El Cine en Pantalla Grande vol. II/ "EL PADRINO, 2da PARTE"

 


The Godfather Part II

USA, 1974

Director y Productor: Francis Ford Coppola

Guión: Francis Ford Coppola y Mario Puzo, según la novela de Mario Puzo

Música: Nino Rota

Fotografía: Gordon Willis

Diseño de Producción: Dean Tavoularis

Vestuario: Theadora Van Runkle

Reparto: Al Pacino (Michael Corleone), Robert De Niro (Vito Corleone), Robert Duvall (Tom Hagen), Diane Keaton (Kay Adams Corleone), John Cazale (Fredo Corleone), Talia Shire (Connie Corleone), Lee Strasberg (Hyman Roth), Michael V. Gazzo (Frankie Pentangeli), G.D. Spradling (Senador Geary), Gastone Moschin (Fanucci), Bruno Kirby (Clemenza), John Aprea (Tessio), Marianna Hill (Deanna Corleone), Morgana King (Mama Corleone)

Duración: 202 min.

Distribución: Paramount Pictures

 

Vivimos dominados por los prejuicios; incluso permitimos que, a menudo, los refranes dominen nuestro juicio.  De ser cierto ese viejo dicho acerca de que “Nunca segundas partes fueron buenas”, no existirían excepciones ejemplares y honrosas como “El Padrino, 2ª Parte”…

Lago Tahoe, Nevada, 1958.  Michael Corleone, el nuevo Padrino y heredero del “negocio” familiar, es víctima de un atentado del que logra salir ileso, pero no parará hasta dar con el instigador del frustrado ataque, cuyos artífices pueden ser el gangster judío Hyman Roth o el resentido caporegime Frankie Pentangeli, aunque está seguro de que, en ambos casos, alguien muy cercano a él ha tenido que ayudarles desde dentro.  Mientras Michael realiza sus investigaciones, va rememorando la historia de su padre, nacido Vito Andolini, que en 1901 tuvo que abandonar su aldea de Corleone, en Sicilia, para no ser asesinado por el terrateniente local como les había sucedido a sus padres y su hermano, debiendo exiliarse en la ciudad de Nueva York, donde años después comenzaría a sentar las bases de su futuro imperio criminal…

La creación y puesta en marcha de “El Padrino” (1972) fue poco menos que una tortura para su director Francis Ford Coppola (n. 1939), que tuvo que hacer frente a las mil y una dificultades interpuestas por el estudio Paramount Pictures, por los peces gordos de la Mafia, que no estaban dispuestos a que una película de Hollywood sacase a la luz todos sus trapos sucios de una manera seria y realista e incluso por el mismísimo Frank Sinatra, quien se veía claramente representado en el personaje del cantante Johnny Fontane.  Sin embargo, el inesperado éxito de la película (245 millones de dólares de recaudación y 3 premios Oscar) hizo que los ejecutivos de Paramount afilasen rápidamente sus colmillos y decidieran exprimir la gallina de los huevos de oro.  Para ocuparse del proyecto, naturalmente, Coppola volvía a ser imprescindible, pero Francis estaba resuelto a no volver a pasar por un calvario semejante al de la primera vez.  Como mucho, aceptó ocuparse de la redacción del guión, algo en lo que el novelista Mario Puzo, el creador de la historia, llevaba trabajando incluso desde antes de estrenarse el primer film.  La idea de Coppola era no alumbrar la típica continuación al uso, sino llevar a cabo una historia que fuese a la vez una secuela y también una precuela, es decir, narrar los acontecimientos posteriores a “El Padrino”, pero también los que habían sucedido muchos años antes, contraponiendo las dificultades de Michael Corleone para mantener la organización creada por su padre con la narración de cómo éste había levantado de la nada todo aquel tinglado cuarenta años atrás.  En la parte central del relato, tanto Michael como Vito tendrían unos treinta años, y existiría un contraste entre la manera en que el padre se servía del crimen para ayudar a su familia y amigos y el modo en que el hijo se aprovecharía del legado paterno para ajustar sus propias cuentas personales y deshacerse implacablemente de todos sus enemigos, fueran quienes fuesen.  El caso es que el libreto se llevó a cabo sin mayores contratiempos, con Coppola y Puzo a caballo entre California, Nueva York y Reno, donde los casinos hicieron su agosto con la presencia de los dos cineastas (era conocida la ludopatía que caracterizaba al novelista).  Una vez finalizada la escritura, Coppola la entregó a los estudios, así como una recomendación a favor del realizador que consideraba que sería el idóneo para sustituirle: su amigo, también italoamericano, Martin Scorsese (31 años entonces).  Los gerifaltes de Paramount se echaron las manos a la cabeza, pues consideraban que su curriculum no era lo bastante satisfactorio, pues sólo había dirigido tres films en 6 años, siendo el único medianamente conocido “Malas calles”, que ni siquiera se había estrenado por aquel entonces.  Coppola, por tanto, volvió a ser presionado, negándose nuevamente y poniendo como excusa el hecho de que, hasta aquel momento, ningún director de primer nivel había aceptado hacerse cargo de la secuela de ninguno de sus trabajos, pero Paramount insistía e insistía tanto que Francis acabó por ceder, si bien imponiendo cuatro condiciones de inexcusable cumplimiento: la primera, no tener encima al productor Robert Evans, que le había hecho la vida imposible durante el primer rodaje; la segunda, que se le financiara su siguiente proyecto como realizador, “La conversación” (1974); la tercera, que se le permitiera escribir el guión para la adaptación de “El Gran Gatsby” que iba a dirigir Jack Clayton; y la cuarta y última, que se le auspiciase la puesta en escena de la ópera “La visita de la vieja dama” de Gottfried Von Einem y Friedrich Dürrenmatt, cuya versión americana estaba empeñado en dirigir y que vería la luz en el Teatro de la Opera de San Francisco.  Una vez se le aseguró por contrato que se le iban a satisfacer estas demandas, la producción del film comenzó oficialmente, si bien incluso hubo que luchar para que el título que había pensado, simple y llanamente “El Padrino, 2ª Parte” fuese aceptado: aún no estaba de moda que las continuaciones llevaran números en su denominación.

La lógica determinaba que al reparto regresaran todos los actores originales cuyos personajes habían quedado con vida al final de “El Padrino”.  Es decir, Al Pacino volvería a ser Michael Corleone; Diane Keaton sería de nuevo su esposa Kay; John Cazale y Talia Shire retornarían como sus hermanos Fredo y Connie; Robert Duvall desempeñaría de nuevo su papel del abogado Tom Hagen; y Richard Bright y Morgana King repetirían como, respectivamente, Al Neri y Mama Corleone.  También se le ofreció a Richard Castellano la posibilidad de encarnar por segunda vez al caporegime Peter Clemenza, pero el actor se subió a la parra y demandó una cantidad desorbitada de dinero, además de exigir poder escribirse sus propios diálogos, por lo cual se optó por “matar” a su personaje y, en su lugar, sacarse de la manga a su sucesor Frankie Pentangeli, al que interpretó Michael V. Gazzo (visto en “La ley del silencio” o “Joe el loco”).  Para dar vida al mafioso judío Hyman Roth (alter ego del tristemente famoso Meyer Lansky) primero se pensó en el mítico James Cagney pero, al declinar éste, se contrató al maestro de maestros Lee Strasberg, fundador (junto a Elia Kazan) del legendario Actor’s Studio y creador del famosísimo “Método” actoral.  En cuanto a quién encarnaría a Vito Corleone a los 30 años, la primera idea de Coppola fue que Marlon Brando repitiera, convenientemente caracterizado, pero, por suerte, éste (que estaba a punto de cumplir los 50) se opuso, y eso le abrió la puerta a Robert De Niro, quien ya había impresionado a los productores al audicionar para el personaje de Sonny Corleone, el cual finalmente obtendría James Caan.  De Niro, que pronunció la mayoría de sus diálogos en perfecto dialecto siciliano (tan sólo dice 8 palabras en inglés), obtendría el Oscar como Mejor Actor de Reparto, dándose la circunstancia de que era la primera vez que un mismo personaje proporcionaba la estatuílla a dos actores diferentes.  G.D. Spradlin (“Tora! Tora! Tora!”, “Monty Walsh”) fue el encargado de personificar al Senador Geary y Marianna Hill (“El Condor”, “Infierno de cobardes”) representó a la nueva esposa de Fredo, Deanna.  Entre los intérpretes de los miembros de la comisión del Senado que investiga a Michael y a toda la familia Corleone, se hallaban no sólo el actor Peter Donat sino también los cineastas Roger Corman, Richard Matheson, William Bowers y Phil Feldman.  Y, en contra de lo que muchos piensan, el epílogo navideño en el que se narra en flashback la cena familiar en la que Sonny Corleone presenta a su amigo Carlo Rizzi a su hermana Connie, no fue un descarte de la primera película, sino que se volvió a juntar a todos los actores de aquélla, dos años después, para que repitieran sus papeles.  De este modo, además de Pacino, Duvall, Shire y Cazale, se trajo de vuelta a Abe Vigoda (Tessio) y Gianni Russo (Carlo Rizzi).  Con Richard Castellano no se pudo contar por las razones citadas al principio, James Caan (Sonny) exigió cobrar por esos dos minutos lo mismo que había percibido por la totalidad de “El Padrino” e incluso estaba previsto que reapareciera Marlon Brando, pero el divo nacido en Nebraska ni siquiera se presentó al rodaje el día y la hora acordados, de modo que Coppola tuvo que reescribir la escena prescindiendo de él.

El equipo técnico habitual volvió a reunirse para hacer gala de su maestría, con el director de fotografía Gordon Willis dando otra lección de cómo utilizar la luz para crear los más increíbles claroscuros, Dean Tavoularis al frente del diseño de producción, Theadora Van Runkle en la confección de los vestuarios y el milanés Nino Rota componiendo la banda sonora, que no se limitó a recuperar los celebrados y ya conocidísimos temas de “El Padrino” sino que se sacó de la chistera una nueva colección de melodías para ilustrar la juventud de Vito Corleone/Robert De Niro, destacando la bellísima “The Immigrant” que pone la piel de gallina.  Como en la vez anterior, también tuvieron relevancia en el apartado musical el padre de Coppola, Carmine, e incluso su abuelo materno, Francesco Pennino, en cuyas composiciones se basa la opereta que el joven Vito y su amigo Genco presencian en el teatro de Little Italy.  Todo queda en casa…

El rodaje de “El Padrino, 2da Parte” tuvo lugar entre Octubre de 1973 y Junio de 1974, con localizaciones en Nueva York, Nevada, Miami, Sicilia (la aldea de Forza d’Agró) y la República Dominicana, que tuvo que “disfrazarse” de Cuba al no autorizar las filmaciones los miembros de la familia Castro.  La premiere internacional se celebró el 12 de Diciembre de 1974, produciéndose el estreno en salas estadounidenses el 20 de Diciembre, y el 13 de Octubre de 1975 en los cines españoles.  La taquilla fue sensiblemente inferior a la de la primera parte (88 millones de dólares sobre un presupuesto de 13) y ni siquiera las críticas fueron unánimamente positivas, pero los premios dieron la razón a los productores: fue galardonada por el Sindicato de Guionistas y el de Directores y por la Asociación de Críticos de Cine, obtuvo cuatro nominaciones a los BAFTA, seis a los Globos de Oro y once a los Oscar, de las cuales materializó seis: Música (esta vez sí), Diseño de Producción, Guión, Actor Secundario (De Niro), Director y Película.

Confieso, ahora que nadie me escucha, que siempre le he tenido un poquito de tirria a “El Padrino, 2da Parte”.  En primer lugar, nunca la pude disfrutar en un cine, ni en el estreno ni en sucesivas reposiciones, y no pude acceder a ella hasta que se editó en video a principios de los años ochenta.  Sin embargo, todo el mundo parecía haberla visto, y los más eruditos del lugar estaban empeñados en que no sólo igualaba los méritos de su ilustrísima precursora… sino que los superaba.  Hombre, es innegable e indudable que “El Padrino, 2da Parte” es una extraordinaria película, lo que podríamos considerar un “peliculón”, y poco o nada puede reprochársele en calidad de demérito.  Al fin y al cabo, es una continuación nítida y desacomplejada de “El Padrino”, en la que vuelven a reunirse los artífices de la película original, incluyendo no sólo a los intérpretes sino también al compositor, el director de fotografía, el guionista y el director.  De hecho, las únicas escenas que rompen la sensación de prolongación son las que narran los orígenes del patriarca Vito Corleone, que ya aparecían en la novela de Mario Puzo publicada en 1969 y, por tanto, no son exactamente novedosas.  Quiero decir con todo ésto no que opine que nos hallamos ante una obra poco original o reiterativa, sino que, desde mi punto de vista, la segunda entrega es no sólo descendiente de “El Padrino” sino que depende de ésta para ser comprendida y valorada en su totalidad, mientras que “El Padrino” es autónoma y no necesita absolutamente nada, ni siquiera una (fabulosa) secuela, para ser perfecta.

Al igual que sucedía en el capítulo fundacional, “El Padrino, 2da Parte” comienza con una celebración familiar (en este caso, la comunión de Anthony, el hijo de Michael Corleone que en “El Padrino” había sido testigo de la muerte de su abuelo Vito), y la familia en sí continúa teniendo una importancia capital, si bien entendida siempre en el sentido más beneficioso para los intereses de Michael, a quien no le temblará el pulso a la hora de aplastar a cualquiera que le traicione o simplemente le perjudique.  Innumerables son las secuencias que atestiguan la grandeza de este film, como la llegada del pequeño Vito y los demás inmigrantes a la bahía de Nueva York; el atentado contra Michael en la aparente seguridad de su finca de Nevada; el baile de fin de año en La Habana donde se confirma el golpe de estado por parte de Fidel Castro; la muerte del mafioso don Fanucci; el intento de asesinar a Frankie Pentangeli, un divertido guiño a la muerte de Luca Brasi; y, sobre todo, por todo lo que significa, la fría ejecución de Fredo Corleone, cuya vida no valía nada tras haber intentado conspirar contra su vengativo hermano menor.

 


Luis Campoy


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