Libros/ "CARRIE"
En 1973, un joven escritor de 26 años llamado Stephen King arrojó a la papelera el borrador de un relato acerca de una joven dotada de poderes telequinéticos. A esas alturas, King ya había escrito tres libros (que, años después, se decidiría a recuperar bajo el seudónimo de “Richard Bachman”) pero aún no había logrado que le publicaran ninguno. Su esposa Tabitha recuperó el manuscrito de la basura y, al ojearlo, pensó que la historia (que, para variar, tenía una protagonista femenina) podría merecer la pena, por lo que convenció a Stephen para que no sólo le diera una segunda oportunidad, sino que lo “estirara” hasta convertirlo en una novela. En Abril de 1974, la editorial Doubleday accedió a publicar “Carrie”, y el resultado fue espectacular: 13.000 copias vendidas de la edición en tapa dura y unas ventas de cerca de un millón de ejemplares para el formato de tapa blanda.
Yo leí “Carrie” por primera vez allá por 1977, después
de haber visto la película seis veces en el cine. Ya entonces no me gustó demasiado el libro,
lo cual me impulsó a escribir mi propia “versión”, que en realidad consistía en
una novelización convencional del film.
Lo cierto es que ahora, casi cincuenta años después, he releído la
novela de King, y mi impresión ha sido la misma. No voy a realizar aquí y ahora una tesis
doctoral sobre un libro ya clásico que cuenta con millones de fans enfervorizados,
pero mi impresión es que se trata de una obra que narra un argumento
interesante pero de una manera que a mi me aburre y me hace perder el
interés. En “Carrie”, la teórica protagonista Carietta “Carrie” White es tratada
poco menos que como un secundario más, en una trama que no es lineal sino que
va siendo relatada mediante entrevistas, artículos periodísticos y anotaciones
de supuestos libros científicos. Como he
dicho, lo primero que hice fue ver la película, yendo seis veces al cine y
pagando seis veces la entrada, y creo que estaba platónicamente enamorado tanto
del personaje en sí como de la actriz que lo encarnaba, Sissy Spacek. Me compré, como siempre hacía, la banda
sonora (de Pino Donaggio) y posteriormente me hice con el libro, publicado en
España por Editorial Pomaire. La traducción
para nuestro país la firma un tal Gregorio Vlastelica, que de español debe
tener lo que yo de húngaro, a juzgar por el vocabulario que utiliza. Lo de llamar a los tampones “tapones” y a las
compresas “paños higiénicos” te saca de contexto enseguida, pero lo cierto es
que son multitud los modismos empleados que resultan llamativos y casi
irrisorios para un lector nacido en la patria de Cervantes. Pero, como dije anteriormente, lo peor, desde
mi particular punto de vista, es que, por mucho que Carrie debería ser la
heroína (como así sucede en el film), en el libro su presencia ocupa menos
páginas que las que se dedican a la ”arrepentida” Sue Snell o a la “vengativa”
Chris Hargensen. Carrie siempre está
presente pero indirectamente, a través del análisis a posteriori de los
crímenes que cometió y la destrucción que ocasionó, todos ellos debidos al
acoso permanente al que sus compañeros de instituto la habían venido sometiendo
durante años y años. Admito que el planteamiento
de Stephen King es atrevido y su estructura poco convencional, pero el
resultado, en lo que a mi se refiere, distó y dista mucho de resultar
satisfactorio. Eso sí, en cuanto pasé la
última página del libro, volví a ver la película de Brian De Palma y la
disfruté como antaño o más, con una imagen perfecta, un sonido espectacular,
una música que se ha hecho icónica y una protagonista de la que, una vez la has
visto, ya nunca te puedes olvidar.
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