Cine actualidad/ “MADRES PARALELAS”
Maternidad y memoria
Madres paralelas
España, 2021
Director y Guión: Pedro Almodóvar
Productores: Agustín
Almodóvar, Esther García
Música: Alberto
Iglesias
Fotografía: José
Luis Alcaine
Montaje: Teresa
Font
Dirección
Artística: Vicent Díaz
Reparto: Penélope Cruz (Janis), Milena
Smit (Ana), Israel Elejalde (Arturo), Aitana Sánchez-Gijón (Teresa), Rossy de
Palma (Elena), Julieta Serrano (Brígida)
Duración: 123 min.
Productora: El Deseo, Televisión Española, Sony
Pictures
A la hora de afrontar un acercamiento a
cualquier película de Pedro Almodóvar (Ciudad Real, 1949), es necesario e
imprescindible establecer una dicotomía entre lo que nos cuenta y cómo nos lo
cuenta. Sobre lo primero (el qué, el
fondo de la cuestión), hay que admitir que mucha gente no acaba de comulgar con
los argumentos desarrollados por el manchego y/o el tono con el que los narra,
pero, en cuanto a lo segundo (el cómo, la forma), a poco que a uno le guste el
Séptimo Arte, hay que rendirse a la evidencia de su exquisitez y maestría
estética y visual. Con vuestro permiso,
por aquí vamos a comenzar esta humilde aproximación a su obra más reciente, “Madres
paralelas” (2021).
Como ha venido sucediendo en todos sus
trabajos de madurez, ver una película de Almodóvar es sumergirse en un mundo
característico e inconfundible en el que cada elemento decorativo y de vestuario
está dispuesto armoniosamente para crear belleza. En este sentido, el trabajo de Vicent Díaz
(director de arte) y Paola Torres (diseñadora de vestuario) es sin duda
de diez (10), y porque ahí se acaba la escala de medición. Luego está su fructífera colaboración con el
insigne José Luis Alcaine, seguramente el mejor director de fotografía
en activo, que sabe cómo iluminar como nadie las tonalidades de una paleta de
color magistral y maravillosa, destacando esos rojos y verdes que, pudiendo
fácilmente chirriar, resplandecen en increíble armonía. Para rematar la función, el sonido directo es
sensacional y la música de Alberto Iglesias, con reminiscencias esta vez
al mítico Morricone, matiza cada escena, a veces en demasía pero siempre
acertadamente.
En cuanto al argumento y guión, os pido
permiso para hacer pequeñas o grandes revelaciones, porque, si no lo hago, no
voy a quedarme totalmente a gusto, de modo que, hasta nueva orden,
ALERTA SPOILERS
“Madres paralelas” cuenta la
historia de Janis (qué nombre tan moderno y original, ¿verdad?; más adelante
sabremos que se lo impusieron en honor, cómo no, a la cantante Janis Joplin), o
sea, Penélope Cruz, fotógrafa de profesión que, en estos tiempos en que prevalece
la llamada Memoria Histórica por encima de la dramática realidad presente,
desea legítimamente recuperar los restos de su abuelo y otros hombres de su
pueblo, sepultados de cualquier manera en una cuneta después de haber sido cobardemente
fusilados por los malvados falangistas, para así poder enterrarlos con respeto
y dignidad. A tal efecto, se entrevista
con Arturo (Israel Elejalde), un médico forense especialista en este tipo de
exhumaciones y que, lógicamente, se acuesta con ella a pesar de estar casado,
porque ya se sabe que, cuando uno está socialmente concienciado, se le perdona
cualquier pequeño desliz sin importancia.
Pero ¡ay!, Janis se queda embarazada, y, cuando Arturo le sugiere que
aborte para volver a intentarlo más adelante, una vez él se haya separado
legalmente de su mujer, nuestra protagonista le despacha a patadas y decide
tener el hijo ella sola, ya que al fin y al cabo, a ella la crió una madre
soltera, como así mismo lo fue su abuela, tras perder tan vilmente a su esposo
durante la contienda. A punto de dar a
luz, Janis coincide en la habitación del hospital con Ana (Milena Smit), una joven
que ignora exactamente de quién se quedó embarazada, ya que a ella le gustaba
un solo chico pero los amigos de éste, también malvados y abusadores, la obligaron
a yacer con ellos en contra de su voluntad.
Las dos paren el mismo día y casi a la misma hora, y tienen dos preciosas
niñas que deben pasar unas horas en observación, lo cual incluso al espectador
más tonto le hace sospechar que se va a producir una confusión al devolver a
cada una su respectivo bebé, pero ellas están tan felices que no se dan cuenta. Debido a la insistencia de Arturo, Janis le
permite que vea a su hija, pero, al verla, el muy cabrón (con perdón), dice que
no la reconoce, que él no puede ser el padre de esa criatura. Janis se enfada muchísimo pero poco a poco va
sospechando que pueden haberle dado gato por liebre, de modo que se hace una
prueba de maternidad y ¡efectiviewonder!, la probabilidad de que la niña no sea
suya es del cien por cien. Lo primero
que piensa es en localizar a Ana para darle la noticia… pero luego opta por cambiar de número de
teléfono y quedarse con la niña aun a sabiendas de que en esa misma ciudad está
su legítima madre, y su legítima hija está con ella. Sin embargo, un día se encuentra con Ana en
un bar, y, al preguntarle por su hija (es decir, por la suya), ésta le cuenta que
la pequeña falleció a causa de la temible muerte súbita, lo cual hace a Janis reblandecerse y llevarse a la muchacha a vivir a su casa, para trabajar como
niñera y asistenta. Hubiera sido muy
fácil que desde el principio le contase a Ana la verdad, la cual se confirma
tras una nueva prueba de maternidad, a la que somete a la recién llegada a base
de engaños, pero es más placentero iniciar con ella una relación lésbica (qué pérdida
de tiempo sería, que una mujer supuestamente heterosexual tenga una chica en
casa y no se acueste con ella). Las
cosas se complican aún más cuando Arturo reaparece y Ana se pone celosísima y
posesiva, y, para limpiar su conciencia, Janis le termina confesando que su
pequeña en realidad es de ella, tras lo cual la jovencísima Ana se cabrea
también y se lleva de su casa a la niña, quedándose Janis muy jodida pero pudiendo
consolarse con el levantamiento de la fosa de su abuelo, que aunque Rajoy y su
Gobierno son un hatajo de fascistas que le han puesto toda clase de trabas
administrativas, al final los buenos (los de izquierdas, claro está) siempre
ganan. Todo es tan bonito que Arturo se
ha separado de su mujer, Janis (a pesar de que, no lo olvidemos, Penélope Cruz
ya tiene 47 años) se ha quedado nuevamente embarazada a las primeras de cambio
y, por si fuera poco, Ana la ha perdonado y ahora están a partir un piñón y
ambas ejercen como madres de la niña que las unió…
FIN DEL SPOILER (bueno, más o menos)
Que Pedro Almodóvar es un cineasta de
ideología de izquierdas es sabido por todo el mudo y me parece absolutamente
respetable. Que es homosexual (gay, como
se dice ahora) es también de dominio público y es tanto o más respetable que lo
anterior. Nunca tendré nada que
objetarle, ni a él ni a nadie, por una cosa o por la otra. Lo que puede que no me acabe de convencer es
el modo en que traslada su ideología y su condición sexual al argumento de “Madres
paralelas”, que se supone que es una historia sobre la maternidad (biológica,
impostada, real, ficticia o como sea) pero, a mi modo de ver, dedica demasiado
tiempo a adoctrinar. Para Almodóvar, como
para tantas personas de su misma militancia, en nuestra horrible Guerra Civil
no es que hubiera dos bandos que se enzarzaron en inacabables batallas a lo
largo y ancho de toda España, sino simplemente que unos (los malos, los
fascistas) agredieron a otros (los buenos, los republicanos) y cometieron un sinfín
de tropelías y crueldades para con ellos y sus familias. O sea, la guerra según Almodóvar consistió en
que los de derechas mataban, violaban y torturaban, y los de izquierdas no fueron
sino víctimas inocentes, que, por supuesto, no cometieron las mismas o peores
tropelías, qué va, en absoluto, en ningún caso.
Esa simplicidad -yo soy el bueno y tú el malo, yo tengo razón y tú no-
me molesta profundamente, no tanto en una conversación coloquial como en una
película que se supone que trata de otra cosa.
Y bueno, que el señor Almodóvar tenga una determinada preferencia sexual
me parece maravilloso y me llena de gozo que pueda vivirlo sin sentirse injustamente
discriminado, pero tener que meter siempre con calzador en sus tramas, sin
venir a cuento, lesbianismo y homosexualidad sólo para dar visibilidad al
colectivo LGTB, me resulta un poco cargante.
Y aclaro: una película sobre
homosexuales (por ejemplo, “Brokeback Mountain”) o lesbianas (verbigracia,
“La vida de Adele”) se merece la misma aceptación que cualquier otra,
pero ¿hace falta realmente que en todas, todas las películas tenga que haber escenas
de sexo entre personas del mismo género, simplemente para resultar inclusivo?
La guerra es siempre horrorosa, y la
guerra civil todavía más. Pero la
nuestra terminó hace 82 años, y la dictadura hace 46. Claro que las personas que están enterradas
en una cuneta merecen descansar en paz junto a sus familias. Por supuesto que sí. Pero quizás haya que hacerlo de otra manera,
sin resucitar los fantasmas del pasado, sin odiar a los que opinan distinto, a
los que votan diferente. Pretender que la
España actual es un país en el que hay “progresistas buenos” y “fascistas malos”,
es un error tan grave como afirmar que estamos divididos entre “patriotas
honestos” y “rojos inmorales”. Se necesita
más diálogo, más escuchar y más comprender, y menos insultar y condenar desde
los dos extremos, que son igualmente peligrosos.
A pesar de algunas opiniones (no ya negativas, sino lo siguiente) escuchadas no
a críticos sino a simples espectadores de a pie, me gustó “Madres paralelas”,
sobre todo como obra de arte que deleitó mis sentidos, y de su argumento me
convencieron algunas cosas pero me sacó un poco de quicio su condición de pieza
cultural con ribetes de innecesario panfleto político.
Luis Campoy
Lo mejor: el tratamiento del color, la fotografía, el
sonido, la música, Penélope Cruz, Israel Elejalde (¡cómo habla este tío!)
Lo peor: el aleccionamiento político, la obligada
cuota de lesbianismo innecesario, las muy simplistas asociaciones de ideas
(izquierda=bien/derecha=mal, madre=necesaria/padre=prescindible), el plano
final, simplemente ridículo
Calificación: 7 (sobre
10)
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