El libro de Bretón

 


En octubre de 2011, un monstruo de apariencia humana llamado José Bretón asesinó, con premeditación y sin piedad alguna, a sus dos hijos, de 6 y 2 años de edad, cuyos cadáveres incineró a continuación, tan sólo para hacerle todo el daño posible a su mujer, Ruth Ortiz, que le había anunciado días antes su voluntad de separarse de él.  Denunciada la desaparición de los niños, se procedió a su búsqueda y finalmente se determinó que Bretón, tal como he indicado al principio, mató a sus hijos y quemó sus cuerpos, por lo cual fue detenido, juzgado y sentenciado a una condena de 40 años de prisión, rebajada posteriormente a 25.  Bretón, para quien calificativos como “malvado”, “perverso”, “cruel” y “despiadado” se quedan pequeños, me parece el ejemplo perfecto de que, si existiese en España la pena de muerte, debería ser el primero en sufrirla.  Pero, como, afortunadamente, la privación de la vida es algo que, hoy por hoy, no existe en nuestro sistema judicial, pienso que debería haber sido condenado a la más dura e inflexible de las penas: la privación de libertad permanente, es decir, la cadena perpetua.  No obstante, algún equivocado sentido de la piedad y la compasión, o la más equivocada todavía creencia de que una alimaña como ésa puede merecer algún día la posibilidad de una reinserción en la sociedad, ha hecho que, si nadie lo remedia, ese miserable pueda volver a pisar las calles dentro de 11 años.  El caso es que la noticia de que en España existía un asesino de tal vileza no dejó indiferente a nadie, y fueron varios los periodistas que trataron de contactar con él para solicitarle una entrevista, supongo que para conocer más de cerca el funcionamiento de una mente enferma y podrida como la suya.  El escritor Luisgé Martín (seudónimo de Luis García Martín, nacido en 1962), conocido por su defensa del colectivo LGTBi y por haber publicado, hasta ahora, tres libros de cuentos y ocho novelas, fue uno de los pocos que logró entrevistarse con Bretón, primero mediante correos electrónicos y, finalmente, en un tenso vis a vis en el que el desdichado acabó por reconocer, tras años afirmando que él no era culpable porque sus hijos se le habían extraviado en un parque, su autoría sobre el terrible crimen.  El caso es que Martín ha considerado que el material “literario” del que disponía merecía la pena que viese la luz, y una prestigiosa editorial (Anagrama) estuvo dispuesta a publicárselo.  El libro resultante, titulado “El odio”, está previsto que esté a la venta a partir de hoy mismo, lo cual ha generado una importantísima polémica a todos los niveles.  En primer lugar, la ex mujer de Bretón y madre de los pequeños asesinados, Ruth Ortiz, solicitó a través de su abogado que el libro no viese la luz, alegando que “blanqueaba” la imagen del asesino y que, además, atentaba contra el honor de los damnificados.  Inmediatamente, la Fiscalía de Menores e incluso la Junta de Andalucía se han posicionado al lado de Ortiz y en contra de no sólo del asesino, sino, obviamente, también del escritor e incluso de la editorial.  El juez que llevó el caso en primera instancia desestimó la querella y, como digo, lo más probable es que hoy mismo puedan comprar el libro quienes estén interesados en él.  Ante un asunto como éste, me surge una duda lacerante.  ¿Qué es lo correcto, alinearse con la madre, con la que todos nos solidarizamos, y censurar el libro, o posicionarse del lado del escritor, que, desde su punto de vista, “simplemente” ha creado una obra literaria de la que se siente satisfecho y considera que el público merece poder conocer?.  Yo tengo grandes dudas al respecto.  Por supuesto, Bretón es una inmundicia y un desecho humano, nadie lo pone en duda, pero, si miramos hacia atrás, veremos que, de todos los grandes villanos, malvados y criminales, existen cientos y cientos de artículos, libros, series y películas.  Calígula, Nerón, Hitler o Bin Laden han sido representados una y otra vez en todos los ámbitos culturales habidos y por haber.  Sin ir más lejos, hace un par de años, el popular Jordi Evole conmovió a España al entrevistar a Josu Ternera, uno de los más sanguinarios terroristas de ETA, cuyas acciones dejaron cientos de muertos, heridos y familias destrozadas.  ¿Por qué unos criminales pueden ser objeto de literatura y otros no?  El haber sido capaz de asesinar a sus propios hijos, carne de su carne y sangre de su sangre, convierte a Bretón en una bestia sin entrañas, pero ¿acaso el impulsor del Holocausto o un terrorista sin escrúpulos son menos malvados y más susceptibles de ser “blanqueados” mediante una película o un programa de televisión?  Sólo espero que, mientras la sociedad se pone de acuerdo sobre si lo mejor es preservar el honor de la madre y sus hijos, o bien recortar la tan celebrada libertad de expresión que nos jactamos de poseer, alguien con el poder para hacerlo esté dispuesto a cambiar la legislación para impedir que un canalla como José Bretón se libre de pasar hasta el último de sus días en la cárcel más lúgubre posible.


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