Grandes cómics/ "THE AMAZING SPIDER-MAN 100"
El primer cómic de Spiderman que
leí en mi vida fue el número 39 de aquellos libritos en blanco y negro y con
viñetas retocadas que editaba la añorada Ediciones Vértice, y que contenía (de ésto
no me enteré hasta mucho más tarde) el material original del episodio 90 de la
colección matriz The Amazing Spiderman
(Noviembre de 1970), guionizado por Stan
Lee, dibujado por Gil Kane y
entintado por el recientemente fallecido John
Romita, Sr. (el dibujante anterior de la serie). Corría el año 1973 y fue mi vecino Juan
Antonio quien me prestó aquel primer tebeo arácnido y, por tanto, quien me
ayudó a definirme como persona (y esto no es una exageración). Poco tiempo después, caería en mis manos la
que se convertiría en mi historieta favorita del Hombre Araña, que también
publicó Vértice (número 44) y que albergaba un número redondo de la serie
americana, nada más y nada menos que el 100 (Septiembre de 1971). En este sensacional cómic, los artífices eran,
también, Stan Lee en la escritura y Gil Kane en los lápices, además de Frank Giacoia en las tintas y John
Romita Sr. ocupándose de la portada (de la portada original de los USA, pues
hay que recordar que las españolas las dibujaba el gran Rafael López Espí). El legendario
número 100 de El Asombroso Spiderman iniciaba un arco argumental de tres entregas
(completado, obviamente, por los dos episodios subsiguientes, el 101 y el 102)
en el que pasaban muchísimas cosas interesantes, la más impactante de las
cuales ya se anunciaba en el titular de la cubierta, “The Spider Or The Man?” (“¿La
araña o el hombre?”), que en la adaptación española todavía era más gráfico
y menos sutil: “Spiderman se convierte en
araña”. Tratando de liberarse de la “maldición”
de ser Spiderman, que sólo le acarreaba problemas y más problemas, el bueno de
Peter Parker, que, no lo olvidemos, era un cerebrito en Química, diseñaba un
suero que, cuando lo bebiera, supuestamente le privaría de los poderes
arácnidos para siempre. En el transcurso
del episodio, que, no lo olvidemos, había sido escrito por el mismísimo creador
del título, Stan “The Man” Lee, aparecían, siquiera en una sola viñeta, la
práctica totalidad de los secundarios (Gwen Stacy, la tía May, J. Jonah Jameson,
Betty Brant, Ned Leeds, el Capitán Stacy) y villanos (el Buitre, el Lagarto, el
Duende Verde, el Doctor Octopus, Kingpin) que habían hecho tan grande a la
serie, y la escena final era tan impresionante como inolvidable: ¡como
consecuencia del fallido experimento, a Peter le habían brotado cuatro brazos
adicionales y, de este modo, Spiderman, ahora sí, era un verdadero hombre araña!. Los acontecimientos subsiguientes iban in crescendo y la trama se complicaba
aún más. Para poder realizar un nuevo
experimento curativo lejos de los ojos de sus semejantes, Peter se refugiaba en
un viejo caserón propiedad del doctor Curtis Connors, alter ego del Lagarto, identidad reptilesca que parecía felizmente
superada, y, mientras tanto, el “guionista suplente” Roy Thomas, presentaba a un nuevo personaje que acabaría haciéndose
muy famoso: Morbius, el Vampiro Viviente.
El origen de Morbius se narraba en paralelo a la historia de mutación de
Spiderman: cuando intentaba curarse de un cáncer terminal, el prestigioso
científico Michael Morbius terminaba convertido en un vampiro sediento de
sangre. Morbius arribaba a la costa de
Southampton (la localidad neoyorkina, no la ciudad inglesa) y buscaba refugio
en cierta casa que… ¡eureka!...
resultaba ser la misma en la que se hallaban Spiderman y el doctor Connors
trabajando en el nuevo suero. Como consecuencia
de la fuerte impresión que se lleva al tropezarse con el chupasangre, Connors
pierde el control y vuelve a transformarse en el Lagarto, por lo que el pobre
Spiderman tendrá que hacer frente no a uno sino a dos monstruos… Si bien el desenlace de la historia es de
sobras conocido (¿o acaso el Spiderman que todos conocemos hoy en día sigue
conservando los seis brazos?), el desarrollo de la misma roza la excelencia, y
no sólo a nivel estrictamente aventurero, sino que los textos descriptivos
tienen un tono filosófico revestido de cinismo que resulta cautivador. El dibujo de Gil Kane (que tenía 45 años en
aquel entonces) es sensacional, como de costumbre, y ¿qué decir de la super
portada centenaria de Romita, mítica a más no poder, en la que un Spidey en su
pose más icónica repta sobre los rostros en negativo de la plana mayor de los
personajes de su saga…? Por algo se me
quedó grabada esta aventura para siempre, por eso me parece absolutamente trascendental
y por eso he querido compartir esta anécdota con todos vosotros.
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