Los blancos lo tienen negro
De verdad que pensaba ser discreto, humilde y aun generoso y había decidido no restañar mis heridas barcelonistas hurgando en la poco decorosa derrota de nuestros sempiternos rivales merengones, pero…. la tentación es fuerte, la carne, débil y ¡¡ya son tres!! las personas que me han animado a escribir también sobre la eliminación del Real Madrid en una Champions League que sólo tendrá de blanco español los colores de la indumentaria del Valencia.
Si el día anterior hablaba de que, después de todo, el Barça había caído con cierta honrilla ante un rival que –no voy a negarlo- se había demostrado superior, no puede decirse lo mismo de los pupilos del signore Capello, que en apenas 10 segundos (el gol más rápidamente materializado en la historia de la Liga de Campeones) dilapidaron la ventaja que se habían traído del Santiago Bernabéu. Frente a ellos, un Bayern de Munich que no atraviesa su época más gloriosa pero que, al menos, jugó al fútbol con tesón y cierto coraje, además de contar con una disposición táctica de la que los madrileños carecieron. Si titulé mi artículo sobre el Liverpool-Barça “Quiero y no puedo”, éste que estoy redactando ahora debería subtitularse “Quiero… pero no sé”.
A tan sólo tres días vista del habitualmente denominado “Partido del Siglo” (edición 2007), el Real Madrid viajará hacia Barcelona con la moral seriamente mermada por la que no es sino su enésima exhibición de patetismo en lo que va de temporada. Ramón Calderón, Fabio Capello y Pedja Mijatovic son a los aficionados madridistas lo que las siete plagas a Egipto (desgracias y destrucción a raudales), con la diferencia de que los egipcios al menos sabían que todos sus males terminarían en cuanto los esclavos israelitas tuvieran la libertad. Pero ¿a quién tendría que darle el pasaporte el Real Madrid para que esta racha negra y peluda que atraviesan fuese tan sólo un mal recuerdo? ¿Bastará con cesar a Capello si se pierde el sábado en el Camp Nou? ¿Sería suficiente con patearle el trasero al chulito de los pelos grasientos? ¿Se cercenarían de raíz los innumerables problemas de la Casa Blanca si se cercenase el gaznate (por no decir otros atributos) al Presidente Calderón? (todo ello dicho de forma cómica y metafórica, of course).
Siendo igualmente portadoras de frustración las derrotas de nuestros dos equipos más emblemáticos, la del Madrid me parece aún más dramática que la del Barça, entre otras cosas porque a los culés aún les quedan dos competiciones en juego, mientras que los merengues están obligados a aferrarse a la Liga como quien se agarra a una punta de hierro candente (o seáse, a un clavo ardiendo). Además, mientras que la inmensa mayoría del barcelonismo desea que Frank Rijkaard continúe siendo quien se siente en el banquillo, no es un secreto que la mayoría absoluta de los blancos sueña con decir arrivederci a Fabio Capello, sin tener muy claro si serán Schuster, Míchel, Mourinho o Manolo & Benito Corporeision quienes tomarán el relevo. Para rematar la jugada, ni el presidente electo Calderón se ha erigido defensor de la causa, ni ha elegido correctamente a los fichajes que debieron ser revulsivos (Van Nistelrooy, Diarra, Gago, Higuaín…), ni el pobre Guti parece que vaya a confirmar su eterna promesa de treinta y un abriles.
Lo dicho: para la dolorosa herida abierta en el seno del barcelonismo, no hay bálsamo más reconfortante y eficaz que la certeza de que los blancos están aún peor.
Si el día anterior hablaba de que, después de todo, el Barça había caído con cierta honrilla ante un rival que –no voy a negarlo- se había demostrado superior, no puede decirse lo mismo de los pupilos del signore Capello, que en apenas 10 segundos (el gol más rápidamente materializado en la historia de la Liga de Campeones) dilapidaron la ventaja que se habían traído del Santiago Bernabéu. Frente a ellos, un Bayern de Munich que no atraviesa su época más gloriosa pero que, al menos, jugó al fútbol con tesón y cierto coraje, además de contar con una disposición táctica de la que los madrileños carecieron. Si titulé mi artículo sobre el Liverpool-Barça “Quiero y no puedo”, éste que estoy redactando ahora debería subtitularse “Quiero… pero no sé”.
A tan sólo tres días vista del habitualmente denominado “Partido del Siglo” (edición 2007), el Real Madrid viajará hacia Barcelona con la moral seriamente mermada por la que no es sino su enésima exhibición de patetismo en lo que va de temporada. Ramón Calderón, Fabio Capello y Pedja Mijatovic son a los aficionados madridistas lo que las siete plagas a Egipto (desgracias y destrucción a raudales), con la diferencia de que los egipcios al menos sabían que todos sus males terminarían en cuanto los esclavos israelitas tuvieran la libertad. Pero ¿a quién tendría que darle el pasaporte el Real Madrid para que esta racha negra y peluda que atraviesan fuese tan sólo un mal recuerdo? ¿Bastará con cesar a Capello si se pierde el sábado en el Camp Nou? ¿Sería suficiente con patearle el trasero al chulito de los pelos grasientos? ¿Se cercenarían de raíz los innumerables problemas de la Casa Blanca si se cercenase el gaznate (por no decir otros atributos) al Presidente Calderón? (todo ello dicho de forma cómica y metafórica, of course).
Siendo igualmente portadoras de frustración las derrotas de nuestros dos equipos más emblemáticos, la del Madrid me parece aún más dramática que la del Barça, entre otras cosas porque a los culés aún les quedan dos competiciones en juego, mientras que los merengues están obligados a aferrarse a la Liga como quien se agarra a una punta de hierro candente (o seáse, a un clavo ardiendo). Además, mientras que la inmensa mayoría del barcelonismo desea que Frank Rijkaard continúe siendo quien se siente en el banquillo, no es un secreto que la mayoría absoluta de los blancos sueña con decir arrivederci a Fabio Capello, sin tener muy claro si serán Schuster, Míchel, Mourinho o Manolo & Benito Corporeision quienes tomarán el relevo. Para rematar la jugada, ni el presidente electo Calderón se ha erigido defensor de la causa, ni ha elegido correctamente a los fichajes que debieron ser revulsivos (Van Nistelrooy, Diarra, Gago, Higuaín…), ni el pobre Guti parece que vaya a confirmar su eterna promesa de treinta y un abriles.
Lo dicho: para la dolorosa herida abierta en el seno del barcelonismo, no hay bálsamo más reconfortante y eficaz que la certeza de que los blancos están aún peor.
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