Los problemas de "Emilia Pérez"
Si hay una película que está
polarizando cada vez más a la sociedad, esa es “Emilia Perez”. Empiezo por
decir que, como ya manifesté cuando la comenté con motivo de su estreno en
cines españoles, a mi me gustó mucho en cuanto a obra cinematográfica, esto es,
a la conjunción de fotografía, diseño visual y sonoro e interpretaciones, sobre
todo la de la actriz trans española Karla Sofía Gascón. Los gustos son los gustos, y hay que respetarlos. Lo que tiene menos justificación y, por
tanto, menos admisión de respeto, son las valoraciones extra-cinematográficas
que ya entonces eran escandalosamente estruendosas, basadas sobre todo en el hecho
de que la cinta hablaba (y no precisamente mal) del fenómeno de la
transexualidad. Atacar a una obra, o, ya
puestos, a una persona, debido a la orientación sexual y, más aún, a la condición
de género a la que se adscribe, no sólo es reprobable sino también condenable,
pues entra dentro de la tipología de los delitos de odio. No se puede criticar negativamente a una
película sólo por el hecho de que la protagoniza una persona transexual, ni esa
persona puede ser blanco de burlas y vejaciones únicamente porque ha decidido
transicionar. Hasta ahí creo que todos
(bueno, los que somos mínimamente respetuosos) estamos de acuerdo. Otra cosa es que la señora Gascón te caiga
mejor o te caiga peor, pues es poseedora de un carácter fuerte, que no elude la
ordinariez, y muy propensa a alterarse cuando lee o escucha algo que no le
gusta o que considera que la ofende; pero, incluso en ese caso, no se la puede
insultar impunemente como se ha hecho. Yo
desconozco su trabajo interpretativo anterior, pero en “Emilia Pérez” me encantó, y, sobre su papel, escribí textualmente “…como actriz me ha resultado enternecedora y
maravillosa, y aplaudiré cuantos premios le sean otorgados”. Pues el premio que está ahora en litigio es
nada menos que el Oscar que otorga la Academia de Cine de Hollywood, y Karla
Sofía ostenta, desde ya, el récord de haber sido la primera persona transexual
en ser nominada en la categoría de Mejor Actriz Protagonista. Desde el momento en que se dieron a conocer
las nominaciones, el río de insultos y ataques homófobos contra el film y,
particularmente, contra su protagonista no ha hecho sino crecer y crecer hasta
desbordarse. Sin haber visto la
película, los haters profesionales la
descuartizan sin piedad (digo yo que, para tener conocimiento de causa sobre lo
que se está hablando, primero habría que verla, ¿no?), atribuyen su éxito al
talante wokista de Hollywood y se
declaran dispuestos a rasgarse las vestiduras en el caso de que alguna de sus
nominaciones se materialice en premios tangibles. Por si el fuego no era lo bastante ardiente,
esta semana se le ha añadido aún más leña, en forma de (desafortunadas)
declaraciones tanto de Karla Sofía Gascón como de su director, el francés Jacques Audiard. La primera se ha
visto obligada a abandonar la red social X (ya sabéis, anteriormente Twitter)
tras difundirse una serie de tweets
que publicó tiempo atrás y en los que arremetía contra la inmigración, contra
los musulmanes, contra las vacunas, contra el ex-técnico del Barça Pep
Guardiola e incluso contra los Oscar y la propia Academia de Hollywood,
criticando su excesiva inclusividad. Pero
vamos a ver, querida Karla Sofía, ¿en qué cabeza cabe que una persona que reivindica
y defiende al colectivo minoritario al que pertenece (las personas trans y, por
añadidura, las LGTBI) se ponga a criticar a otros colectivos igualmente
desprotegidos como los inmigrantes, calificando, de paso, al Islam como “un foco de infección para la Humanidad”
y sugiriendo su prohibición?. La maldita
hemeroteca no perdona a nadie, y a veces el pasado se vuelve en contra de los
logros del presente. Consciente de hasta
qué punto esas publicaciones pueden interponerse en su camino hacia el Oscar,
Gascón ha pedido disculpas y ha cancelado su cuenta en la red propiedad de Elon
Musk, si bien, como suele decirse, el mal ya está hecho. Por su parte, Jacques Audiard, que tomó la decisión
de ambientar su película en México pero rodarla casi íntegramente en Francia, así
como de elegir como protagonistas a actores hispanohablantes pero no mexicanos,
ahora se descuelga diciendo que el idioma español es propio de “países modestos o en desarrollo, de pobres y
migrantes”. ¿A santo de qué viene
esta sacrosanta estupidez? ¿Cómo se
puede ser tan ridículamente chauvinista como para insinuar que el francés es
mejor que el español o que la cultura gala es más importante que la española e
hispanoamericana? El arte es el arte y
como tal puede llegar a ser perfecto e intangible, pero la estupidez de los artistas
como seres humanos imperfectos que son puede causarle muy malas pasadas al
impacto emocional de la obra en el público que la ha de valorar. “Emilia
Pérez”, que había alcanzado posiciones tan preeminentes en cuanto a
derechos y avances sociales, ahora se enfrenta a muy serios problemas que aún
no sabemos hasta qué punto la pueden perjudicar.
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