio que el último lustro ha tenido que pasárselo imaginando decorados, dibujando storyboards y puliendo más que su colega Robert Zemeckis el sistema de animación por captura de movimiento. Cualquiera de vosotros que haya utilizado el famoso programa de comunicación Messenger sabe que un avatar es una imagen que un usuario puede elegir para que le sirva de representación. Algo así es lo que se le ofrece a Jake Sully (Sam Worthington), un exmarine paralítico destinado en el bucólico planeta Pandora, habitado por los indígenas Na’Vi y poseedor de una riqueza natural incalculable. A Sully se le permite vivir una nueva vida en un avatar compuesto de ADN humano y na’vi, recuperando así la capacidad de caminar y teniendo la misión de convencer a los indígenas de que abandonen sus tierras en aras del inequívoco colonialismo yanqui… Confieso que, a pesar de la potentísima y machacona campaña publicitaria que 20th Century Fox ha venido desarrollando desde hace ya bastantes meses, no las tenía todas conmigo cuando fui ayer tarde a ver “Avatar”. Durante los primeros tres cuartos de hora (el film dura la friolera de ciento cincuenta minutos), no hice sino fruncir el ceño ante un espectáculo que de innovador o novedoso tenía más bien poco. Como dije al principio, la presentación de los marines y su parafernalia militar y robótica constituía un calco descarado de “Aliens”, y. cuando Sully se convierte en un avatar na’vi (aborígenes azules que miden tres metros de altura), la cosa tampoco mejora mucho, pues ya tenía y sigo teniendo la sensación de que esos pitufos hiperdesarrollados son uno de los principales hándicaps del film. Francamente, hubiera preferido mil veces que los indígenas fuesen simplemente hombres y mujeres pintarrajeados de color turquesa, porque, una vez más y tal como sucede en los últimos trabajos del citado Zemeckis, los movimientos y la fisicidad de estos personajes parecen más propias de muñecos que de seres vivos (joder, es que a ratos hasta me recordaban a las marionetas de “Cristal Oscuro”), y nada hay peor para un film fantástico que ser incapaz de creerte, de participar en la fantasía que lo alienta. Por fortuna, enseguida James Cameron logra “secuestrarnos” con un derroche de poesía visual, con una sinfonía de colores, luces y sonidos, y de ese secuestro deviene un irrenunciable síndrome de Estocolmo que ya nunca te abandona. Obviamente, todas esas afirmaciones que habréis oído y quizás aún oiréis acerca de que “Cameron reinventa el Cine” o de que “el Cine nunca volverá a ser lo mismo” después de “Avatar” son falsas y exageradas, como también la catalogación de algunos como “obra maestra” (joder, estoy más que harto del modo en que a casi cualquier film más o menos correctito se le sube gratuitamente a los altares). Sin embargo, es indudable que la apuesta de este director canadiense por desarrollar y magnificar el uso de nuevas tecnologías para abrir caminos que permitan evolucionar al Séptimo Arte y, a ser posible, combatir la piratería obligando al público a acudir a las salas de cine, no es sólo digna de agradecer sino que resulta sumamente atractiva. Yo la ví en 3-D, y he de reconocer que, al igual que sucedía en “Up”, el empleo de este sistema se ha llevado a cabo con inteligencia, logrando profundidades de campo insospechadas y no limitándose a arrojar objetos a las narices del espectador. Sobre el argumento, mejor no extenderse mucho, porque es un potpourri de la mencionada “Aliens” más “Bailando con lobos” más “Pocahontas” más “Tarzán” más “El último samurái”, lo cual no impide que, a partir del momento en que el maravilloso planeta Pandora se erige en verdadero protagonista de la función, sus colores y sus criaturas logren que el tiempo de proyección se nos pase volando. Leí en una entrevista que James Cameron aseguraba que iba a hacer que los hombres se enamorasen de un montón de pixels, y es indudable que el personaje de Pocah… perdón, Neytiri, la hembra na’vi recreada en base a los sensuales gestos de la actriz Zoe Saldaña (la joven Uhura del nuevo “Star Trek”) es uno de los más afortunados de la película, así como el terrible coronel Quaritch al que da vida un estupendo Stephen Lang. Menos afortunada es la partitura de James Horner, que al principio parece que va a ser maravillosa y poco a poco va cayendo en el principal defecto de este compositor, la preocupante necesidad de autoplagiar lo propio y copiar lo ajeno, siendo escandaloso el uso y abuso de sonoridades tan reconocibles como “La Misión”, “Titainic” y la tantas veces aludida “Aliens”. Pero dejémonos de críticas, que tampoco son necesarias si nos conformamos con saludar a “Avatar” como una gran película fantástica, una excelente aventura, una odisea tecnológica y uno de esos films que, por su calidad de imagen y, sobre todo, por su portentoso sonido, uno de los mejores que escucharéis en vuestra vida, os recomiendo encarecidamente que veáis en una sala de cine.



Luis Campoy



Lo mejor: la fotografía, el sonido, la heroína Neytiri, el villano Stephen Lang


Lo peor: el equivocado empeño en que los actores generados por ordenador pueden llegar a reemplazar a los de carne y hueso


El cruce: “Aliens” + “Bailando con lobos” + “Pocahontas” + “Tarzán” + “El último Samurai”


Calificación: 9 (sobre 10)



viernes, 18 de diciembre de 2009

Cine/ "NOSFERATU"


 
 
 
 
El jazz mató a la estrella del cine mudo






Mi tío Angel, que en paz descanse, fue a ver “Nosferatu” de F.W. Murnau en un cine de estreno de Alicante, poco antes de nuestra Guerra Civil. El pobre pasó tanto miedo que le contó a su hermana (mi madre) que, cuando regresó a casa, lo hizo subiendo las escaleras tan rápido que se golpeaba las nalgas con los talones. Sentir tanto pánico, siquiera un poquito, es imposible si uno ve la película como la ofreció el CineClub Paradiso de Lorca, mi queridísimo CineClub Paradiso, el pasado Jueves en el Teatro Guerra de la Ciudad del Sol. Loable empeño el de esta Asociación cultural lorquina a la que tuve el honor de pertenecer en sus comienzos, a la que nunca olvidaré y a la que quién sabe si me reintegraré algún día. Loable empeño, sí, el de recuperar la mítica tradición de proyectar las películas totalmente mudas y con el único acompañamiento de la música interpretada en directo. Pero, claro, no toda la música en directo es apta para apoyar las imágenes que llenan la pantalla. Como llevo algún tiempo desconectado de la rutina cineclubera, desconozco cómo surge la idea de confiar la musicalización de este clásico del expresionismo alemán a un pianista llamado Arsenio Martins, que, a tal efecto, ha echado mano de una formación que lidera y que lleva por nombre ”Aroma Jazz Trío”. Efectivamente, el aroma de jazz que desprendía la partitura compuesta e interpretada por el Sr. Martins y su grupo lo que hacía no era “acompañar” las imágenes sino más empujar al espectador a distanciarse de ellas. Lo siento por Martins y por quienes pusieron toda su ilusión en construir tan maravillosa velada cinéfila, pero, desde el principio al fin y siempre y en todo momento, la música fue no el contrapunto sino el contrincante del inmortal clásico de Murnau. Por lo que respecta al film en sí mismo, “Nosferatu” fue una de las primeras apariciones de un vampiro en el Cine, y la primera vez en que la novela “Dracula” de Bram Stoker se convirtió en película. No obstante, Friedrich Wilhelm Murnau, su realizador y máximo responsable, optó por la vía fácil de adaptar la novela pero sin pagar los derechos de autor, pensando que bastaría con cambiar los nombres de los personajes. Así, el ilustre protagonista ya no atiende al nombre de Drácula, sino que cambia su apellido por el de Orlock (manteniendo, éso sí, su título nobiliario de Conde), y es conocido por los lugareños que habitan sus tétricos parajes carpatianos como "Nosferatu" (que en griego significa "No muerto"). Por lo demás, la trama sigue fielmente el esquema de sobras conocido: un agente inmobialiario inglés se desplaza a un remoto país centroeuropeo para vender una finca a un misterioso aristócrata que duerme de día y sale de noche, el cual se revoluciona al ver la sangre de su invitado y, sobre todo, el cuello que luce su prometida en una fotografía, razón por la cual el Conde decide desplazarse a Inglaterra en un barco en el que viaja dentro de un ataúd, llevando consigo unos puñados de tierra de su hacienda, unas docenas de ratas... y la Peste. Si Murnau pensó que bastaría con rebautizar a los protagonistas para despistar a los propietarios legítimos de los derechos, no pudo andar más equivocado, porque los herederos de Bram Stoker le demandaron y el litigio llegó a tal extremo que la sentencia judicial le obligó a quemar todas las copias del film que circulaban por Alemania (en las copias restantes se exigió que los títulos de crédito reconociesen que el argumento se basaba en la novela de Stoker). El caso es que, cuando, recientemente, se reeditó la película en vídeo y posteriormente en DVD, no existía una sola versión completa que se aproximase a la que estrenó Murnau en 1922, por lo que hubo que recurrir a instituciones cinematográficas, cineclubs, museos e incluso a coleccionistas particulares para recomponer lo más parecido a la visión del director. Las leyendas (negras) en torno a "Nosferatu" se sucedieron desde el principio. Para empezar, y, a pesar de que el actor elegido para dar no-vida al protagonista, Max Schreck, ya había hecho varias películas y obras de teatro y continuaría actuando en otras tantas después de desempeñar el papel que le inmortalizó, corrió el rumor de que Shrek era un vampiro auténtico que durante el rodaje atacó a algunos miembros del equipo (no dejéis de ver, si tenéis ocasión, la deliciosa "La sombra del vampiro", que reconstruye la filmación de la película y en la que John Malkovich incorpora a Murnau y un irreconocible Willem Dafoe a Schreck). Poco se sabe de los demás actores que le acompañaron, todos ellos actuando en un registro totalmente diferente, tan sobreactuados como mandaban los cánones del expresionismo. Murnau consiguió con "Nosferatu" una de sus grandes obras maestras (la otra es "Amanecer", también recuperada por el CineClub Paradiso), en la que supo como nadie aunar el lirismo y el suspense, la poesía y el terror, gracias a una fotografía espléndida y unos imaginativos efectos especiales. Los contraluces, las sombras ominosas y cada una de las apariciones de Nosferatu/Schreck han pasado al imaginario colectivo de todas las generaciones posteriores, y el propio Francis Coppola en su "Dracula" de 1992 no dudó en homenajearla con todos los honores que se merece. Personalmente, hubiera preferido verla sin los muy molestos (e innecesarios) intertítulos que rompen el ritmo de sus imágenes, y, sobre todo, "oirla" en su espléndida insonoridad, pero lo cierto es que "Nosferatu" es una joya de un tiempo lejano en que el Cine era Cine de verdad. Incluso aunque se exhiba en un Teatro y a partir de una copia en DVD.



Luis Campoy



Lo mejor: la fotografía en general, el imaginativo uso de las sombras, la composición de Max Schreck


Lo peor: las interpretaciones hiperteatralizadas del resto del elenco actoral… la performance jazzística que desdibujó su exhibición en Lorca.


Calificación: 9 (sobre 10)




lunes, 14 de diciembre de 2009

Cine/ "SPANISH MOVIE"

Sonrisas a costa del cine español





“Spanish Movie” me produjo envidia. Así de claro. Desde que, hace justamente 30 años, se estrenara “Aterriza como puedas”, el film que inventó el género de las “spoof movies” o “cine de parodias”, yo intenté por todos los medios producir una película así, pero “a la española”. Lo logré a medias en 1993 con el estreno de mi ópera prima “El Butanero siempre llama dos veces”, pero han sido los responsables de “Spanish Movie” quienes lo han conseguido por fin. Con bastante amplitud de medios, que incluyen desde una ambientación excelente hasta la contratación del actor Leslie Nielsen, el inolvidable médico de la citada “Aterriza…”, pasando por una poderosa banda sonora, se ha conseguido el objetivo de hilvanar una trama más o menos consistente que aúna los argumentos de “Los otros”, “El orfanato” y “Mar adentro” para dar pie a un desfile de secuencias en las que se remedan, con mayor o menor fortuna, películas españolas (“El laberinto del Fauno”, “Volver”, “(Rec)”, “Alatriste”, “Abre los ojos”, “Los lunes al sol”, “Yo soy la Juani”) o extranjeras con participación de algún actor español (“No es país para viejos”); lo mismo que hacían Martes y Trece y, sobre todo, Cruz y Raya, pero con muchísimos más medios y, asimismo, con mayor acierto. Yo he de admitir que no me reí mucho, pero es que estaba boquiabierto admirando el exhaustivo y perfeccionista trabajo de diseño de producción, vestuario, peluquería y maquillaje. Chapeau para todas esas facetas. “Spanish Movie” generará más o menos carcajadas entre el público no iniciado, pero quienes conocemos los títulos imitados tenemos que admitir que se trata de la mejor cinta de parodias realizada en España. Supongo que para la mayoría de vosotros esto significará poco o nada, pero, para mí, como dije en un principio, constituye un motivo de muy sana envidia.



Luis Campoy



Lo mejor: el diseño de producción, el vestuario y la música

Lo peor: el exceso de humor grueso, con reiterativas e innecesarias alusiones fálicas, la escena que imita a “Superman” (¿pero no se trataba de parodiar películas españolas?) y el bochornoso y gratuito cameo de Chiquito de la Calzada durante los títulos de crédito finales

El cruce: “El orfanato”+”Los otros”+”Mar adentro”+”El laberinto del Fauno”+”No es país para viejos”+”Abre los ojos”+”Alatriste”+”Volver”+”(Rec)”+”Los lunes al sol”+”Yo soy la Juani”… + “Aterriza como puedas”/”Top Secret”/”Agárralo como puedas”

Calificación: 8 (sobre 10)


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cine/ "CELDA 211"

Éxito entre rejas


Ha sido un éxito relativamente sorprendente en el seno del cine español, digamos, comercial, y, desde luego, es bastante más entretenida que "Agora", cuya visualización, tamizada de bostezos de aburrimiento, aún no he podido superar. Juan Oliver, un joven funcionario de prisiones cuya esposa está a punto de dar a luz a su primer hijo, decide adelantar un día su incorporación a su nuevo puesto de trabajo como celador en una prisión. No pudo haber escogido peor día. Los reclusos de la cárcel se amotinan y el pobre Juan, que, durante el inicio de la refriega, pierde el conocimiento a causa de un golpe fortuito, es recluído por sus compañeros en una celda, la 211, y al despertarse rodeado de criminales en pie de guerra, no se le ocurre otra cosa que fingirse un presidiario más para intentar sobrevivir. Le acoge, no sin recelos, el fiero Malamadre, el líder de los reclusos, pero la pesadilla de Juan no ha hecho más que comenzar... El cine carcelario constituye casi un subgénero en sí mismo, y todos recordamos tal o cual película en la que el protagonista (casi siempre condenado injustamente) encontraba entre rejas la posibilidad de redimirse. Pero "Celda 211" no es ni mucho menos "Cadena perpetua", y aquí el héroe acaba convirtiéndose poco menos que en villano, y el teórico villano se erige en héroe. No descubro ningún secreto si digo, casi a voz en grito, que lo mejor de "Celda 211" es un superlativo Luis Tosar, que borda primorosamente su personaje de Malamadre. Se trata de una de esas interpretaciones que, desde el principio hasta el final, ofrecen al actor un sinfín de ocasiones de lucimiento, y Tosar aprovecha cada una de ellas. La composición de este estupendo intérprete es de Oscar (o, como mínimo, de Goya), desde la pura fisicidad de cada pose hasta el uso poderoso de la voz. Chapeau para Luis Tosar. La vida en la prisión es dura, y más en una cárcel española como la que retrata la película, en la que los presos comunes se ven obligados a compartir reclusión con los terroristas de ETA a los que el Gobierno trata de proteger para evitar conflictos aún peores. Son ellos a quienes los amotinados intentan tomar como rehenes, todo ello en un clima de enajenación y violencia no apto para cualquier estómago pero que, si lo consigues asimilar, puede llegar a resultar incluso fascinante. La mejor película hasta la fecha del ex-crítico cinematográfico Daniel Monzón, en la que tiene un corto papel un estupendo Antonio Resines, quien parece ser tanto más valorado cuanto más se alejan sus personajes de su estereotipo de españolito campechano y vulgar.



Luis Campoy

Lo mejor: sin duda, un soberbio Luis Tosar


Lo peor: algunas escenas que contienen violencia demasiado explícita


El cruce: “Cadena perpetua” + “Encerrado” + “Todos a la cárcel”


Calificación: 8 (sobre 10)


martes, 1 de diciembre de 2009

Adiós a nuestro hombre lobo


Justo ahora que los hombres lobo vuelven a ponerse de moda, con "Luna Nueva" y el remake que protagoniza Benicio del Toro, se nos ha ido nuestro licántropo hispano, Paul Naschy. Naschy interpretó al hombre lobo un buen montón de veces, y se vio obligado a utilizar un seudónimo porque su verdadero nombre, Jacinto Molina, no era lo bastante pegadizo. Desde los años sesenta hasta principios de los ochenta fue una de las pocas figuras relevantes en lo que al cine fantástico español se refiere, y nunca se retiró del todo, porque siempre encontraba el modo de volver, ya sin maquillaje lupino. De hecho, su último film , "La herencia Valdemar", está pendiente de estreno y llegará a las pantallas en 2010 (por cierto, su querido hombre lobo se llamaba... Valdemar Daninsky). Descansa en paz a la luz de la luna, querido y entrañable Paul/Jacinto.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Un "Clásico" igualado


El único partido que hace bien el Madrid, y, casualmente, es contra el Barcelona. ¿Casualmente? ¡No! Llevo muchos meses diciendo que el dispendio económico que Florentino efectuó este verano tenía como fin primordial eclipsar los logros del Barça, ¿por qué debería extrañarnos que, por fin y frente a su bestia negra, se les viera un poco de fútbol? En algunos momentos de la primera parte del partido de ayer, confieso que llegué a pensar que ese juego balbuceante que hasta aquel momento habían descrito todos los cronistas (yo jamás los veo jugar) no era sino una cortina de humo, una estratagema, una trampa que bien hubiera podido ser mortal y cuyo único objetivo habría sido pillar al Barcelona con la guardia baja. Porque, seamos sinceros, Kaká y Cristiano casi se nos meriendan con patatas en el primer tiempo, ¿o no?. Creo que el propio Guardiola picó el anzuelo y se vio sorprendido, como sus pupilos, por la defensa adelantada y los pases largos y precisos que a punto estuvieron de aprovechar Ronaldo, Marcelo e Higuaín. ¡Menos mal que Valdés metió la pata... para bien ! Nuevamente Xavi estuvo sofocado por un marcaje asfixiante (cortesía de Xabi Alonso y Lass), cediendo la creatividad a Iniesta, que, lamentablemente, sólo podía apoyarse en Messi y en Keita por delante, dada la ineptitud de Henry. Lo del francés empieza a ser indefendible. Ni recuerdo cuándo fue su última actuación decente; probablemente habría que remontarse al día 2 de Mayo y precisamente frente al Madrid. ¿Qué tal un trueque Henry-Robinho en cuanto se abra el mercado de invierno? (Ojalá, pero no creo que los jeques del Manchester City sean tan pardillos) Lo que es cierto es que el equipo de la capital de España ha mejorado como de la noche al día desde el ya mítico 2-6, y todos los medios de comunicación pro-blancos (entre los que cabría incluir a Digital +, cuya locución no pudo ser más partidista) interpretan lo de anoche como una derrota con sabor a victoria, algo así como el inicio de una segunda fase en la que, por fin, el álbum de cromos de Florentino y Valdano parece que ya está ultimando su proceso de formación. Por fortuna, gracias a la suerte y a Puyol mantuvimos la portería a cero hasta que Pep se bajó del burro y retiró a Tití para dar salida a Ibra, que, en apenas cinco minutos, desatascó el partido. Un golazo de crack que vale no sólo tres puntos sino todo un liderato (el mismo que cedimos hace 8 días por culpa de aquel enésimo fallo de Chygrynskyi); ahora sólo falta mantenerlo. Lo de la expulsión de Busquets me pareció, quizás, demasiado rígido, porque fue evidente que el chaval no pecó de premeditación y sí de bisoñez, y lo del cacareado penalty de Piqué a Cristiano... ¿quién sabe...? Todos los futbolistas marcan su espacio sirviéndose de sus manos, y el ex-balón de oro portugués es lo bastante listo como para fingir un piscinazo. Además, no estaría muy claro, cuando ni siquiera sus propios compañeros lo protestaron demasiado... Yo, aunque me hubiera encantado, no pude ver el partido en los Cines Nueva Condomina de Murcia, única sala de la Región en la que se exhibió, pero el ambiente en el bar lorquino en que lo disfruté era inmejorable. Un llenazo hasta la bandera para todos los restauradores que tuvieran la tele deportiva legalizada (los piratas habían sido convenientemente castigados con el corte ejemplarizante). A partir de ahora comienza otra Liga. Lo importante es que el Barça es líder, como siempre debió ser, y Casillas tendrá que conformarse con ver por su famoso retrovisor... al Sevilla.


Nota:  este artículo pertenece a mi otra página web, "Mi blog azulgrana"

sábado, 28 de noviembre de 2009

Cine/ "CUENTO DE NAVIDAD"


Imitación a la vida




Cuando era pequeño, era una de mis historias favoritas. Todavía recuerdo cuando leí su adaptación en comic dentro de la colección (ahora reeditada) "Joyas Literarias Juveniles" durante una de aquellas tardes en que mis padres me dejaban al cuidado de mis abuelos. Luego, en el Salón de Actos del colegio, se proyectó la versión musical, "Muchas gracias, Mr. Scrooge", con Albert Finney desempeñando el papel principal, y también me encantó. El caso es que "A Christmas Carol" de Charles Dickens ha sobrevivido al paso del tiempo y a las modas imperantes en cada época y se ha convertido en una de las obras más famosas de la Literatura universal, un canto de esperanza, una alegoría de la superación personal y, junto con "Qué bello es vivir" (que no hay año que no se reponga en alguna televisión), uno de los ingredientes básicos de cada Navidad. En esta nueva aventura cinematográfica, el director Robert Zemeckis ha tenido a bien convertirla en su cuarto proyecto de animación mediante captura de movimiento, tras "Polar Express" y "Beowulf" (que realizó personalmente) y "Monster House" (que tan sólo produjo). Lo primero que tengo que decir es que me parece lamentable que el director de maravillas como la trilogía de "Regreso al futuro", "¿Quién engañó a Roger Rabbit?" y "Forrest Gump" continúe desperdiciando su talento en productos condenados al fracaso, por cuanto, hoy por hoy, y esperemos que durante mucho tiempo, es imposible hacer realidad lo que Zemeckis quiere: que sus criaturas generadas por ordenador adquieran realismo, dramatismo y vida propia. Una cosa es que la tecnología haya conseguido recrear texturas, pelajes y tonalidades que parecen casi reales, y ponerlas al servicio del cine (caso de los modernos films de animación de Pixar o DreamWiorks y de los sofisticados efectos visuales de "2012", "El regreso de la Momia" o "Parque Jurásico", por poner tan sólo unos ejemplos), y otra cosa muy distinta es pretender que la informática suplante a la Naturaleza como generadora de toda la Vida que palpita en una producción de dos horas que aspira a deslumbrar al espectador pero que acaba por resultar irritante. Esto es lo que sucede viendo "Cuento de Navidad", en la que, indiscutiblemente, pueden encontrarse retazos de buen cine, pero que fracasa estrepitosamente cuando apuesta denodadamente por sustituir la emoción por la teórica fascinación ante un despliegue tecnológico que se convierte en un lastre irreversible. Para esta enésima versión del clásico dickensiano, el actor que ha elegido Zemeckis para suceder a los Albert Finney, Michael Caine o incluso el Tío Gilito, que hasta ahora habían encarnado al avaro Ebenezer Scrooge, no es otro que Jim Carrey, del cual, en otras circunstancias, estaría diciendo aquí y ahora que realiza un trabajo sublime, pero que, mediatizado por la funesta técnica de captura de movimiento, no es sino una caricatura, un muñeco que trata de parecer humano y no lo consigue. Carrey se desdobla en un montón de personajes, y, junto a él, también Gary Oldman, Colin Firth o Robin Wright han permitido que su cuerpo se llene de electrodos para convertir en pixels sus gestos y expresiones. Pero todo es en vano. No sólo no se ha avanzado nada desde "Polar Express" (mucho más entretenida, a pesar de que entonces me pareció una especie de montaña rusa enloquecida), sino que yo diría que incluso se ha retrocedido. A ver, ¿para qué hacer que un actor interprete un personaje, a veces de modo excelente, sólo para deconstruir y adulterar su trabajo? Las películas de dibujos animados a la antigua usanza tenían y tienen su gracia, incluso la tienen las de animación digital que no ocultan su naturaleza, pero ésto de intentar dar gato por liebre haciendo pasar por real y corpóreo algo que sólo es un montón de megabytes puede llegar a convertirse en un atentado contra la ética y la estética. Al menos para mí, que se me atragantaron todas las escenas en las que Zemeckis, acompañado por la música de su habitual compinche Alan Silvestri, parece olvidarse de que el relato de Dickens es un monumento a la emotividad y los sentimientos y no sólo una excusa para un derroche de parafernalia computerizada. Sólo me queda preguntarme, con malsana curiosidad: ¿qué pasará con la esperadísima “Avatar” de James Cameron, que ha sido rodada mediante similares técnicas de captura de movimiento…?



Luis Campoy



Lo mejor: el original literario de Charles Dickens


Lo peor: que Robert Zemeckis continúe empeñado en pretender que la animación digital puede sustituir a la humanidad de los actores


El cruce: "Muchas gracias, Mr. Scrooge" + "Polar Express" + "Los Teleñecos en Cuento de Navidad"


Calificación: 5,5 (sobre 10)



miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cine/ "La saga Crepúsculo: LUNA NUEVA"

Colmillos, músculos y bostezos








Incluso aunque no hubiera existido una continuación literaria, era obvio que a un éxito tan apabullante como "Crepúsculo" iba a sucederle, sí o sí, una continuación como "Luna Nueva". Lamentablemente, la propia trama urdida por la escritora Stephanie Meyer en la segunda de sus novelas "vampíricas" ya contenía el principal hándicap al que el film iba a enfrentarse: Edward Cullen, el vampiro de tez pálida y labios carmesí, prácticamente no sale. Ha pasado un año desde lo que nos contaba "Crepúsculo", y Bella (Kristen Stewart) y Edward (Robert Pattinson) son ya una pareja socialmente aceptada, sobre la que, no obstante, pesa una maldición sangrienta. Cuando cree que seguir con ella puede ponerla en un peligro constante y letal, Edward decide abandonar a Bella, y la muchacha intenta olvidarle practicando (estúpidos) deportes de riesgo, tras lo cual se permitirá ser cobijada en brazos del fornido Jacob (nuevamente Taylor Lautner), el cual esconde un secretito lupino y peludo...



Como he dicho antes, la historia diseñada por Meyer pretendía someter a una durísima prueba al amor que se profesan Bella y Edward, y, por tanto, la ausencia de este último le convertía poco menos que en un personaje anecdótico dentro de la trama. Para el libro (que no he leído… ni leeré), tal pérdida podía resultar asumible, pero, para la película, es un escollo insalvable, toda vez que, precisamente, la razón principal del predicamento de "Crepúsculo" entre las teenagers era la presencia de Robert Pattinson, elegido ya uno de los hombres más sexies del mundo. Con Pattinson ausente del argumento, los productores se ven obligados a a) inventarse excusas poco afortunadas para que el actor aparezca en forma de sueños y premoniciones y b) otorgar demasiado protagonismo a una trama que está torpemente desarrollada y peor interpretada, la bobalicona amistad-sin-derecho-a-roce entre Bella y el hombre lobo Jacob, que se pasa media película semi desnudo y luciendo bíceps y pectorales a tutiplén. Para las jovencitas aulladoras que llenaban la sala y para el público gay (que, normalmente, es más recatado, al menos en el cine), no digo yo que los musculitos de Taylor Lautner no tengan su aquél, pero no me cabe duda de que el resto de los seres humanos bien podría haber sido beneficiado con el privilegio de eludir una hora y pico de pasteleo y diálogos de fotonovela. Sólo al final, durante las escenas que se rodaron en Italia, el film levanta el vuelo y consigue sobreponerse a sus deplorables tres primeros actos, lo cual coincide, "casualmente", con la reaparición de Robert Pattinson, quien, para regocijo y/o desesperación de las fans, incluso le pide matrimonio a una Bella que quiere chupar y que se le chupen (la sangre, no penséis mal). Fotografiada bellamente por el español Javier Aguirresarobe (lástima de talento desperdiciado), a mí "Luna Nueva" me ha decepcionado bastante, e incluso llegué a preguntarme por qué me gustó "Crepúsculo". Quizás soy uno de los pocos mortales no adolescentes, no femeninos y no gays que prefieren la (tan criticada por muchos, cosa que no entiendo) dirección de Catherine Hardwicke en "Crepúsculo" a la sensiblería más bien infantil de Chris Weitz, quien parece que, tras haber dirigido mi adorada "Un niño grande", se debió dar un buen porrazo en la cabeza, lo cual ha ocasionado chichones como "La brújula dorada" y, ahora, "Luna Nueva". A destacar, para cinéfilos impenitentes, las breves apariciones de Graham Greene ("Bailando con lobos"), Michael Sheen ("El desafío: Frost contra Nixon") y Dakota Fanning ("La guerra de los mundos"), que acaban constituyendo los inesperados alicientes de la función.



Luis Campoy



Lo mejor: haber tenido que sentarme en la primera fila del cine porque la sala estaba absolutamente abarrotada (ya no recordaba una experiencia así)


Lo peor: la hora y pico de película en la que no aparece Robert Pattinson, cuya química con Kristen Stewart es lo único que realmente sostiene la función


El cruce: "Crepúsculo" + "Jóvenes ocultos" + "Un hombre lobo en París" + “Underworld” + "El talento de Mr. Ripley"


Calificación: 5 (sobre 10)


viernes, 20 de noviembre de 2009

20-N


No es la primera vez que hablo de aquel día. Era, como hoy, 20 de Noviembre, y yo tenía... ¡ufff...! escasamente doce añitos. El sábado anterior, nuestro vecino Arturo nos visitó y, mientras comíamos patatas fritas y aceitunas, escuchamos en la televisión uno de los últimos partes facilitados por el Equipo Médico Habitual en los que se daba cuenta de que Francisco Franco, uno de los militares europeos menos respetados, golpista convencido y orgulloso, autoproclamado salvador de la Patria, reciente impulsor de varias ejecuciones de etarras que los intelectuales de vanguardia no pudieron impedir, agonizaba entre tubos y aparatos respiratorios. Todo lo que ha empezado debe acabar algún día, incluso una dictadura que ya duraba casi cuarenta años, y, una mañana, un tipo llamado Arias Navarro, vicepresidente o así, lloró ante los televidentes al anunciar solemnemente aquéllo de "Españoles: Franco ha muerto". Las emociones de la gente común y corriente contenían un poco de todo: los inequívocamente adeptos se sentían solos y desolados, los meramente simpatizantes se preguntaban cómo serían sus vidas a partir de ahora y los muchos que llevaban décadas soñando con ese momento brindaban con champán en la más estricta intimidad. Los niños, todos los niños, parecíamos militar, sin saberlo, en este último bando, el del rojerío inconsciente. Porque todos estábamos alborozados con los tres días de luto que implicaban unas minivacaciones inesperadas, casi un preámbulo de la Navidad. El Colegio Sagrado Corazón de los Hermanos Maristas de Alicante cerró las puertas y los "pobres" alumnos nos vimos obligados a buscarnos la vida, cada uno como mejor pudo. No sé si alguno se quedó en casa haciendo deberes, pero mi amigo Fele y yo nos fuimos al famoso barranco de Benalúa, y no precisamente para lamentarnos de que el Tío Paco nos hubiese dejado para siempre. Entre hojarasca y ramitas de árboles, corrimos y jugamos y, cuando languideció la tarde, ya teníamos pensado lo que íbamos hacer los dos próximos días. Nada menos que, celebrar, a nuestro modo, el solemne entierro del Dictadorísimo, perdón, del Generalísimo. Echamos mano de todos nuestros muñecos (incontables vaqueros de Comansi, cinco o seis Geypermans y, sobre todo, un montón de Madelmans), y los disfrazamos con uniformes de papel pintarrajeado. Esos serían los soldados de infantería, aquéllos los legionarios (ni la cabra nos faltaba), y los de más allá se convertirían en la Guardia Mora. Yo tocaba el tambor y mi amigo silbaba la famosa marcha "Los Voluntarios", mientras una época oscura se iluminaba con un rayo de esperanza para un país en el que los niños, ignorantes de la trascendencia de tales acontecimientos, tan sólo se congratulaban de haber quedado huérfanos de escuela durante tres días.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Cine/ "2012"



El día de mañana ni siquiera la independencia evitará el fin de los días





A principios de los años 70, Hollywood intentó hacer frente, una vez más, al imparable avance de la TV, y, tras probar el CinemaScope y el primitivo 3-D, se lanzó a producir películas que narraban terribles desastres y que sólo alcanzarían sus máximas cotas de espectacularidad si se visionaban en la pantalla grande de una sala de cine. Así nació el llamado “cine de catástrofes” (rebautizado por algunos graciosos como “cine catastrófico”, por los penosos resultados de algunas tardías propuestas), que tuvo en “Aeropuerto”, “El coloso en llamas”, “Terremoto” y “La aventura del Poseidón” a sus más insignes representaciones. La fórmula era siempre la misma: reunir a un reparto de viejas glorias y hacerles pasar las de Caín mientras sufrían incendios, naufragios, accidentes aéreos y terribles terremotos. Las 4 películas que he citado fueron, justamente, las más destacadas y también las más afortunadas de tal estirpe, pero hubo muchas, muchísimas más, tantas que, al final, el público se hartó y acabó ignorándolas, con lo que también los estudios dejaron de producirlas y sólo en contadas ocasiones se han vuelto a realizar films de temática e intenciones similares. Uno de los que siguen aferrándose a tan destructivo subgénero es el alemán Roland Emmerich, al que poco debe gustarle la Tierra en que vive porque no hace más que inventar ficciones en las que ésta es destruída una y otra vez. Primero lo intentó en “Independence Day”, luego con “El día de mañana” y nuevamente se pone manos a la obra con “2012”. Basada en oscuras profecías basadas en el hecho de que el Calendario maya (y también el egipcio) concluye exactamente el día del solsticio de invierno del año 2012 (es decir el 21-12-12), conocido popularmente como “El fin de los días”, tras lo cual el mundo que conocemos se extinguirá para siempre, engullido por las fuerzas de la Naturaleza, la nueva película de Emmerich contiene, una tras otra, las claves que han caracterizado a todas sus obras anteriores: falta de originalidad, copia sistemática de modelos precedentes, personajes arquetípicos y unilineales, diálogos torpes y poco elaborados, y, éso sí, acción sin límite y espectacularidad a raudales. Este señor se crió en su Alemania natal disfrutando las grandes obras del fantástico estadounidense, y, poquito a poco, ha ido abriéndose camino hasta el punto de aportar al género grandes taquillazos, lo cual no implica, necesariamente, que haya sido capaz de cuajar una sola buena película. “2012” no es ni mucho menos la excepción, y lo primero que hay que decir es que quien se conforme con verla en internet o pirateada en el ordenador se va a llevar el chasco más grande de su vida, porque lo único que merece la pena de su larguísimo metraje es la espectacularidad de sus efectos especiales (necesaria una pantalla gigante) y la potencia de su sonido digital, características ambas que palidecen, hoy por hoy, en la intimidad de nuestros domicilios, por mucha pantallita de plasma o equipos 5.1 que nos hayamos comprado. Si no fuese por lo estrictamente cinematográfico (la capacidad de hacer creíble lo increíble, la habilidad de convertir lo inverosímil en verosímil, la innegable fascinación de las escenas de destrucción masiva), “2012” sería incluso más floja que cualquier episodio del más repelente culebrón venezolano de sobremesa. Porque ya tiene delito conseguir que incluso John Cusack, uno de los actores más sólidos de su generación, actúe con la misma desgana que, por ejemplo, el Nicolas Cage de sus últimos trabajos. De alguna manera, como luego indicaré al final, “2012” no es sino un refrito de dos de los trabajos antes mencionados de Emmerich, “Independence Day” y “El día de mañana” (hay que echarle morro a la vida para pasarse la ídem repitiendo los mismos temas una y otra vez), y el papel de Cusack está prácticamente calcado de los que hicieron Will Smith y Dennis Quaid en los films citados, o, lo que es lo mismo, inspirado “casualmente” en el que desempeñaba el referido Nicolas Cage en la irregular “Señales del futuro”. Por su parte, el estupendo Chiwetel Ejiofor sería el equivalente al Jeff Goldblum de “Independence Day”, mientras que un avejentado Danny Glover recupera el rol de Presidente de los USA, heroico y viudo, aunque, eso sí, con bastante menos suerte que el que encarnaba Bill Pullman en “I.D.”. Incluso el iluminado Woody Harrelson, tan sobreactuado como de costumbre, parece clonar a Brent Spiner en el film sobre la invasión marciana. La originalidad de “2012” es, pues, nula, su moralina (a la hora de la muerte, las familias olvidan sus diferencias, sobre todo, las causadas por los divorcios y separaciones) parece copiada de los folletos de los Testigos de Jehová, y el giro final de los acontecimientos hacia la construcción de una nueva Arca de la Alianza resulta tan sólo una versión tecnológica de “Sigo como Dios”. Lo único que la salva, lo único que me hace recomendar su visión EN CINE es su portentoso despliegue de efectos especiales, que en un par de secuencias (las que ilustran la huída por los pelos del protagonista por entre los terremotos de San Francisco y el accidentado despegue de la avioneta en el Parque Nacional de Yellowstone) me hicieron exclamar, para mis adentros: “¡Esto es cine!”. La sensación dura, ciertamente, pocos minutos, pero esos minutos valen la pena.



Luis Campoy



Lo mejor: los efectos especiales


Lo peor: los actores, los diálogos, la obsesión de Roland Emmerich por destruir el mundo


El cruce: “Independence Day” + “El día de mañana” + “Señales” + “La aventura del Poseidón” + “Sigo como Dios” + “Deep Impact”


Calificación: 9,5 (para las secuencias de efectos especiales) / 3,5 (para el resto)


jueves, 12 de noviembre de 2009

"El placer está en tus manos"


La Junta de Extremadura ha editado unos folletos destinados a ser estudiados en la asignatura de Educación Sexual que llevan por título "El placer está en tus manos". En ellos, entre otras cosas, se explican diferentes técnicas masturbatorias, así como el uso de consoladores y vibradores para obtener el mayor grado de satisfacción. Yo, como todos sabéis, me considero una persona liberal, tolerante y progresista, pero, ¿qué queréis que os diga?, algunos de estos avances sociotecnológicos me sobrepasan. En mis tiempos, ya añejos, los curas nos decían que la masturbación producía ceguera y sordera y poco menos que cáncer, y que, además, constituía un gravísimo pecado mortal. Recuerdo que la primera vez que escuché tal palabro (“monstur… ¿qué…?”) no tenía ni repajolera idea (nunca mejor dicho) de lo que me estaban hablando. En aquella época (que se refleja bastante fidedignamente en el serial "Cuéntame cómo pasó"), era absolutamente inconcebible que un padre explicara a un hijo (por no decir una madre a una hija) cómo debía masturbarse para obtener mayor repercusión placentera. Y ni os cuento lo que hubiera pasado si al Hermano Inocencio se le ocurre una mañana dejar de adoctrinarnos acerca de los octoedros y los piritoedros para, en su lugar, informarnos exhaustivamente de cómo frotarnos el cilindrín que todos llevamos incorporado, hasta que sintamos un gustirrinín embriagador. Lo del onanismo (nombre científico de la actividad que estamos analizando) era una realidad que se vivía de modo íntimo y muy soterrado, y sólo entre amigos de mucha confianza se atrevía uno a admitir que cometía tan horroroso pecado. "Pues a mí me gusta más si lo hago de pie", decía uno. "A mí lo que me mola es parar cuando estoy a punto de terminar", revelaba otro. A mi primo, siempre tan ocurrente, le dio por visitar varias heladerías y, una vez allí, les preguntaba a las sufridas camareras: "¿Me das una paja?", tras lo cual tenía que salir por piernas y, obviamente, tomarse el granizado empinando el codo. Eso sí, todos estábamos convencidos de que esa erupción cutánea que presentaba la faz de Fulanito se podía perfectamente denominar "grano pajero", por lo que se llegó a extender la muy poco documentada creencia acerca de que el mejor remedio para el acné era la abstinencia. No digo yo que tales supersticiones no deban ser erradicadas (o no) en pleno siglo XXI mediante la docencia más aséptica, pero de éso a que en el Colegio te enseñen cómo hacerte una paja, y, además, si eres chica (o no), te expliquen cómo meterte un consolador, para mí media un trecho bastante considerable. Hay cosas que, si se las explicita demasiado, pierden todo su encanto. Además, para todos los que nos hemos hecho adultos en otra época, me temo que es poco menos que inaceptable la idea de que a nuestros hijos se les enseñe, además de cuántas son dos por dos o de quién descubrió América, cómo hacer éso que a todos nosotros siempre se nos dijo que era nocivo y pecaminoso, un peligro casi letal para el cuerpo y para el alma.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Soy malo

Para todos aquéllos que me teníais por una buena persona, puede que leer este artículo sea, más aún que una mera decepción, un contundente puñetazo en el estómago. Para quienes sospechábais de la existencia de un perverso gen maligno en mi personalidad, puede que aquí halléis la evidencia que andábais buscando. Porque anoche, amigos y amigas, disfruté como un enano. ¡¡¡El Real Madrid, el Mejor Club de Fútbol del Siglo XX (ja), el autoproclamado Mejor Equipo del Mundo (jajaja), eliminado de la Copa del Rey a las primeras de cambio y, lo que es peor, humillado por un modesto Segunda B!!! El "alcorconazo" pasará a los anales de la Historia no sólo como la última encarnación del mito de David contra Goliat, sino como imborrable bofetón en la mejilla del Sr. Florentino Pérez, que, incapaz de asumir los éxitos del Barcelona, pensó que la solución a todos los males merengues pasaba por comprar todo aquéllo que no se sabe fabricar (la calidad, el talento, el arte). Porque, por muy buenos jugadores que haya fichado (a precio de oro, éso sí), no ha logrado formar un verdadero equipo. No existe unidad, ni equilibrio, ni compañerismo. Ni siquiera un director de orquesta capaz de conseguir que sus excelentes instrumentistas interpreten al unísono la melodía apropiada.


Como he dicho antes, la millonada estratosférica e inmoral que ha desembolsado Florentino perseguía, prioritariamente, eclipsar los logros futbolísticos del proyecto culé liderado por una persona sencilla e inteligente como Pep Guardiola. Basta recordar cómo todas las ruedas de prensa que dio el Sr. Pérez en las postrimerías de la temporada pasada coincidían, casualmente, con los días después de las victorias del Barça, lo cual implica tres cosas: primera, Floren pretendía deslucir los méritos de Messi y compañía; segunda, dado que, lógicamente, sus apariciones públicas estaban programadas con antelación, el hombre estaba dando por hecho que su acérrimo enemigo iba a adjudicarse los títulos en disputa; y tercera, su monomanía no era tanto devolver la gloria al Real Madrid como arrebatársela al Barcelona. Yo nunca he sido madridista, pero tampoco había sido tan antimadridista como soy y me confieso ahora. Y toda, toda la culpa es de don Florentino Pérez. De él y de los Manolo Lama, Tomás Guasch, Tomás Roncero y demás merengones de corazón, que confunden sus preferencias personales con prepotentes y grandilocuentes juicios de valor tan petulantes como ridículos, y que, incapacitadas sus mentes para asimilar que un equipo vestido de azul y grana jugase mejor que ellos, mejor que nadie, prefirieron acechar su declive como buitres, y, como hienas enloquecidas, acuñaron aquel despropósito acerca del "canguelo" que supuestamente experimentaban los de Guardiola al ver que los blancos acortaban distancias y que, justa y poéticamente, culminó en un chorreo histórico (2-6 en el Bernabeu). ¿Quién se cagó anoche, Tomás Guasch? Yo lo que me quedé fue ronco de tanto gritar "¡Alcorcón, Alcorcón, Alcorcón!" mientras escuchaba por la radio el inconcebible desastre (juro que yo estaba convencido de que el Madrid, aun sin jugar a nada, iba a echar mano de su casta y su orgullo para remontar la eliminatoria) sufrido por Raúl, Kaká, Higuaín y el resto de la banda. Tanto disfruté escuchando cómo los próceres albinos de la SER narraban la hecatombe, que me arriesgué a bajarme al bar para presenciar por televisión el último cuarto de hora de partido, sabedor de que era poco menos que imposible que en apenas 15 minutos los de Pellegrini marcaran los 4 goles que necesitaban para forzar la prórroga. Lo que ví en aquel establecimiento atestado de madridistas taciturnos y cabizbajos y simpatizantes culés enfervorizados, fue a un Real Madrid hecho pedazos, enfermo de impotencia y rebasado por un Alcorcón disfrazado de Villarreal al que sólo ese psicópata balompédico llamado Pepe conseguía frenar. Lo dicho: disfruté como un enano. Con permiso de los enanos. Y con mis disculpas y mi pésame para mis amigos merengues.

Rivalidad regional


Hoy, ración doble de fútbol. Me piden que escriba un artículo sobre el partido que enfrentó, el pasado domingo, al Murcia y al Cartagena. La verdad es que nunca se me hubiera ocurrido hacerlo, ya que, como todos sabéis, mis simpatías futbolísticas las concentro en mi equipo de toda la vida, el Barça, y mis antipatías, lógicamente, son para el eterno rival, el Madrid. Lo del derby regional murciano, siendo un tema que me interesa (vivo en la Comunidad de Murcia, ¿qué diablos?), no tenía pensado que fuese tema monográfico de un post, pero, bien mirado, ¿por qué no?. Como sucede en los enfrentamientos Barça-Madrid, se trata de todo un clásico, magnificado por el hecho de enfrentar a dos clubes que representan a las ciudades más importantes de la región, las que acaparan el mayor volumen demográfico, económico y político, siendo, además, Cartagena, el objeto de reivindicación independentista de quienes consideran que la llamada "Ciudad Departamental" se merece desgajarse de su rival y tener categoría de provincia (o cantón) por sí misma. Yo siempre he pensado que lo de la "provincialidad" de Cartagena era una hermosa utopía carente de base lógica, tratándose de un territorio pequeño en el que vive un contingente humano que no justificaría tamaño separatismo, pero estoy seguro de que tal pensamiento ya me convierte, a los ojos de cualquier cartagenero, en partidario del centralismo (regional), y, por tanto, en simpatizante del Real Murcia. Pues no. Es cierto que estoy más al tanto de la trayectoria del club pimentonero que de la del albinegro, pero sólo porque, donde yo tengo acceso a la prensa escrita, la edición del periódico "La Verdad" que se distribuye es la de Murcia y no la de Cartagena, y, lógicamente, se presta más atención al equipo local que al distinguido rival. En cualquier caso, es de dominio público que ambas entidades están siguiendo caminos absolutamente contrapuestos. El Murcia logró ascender hace un par de temporadas a Primera División, la cual le vino ostensiblemente grande, y sus malos resultados hicieron que el presidente Jesús Samper (que no vive en la capital del Segura y sólo muy raramente acude a su palco) destituyera al entrenador que había logrado el ascenso, Lucas Alcaraz, nombrando en su lugar a un Javier Clemente en horas bajas que no sólo no evitó el regreso del equipo a Segunda sino que, tras un inicio de temporada lamentable, a su vez fue relevado por un tal José Miguel Campos, que tuvo la fortuna del principiante y encadenó una serie de victorias consecutivas. No obstante, se demostró que la flauta había sonado por una caprichosa casualidad, porque el Murcia se las vio y se las deseó para no continuar su descenso imparable a Segunda B. El advenimiento de la temporada 2009-2010 ha sido pésimo para los pimentoneros, que, a fecha de hoy, todavía no han ganado un solo encuentro en Liga, mientras que su enemigo secular, el Cartagena, actualmente rebautizado con el simpático apelativo de “Efesé” (transcripción literal de “F.C.”, iniciales de “Fútbol Club”), tras una campaña triunfal en la categoría de bronce, se ha revelado como uno de los “gallitos” de la Segunda División. El duelo fratricida del pasado domingo se presentaba lleno de morbo pero se presuponía desigual, y así fue: los carthagineses se merendaron sin piedad alguna a los panochos. Como consecuencia, los unos son líderes de la tabla clasificatoria, y los otros, un poco más colistas. Los cartageneros, si todo acabase como está ahora, disputarían la liguilla de ascenso a Primera División, mientras que los murcianicos se sumirían de cabeza en las profundidades abisales de la Segunda B. Así es la vida. La máxima rivalidad regional, por una vez, no tuvo justa equivalencia en la mínima rivalidad deportiva.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cine/ "Michael Jackson's THIS IS IT"



Esto es lo que hay




Parece que fue ayer cuando estaba yo desayunando y leyendo el periódico (o viceversa; a veces no sé cuál de las dos tareas es más importante y satisfactoria) y me alegré (sí, confieso que me alegré) cuando conocí que al bueno de Michael Jackson, ese extraño ser que antaño fue un músico excepcional, posteriormente devino en autoproclamado Rey del Pop y últimamente se había quedado en una especie de monstruo de feria, se le brindaba la oportunidad de volver a actuar en una serie de conciertos a celebrarse en Londres en Julio de este mismo año. Pocos meses después, volvía yo de Alicante con mis hijos cuando leí en internet que Jacko había fallecido a los 50 años, víctima de un fulminante ataque al corazón. Sus conciertos londinenses nunca se celebraron, pero, durante su preparación, a alguien se le había ocurrido la idea de rodar un "making of" de los ensayos, y éso es lo que ahora Kenny Ortega, director musical de la gira, ha convertido en un documental que sirve de canto del cisne al finado cantante y bailarín. Obviamente, "This is it" defraudará y aun aburrirá a quienes esperaban ver una biografía de Michael Jackson, a los que ansiaban escuchar insólitas revelaciones de sus propios labios e incluso a quienes confiaban en que sus colaboradores se explayaran largando secretos acerca de las intimidades del personaje (recordemos que, cuando los servicios sanitarios se personaron en la residencia de Jacko para tratar de salvar su vida, informaron de que el cadáver presentaba signos de anorexia, estaba cubierto de punciones y hematomas en los brazos y su cabeza era víctima de una severa alopecia; como todos sospechábamos, Michael hacía años que usaba pelucas). Por el contrario, el film resulta una muy agradable sorpresa para quienes amamos el cine, el teatro, la música y el espectáculo en general, y, sobre todo, para quienes sigan siendo fans sinceros de Michael Jackson, el Artista. Kenny Ortega ha realizado un trabajo excelente alternando las tomas grabadas durante los agotadores ensayos (se rumorea que el final de Jackson se precipitó por su empeño en recuperar la forma física que sus años de frikismo le habían robado) con entrevistas a músicos y técnicos de sonido y vestuario, y escenas del rodaje de los videoclips que iban a acompañar a los números musicales que se representarían en directo. Yo, desde ya, postulo a "This is it" al Oscar al mejor montaje, al mejor sonido, a la mejor coreografía y, por supuesto, al mejor documental. Lo primero que sorprende (aunque no debería; recordemos, joder, que se trata de Michael Jackson, el creador de "Thriller", "Billy Jean" y "Black or White") es el portentoso sonido digital, que te traslada no sólo a cualquiera de los ensayos sino a una utopía de lo que hubiera sido asistir a los conciertos, cuyas entradas, por cierto, se agotaron nada más ponerse a la venta. Todos y cada uno de los músicos que acompañaban a Jackson resultan ser intérpretes de primerísima clase (desde los guitarristas hasta el batería, pasando por el bajista y, sobre todo, el teclista que sostiene con Jacko una simpática discusión), cuya intención no era disfrazar las miserias de un pirado pederasta sino reversionar, mejorando, en algunos casos, auténticos hitos de la música. Por su parte, Michael Jackson muestra inocentemente su fragilidad como ser humano a quienes sus fans y, más aún, sus instrumentistas, a quienes tiene a sueldo pero seguramente hubieran trabajado gratis con tal de estar cerca de él, veneran e idolatran casi como si se tratase de un dios. Cada una de las sugerencias de Michael, cada una de sus tímidas reprimendas, van acompañadas de un "Dios os bendiga" o un "Os lo digo con todo amor, A-M-O-R", cosa que a algunos puede parecernos una soberana gilipollez pero quién sabe si puede ser precisamente éso lo que justificaba tanto cariño y tanto respeto no sólo por parte de sus admiradores sino de sus compañeros de profesión. Mención aparte merece el despliegue vocal y coreográfico del benjamín de los Jackson Five, que no olvidemos que estaba a puntito de cumplir 51 años, edad en la que no todo el mundo es capaz de cantar y sobre todo de bailar como en los momentos gloriosos de la juventud. Sobre el cante, diremos que Jackson, a pesar de que en sus últimas actuaciones públicas en alguna que otra entrega de premios había mostrado sospechosos síntomas de haber perdido la voz, básicamente cumple bastante bien con la reinterpretación de sus clásicos (aunque a veces se ahoga un poco, tras lo cual enseguida pide disculpas a los músicos alegando que "no quiere forzar la voz") y aun se permite algún gorgorito funky "a capella". En lo referente al baile, es indudable que el hombre estaba en el buen camino de recuperar la agilidad felina y algunas de las acrobacias que le inmortalizaron, si bien su famoso "moonwalk" ("paso lunar") no aparece por ningún lado, (ni siquiera en la que es, para mí, su mayor creación, "Billy Jean"), como tampoco la inclinación sobrehumana (ni Harold Lloyd, Donald O'Connor o nuestro simpático Locomotoro habían logrado algo similar) que tanto llamó la atención en el video de "Smooth Criminal", que se ha vuelto a rodar en la mejor tradición de "Cliente muerto no paga", alternando imágenes de Jacko con fotogramas de Rita Hayworth en "Gilda", así como de Humphrey Bogart y Edward G. Robinson. También se ha rodado un insulso remake de "Thriller" que no le llega a la suela del zapato al original de John Landis, y se desvelan secuencias impactantes de los nuevos clips para "They don't care about us", "I wanna be startin' somethin'" o "Earth Song". Digno epitafio para un artista que murió tratando de recuperar la gloria que él mismo dilapidó, "This is it" no es morbosa ni tampoco desmitificadora, pero sí constituye un excelente testimonio de cómo se forja y se mantiene un artista, de la trastienda del espectáculo, del esfuerzo que se requiere para dar a luz un show de primerísima categoría. A mí me fascinó.



Luis Campoy



Lo mejor: las canciones, el sonido, las coreografías


Lo peor: el trato reverencial y a veces servil que los músicos deparan a Michael Jackson;  el soso remake de "Thriller"


El cruce: "Moonwalk" + "All that jazz" + "El último vals"


Calificación: 9 (sobre 10)


jueves, 5 de noviembre de 2009

Cine/ "AGORA"




El show de la lapidación



Piedra aquí y piedra allá, lapídame, lapídame..." Siendo un poco cruel, ése es el único slogan que se me ocurre para definir esta última película de Alejandro Amenábar, estrenada a bombo y platillo hace unas pocas semanas y que ha obtenido un éxito desmesurado. ¿Por qué tantos espectadores que apenas van al cine se han puesto de acuerdo en ir a ver "Agora"? Creo que se juntan una serie de factores: la indiscutible "buena pinta" de su factura técnica, el nombre y la belleza de Rachel Weisz, y, sobre todo, la poco menos que tácita obligación de respaldar una película española que osa plantar cara a un cine americano que se caracteriza por desplegar una espectacularidad de la que adolece la práctica totalidad de nuestra producción nacional. A mí, personalmente, "Agora" me pareció un pestiño insufrible, un peñazo de proporciones... épicas. Pero no me hagáis mucho caso. Nunca he ocultado que suelo ir a contracorriente, que me niego a adherirme a la opinión generalizada que otorga categoría de obras maestras a, por ejemplo, "Wall-E", "El Caballero Oscuro" y "Gran Torino". Mal que les pese a los críticos especializados y a vosotros, mis lectores, yo manifiesto mi propia opinión, y ésta se basa en que son pocas las buenas películas y mínimas las obras maestras. Hace muchísimos años, cuando yo era un adolescente que se pasaba los sábados en el improvisado CineClub que organizaban los Hermanos Maristas de Alicante, ya tuve un primer percance con otro film en el que un científico era víctima del fanatismo religioso; se trataba del célebre "Galileo" de Liliana Cavani, y, lo siento, me reafirmo en que a mí "Agora" me ha resultado tanto o más intragable. Que sí, que está muy bien hecha, que es muy espectacular y todo éso, pero... ¿y qué?. La historia que nos narran Amenábar y su compinche Mateo Gil glorifica la figura de Hipatia, una astrónoma alejandrina que pagó con su vida su vocación investigadora, su necesidad de anteponer la Ciencia a la superchería, la lógica y la razón a la demagogia y el terrorismo pseudorreligioso. Respeto mucho a los más de dos millones y medio de personas que han llenado los cines en los que se proyecta, pero a mí "Agora" se me hizo eterna, una interminable tomadura de pelo. Una gran actriz (Rachel Weisz) y un gran actor (Michel Lonsdale, que hace de su padre) se codean con un elenco de intérpretes mediocres que recitan diálogos estúpidos que parecen escritos por los guionistas de "Aguila Roja". ¿De verdad puede creerse alguien que los habitantes de la Alejandría de aquella época se expresaban de un modo tan pueril, tan chabacano y tan vulgar? ¿Son admisibles los "floridos" diálogos ("Puta", "Zorra") que se escuchan durante la escena final, cuando Hipatia es detenida por una turba de pirados que la conducen hacia su holocausto? ¿En base a qué criterios se ha elegido a actores tan inadecuados y tan poco creíbles como Oscar Isaac, que hace de Prefecto cuando es prefectamente inadecuado e incluso risible para ese papel? ¿No había ningún actor español libre para encarnar a alguno de los personajes principales o siquiera a cualquiera de los secundarios? ¿Acaso hay alguna ley no escrita que diga que para triunfar en el mercado anglosajón hay que prescindir absolutamente de los intérpretes "made in Spain"? Mirad, amigos y amigas, en la genial "La Vida de Brian" de los Monty Python ya se ridiculizaba el fanatismo y el sectarismo de los que hacen de la Fe la bandera de su intolerancia, e incluso se presentaban varias lapidaciones que resultaban, éso sí, bastante menos sonrojantes que las que Amenábar nos regala. Mas no quiero ser totalmente injusto con "Agora": la entrega de Rachel Weisz es conmovedora, la música de Dario Marianelli es sobresaliente y la reconstrucción de los fastos alejandrinos es sencillamente apoteósica, pero a una buena película, por no decir a una obra maestra, hay que pedirle mucho, muchísimo más.





Luis Campoy



Lo mejor: Rachel Weisz, la factura técnica


Lo peor: los diálogos, el resto de los actores, la sensación de que si hablas mal de esta película estás perjudicando al Cine español


El cruce: "Alejandro Magno" + "La vida de Brian" + "Galileo"


Calificación: 5 (sobre 10)


martes, 27 de octubre de 2009

Todo un patriota


La muerte de Sabino Fernández Campo, ex-militar, ex-jefe de la Casa del Rey y uno de los políticos más influyentes durante la Transición, ha cerrado definitivamente una de las bocas que más y mejor han sabido callar. ¿Cuánto valdrían, en caso de existir, las "Memorias" de Sabino, en las que el recién fallecido hubiera desvelado los innumerables secretos de Estado que él conoció y conservó? Por éso todos, los de izquierdas y los de derechas, lo consideran un auténtico patriota. Creo que el mayor mérito atribuído a este gran hombre tuvo lugar el 23 de Febrero de 1981, cuando entonó el mítico "Ni está ni se le espera" referido al general Alfonso Armada, su predecesor en el puesto de responsable de la imagen pública del Rey y su familia, así como de las decisiones últimas de éstos. No seré yo quien, a estas alturas, se arriesgue a ser detenido por terrorismo ideológico, pero es sabido que, en un primer momento, don Juan Carlos no tenía tan claro si procedía o no respaldar el Golpe militar liderado por Armada, Milans y Tejero, y fue Sabino quien le convenció de que España se merecía seguir disfrutando una democracia constitucional y no la reedición de una nueva dictadura militar. Durante dos décadas, este insigne asturiano ejerció de consejero de los monarcas y de preceptor de los príncipes, sobre todo de don Felipe, que el pasado viernes le recordó desde la entrega de los Premios Príncipe de Asturias. ¿Por qué Sabino fue, finalmente, relevado como jefe de la Casa del Rey? Parece que llegó un momento en que pasó de ser un Pepito Grillo a una mosca cojonera, al menos desde el punto de vista de don Juan Carlos. No es oro todo lo que reluce, y ni siquiera un Rey está exento de equivocarse a la hora de elegir sus amistades o exteriorizar determinados comportamientos. Sabino pecó de demasiado estricto para con su "jefe", y éste se hartó de tanto tutelaje y tanta rectitud y le dio el pasaporte... de la manera más aparente y majestuosa posible, claro está. Como he dicho antes, en caso de existir, que no lo creo, las "Memorias" de Fernández Campo se convertirían en un best-seller que eclipsaría a Dan Brown, Ken Follett y Stieg Larsson juntos. En sus últimos años y ya acompañado por su segunda (y bastante joven) esposa, Sabino fue asiduo veraneante en las playas de La Manga del Mar Menor, y supo mantener su inigualable elegancia hasta la muerte: jamás de los jamases habló públicamente mal, ni siquiera regular, de ningún miembro de la familia real, fueran cuales fueran los deslices o pifias que éstos pudieran haber cometido. Descanse en paz un hombre sencillo pero fundamental para nuestra Historia moderna, cuya desaparición ha sido lo único que ha podido poner de acuerdo a Fraga, a Carrillo, a Rajoy, a los ministros del Gobierno y, por supuesto, a los Reyes y los Príncipes de España.

domingo, 25 de octubre de 2009

Cine/ "Millennium 2: LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA"

Los productores que soñaban con hacer una película pero hicieron un telefilm





Cuando acabé de leer el segundo episodio de la trilogía “Millennium”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, hace cosa de un mes, eché el freno y me negué a continuar con la lectura del tercero, “La reina en el palacio de las corrientes de aire” hasta que no hubiese visto en cine la adaptación de la segunda parte. Quizás hoy mismo, antes de acostarme, eche mano del libro y continúe descubriendo las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist justo donde han quedado al final de la más bien decepcionante película que acabo de ver. Como ya conté en su momento, el éxito internacional de las novelas de Stieg Larsson me pilló un poco fuera de onda, y sólo me animé a unirme al distinguido club de sus millones de lectores tras descubrir que la intriga sueca que desvelaba el primer film, “Los hombres que no amaban a las mujeres” no estaba nada, pero nada mal. Claro que también acerca de ésto ha habido multitud de opiniones. Mi respeto a quienes opinan que la película anterior era una visualización torpe y confusa, pues, después de haberla revisado por segunda vez en DVD, yo me reafirmo en que se trata de un thriller duro, morboso y estimulante, en el que un gran personaje (la citada Lisbeth Salander, la hacker de los piercings y los tatuajes) hallaba a una gran actriz (Noomi Rapace) capaz de darle vida con indiscutible soltura. Pero, ay, el avispado productor de la saga ha considerado que el primer director, Niels Arden Oplev, se merecía un innecesario descanso y ha contratado para sustituirle a un torpón Daniel Alfredson, que a punto está de lograr que la afamada trilogía novelística se quede en díptico cinematográfico, cosa que los potenciales espectadores del tercer film, que, obviamente, son los acérrimos fans de las novelas, no podrían consentir. Lo peor es que la tercera entrega también la ha firmado el tal Alfredson, lo cual es un pésimo augurio. El caso es que en “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, la película, tenemos ocasión de disfrutar nuevamente de una estupenda actuación de Noomi Rapace y de una, como mucho, correctita composición de Michael Nykvist como su partenaire periodista. Uno de los “logros” de los guionistas del film es despojar a Lisbeth Salander del enorme protagonismo que adquiere en el segundo libro (que, por cierto, es ostensiblemente mejor que el primero), y ello deviene un producto bastante gris y descafeínado en el que aparecen y desaparecen demasiados personajes que no tienen peso específico y confunden al espectador. Se nota demasiado el loable empeño de los responsables de la cinta a la hora de pretender complacer a la legión de lectores respetando en lo posible la mayoría de subtramas de la novela, pero la sobredosis de información que intentan suministrar es más bien anticinematográfica, además de servida por algunos actores que provocan bastante decepción. Sucede con la actriz (Lena Endre) que interpreta a Erika Berger, la socia y amante de Mikael Blomkvist; con el actor que encarna al anterior tutor de Lisbeth, Holger Palmgren (Per Oskarsson); y, sobre todo, con el "aterrador" villano Zala (Georgi Staykov), cuyas "terribles" quemaduras literarias han sido tan mal trasvasadas al cine que el pobre parece el padrastro de Michael J. Fox en “Regreso al futuro 2” con un hilarante toque de Freddy Krueger. Por cierto, el actor que interpreta al boxeador Paolo Roberto, que en la ficción fue entrenador personal de Lisbeth, se llama… Paolo Roberto; resulta que se trata de un personaje real, un deportista famoso en Suecia que Larsson incluyó en su libro, y que en la peli ha accedido a interpretarse a sí mismo. Demasiado ambiciosa pero demasiado esquemática, demasiado esclava de su propio intento de ser provocadora (la escena lésbica entre Lisbeth y Miriam se eterniza sin ton ni son), “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” es un thriller más bien aburrido que, si yo hubiese visto sin haber leído el libro, probablemente hubiera conseguido que huyera de Stieg Larsson como de la peste. Y éso hubiera sido muy, muy triste.





Luis Campoy



Lo mejor: Noomi Rapace


Lo peor: la estética de telefilm europeo, la banda sonora, el maquillaje y la cojera del “superespía” Zala


El cruce: “Los hombres que no amaban a las mujeres” + “Rocky III” + “Regreso al futuro 2”


Calificación: 5 (sobre 10)