Mi comentario sobre "EN LA CUERDA FLOJA"


La primera vez que escuché a Johnny Cash debió de ser hace 20 ó 25 años. Estaba tratando de culturizarme musicalmente, y compré en el desaparecido Simago de Alicante un LP recopilatorio de música country, en el que también aparecían, entre otros, Kenny Rogers, Patsy Cline, Freddie Fender, Waylon Jennings o Frankie Laine. Naturalmente, por aquel entonces ignoraba casi todo acerca del “Hombre de negro” (como se le conocía popularmente; nada que ver con Will Smith o Tommy Lee Jones), aunque se me quedaron grabados el ritmo y sencillez de la canción que le representaba: “I walk the line”, precisamente la que da título (original) a la película que acaba de estrenarse entre nosotros.

Si el año pasado llegaba a las carteleras “Ray”, biografía del recién fallecido Ray Charles que le valió un oscar al ascendente Jamie Foxx, ahora le toca el turno al biopic (biographic picture o película biográfica) acerca del cantante de voz baritonal que pasó a mejor vida en septiembre de 2003. “En la cuerda floja” (traducción que no se aleja mucho del sentido del “Walk the line” original: “vivir al límite”, “pisar la línea que separa al bien del mal”… a pesar de que ya fue bautizada así en España una vieja película de Clint Eastwood llamada “Tight rope”) empieza y casi termina con el mítico concierto que Johnny Cash grabó en directo en la prisión de Folsom en 1968, y enseguida retrocede a la infancia de Cash, cuando, hijo de granjeros pobres en la América profunda, su familia le llamaba simplemente “J.R.” (¿habéis olvidado al petrolero intrigante de “Dallas”?). Marcado desde muy niño por la pérdida de un hermano (circunstancia que le emparenta con otras figuras de la música como Elvis Presley o el propio Ray Charles… así como con el mismísimo actor que le interpreta en esta película, Joaquin Phoenix), Johnny Cash marchó a hacer el servicio militar a Alemania (al igual que el joven Elvis), y fue allí donde eclosionó su talento musical, al comprarse una guitarra y empezar a componer canciones, canciones de una crudeza inusitada en las letras y una desnuda contundencia en la música (apoyada tan sólo en la guitarra, y, sobre todo, el bajo, inconfundible marca de la casa) que impresionaron al productor Sam Phillips, propietario de “Sun Records”, la misma compañía discográfica en la que grabaron sus primeros éxitos Elvis Presley o Jerry Lee Lewis (que aparecen también en la película, además de Roy Orbison o Waylon Jennings, al que, por cierto, interpreta su propio hijo, Shooter “Pistolero” Jennings). Desde la radiodifusión de sus primeras canciones (“Get rhytm”, “I walk the line” o “Folsom prison blues”), Cash disfrutó de un creciente éxito que le llevó a embarcarse en giras interminables que le mantenían alejado de su esposa Viv (a propósito, el doblador español se empeña durante toda la película en pronunciar “bif”, que suena como “ternera”) y, por el encontrario, le acercaron cada vez más a la cantante June Carter (Reese Whiterspoon), que viajaba junto a él (y junto a Elvis y Jerry Lee) y de la que se acabó enamorando. Tal vez fue el cansancio debido a la proliferación de conciertos y, sobre todo, a la acumulación de kilómetros de carretera bajo la lluvia, pero lo cierto es que Cash empezó a recurrir demasiado frecuentemente a los tranquilizantes, que, acompañados de cerveza y alcoholes varios, se convirtieron paulatinamente en una adicción de efectos devastadores (no sólo se llegó a desmayar en plena actuación, sino que, gracias a las pastillas, pudo disfrutar de primera mano las excelencias de las prisiones estadounidenses a las que cantaba) y a punto estuvieron de dar al traste con su carrera y con su vida; sin embargo, tras haberse divorciado de Viv, su difícil y tormentoso romance con June pudo por fin salir a la luz, y el amor de ella le redimió de sus dependencias y arrebatos vandálicos.

Como puede verse, el esquema argumental, a pesar de que es absolutamente real (basado en dos libros biográficos del propio Cash) parece calcado del de cualquier otra película de estas mismas características (sin ir más lejos, la ya mencionada “Ray” o “Gran bola de fuego”, acerca de las andanzas de Jerry Lee Lewis), o incluso del típico telefilm de sobremesa en el que un americanito de a pie nos demuestra su fuerza de voluntad al superar una niñez desangelada y mil y una vicisitudes posteriores, para finalmente renacer de sus humeantes cenizas…. El principal “pero” que cabe atribuirle a “En la cuerda floja” es, precisamente, su aspecto, su textura de telefilm. Hace unos días hablaba de cómo una película ha de ser valorada como resultado de la fusión de todos sus componentes, y en este sentido me temo que la puesta en escena no está a la altura de, por ejemplo, las interpretaciones de sus protagonistas. El realizador James Mangold empezó con buen pie, dirigiendo a un Sylvester Stallone premeditadamente fondón en la policíaca “CopLand”, y luego ha hecho cosas como “Inocencia interrupida”; no digo que se trate de un mal director, sino que en el film que nos ocupa se limita a “ilustrar” la peripecia vital de Johnny Cash de una manera rutinaria y visualmente poco creativa, lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que la película sea aburrida ni tampoco desdeñable. Como dije anteriormente, si por algo será recordada “En la cuerda floja” será por el estupendo trabajo de Joaquin Phoenix y Reese Whiterspoon. Sobre Joaquin (también conocido como “Leaf”, “Hoja”), que debutó en el cine a la sombra de su hermano mayor, el malogrado River Phoenix, es necesario decir que no sólo interpreta a Cash sino que además (y esto es lo más encomiable) toca la guitarra y canta todas las canciones con su propia voz, logrando unas versiones casi, casi clavadas de las originales. Por lo demás, su actuación es correcta, o muy correcta, aunque personalmente no acabé de creérmelo del todo, es decir, no ví a Johnny Cash (que, en calidad de actor, también interpretó algunos westerns) sino a Joaquín Phoenix haciendo de Johnny Cash, en un registro no muy diferente al que Phoenix exhibió en “Gladiator” o “El bosque”. Sin embargo, la que sí me sorprendió fue Reese Whiterspoon, una chica que (interpretativamente) nunca había sido santo de mi devoción, y que aquí cambia radicalmente de repertorio (en todos los sentidos: también ella canta todas sus canciones) para dar vida a una dulce y abnegada June Carter que ya le ha valido un Globo de Oro y tal vez le reporte incluso un Oscar.

En cualquier caso, una recomendación: no dejéis de ver esta película quienes os sintáis admiradores del country, el rockabily, el rock’n’roll y el blues, porque las actuaciones musicales son absolutamente verosímiles y, en muchos momentos (el concierto en la prisión de Folsom), verdaderamente emocionantes. También quiero lanzar una pregunta al aire: ¿qué tipo de tratamiento facial se hace el granjero al que interpreta Robert Patrick (el robot de nitrógeno líquido de “Terminator 2”, que aquí encarna al padre del protagonista) para no envejecer (ni una arruga, ni una cana) en los 15 años que refleja “En la cuerda floja”?

Calificación: 7 (sobre 10)

Luis Campoy

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