Golpe mortal al ciclismo

En uno de los recuerdos más palpitantes de mi juventud, estoy sentado junto a mi madre presenciando el final de alguna etapa del Tour de Francia (por no decir de la Vuelta a España o el Giro de Italia), transmitido por Televisión Española y narrado de modo brioso y vibrante por el llorado Pedro González. Eran los años de Marino Lejarreta y Bernard Hinault, de Pedro Delgado y Greg Lemond, incluso de Miguel Indurain y Tony Rominger, que iluminaron una época dorada que sucedió a otra no menos gloriosa en la que Luis Ocaña y Eddy Merckx se enfrentaban desde un transistor que incluso me acompañaba durante las tardes playeras de sol y mar. Luego, a alguien se le ocurrió la brillante idea de desplazar la Vuelta (que se corría en Mayo y servía de preámbulo a Giro y Tour) hasta el mes de Septiembre, con lo que la gran mayoría de los ciclistas de élite estaban tan hartos de pedalear que ya pasaban de desplazarse hasta la Península. Pero más determinante que esta medida fue la lógica y progresiv...