Comic: "300", de Frank Miller
Hace muchísimos años, allá por 1979, tuve mi primer contacto con un tal Frank Miller, un señor cuyo nombre y apellido me recordaban al principal villano de “Solo ante el peligro”, aunque cambiando las pistolas por los lápices de dibujo. Miller, el artista, se ocupaba de los bocetos de un par de episodios de “Spectacular Spiderman” (publicado/masacrado en España en aquel entonces por Ediciones Vértice), y, francamente, no me pareció nada especial como dibujante. Definitivamente, no estaba a la altura de John Romita Sr., Gil Kane o Ross Andru (mis favoritos por aquel entonces), y su estilo me recordaba más a Sal Buscema, que no era precisamente santo de mi devoción. El caso es que debí equivocarme en mi primera apreciación acerca de él, porque enseguida fue subiendo más y más peldaños en el escalafón de los más reputados autores de historietas.
Su primer trabajo realmente importante lo realizó, sin embargo, para la Distinguida Competencia (es decir, DC Comics) y se trató de “Ronin”, actualización en clave post-apocalíptica del tema clásico del samurai sin rey ni patria. Pero es en su regreso triunfal a Marvel donde por fin se revela como un autor total. Primero se hizo con los lápices de la colección “Daredevil” (personaje que a la sazón ya acompañaba al Hombre Araña en los episodios arácnidos que citaba en el párrafo anterior), pero enseguida se atrevió a dar el salto a la categoría de guionista, con una obra titulada “Born Again” que fue de inmediato aclamada por la crítica. “Born Again” contó con libreto de Miller y dibujos de David Mazzuchelli, que se convertiría en uno de sus más fieles colaboradores, junto con la colorista Lynn Varley. Todavía en Marvel, Frank Miller nos dejaría otra muestra de su talento y habilidad para aunar calidad y comercialidad: “Elektra Asesina”, auténtica puesta de la largo de la aventurera ninja que se convertiría en pareja inestable de Matt Murdock/Daredevil.
En el mundillo del comic USA, es muy común que los autores vayan saltando de una editorial a otra, cual mercenarios del papel, y, así, dio la casualidad de que, de vuelta en DC, nuestro hombre obtuvo control total para elaborar la que, para muchos, sigue siendo su obra maestra: “Batman. El Regreso del Señor de la Noche”. Con esta saga obtuvo todos los premios habidos y por haber, y tanto sus guiones como su dibujo influenciaron muy poderosamente al director Tim Burton a la hora de realizar su primer (y taquillero) film sobre el Hombre Murciélago (1989), además de tener continuidad en “Batman: Año Uno” (guiones de Miller y dibujos de Mazzuchelli y “Batman: El Señor de la Noche Contraataca”). Pero Miller no se durmió en los laureles, y muy pronto presentó en sociedad sus nuevos proyectos: “Hard Boiled”, “Give me Liberty” y, sobre todo, “Sin City”, un tebeo en blanco y negro que recuperaba ambientes y personajes propios del cine policíaco pero con una violencia y brutalidad que enseguida convirtieron a esta obra en un comic de culto, como quedó patente en su adaptación cinematográfica de 2005, que co-dirigieron Robert Rodríguez y un ubicuo Miller. Por fin, en 1998, la editorial Dark Horse publica el nuevo y esperadísimo trabajo del cada vez más cotizado Frank Miller: “300”.
El pretexto argumental que Miller utiliza para su “300” es la celebérrima batalla de las Termópilas, una de las gestas más contadas y cantadas por los historiadores de la antigüedad, y que enfrentó a los griegos (más concretamente, los espartanos) contra los temibles invasores persas.
Estamos en el año 480 a.C. Grecia es un oasis de libertad, arte y cultura en un mundo oscuro y primitivo que el todopoderoso emperador Jerjes I de Persia pretende someter. Sin embargo, no todos los pueblos griegos se entregaban a las disciplinas de la política, la dramaturgia y la escultura. En el pequeño reino de Esparta, comandado por el rey Leónidas, desde tiempos inmemoriales se cultivan la disciplina, la austeridad, el sufrimiento y, en fin, el propio arte de la Guerra. Ante el peligro inminente que suponen los planes anexionistas de Jerjes, Atenas (capital de Grecia) pide ayuda a Leónidas de Esparta, que no duda en ponerse al frente de su minúsculo ejército de 300 hombres dispuestos a medirse a un rival que contaba, según algunas fuentes, con entre doscientos cincuenta mil y ¡un millón! de soldados bien pertrechados. La batalla definitiva se libraría en el paso de las Termópilas, un estrecho desfiladero donde los valerosos espartanos eran conscientes de que iban a sacrificar sus vidas con el único fin de retrasar brevemente el avance de los persas para dar lugar a que los atenienses pudieran reagruparse. No les importó: su sacrificio les llevó directamente a la gloria victoriosa que proporciona la Inmortalidad.
Dos años antes de que la película “Gladiador”, dirigida por Ridley Scott en 2000, volviera a poner de moda el género épico, variante “peplum” (aventuras protagonizadas por romanos y/o griegos sudorosos e hipermusculados), Frank Miller (asumiendo la total autoría del proyecto, ya que desempeñaba labores tanto de escritor como de ilustrador), se adelantaba a esta corriente con un comic poco menos que magistral, que se publicó en forma de mini serie compuesta por cinco entregas que vieron la luz entre mayo y octubre de 1998. “300” contaba, además, con la innovación de un formato apaisado necesario para recoger las páginas dobles que Miller había concebido. Por aquel entonces, aquel dibujante que me pareciera titubeante a finales de los setenta ya se había convertido en un artista de pulso preciso y trazo a veces minimalista, sublimando la parquedad expresiva de su obra cumbre “Batman: El Regreso del Señor de la Noche”. Para “300”, épica apología del valor y el honor, Miller optó por prescindir del auténtico rigor y objetivismo históricos, y desoyó las descripciones científicas de quienes se referían a los espartanos como soldados acorazados, cuyo éxito estribaba en que combatían tan juntos que los escudos y armaduras de cada hombre conformaban un baluarte prácticamente inexpugnable. Frank Miller prefiere visualizar a sus héroes según la idealizada iconografía de las esculturas helénicas: musculosos, totalmente depilados y ataviados con exiguos taparrabos, cuando no completamente desnudos bajo sus amplias capas de color carmesí.
También en lo narrativo se permite Miller tomarse algunas licencias, pero es incuestionable que la caracterización moral de los tres personajes principales (el valeroso Leónidas, el insaciable Jerjes y el traidor Efialtes) está plenamente lograda, con un lenguaje que alterna la veneración hacia los textos clásicos con la inclusión de ciertas concesiones a una especie de jerga coloquial más bien impropia de la época. Tampoco es muy acertada la visualización de Jerjes, o al menos resulta poco o nada verosímil, aunque sí consigue ser exótica y amenazadora. El doble formato de página permite al Miller dibujante lucirse con algunas composiciones especialmente afortunadas, aquéllas en las que se glorifica el imponente brío de los espartanos, todo ello potenciado por el excelente coloreado de la habitual Lynn Varley.
En la entrega de los Premios Eisner (algo así como los Oscar del comic) de 1999, “300” obtuvo la mayoría de los galardones principales: Mejor Serie Limitada, Mejor Guionista/Dibujante y Mejor Color. Justo reconocimiento a una obra de proporciones épicas que acaba de ser llevada al cine con Zack Snyder como realizador y el actor Gerard Butler encarnando al rey Leónidas, cuyo estreno en España está previsto para este próximo viernes, día 23 de marzo. Yo ese día pienso sentirme espartano, ¿y vosotros?.
Su primer trabajo realmente importante lo realizó, sin embargo, para la Distinguida Competencia (es decir, DC Comics) y se trató de “Ronin”, actualización en clave post-apocalíptica del tema clásico del samurai sin rey ni patria. Pero es en su regreso triunfal a Marvel donde por fin se revela como un autor total. Primero se hizo con los lápices de la colección “Daredevil” (personaje que a la sazón ya acompañaba al Hombre Araña en los episodios arácnidos que citaba en el párrafo anterior), pero enseguida se atrevió a dar el salto a la categoría de guionista, con una obra titulada “Born Again” que fue de inmediato aclamada por la crítica. “Born Again” contó con libreto de Miller y dibujos de David Mazzuchelli, que se convertiría en uno de sus más fieles colaboradores, junto con la colorista Lynn Varley. Todavía en Marvel, Frank Miller nos dejaría otra muestra de su talento y habilidad para aunar calidad y comercialidad: “Elektra Asesina”, auténtica puesta de la largo de la aventurera ninja que se convertiría en pareja inestable de Matt Murdock/Daredevil.
En el mundillo del comic USA, es muy común que los autores vayan saltando de una editorial a otra, cual mercenarios del papel, y, así, dio la casualidad de que, de vuelta en DC, nuestro hombre obtuvo control total para elaborar la que, para muchos, sigue siendo su obra maestra: “Batman. El Regreso del Señor de la Noche”. Con esta saga obtuvo todos los premios habidos y por haber, y tanto sus guiones como su dibujo influenciaron muy poderosamente al director Tim Burton a la hora de realizar su primer (y taquillero) film sobre el Hombre Murciélago (1989), además de tener continuidad en “Batman: Año Uno” (guiones de Miller y dibujos de Mazzuchelli y “Batman: El Señor de la Noche Contraataca”). Pero Miller no se durmió en los laureles, y muy pronto presentó en sociedad sus nuevos proyectos: “Hard Boiled”, “Give me Liberty” y, sobre todo, “Sin City”, un tebeo en blanco y negro que recuperaba ambientes y personajes propios del cine policíaco pero con una violencia y brutalidad que enseguida convirtieron a esta obra en un comic de culto, como quedó patente en su adaptación cinematográfica de 2005, que co-dirigieron Robert Rodríguez y un ubicuo Miller. Por fin, en 1998, la editorial Dark Horse publica el nuevo y esperadísimo trabajo del cada vez más cotizado Frank Miller: “300”.
El pretexto argumental que Miller utiliza para su “300” es la celebérrima batalla de las Termópilas, una de las gestas más contadas y cantadas por los historiadores de la antigüedad, y que enfrentó a los griegos (más concretamente, los espartanos) contra los temibles invasores persas.
Estamos en el año 480 a.C. Grecia es un oasis de libertad, arte y cultura en un mundo oscuro y primitivo que el todopoderoso emperador Jerjes I de Persia pretende someter. Sin embargo, no todos los pueblos griegos se entregaban a las disciplinas de la política, la dramaturgia y la escultura. En el pequeño reino de Esparta, comandado por el rey Leónidas, desde tiempos inmemoriales se cultivan la disciplina, la austeridad, el sufrimiento y, en fin, el propio arte de la Guerra. Ante el peligro inminente que suponen los planes anexionistas de Jerjes, Atenas (capital de Grecia) pide ayuda a Leónidas de Esparta, que no duda en ponerse al frente de su minúsculo ejército de 300 hombres dispuestos a medirse a un rival que contaba, según algunas fuentes, con entre doscientos cincuenta mil y ¡un millón! de soldados bien pertrechados. La batalla definitiva se libraría en el paso de las Termópilas, un estrecho desfiladero donde los valerosos espartanos eran conscientes de que iban a sacrificar sus vidas con el único fin de retrasar brevemente el avance de los persas para dar lugar a que los atenienses pudieran reagruparse. No les importó: su sacrificio les llevó directamente a la gloria victoriosa que proporciona la Inmortalidad.
Dos años antes de que la película “Gladiador”, dirigida por Ridley Scott en 2000, volviera a poner de moda el género épico, variante “peplum” (aventuras protagonizadas por romanos y/o griegos sudorosos e hipermusculados), Frank Miller (asumiendo la total autoría del proyecto, ya que desempeñaba labores tanto de escritor como de ilustrador), se adelantaba a esta corriente con un comic poco menos que magistral, que se publicó en forma de mini serie compuesta por cinco entregas que vieron la luz entre mayo y octubre de 1998. “300” contaba, además, con la innovación de un formato apaisado necesario para recoger las páginas dobles que Miller había concebido. Por aquel entonces, aquel dibujante que me pareciera titubeante a finales de los setenta ya se había convertido en un artista de pulso preciso y trazo a veces minimalista, sublimando la parquedad expresiva de su obra cumbre “Batman: El Regreso del Señor de la Noche”. Para “300”, épica apología del valor y el honor, Miller optó por prescindir del auténtico rigor y objetivismo históricos, y desoyó las descripciones científicas de quienes se referían a los espartanos como soldados acorazados, cuyo éxito estribaba en que combatían tan juntos que los escudos y armaduras de cada hombre conformaban un baluarte prácticamente inexpugnable. Frank Miller prefiere visualizar a sus héroes según la idealizada iconografía de las esculturas helénicas: musculosos, totalmente depilados y ataviados con exiguos taparrabos, cuando no completamente desnudos bajo sus amplias capas de color carmesí.
También en lo narrativo se permite Miller tomarse algunas licencias, pero es incuestionable que la caracterización moral de los tres personajes principales (el valeroso Leónidas, el insaciable Jerjes y el traidor Efialtes) está plenamente lograda, con un lenguaje que alterna la veneración hacia los textos clásicos con la inclusión de ciertas concesiones a una especie de jerga coloquial más bien impropia de la época. Tampoco es muy acertada la visualización de Jerjes, o al menos resulta poco o nada verosímil, aunque sí consigue ser exótica y amenazadora. El doble formato de página permite al Miller dibujante lucirse con algunas composiciones especialmente afortunadas, aquéllas en las que se glorifica el imponente brío de los espartanos, todo ello potenciado por el excelente coloreado de la habitual Lynn Varley.
En la entrega de los Premios Eisner (algo así como los Oscar del comic) de 1999, “300” obtuvo la mayoría de los galardones principales: Mejor Serie Limitada, Mejor Guionista/Dibujante y Mejor Color. Justo reconocimiento a una obra de proporciones épicas que acaba de ser llevada al cine con Zack Snyder como realizador y el actor Gerard Butler encarnando al rey Leónidas, cuyo estreno en España está previsto para este próximo viernes, día 23 de marzo. Yo ese día pienso sentirme espartano, ¿y vosotros?.
Comentarios
Después lo dejó y volvió para guionizar la saga "Born Again".
¡Y yo también iré a verla, claro!