Cine actualidad/ "LA VIDA DE CHUCK"



Las vidas de Stephen King

El otro día leí un artículo en el que el redactor se extrañaba de que Stephen King no hubiese ganado el Premio Nobel de Literatura.  Hombre, no sé si King, a quien tal vez ha restado algo de mérito su excesiva comercialidad, sería o no un digno ganador para ese galardón, pero, si Juan del Val merece el Planeta, no debería ser tan extraño que el creador de “It” recibiese un Nobel.  El caso es que Stephen King, que ya tiene 78 años, ha cimentado su larga carrera sobre su habilidad para narrar historias de terror, aunque lo cierto es que no sólo de miedo y escalofríos sabe hablar el escritor de Maine.  Recordamos narraciones suyas como las que dieron pie a películas “serias” como “Cuenta conmigo”, “Cadena perpetua” o “La milla verde”, y la recién estrenada “La vida de Chuck” pertenece a esta misma categoría, siendo su base literaria un relato incluído en el libro “La sangre manda”, publicado en 2020.  El Chuck del título es un señor de 39 años, contable de profesión y aficionado al baile desde niño, que muere a causa de un tumor cerebral.  La originalidad tanto del libro como de la película estriba en que la historia fluye al revés, es decir, comienza por la muerte de Chuck y luego retrocede hasta su niñez y adolescencia.

 

Lamento ir en contra de la mayoría de los críticos que están ensalzando “La vida de Chuck”, pero lo primero que tengo que decir es que la película me ha decepcionado.  Suele pasar cuando parece que tanta gente se pone de acuerdo a la hora de poner por las nubes una obra de ficción, y es que la percepción y la sensibilidad atienden a criterios puramente subjetivos.  La idea, el concepto, que abre el film, me parece muy brillante: una serie de personajes afrontan el fin del mundo, pero ese final es relativo porque todos ellos forman o han formado parte de la vida de un tal Chuck Krantz, que está a punto de morir.  Cuando Chuck muere, su mundo lo hace también, y con él mueren todos los que han formado parte del mismo.  El origen de todo está en un poema de Walt Whitman titulado “Canto a mí mismo”, que en un verso dice “Contengo multitudes”.  Todos y cada uno de nosotros contenemos multitudes en nuestro interior, en el sentido de que nuestra mente y nuestra alma están repletas de personas, miles de personas a las que hemos conocido y, de algún modo, llevamos con nosotros para siempre.  El segundo capítulo de la película transcurre nueve meses antes del final, y es donde disfrutamos del Chuck adulto, el protagonista encarnado por el actor Tom Hiddleston, el Loki de “Los Vengadores”, que se marca uno de esos bailes que, sin duda, pasan a la Historia del Séptimo Arte.  Por último, en el tercer capítulo se nos narra cómo el pequeño Chuck perdió a sus padres a los ocho años de edad y se tuvo que ir a vivir con sus abuelos, a una casa victoriana en cuya bóveda existía una habitación cerrada que contenía un secreto que era mejor no conocer…

 

El director de “La vida de Chuck” es Mike Flanagan, que me maravilló con las series “La maldición de Hill House” y “La maldición de Bly Manor”, me pareció un pelín tedioso con “Misa de medianoche” y me aburrió con “El club de la medianoche” y “La caída de la casa Usher”.  Flanagan me parece un buen director que sabe narrar historias sobrenaturales con fluidez pero que pincha una y otra vez cuando se pone excesivamente discursivo y ñoño.  Sí, me recuerda al Steven Spielberg de los últimos tiempos, donde películas como “La terminal”, “Mi amigo el gigante” o “Los Fabelman” me repelen más que me atraen.  “La vida de Chuck” tiene demasiado azúcar para mi gusto, roza la cursilería en demasiados momentos y pretende ser demasiado trascendental, algo que acaba jugando en su contra.  Nada de lo que nos cuenta es realmente importante, no lo es para el mundo digamos real, pero tampoco creo que lo sea para el pequeño mundo de Chuck, de quien ni siquiera me parece atractivo el nombrecito que el escritor le puso en su día: Chuck, diminutivo de Charles, o sea, algo así como “Carlitos”.  ¿Os imagináis una película que, pretendiendo ser reflexiva y filosófica, se llamase “La vida de Carlitos”, o, ya puestos, “La vida de Pepe”?  Además, tampoco es del todo cierto que la narración circule en sentido inverso, del final hacia el principio.  O sea, sí es verdad que hay tres capítulos y que el orden en que se nos presentan no es cronológico, pero, dentro de cada parte, las cosas sí suceden en el orden correcto.  En el primer capítulo, Chuck primero está agonizando y luego muere; en la parte central conocemos al Chuck adulto y aparentemente sano; y, en el tercer capítulo, Chuck primero es un niño y acaba siendo un joven universitario.  Películas que realmente son anticronológicas son “Memento”, “Irreversible” o “El curioso caso de Benjamin Button”, que sí están narradas rigurosamente desde el final hacia el principio.

 

La vida de Chuck” es una película bonita que pretende ser original y está concebida como un manantial de hermosas emociones, pero me ha dejado una sensación agridulce porque me hace sentir culpable por no emocionarme tanto como se me exigía, y ese intento de manipulación me molesta bastante.


 Luis Campoy

Calificación: 6,5 (sobre 10)

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