Cine: mi comentario sobre "PIRATAS DEL CARIBE: En el fin del mundo"
Piratas desalmados, hermosas damiselas en apuros, aguerridos donceles salvadores, batallas navales en mar abierto, efectos especiales de última generación, una banda sonora destinada a hacerse archipopular… Tres años después de su estreno, confieso que “Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra” (2004) se ha ido convirtiendo en una de mis películas de aventuras favoritas de todos los tiempos. Obviamente, puede pareceros que estoy exagerando, pero, sin necesidad de tener que recurrir al viejo dicho de que “sobre gustos no hay nada escrito”, insisto en que, quizás por casualidad, el film dirigido por Gore Verbinski consiguió recuperar la esencia del cine de piratas de toda la vida, pasándolo por el tamiz de la modernidad digital y revistiendo al conjunto de un irresistible sentido del humor.
El año pasado llegó la primera e inevitable continuación, “PDC: El cofre del hombre muerto”, que, tal y como sucediera con las tres entregas de “El Señor de los Anillos”, se rodó al mismo tiempo que la tercera parte, “PDC: En el fin del mundo”, que es el film del que hoy os voy a hablar, tan sólo unos minutos después de haber salido del cine.
Si en mi artículo acerca de “El cofre del hombre muerto” os decía que la táctica seguida por sus responsables había sido la de aportar más de lo mismo a lo expuesto en la película original, en esta ocasión he de afirmar que lo que ofrece “En el fin del mundo” es… menos. Menos calidad, menos brillantez, menos humor, menos capacidad de sorpresa… menos entretenimiento. En ésto coincide con la reciente “Spiderman 3”: ¿es realmente necesario que una película “familiar” (es decir, teóricamente infantil) se alargue durante más de dos horas y media? ¿Acaso el levísimo esquema argumental necesitaba de tantos minutos tan sólo para mostrar unas pocas excelentes escenas de acción y narrar prácticamente nada?.
El capitán Jack Sparrow (Johnny Depp), que fue abducido por el kraken y llevado al mundo fantasmagórico en el que viven las almas en pena cobradas por el viscoso Davy Jones (Bill Nighy), es rescatado por sus incondicionales amigos Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Banks (Keira Knightley), a los que se han sumado su viejo enemigo el Capitán Barbossa (Geoffrey Rush, a pesar de que “moría” al final de la primera parte) y la sensual hechicera Tía Dalma (Naomie Harris), la cual esconde un secreto de proporciones apocalípticas. Como quiera que todos los piratas del mundo están siendo asolados por la Compañía de las Indias Orientales, que ha reclutado en contra de su voluntad a Davy Jones y su fantasmagórico navío, los corsarios y filibusteros que aún no han sido apresados o ejecutados deciden unir sus fuerzas para enfrentarse a un enemigo bien adiestrado y mejor pertrechado. Pues bien, para contar ésto y muy poquitas cosas más, el director Gore Verbinski y sus guionistas Ted Elliott y Terry Rossio (creadores, por cierto, de Shrek) se permiten el lujo de sumir a sus personajes en las situaciones más inverosímiles y ridículas sin venir a cuento, haciendo que Sparrow debata absurdamente con un ejército de clones metafísicos o que la frágil Elizabeth se convierta nada menos que en “Rey” de los piratas. Un sinfín de despropósitos imposibles de detallar, que nutren un film largísimo del que, sinceramente, dan ganas de salirse en más de una y de dos ocasiones.
Superpoblaba de diálogos tan estúpidos como innecesarios, “Piratas del Caribe: En el fin del mundo” hace buena a “La Isla de las Cabezas Cortadas” (aquella denostada película protagonizada por Geena Davis y Matthew Modine que resultaba mucho menos espectacular pero bastante más divertida) y casi se pone a la par que “Piratas” de Roman Polanski en cuanto a los films de bucaneros más soporíferos que este cronista ha presenciado jamás. Las ya citadas ñoñerías de carácter pseudofilosófico (Jack Sparrow debatiendo con sus “alter egos” positivo y negativo) convierten a esta irritante tercera parte en un extraño híbrido entre cine de aventuras y psicoanálisis existencial, además de erigirse en inesperado monumento a la paternidad, ya que tres de los personajes principales (Will, Elizabeth e incluso el propio Sparrow) se encuentran con sus padres. El apergaminado rockero Keith Richards, uno de los ya sexagenarios Rolling Stones, es quien interpreta al Capitán Teague, el papá del Capitán Jack (en su momento se dijo que Johnny Depp se inspiró en Richards para construir su personaje de Jack Sparrow).
Me parece obvio que toda esta película ha sido concebida alrededor de sus únicos tres o cuatro momentos afortunados (el sampán atravesando el mar de hielo, la Perla Negra emergiendo de las profundidades marinas y, sobre todo, la técnicamente maravillosa batalla final), y que el infumable guión no hace sino rellenar los larguísimos huecos existentes entre esos instantes aislados. Es lamentable el modo en que algunos personajes (Sao Feng, al que da vida Cho Yun-Fat; el Comodoro Norrington, de nuevo encarnado por un eficiente Jack Davenport, el terrorífico Davy Jones o el mismísimo Jack Sparrow) están triste y patéticamente desaprovechados, como si los guionistas no supieran qué hacer con ellos. Keira Knightley no está tan guapa como de costumbre y Orlando Bloom sigue tan soso como en él es habitual, pero menos mal que a alguien se le ocurrió la maravillosa idea de recuperar al Capitán Barbossa, porque la deslumbrante interpretación de Geoffrey Rush es, con mucho, lo mejor que ofrece la película. Deleitáos con el trabajo de este hombre (desde aquí reclamo ya una nominación como Mejor Actor Secundario para el año que viene) y dormíos durante las inacabables escenas en las que no hay barcos ni espadazos; no lamentaréis seguir este sencillo consejo, os lo aseguro. Palabra de pirata.
Luis Campoy
El año pasado llegó la primera e inevitable continuación, “PDC: El cofre del hombre muerto”, que, tal y como sucediera con las tres entregas de “El Señor de los Anillos”, se rodó al mismo tiempo que la tercera parte, “PDC: En el fin del mundo”, que es el film del que hoy os voy a hablar, tan sólo unos minutos después de haber salido del cine.
Si en mi artículo acerca de “El cofre del hombre muerto” os decía que la táctica seguida por sus responsables había sido la de aportar más de lo mismo a lo expuesto en la película original, en esta ocasión he de afirmar que lo que ofrece “En el fin del mundo” es… menos. Menos calidad, menos brillantez, menos humor, menos capacidad de sorpresa… menos entretenimiento. En ésto coincide con la reciente “Spiderman 3”: ¿es realmente necesario que una película “familiar” (es decir, teóricamente infantil) se alargue durante más de dos horas y media? ¿Acaso el levísimo esquema argumental necesitaba de tantos minutos tan sólo para mostrar unas pocas excelentes escenas de acción y narrar prácticamente nada?.
El capitán Jack Sparrow (Johnny Depp), que fue abducido por el kraken y llevado al mundo fantasmagórico en el que viven las almas en pena cobradas por el viscoso Davy Jones (Bill Nighy), es rescatado por sus incondicionales amigos Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Banks (Keira Knightley), a los que se han sumado su viejo enemigo el Capitán Barbossa (Geoffrey Rush, a pesar de que “moría” al final de la primera parte) y la sensual hechicera Tía Dalma (Naomie Harris), la cual esconde un secreto de proporciones apocalípticas. Como quiera que todos los piratas del mundo están siendo asolados por la Compañía de las Indias Orientales, que ha reclutado en contra de su voluntad a Davy Jones y su fantasmagórico navío, los corsarios y filibusteros que aún no han sido apresados o ejecutados deciden unir sus fuerzas para enfrentarse a un enemigo bien adiestrado y mejor pertrechado. Pues bien, para contar ésto y muy poquitas cosas más, el director Gore Verbinski y sus guionistas Ted Elliott y Terry Rossio (creadores, por cierto, de Shrek) se permiten el lujo de sumir a sus personajes en las situaciones más inverosímiles y ridículas sin venir a cuento, haciendo que Sparrow debata absurdamente con un ejército de clones metafísicos o que la frágil Elizabeth se convierta nada menos que en “Rey” de los piratas. Un sinfín de despropósitos imposibles de detallar, que nutren un film largísimo del que, sinceramente, dan ganas de salirse en más de una y de dos ocasiones.
Superpoblaba de diálogos tan estúpidos como innecesarios, “Piratas del Caribe: En el fin del mundo” hace buena a “La Isla de las Cabezas Cortadas” (aquella denostada película protagonizada por Geena Davis y Matthew Modine que resultaba mucho menos espectacular pero bastante más divertida) y casi se pone a la par que “Piratas” de Roman Polanski en cuanto a los films de bucaneros más soporíferos que este cronista ha presenciado jamás. Las ya citadas ñoñerías de carácter pseudofilosófico (Jack Sparrow debatiendo con sus “alter egos” positivo y negativo) convierten a esta irritante tercera parte en un extraño híbrido entre cine de aventuras y psicoanálisis existencial, además de erigirse en inesperado monumento a la paternidad, ya que tres de los personajes principales (Will, Elizabeth e incluso el propio Sparrow) se encuentran con sus padres. El apergaminado rockero Keith Richards, uno de los ya sexagenarios Rolling Stones, es quien interpreta al Capitán Teague, el papá del Capitán Jack (en su momento se dijo que Johnny Depp se inspiró en Richards para construir su personaje de Jack Sparrow).
Me parece obvio que toda esta película ha sido concebida alrededor de sus únicos tres o cuatro momentos afortunados (el sampán atravesando el mar de hielo, la Perla Negra emergiendo de las profundidades marinas y, sobre todo, la técnicamente maravillosa batalla final), y que el infumable guión no hace sino rellenar los larguísimos huecos existentes entre esos instantes aislados. Es lamentable el modo en que algunos personajes (Sao Feng, al que da vida Cho Yun-Fat; el Comodoro Norrington, de nuevo encarnado por un eficiente Jack Davenport, el terrorífico Davy Jones o el mismísimo Jack Sparrow) están triste y patéticamente desaprovechados, como si los guionistas no supieran qué hacer con ellos. Keira Knightley no está tan guapa como de costumbre y Orlando Bloom sigue tan soso como en él es habitual, pero menos mal que a alguien se le ocurrió la maravillosa idea de recuperar al Capitán Barbossa, porque la deslumbrante interpretación de Geoffrey Rush es, con mucho, lo mejor que ofrece la película. Deleitáos con el trabajo de este hombre (desde aquí reclamo ya una nominación como Mejor Actor Secundario para el año que viene) y dormíos durante las inacabables escenas en las que no hay barcos ni espadazos; no lamentaréis seguir este sencillo consejo, os lo aseguro. Palabra de pirata.
Luis Campoy
Calificación: 4 (sobre 10)
Nota: La versión original de este artículo la he redactado para mis amigos de la librería “NOSOLOCOMIX” de Lorca.
Nota: La versión original de este artículo la he redactado para mis amigos de la librería “NOSOLOCOMIX” de Lorca.
Comentarios
Y ME PARECE QUE TENEIS RAZON.
OTRO BESO
MARISA
jajajajajajajajajajajaja...
ya quisiera alguno llevarme al cine a darme besitos... (es broma)
mil para ti, pero no en el cine,¡que mala!
ya sabes que te quiero.
MARISA
we from but safer games then the falling excluding online [url=http://www.place-a-bet.net/]casino[/url] www.place-a-bet.net!
Watch movies without download here:
http://www.freemoviez.biz
There are many HD movies
Adios amigos
[URL=http://www.freemoviez.biz][IMG]http://static.thepiratebay.org/img/firefox-22.png[/IMG][/URL]