Con un título tan hermoso pero amedrentador como la propia
historia, “Valle de sombras” es la
tercera película para cine que dirige Salvador
Calvo, realizador curtido en la televisión al que conocemos por “1898: Los últimos de Filipinas” (2016) y
“Adú” (2020). Ese valle sombrío que se cita es el de Kullu,
situado al noreste de la India, en el estado de Himachal Pradesh y a los pies
del Himalaya. Se trata de una zona
frecuentada por aventureros y por turistas amantes del trekking y la espiritualidad budista, en la que, por cierto, se
registra un alto número de desapariciones de viajeros que se adentran en ese
territorio prácticamente salvaje y de los que después nada más se sabe. Quique es un joven español que, junto a su
novia y el hijo de ésta, pretende realizar una ruta montañosa espectacular e
inolvidable que concluirá dramáticamente, con el protagonista malherido y
acogido en una aldea tibetana con acusada presencia de los monjes budistas, de
la que sólo podrá salir, una vez curado, cuando llegue el invierno y el río se
congele hasta poder caminar por encima de su superficie helada…
Salvador Ruiz logró convencer a los productores de “Valle de sombras”, Javier Ugarte y Jaime Ortiz
de Artiñano, para que le financiaran una película que iba a ser “tan grande y espectacular” que merecería
la pena verla en el cine. A mi juicio,
le ha salido bien la jugada y la experiencia ciertamente es satisfactoria. La fotografía de Alex Catalán retrata con maestría el entorno hermosísimo y agreste,
la música de Roque Baños es fantástica (se nota menos que en otras ocasiones la
facilidad de este compositor para reciclar, tal vez inconscientemente, motivos
preexistentes) y en el apartado técnico sólo pondría la pequeña pega del
sonido, que a menudo se nota demasiado que ha sido reconstruído en estudio.
En el terreno interpretativo, hay que destacar a Miguel Herrán, un estupendo y joven
actor malagueño de 27 años, conocido por series como “Elite” y “La casa de papel”
o películas como “A cambio de nada”,
“Hasta el cielo” o “Modelo 77”, que en “Valle de sombras” realiza uno de esos papeles que, si se tratase de
un intérprete de Hollywood, le consagrarían para siempre: encantador, tierno, valeroso, arrepentido,
carismático…. En nada desmerece al Brad
Pitt de “Siete años en el Tibet”,
otro film de temática similar. La
presencia femenina la aportan Susana
Abaitua y, sobre todo, Alexandra
Masangkay, barcelonesa de ascendencia filipina que ya conocíamos, valga la
redundancia, de la citada “Los últimos de
Filipinas”, “El Hoyo” o “Código Emperador”.
A pesar de algunos fallos clamorosos de guión (no se entiende
muy bien el empeño del protagonista en acometer acciones extremadamente
peligrosas ni la facilidad de sus acompañantes para plegarse a ellas, como
tampoco algunas de las decisiones que adopta Quique tras ser herido), “Valle de sombras” es una odisea aventurera
que exalta la belleza de la Naturaleza y el valor que han de tener quienes se
empeñan en conquistarla, y, sinceramente, os recomiendo verla mientras se pueda
disfrutarla como Buda manda, en una sala de cine.
Calificación: 7,5 (sobre 10)
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