Luminoso reinicio
Después de unos años en los que
las producciones basadas en los comics DC no habían obtenido tan buenos
resultados en taquilla como las de su competidora Marvel, Warner Bros., propietaria de los derechos cinematográficos de Superman,
Batman, Wonder Woman y compañía, resolvió tirar la casa por la ventana y
reformar de arriba abajo su departamento comiquero, poniendo al frente del
mismo a James Gunn, muy alabado por
su trilogía marvelita de “Guardianes de
la Galaxia” Gunn, junto a su socio Peter Safran, tomó la decisión de resetear
todas las sagas vinculadas a lo que ahora se conoce como DCU (Universo DC),
incorporando nuevos directores, nuevos actores y reservándose la realización
del primer film de la nueva etapa, nada menos que la esperadísima reformulación
del Hombre de Acero. Conocida hasta hace
poco como “Superman Legacy”, la recién
estrenada “Superman” (20925) llegaba
con la vitola de ser excesivamente woke
y de contar con un protagonista menos carismático que el ya finiquitado Henry
Cavill, pero, a decir verdad, tengo que reconocer que los temores del fandom y
mis propias reservas han sido desarmadas por la realidad. Porque lo que vi el viernes fue una película
fresca, encantadora, trepidante, respetuosa con el mito y con un intérprete que
me pareció adecuadísimo. David Corenswet, que así se llama el
caballero, mantiene los requisitos faciales y anatómicos que ostentaban sus más
ilustres predecesores (Christopher Reeve, el citado Cavill…) y además sabe
incorporar una ternura y una fragilidad que, en contraste con los fabulosos
poderes que le acercan a la divinidad, consiguen casi humanizarle. Ese es uno de los grandes leit-motivs de esta versión, en la que
no deja de repetirse que, a pesar de que Superman/Kal-El nació en el planeta
Krypton y, por tanto, no es un ser humano, sus sentimientos y sus (pocas) imperfecciones
le aproximan a nosotros, los humildes terrícolas. Por otra parte, y en clara alusión a las políticas
xenófobas de Donald Trump, se enfatiza hasta la extenuación la condición de
inmigrante de Superman, alguien llegado de otro territorio y que, aunque sus
papeles no estén en regla, sólo pretende vivir en paz y ser feliz; bueno, eso
y, en su caso, defender el Bien, la Justicia y la causa de los más
débiles. Y aquí los más débiles son los
pobres ciudadanos del ficticio país de Jarhanpur, una especie de cruce entre
Ucrania y Palestina, que están siendo masacrados por sus malvados vecinos de
Boravia (mezcla de Rusia e Israel) y a los que Superman pretende socorrer, si
bien el villano Lex Luthor, socio del gobierno de los Estados Unidos, logra
convencer a la opinión pública de que el kriptoniano, más que un héroe, es una
amenaza que hay que confinar y, a continuación, destruir. Aparte de las pueriles connotaciones
pacifistas de la (penosa) “Superman IV”,
puede que esta nueva entrega sea la más politizada de todas las que integran la
franquicia, y es que tal vez este mundo en el que vivimos no está preparado
para que un alienígena todopoderoso nos visite con la intención de ayudarnos y no
para mentirnos, robarnos y esclavizarnos como hacen quienes nos gobiernan. Por lo demás, pienso que nos hallamos ante
una de las mejores cintas de superhéroes (subgénero cada vez más denostado) de
los últimos tiempos, donde James Gunn, a diferencia de Christopher Nolan y su
celebradísima trilogía de Batman, lo que nos regala no es la oscuridad de un
pretendido hiperrealismo, sino la luz y el color de un universo de
fantasía. Si David Corenswet está
fabuloso como el Hombre de Acero, asimismo nos cautivan Nicholas Hoult como un sibilino Lex Luthor, Rachel Brosnahan como una preciosa y querible Lois Lane y un
divertidísimo Edi Gathegi (Mr.
Terrific) que se come la pantalla cada vez que sale, con permiso, eso sí, de Krypto,
un perro digital que, sorprendentemente, no ha convencido a todos los fans. Termino de escribir estas líneas y confieso
que, de pensar en ella, me están dando ganas de volver a ir al cine para ver de
nuevo “Superman”·. A vosotros os recomiendo que no os la
perdáis. Parece que James Gunn ha dado
en la diana y, afortunadamente, los dirigentes de Warner Bros. pueden dormir
tranquilos, casi como si un hombretón vestido de azul, con boxers rojos por
fuera del pantalón y una enorme capa los protegiera de un inmerecido fracaso.
Luis Campoy
Calificación: 8,75 (sobre 10)
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