Cuando “Cónclave” se estrenó, en Diciembre de
2024, constituyó un éxito inesperado, aunque no del todo sorprendente, dada su
evidente calidad. Todavía se proyectaba
en algunas salas cuando sus 8 nominaciones al Oscar y, sobre todo, la
enfermedad del Papa Francisco, que tenía 88 años y al que no podía
descartársele un fallecimiento inminente, la devolvieron al primer plano de la
actualidad. La muerte del Pontífice,
acaecida el pasado 21 de Abril, ha convertido a “Cónclave” en todo un fenómeno de masas, habiendo aumentado sus
visualizaciones en plataformas en un 283 % y habiéndose producido su reposición
en salas de cine, algo que también había sucedido con la (para mi inmerecida)
ganadora de la última edición de los premios de la Academia, “Anora”.
“Cónclave” se basa en una novela de Robert Harris de 2016 que narra los
acontecimientos posteriores al fallecimiento de un Papa, cuando el Cardenal
decano Thomas Lawrence (originalmente Jacopo Lomeli en el libro) recibe el
encargo de organizar el Cónclave que habrá de elegir al sucesor del Santo
Padre. Los favoritos son el progresista
Aldo Bellini, estadounidense; el camarlengo Joseph Tremblay, conservador
canadiense; el africano Joshua Adeyemi, también conservador; y el
tradicionalista fanático Goffredo Tedesco, de Italia. A ultimísima hora se incorpora un último
cardenal, el mexicano Vincent Benitez, arzobispo de Kabul (Afganistán) al que
casi nadie conoce y que acredita haber sido nombrado in pectore (en secreto) por el Papa difunto. Durante los siguientes días, los máximos
representantes de la iglesia se enclaustrarán a salvo del mundanal ruido para
elegir al heredero de San Pedro, dubitativos entre el excesivo apego a las
tradiciones y la tal vez necesaria apertura a una modernidad llena de
incertidumbres…
Mi impresión sobre “Cónclave” la firmo y reafirmo tras
haberla visualizado por segunda vez. Lo
digo siempre, y sé que me repito más que el ajo: para mi nada tiene que ver la
experiencia de contemplar una película en el cine con la de verla en casa, y,
hallándome en una sala, es cuando de verdad viajo a otra dimensión sensorial en
la que me dejo llevar por las imágenes, los sonidos y las sensaciones en
general. Si una película como “Cónclave” la hubiese visto en una
pantalla de TV, estoy seguro de que la impresión que me causó no sería la misma
en absoluto. Desde el principio me
atraparon la música, el sonido, la fotografía, el diseño de producción y los
colores del vestuario, y estuve tan absorto y tan extático que apenas me
importaba el argumento, el cual, por otra parte, está desarrollado a la manera
de un thriller digno de Agatha
Christie o Stieg Larsson. Para mi, el
director alemán Edward Berger (“Sin novedad en el frente”) ha realizado
un trabajo memorable, algo también aplicable al compositor Volker Bertelmann, a la diseñadora Suzie Davies o al protagonista Ralph
Fiennes, al que secundan a un muy alto nivel Stanley Tucci, John Lithgow
o Isabella Rossellini, la ya
septuagenaria hija de Ingrid Bergman.
Aunque la resolución final está bastante pillada por los pelos, la
intriga está bien llevada, los rituales eclesiásticos son apasionantes y el
doblaje español es excelente. Sin duda,
“Cónclave” es, por derecho (canónico)
propio, el film del momento.
Luis Campoy
Calificación: 8 (sobre 10)
(Nota: Este artículo es una versión ampliada del que, sobre esta misma película, publiqué en este blog el día 31 de Diciembre de 2024, en la sección "Píldoras de Cine")
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