Cine actualidad/ "NAPOLEON"
En contra de lo que muchos pudieran pensar, Napoleón
Bonaparte no nació en Francia sino en Córcega, colonia que Francia acababa de
anexionarse. Hablaba francés, sí, pero
un francés un tanto rudimentario con acento “paleto”, medía menos de un metro
setenta y estaba un poco regordete, como consecuencia de su indisimulada
afición por la buena comida. Vivió
apenas 51 años, durante los cuales pasó de ser un aguerrido militar jacobino,
azote de la monarquía, a autoproclamarse a sí mismo Emperador a los 34.
El biopic sobre
Napoleón que el veteranísimo (85 años) Ridley
Scott acaba de estrenar se basa en un guión escrito por David Scarpa, que, según dicen, ha dado
pie a una película de más de cuatro horas de duración, que, sin embargo, se ha
estrenado con un metraje bastante inferior: dos horas y media. Posiblemente sea imputable a esa “mutilación”
la falta de comprensión y las muchas incongruencias fácilmente detectables,
pero también existen llamativas inexactitudes históricas y se ha trivializado
puerilmente el romance que Napoleón mantuvo con su esposa Josefina, uno de los
más apasionados que se recuerdan. ¿Cómo
y por qué el pueblo francés pasa de guillotinar a sus reyes a acatar la
coronación nada menos que de un Emperador?
¿Por qué siente Napoleón esa ambición desmesurada de poder, y de qué
manera le es posible llevarla a cabo, provocando la muerte de cientos de miles
de soldados franceses, además de otras tantas víctimas en Europa?
Como todo el mundo está manifestando, lo mejor de “Napoleón” son las magníficas secuencias
de batalla (Austerlitz, Borodinó, Waterloo) así como los asedios a Egipto y
Moscú, pero, entre medias, hay demasiadas situaciones que o resultan poco
creíbles o se antojan ridículamente grotescas, como ese enamoramiento que sólo
avanza a golpe de sexo, reduciendo el amor a una apremiante necesidad física. Como era previsible, Joaquin Phoenix, uno de los mejores actores de la actualidad,
realiza una gran actuación, aunque no deslumbra como en su oscarizada “Joker”, mientras que Vanessa Kirby, Josefina, trasciende con
su interpretación las limitaciones de un personaje lleno de contradicciones.
La belleza estética de “Napoleón”
es irrefutable, y su vestuario, diseño de producción y fidelidad pictórica (en
no pocos momentos vemos reflejada la obra del célebre pintor Jacques-Louis
David) resultan deslumbrantes, pero la película no llega a emocionar, no
consigue ser apasionante y lo mejor que puedo decir es que, con ella, los cines
vuelven a registrar grandes afluencias de público. No quiero terminar sin hacer alusión a esa
escena final que homenajea conscientemente a “El Padrino III”: Napoleón, al igual que Michael Corleone, llegó a
dirigir un Imperio, pero la muerte no le sobreviene en el campo de batalla, sino
en la soledad de un jardín y sentado no a lomos de su caballo Marengo, sino en
una humilde silla de la que la Parca le descabalga como a cualquier otro mortal.
Luis Campoy
Calificación: 7,5 (sobre 10)
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