Revuelta televisiva

 


Líder indiscutido (e indiscutible) del prime time, ahora conocido como access time televisivo, “El Hormiguero” lleva en antena desde Septiembre de 2008, primero en Cuatro y, desde 2011, en Antena 3.  Su presentador, Pablo Motos, venía de realizar un programa radiofónico de características similares, “No somos nadie”, y, para dar el salto televisivo, se asoció con Jorge Salvador, quien fuera uno de los artífices del legendario “Crónicas marcianas”, formando ambos la productora 7yacción.  En estos 16 años, que se traducen en 19 temporadas, “El Hormiguero” ha ido evolucionando poco a poco, pasando de ser simplemente “un espacio con humor, entrevistas y experimentos científicosa una versión algo menos infantilizada que no rehúye los temas más candentes con trasfondo político.  Por alguna razón, yo fui ajeno a este espacio durante muchos, pero muchos años, y creo que no comencé a verlo con mayor o menor asiduidad hasta los oscuros tiempos de la pandemia y el confinamiento (o tal vez un poco antes).  Ya por aquel entonces me llamó la atención la osadía con la que Pablo Motos alzaba la voz para criticar lo que, a su juicio, el Gobierno presidido por Pedro Sánchez estaba haciendo mal, llegando un momento en que, de sus cuatro días semanales, al menos en dos de ellos se han llegado a ubicar sendas tertulias políticas, siempre en un tono crítico para con la gestión gubernamental.  A pesar de que, en líneas generales, los índices de audiencia no se han resentido a causa de esto, en determinados sectores socio-político-culturales se ha ido experimentando una creciente inquietud y malestar: no deja de ser pernicioso para el Régimen que el programa de mayor audiencia no les baile el agua, sino que les dé palos (merecidos o no) un día sí y otro también.  Claro está, las otras cadenas han tratado de contrarrestar a Motos y compañía con “El Intermedio” (La Sexta), “First Dates” (Cuatro) y “Cuentos Chinos” y, más recientemente, “Babylon Show” (Telecinco), pero, hasta ahora, nadie había logrado igualar o incluso mejorar sus resultados.  Hasta ahora…  En 2018 surgió la figura de un tal David Broncano, que, con su late late show llamado “La Resistencia”, logró revolucionar la franja horaria nocturna del canal que lo auspiciaba, Movistar.  Cuentan las malas lenguas que fue el mismísimo Pedro Sánchez quien tuvo la idea de que Broncano, si daba el salto a una televisión generalista, a una cadena en abierto, sería el único que podría plantar cara al incómodo Motos y a sus quisquillosas hormigas Trancas y Barrancas (ocasionalmente Petancas).  A principios de este año se difundió el rumor de que Broncano estaba en negociaciones para fichar por La 1 de TVE (es decir, la televisión pública, la que pagamos todos los contribuyentes con nuestros impuestos), concretándose meses después que el desembarco iba a ser real, previo pago de unos cuantiosos catorce millones de euros por temporada.  La pugna, el duelo por la audiencia y la notoriedad, estaba servido.  “El Hormiguero” comenzó su decimonovena temporada el lunes 2 de Septiembre de 2024, con registros históricos a pesar de la –débil– competencia de la citada “Babylon Show”, pero, cuando debutó Broncano en La 1 una semana después con “La Revuelta” (o “La Resistencia 2.0”), desde el primer día se produjo un insospechado sorpasso que, sin embargo, no restó apenas espectadores a Motos y sus hormigas.  ¿Qué está sucediendo?  Si “El Hormiguero” prácticamente mantiene sus mismos datos de audiencia, y algunos días incluso los supera, ¿de dónde salen las cifras estratosféricas de “La Revuelta”?  Dicen los expertos que Broncano ha sido capaz de atraer a la televisión en directo, al TDT de (casi) toda la vida, a un amplísimo espectro de personas que llevaban años consumiendo TV a través de internet y a deshoras, es decir, despreciando las emisiones convencionales en directo para centrarse únicamente en los programas que les interesaban y a la hora que más les convenía disfrutarlos.  Pero ¿ha sido gratuito y espontáneo este repentino interés?  Yo no tengo ni la más mínima duda de que, tal como pretendía Pedro Sánchez, “La Revuelta” se ha erigido no sólo en el competidor de “El Hormiguero”, sino en la alternativa progresista al programa que había osado desafiar al socialismo y sus aliados.  A Pablo Motos se le tenían muchas ganas desde hace tiempo, en primer lugar porque, como dijimos antes, sus audiencias parecían insuperables, en segundo porque, según algunos, “adoctrinaba” a las masas, y en tercero porque, con razón o sin ella, se le atribuyen determinados comportamientos “machistas” (“cuñadistas”, dicen algunos).  “La Revuelta” representa el éxito de una “revolución ideológica” que pretende aplastar o al menos acallar al adversario, siguiendo los mismos mecanismos que se vienen llevando a cabo en el Congreso de los Diputados: como nosotros somos de izquierdas y, por tanto, somos los buenos sin discusión, la mejor manera de ayudar a nuestros desvalidos compatriotas es impedir por todos los medios que los malvados fascistas puedan exponer sus ideas con libertad, no sea que algunas de ellas cuajen y solivianten a nuestros partidarios.  Yo jamás vi ninguna entrega de “La Resistencia”, más allá de algún corte aislado en el que el tal Broncano sonrojaba a sus invitados al preguntarles por temas hasta entonces tabú como el sexo y el dinero, pero en estos días sí he sintonizado en algún momento “La Revuelta”, sólo para encontrarme con un estilo de hacer televisión que no me engancha ni me agrada, con un humor que se me antoja antipático e incluso, con una iluminación que no me resulta atractiva.  Por contra, “El Hormiguero” me parece un prodigio técnico de principio a fin, iluminado con brillantez, con un sonido perfecto y unos movimientos de cámara que me alucinan.  No veo “El Hormiguero” cada noche y, en realidad, casi nunca me acuerdo de sintonizarlo, pero su puesta en escena me maravilla, y, en cuanto a su supuesto adoctrinamiento, no me afecta para nada porque no hace falta que ningún programa televisivo venga a contarme cómo debo pensar ni cómo debo sentir.  Lo he dicho muchas veces: si yo, en vez de grabar un podcast, pudiese realizar un programa de televisión, estoy seguro de que mi modelo sería “El Hormiguero”, no por cuestiones ideológicas, sino por ese ritmo, esa agilidad y esa calidad técnica que me tiene alucinado.


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