"Cosas veredes, querido Sancho"
Daniel Sancho nació en 1994
(tiene 29 años), pero, para la mayoría de la gente, vio la luz el día 7 de
Agosto de 2023, cuando se supo que había sido detenido en la lejana Tailandia. Daniel es hijo del actor Rodolfo Sancho (“Amar en tiempos revueltos”, “El Ministerio del Tiempo”) y, por tanto,
nieto de Sancho Gracia, más conocido como Curro Jiménez, y sólo después de su
detención hemos conocido que su profesión era la de chef de cocina. Desde aquel
día, Daniel ha copado horas y horas de información en todos los formatos
posibles, y su caso ha dado la vuelta al mundo.
Claro está, donde más se le conoce es aquí en España, de donde provienen
sus populares ancestros, pero también en Colombia, el país de origen del hombre
al que (presuntamente) asesinó. Se trató
de un tal Edwin Arrieta, un cirujano colombiano con el que (también
presuntamente) mantenía una relación pasional y sexual. Como consecuencia de ella, o más bien cansado
de ella, Daniel compró en una ferretería un cuchillo y varios útiles de
limpieza y, según su propia confesión a la Policía tailandesa, asesinó y
posteriormente descuartizó a Arrieta, limpió a conciencia el escenario del
crimen y, a continuación, repartió los restos del finado por diversos
escenarios de la localidad, incluyendo el mar.
Ante este crimen monstruoso, sorprende la postura condescendiente y la
extraña fascinación que está demostrando la sociedad española. Vale que Daniel es joven, guapo y de familia
pudiente y afamada, pero su delito no deja de ser atroz y tremebundo. Según él, Arrieta quería continuar la
relación y él se negaba; Arrieta le chantajeaba y Sancho decidió acabar con
todo de una manera definitiva, pero ¿la única solución era asesinar al
chantajista? Y, después de matarlo, ¿era
necesario descuartizarlo? No son pocos
los que consideran al acusado un verdadero psicópata, capaz de planificar el
crimen con frialdad y llevarlo a cabo en toda su crudeza sin despeinarse. No cabe duda de que, si el muerto hubiese
sido el colombiano y el asesino el español, en España se hubiese tratado el
tema de una manera muy, muy diferente. Pero,
por su nacionalidad, su aspecto y su filiación, se le ha otorgado a Sancho una
condición similar a la de una estrella de cine o, en el peor caso, un famoso de
los muchos que revolotean en torno a la prensa del corazón. En Tailandia, el asesinato está penado con la
muerte, pero Daniel, sabedor de que, si confesaba, su “sinceridad” sería tenida
en consideración y probablemente la pena máxima le sería conmutada por la
cadena perpetua, cantó todo lo cantable y, a día de hoy, su familia incluso
pretende que sólo cumpla en el país asiático cuatro exiguos años de condena y
luego sea trasladado a España, donde se desarrollaría el resto de su ciclo
penitenciario. Lo dicho: a este asunto se le está confiriendo el rango
de “pecadillo sin importancia”, pero su premeditación, alevosía y extrema
crueldad piden a gritos otro tipo de tratamiento.
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