Hija de Frankenstein
En alguna parte he leído que, dentro de poco o muy poco, la floreciente Inteligencia Artificial nos permitirá que en nuestro cerebro podamos fabricarnos nuestras propias películas, las películas que nos gustaría ver: elegir nosotros mismos el argumento la trama, la duración y quiénes serían los actores idóneos para protagonizarlas. Pero, hasta que llegue ese momento, ir al cine o disfrutar de una película en una plataforma televisiva continúa conllevando algo de riesgo, la posibilidad de que lo que estés viendo no sea de tu agrado, de que te cuenten una historia que no te interesa o de que te la cuenten de una manera que no te agrada. Por otra parte, “Pobres criaturas” es el paradigma, para mi, de lo que llevo tantos años tratando de explicaros: la dualidad fondo/forma, y, a la hora de afrontarla, se tiene que tener muy claro que, a menudo, el “qué” no va para nada de la mano del “cómo”...
Basándose en una novela de Alasdair Gray publicada en 1992 y guionizada por Tony McNamara, el director de cine y
teatro Yorgos Lanthimos, nacido en
Grecia hace 50 años, acaba de estrenar la que es su octava película como
realizador, “Pobres criaturas”, que,
entre otros galardones, ha conquistado el León de Oro en el último festival de
cine de Venecia, dos Globos de Oro y once candidaturas a los próximos Oscar. La historia que nos cuenta tiene como
protagonista a Bella Baxter, una mujer con el cerebro de un bebé que, tutelada
por un científico loco, un Doctor Frankenstein que es su propio monstruo, el
cual la mantiene encerrada y a salvo del mundo, un día se escapa con un abogado
que la permite descubrir nuevas e insospechadas experiencias, como el placer de
viajar y, sobre todo, el placer sexual, llegando a convertirse en la prostituta
más solicitada de París.
Como he dicho antes, como digo siempre, “Pobres criaturas” necesita ser admirada como la obra de arte que
es, distinguiendo muy bien lo que nos cuenta de la manera en la que nos lo
cuenta. Si te gusta la historia (cosa
que a mi no me sucedió en absoluto) pero no eres capaz de admirar su belleza
formal, no vas a apreciar todos sus méritos, y, si te dejas deslumbrar por el
apabullante continente pero te repele el contenido, tampoco vas a ser capaz de
exprimirla a tope, de sacarle todos sus jugos.
La película habla de algunos temas que personalmente me desagradan o
directamente me repugnan, como las operaciones (exhibidas grotescamente) y la
banalización del sexo, manifestado como placer primitivo desprovisto de
amor. Por otra parte, no deja de ser (o aparentar)
el enésimo producto woke y feminista
propio de los tiempos que vivimos, en el que una mujer es la protagonista
absoluta capaz de doblegar a cualquier hombre utilizando sus encantos,
independientemente de los reparos morales que podamos ponerle: habrá quien
piense que meterse a puta (hablando mal y pronto) no es el paradigma del
feminismo, pero, si lo dices demasiado fuerte, alguien te va a llamar
“machista”, así que tampoco es cuestión de excederse en esta crítica.
A riesgo de repetirme una vez más, tengo que decir que,
estéticamente, “Pobres criaturas” es
una maravilla sin paliativos, una obra genial del genio provocador Lanthimos en
la que la fotografía (parte de ella en blanco y negro), el vestuario, los
decorados, el sonido y la música rayan a un nivel superlativo. Además, cuenta con una protagonista también
maravillosa y entregada cien por cien a la causa, Emma Stone, que asímismo oficia como productora; creo sinceramente
que nadie más que Stone merece el Oscar, de este y de los últimos años. Curiosamente, los tres actores principales de
“Pobres criaturas” han sido héroes o
villanos de las películas de Marvel: Emma Stone fue Gwen Stacy en “The Amazing Spiderman”, Mark Ruffalo (también asombroso) dio
vida a Hulk y el monstruoso pero entrañable Willem Dafoe interpretó
al Duende Verde. ¡Para que luego digan algunos
que el cine de super héroes no aporta nada bueno al Séptimo Arte!.
Luis Campoy
Calificación: 8,5 (sobre 10)
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