Enfermos de ideología

 


¿Qué es lo que hace grandes, y, al mismo tiempo, pequeñas a las personas?  Las ideas.  O, agrupadas en un concepto singular, la ideología.  La ideología puede ser hermosa como destino vital, como (in)alcanzable utopía, pero es peligrosísima como forma de vida.  Porque, salvo que uno sea extremadamente respetuoso y tolerante para con quienes no comparten su misma forma de pensar (y todos sabemos que ése no suele ser el caso), la ideología nos transforma en seres obsesivos y enloquecidos.  Sigo desde hace años en Facebook a una persona, cuya identidad no voy a revelar, y que me parece el ejemplo perfecto de lo que estoy comentando.  Esta persona me resulta encantadora cuando habla de su familia, y admirable cuando muestra y demuestra su cultura.  Pero ¡ay! cuando saca a pasear su ideología, cosa que hace a menudo, se transfigura completamente.  En esos momentos, se considera no sólo un iluminado por la única y verdadera forma de pensar, sino que se erige en iracundo azote de quienes no la comparten.  Pero vamos a ver, ¿apelando a qué venenoso derecho, humano o divino, puede alguien, alguien que, como digo, hasta hacía un segundo se caracterizaba por su cultura y benevolencia, insultar a quienes votan, simpatizan o incluso confían en el “otro” partido, en la ideología diferente?  Siendo el insulto más “suave” el tratar a los demás de “tontos”, “necios” o “lerdos”, porque, claro, “sólo yo tengo la razón y todos los demás están equivocados”.  Y luego está la otra gran estupidez que esta gente abraza: el “y tú más”.  ¡Qué insensatez y demostración de ceguera!.  Si algo es malo o está mal hecho, no mejora simplemente porque los “otros” lo hubieran hecho antes y en mayor cantidad.  Lo que es malo es malo y está mal lo haga quien lo haga, y consolarse o atacar con la comparativa recíproca es una muestra de que no tienes argumentos válidos a los que apelar.  Mi opinión en este sentido, visto lo visto y tras los años negros que llevamos, es que las ideologías son una lacra que hay que superar, y hay que hacerlo lo antes posible.  Hay que actuar y, sobre todo, hay que gobernar no con la ideología sino con el sentido común, y tomar decisiones y aplicar medidas no partidistas ni teñidas de un color o de otro, sino de lógica y de responsabilidad, que lo importante no es hacer felices a los que viven según los planteamientos de tal o cual ideólogo, sino solucionar lo mejor posible los problemas de todos, de los presentes y también de los futuros.


Comentarios