¡Qué goyada!
Como todos los años, lo más selecto
del Cine Español se reunió durante el segundo fin de semana del segundo mes del
año para dar a conocer los premios Goya, que ellos mismos se otorgan a sí
mismos. Esto tampoco debería sorprendernos,
porque es lo que sucede en todos los gremios de todos los países: los profesionales
de un ramo se votan entre sí y luego se reúnen para entregarse los correspondientes
galardones a la vista de un público tanto más numeroso cuanto más glamourosa sea la profesión en cuestión. En el caso de España, hay que reconocer que
se está registrando un lento pero parece que firme cambio de tendencia, en
tanto que el público generalista está dejando de dar la espalda a las
producciones nacionales, hasta ahora consideradas elitistas, aburridas, de
temática repetitiva o, directamente, malas.
Es una pena no ser profeta en tu tierra, pero demasiado lejos han
quedado los fenómenos auténticamente comerciales que aquí se han vivido, cuando
Alfredo Landa, Paco Martínez Soria o Pajares y Esteso llenaban las salas hasta
la bandera. La triste realidad es que es
mucha la gente que detesta el cine español actual, y eso es básicamente por los
temas y los enfoques, que adolecen de una preocupante homogeneidad. Así quedó demostrado una vez más el pasado
sábado, cuando la inmensa mayoría de los premiados y nominados aprovechaban la
alfombra roja para soltar su discursito reivindicativo, casualmente idéntico a
los postulados del Gobierno que preside Pedro Sánchez. Dicen que la cultura lleva aparejada la
libertad de expresión, pero esto no es así.
No puede haber libertad de expresión cuando sólo está bien visto
expresarse dentro de unos parámetros ideológicos que deben ser clara e inequívocamente
progresistas. Si eres claramente de
izquierdas, tu carrera irá a más, pero si acaso eres de derechas (pocos se
atreven a manifestarlo, por si las moscas), vas a tener serios problemas para
trabajar en el seno de esa industria unipensante. ¿Será casualidad que el color rojo fuese uno
de los más utilizados por nuestras bellas actrices? También hubo quien lució chapitas en pro del
pueblo palestino, hacia el que ciertamente existe una corriente internacional
de apoyo, pero no vi a nadie que se manifestase a favor de Ucrania o en contra
de la represión en Venezuela. Pero, si
ya la alfombra roja fue un preludio de lo que vendría después, los discursos de
aceptación de los premios parecían redactados por un guionista único: defensa a
ultranza de la inmigración y exigencia de una vivienda digna fueron los temas
más repetidos, tanto que es simplemente imposible que tanta afinidad argumental
sea fruto de la improvisación y no de un conciliábulo previo. Cuando la productora de “La infiltrada” se alejó un poco de ese guión monocolor, dedicando
el premio a las víctimas del terrorismo, más de uno se rasgó las vestiduras y
enseguida fluyeron los tweets atacando su malévola audacia. Pocas sorpresas en todo lo demás, con
excepción del primer “ex-aequo” (vamos, empate) de la historia de los
galardones. Que Aitana Sánchez Gijón iba a recibir el Goya de Honor de manos de su
amiga Maribel Verdú era de dominio
público, lo mismo que la adjudicación del Goya Internacional al “pretty man”
Richard Gere. Lo que nadie hubiera
podido imaginar fue lo cutre que resultó la traducción de la homilía de Gere, patética
no, lo siguiente. Y fue una lástima,
porque el antiguo “oficial y caballero” no se cortó al referirse a su país de
origen y a su recién nombrado Presidente, al que calificó de “matón”. Tampoco sorprendió a nadie que el gran Eduard Fernández se adjudicara el
premio a Mejor Actor por “Marco”
(¡hasta su hija fue a Granada ex profeso para entregarle el “cabezón”!) o que Carolina Yuste fuese la mejor Actriz
por “La infiltrada”, aunque sí
sorprendió un poco (para mal) el look que esta última lució sin
ruborizarse. En cuanto a las polémicas
provocadas por la actriz (anteriormente actor) Karla Sofía Gascón, que tanto están perjudicando a nivel mundial a
su película “Emilia Pérez”, hasta Pedro Sánchez, muy pendiente de defender
sus políticas por encima de todo, chocó con los ilustres académicos, que
optaron por ignorar el racismo y la xenofobia de la intérprete trans y reconocer al film que
protagoniza como Mejor Película Europea. La traca final fue, como digo, el empate
técnico entre “El 47” y “La Infiltrada”, algo inaudito pero que
quién sabe si marcará tendencia…
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