Cine: mi comentario sobre "HANNIBAL, El Origen del Mal"


El veterano productor Dino De Laurentiis (77 añitos dedicados al Séptimo Arte) parece que pretende aferrarse al último clavo ardiendo que en su irregular trayectoria ha supuesto la saga de películas basadas en el personaje del psiquiatra caníbal Hannibal Lecter, creado literariamente por el escritor Thomas Harris y que hasta ahora había aparecido en tres films financiados por De Laurentiis: “Hunter” (1986),“Hannibal” (2001) y “El Dragón Rojo” (2002), esta última un “remake” o nueva versión de la citada “Hunter”. Paradójicamente, la única aventura de Lecter no producida por De Laurentiis fue la mejor de todas, “El Silencio de los corderos” (1990), una obra maestra del irregular Jonathan Demme que contó con las valiosísimas aportaciones de Jodie Foster y Anthony Hopkins, este último interpretando a Lecter con mucha más fortuna que Brian Cox, que le había dado vida en “Hunter”. El grandísimo éxito de “El silencio de los corderos” hizo que el veterano productor italiano recuperase los derechos sobre el caníbal, quien, nuevamente interpretado por Anthony Hopkins, regresó en “Hannibal”, secuela o continuación de “El Silencio…” en la que Jodie Foster hubo de ser sustituída por Julianne Moore y, posteriormente, en “El Dragón Rojo”, planteada como “precuela” o antecesora de “El silencio…” y en la que un Hopkins maquillado para PARECER más joven recreaba las circunstancias en las que Lecter fue confinado en su célebre celda del psiquiátrico mejor custodiado de los Estados Unidos.

En un deseo no sé si lícito o no de continuar exprimiendo la gallina de los huevos de oro, De Laurentiis y sus asociados (entre ellos, su hija) pretenden prolongar la saga con nuevas entregas de un Hannibal Lecter al que Anthony Hopkins no piensa volver a encarnar. Sin Hopkins al frente del reparto, la empresa parecía harto complicada, pues es obvio que ningún otro actor podría igualar su complejísima interpretación lograda a base de refinamiento, inteligencia, crueldad y sensibilidad prácticamente a partes iguales. Por eso se ha optado por una solución intermedia: seguimos con la saga de Lecter pero, para evitar las odiosas comparaciones con Anthony Hopkins, lo que hacemos es narrar la adolescencia de tan carismático personaje… al que obviamente ha de prestar su físico un actor muchísimo más joven.

Lo primero que llama la atención acerca de “Hannibal: El origen del mal” es la insólita endeblez de su base argumental, a pesar de venir nuevamente firmada por su padre literario, un Thomas Harris de 67 años que, definitivamente, ha conocido tiempos mejores. Que la nueva trilogía de “Star Wars” tuviese que plantear soluciones traídas por los pelos para justificar las acciones futuras de Darth Vader era más o menos asumible (después de todo, se trata de ciencia ficción para adolescentes, ¿no?), pero lo que ha hecho Harris con su Hannibal Lecter de 18 abriles es poco más o menos que infantilizar, puerilizar y trivializar a un personaje que no hace mucho fue elegido “el mejor villano de la historia del cine”. Creo que uno de los encantos del Hannibal que encarnó Anthony Hopkins era su carencia de sentimientos de culpabilidad, su ausencia de arrepentimiento, su maldad sin escrúpulos. Sin embargo, en esta nueva película se empieza por explicar/justificar por qué Lecter decidió que no bastaba con asesinar a sus víctimas, sino que también podía ser necesario o conveniente comérselas. Lo malo es que la solución aportada por Harris, que ya se insinuaba en un pasaje de “Hannibal” (a secas), la tercera aparición novelada del psiquiatra caníbal, está tan forzada que no sólo no es convincente, sino que desluce la fascinante malignidad que constituía el mayor atractivo del más famoso “psycho-killer” de la última década. Que a los que casi nos sentimos culpables de admirar tanto a un sér inhumano como el Hannibal de Hopkins se nos diga ahora que de niño era un inocente angelito que de repente se dedicó a zamparse a sus semejantes como ángel vengador de la muerte antropofágica de su dulce hermanita de cabellos de oro, parece casi un insulto a nuestra inteligencia. Además, la caracterización del jefe de los milicianos asesinos es tan simple, burda y esquemática, y la conducta de sus secuaces tan estúpida y cobarde, que parece como si las acciones injustificables de Hannibal debieran resultarnos admirables y no reprobables (algo que no sucedía en “El Silencio de los Corderos”, donde Anthony Hopkins era perfectamente digno de toda reprobación, y precisamente por ello resultaba tan fascinante).

¿A qué se deben los hábiles y felinos movimientos que tanto sorprendieron en el Lecter sexagenario de “El Silencio…”. A que, siendo joven, aprendió las técnicas de lucha de los antiguos guerreros samurai, nos dice Thomas Harris (y yo me río). ¿Y quién mejor que la joven y bella viuda japonesa de su tío para adiestrarle? (lo siento, ahí sí que me carcajeé en el cine; si es que era como un “remake” de “Karate Kid”…) Y ya puestos, ¿cómo desperdiciar la ocasión de insinuar un romance con tan aguerrida dama (que se convertirá en cómplice o aliada del héroe/villano, en la mejor tradición de las novias-vampiro que acababan apoyando al Conde Drácula de turno)?. Ah, y ¿cómo rellenar dos horas de metraje con un argumento que no daba ni para hora y media? Pues muy fácil: ya que la cosa empieza en la Segunda Guerra Mundial, nada mejor que incluir una absurda subtrama relacionada con la persecución de antiguos criminales nazis ( o pro-nazis).

Ahora bien: si decepcionante me resultó el guión (posteriormente convertido en novela) urdido por Thomas Harris, hay que reconocer lo estimulante que me pareció la puesta en escena de Peter Webber, autor de la apreciable “La Joven de la Perla”. No pueden hacerse muchas maravillas con una mala base literaria, pero la verdad es que Webber casi lo consigue. Tampoco puedo decir que el joven Gaspard Ulliel salga ni siquiera medianamente airoso de su inevitable comparación con Anthony Hopkins (probablemente uno de los mejores actores del mundo en la actualidad), pero es preciso admitir que su composición es, cuando menos, notable. No puede decirse lo mismo de Gong Li, que se limita a hacer “de japonesa”, ni del policía que interpreta Dominic West, totalmente plano y nada creíble. El que sí me sorprendió fue Rhys Ifans, el amiguete “enrollado” de Hugh Grant en “Notting Hill”, y que aquí interpreta muy esforzadamente al villano de la función.

“Hannibal para adolescentes”, debería haberse titulado esta película, diseñada más para quienes convierten en éxitos a películas que rozan el gore como “Saw” que para los espectadores potencialmente cultos de films muchísimo más complejos como “El Silencio de los Corderos” y “Hannibal”. Hubiera sido preferible que el doctor Lecter no regresara a las pantallas, pero mucho me temo que Dino De Laurentiis, un productor que disfruta de su último gran éxito, hará todo lo posible por contradecirme, así que me temo que no será la última vez que veamos cómo el joven Hannibal desmitifica a la versión adulta de un personaje a quien odiamos amar.


Luis Campoy
Calificación: 6,5 (sobre 10)

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