Para empezar
bien el año y como regalo de Reyes a todos los fieles lectores, hoy quiero
traeros, reconvertidos en “PÍLDORAS DE CINE”, dos de los últimos artículos que
he publicado en la revista La Placeta de Lorca (Noviembre y
Diciembre de 2022), que, de otro modo, sólo serían accesibles para quienes
lograran conseguir un ejemplar en soporte físico de dicha revista. ¡Que los disfrutéis!
“LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS”
“Dios escribe derecho con renglones torcidos”. En esta frase, atribuída a Santa Teresa de
Jesús, se inspiró el escritor y periodista madrileño Torcuato Luca de Tena (1923-1999) para la creación de la que sería
una de sus novelas más famosas, “Los
renglones torcidos de Dios” publicada en 1979 y ambientada en un manicomio
en el que los profesionales psiquiátricos pretenden “enderezar” los “renglones
torcidos” con los que el Creador confundió las mentes de los pacientes allí recluídos. La protagonista es Alice Gould, una mujer
extremadamente inteligente que afirma ser una detective privada que ha
ingresado voluntariamente en la clínica para investigar desde dentro un crimen
cometido tiempo atrás; sin embargo, el
director de la institución sospecha que en realidad la joven sufre una grave
paranoia y se ha inventado una compleja historia para no tener que asumir su
delicado estado mental… Tras una
decepcionante primera adaptación mexicana de 1981 dirigida por Tulio Demicheli
y en la que sorprende la participación como guionista del propio Luca de Tena
(¿cómo pudo dar su beneplácito a semejante bodrio?), llega a nuestras pantallas
una lujosa nueva versión que ha dirigido el catalán Oriol Paulo (“Los ojos de
Julia”, “El cuerpo”, “Contratiempo” o “Durante la tormenta”) con producción de Atresmedia y distribución a
cargo de Warner Bros. Desde el mismísimo
arranque, con esos planos aéreos que remiten forzosamente a “El resplandor”, la película engancha
gracias a la fotografía y la música, y la manera en la que Paulo presenta a la
protagonista Bárbara Lennie la convierte
automáticamente en una heroína tan fría en apariencia como frágil en el fondo. El entorno del manicomio (en el que varios
pacientes que aparecían en el libro han sido omitidos o bien fusionados en uno
solo) poco a poco va desplegándose ante nuestros ojos, que en realidad son los
de Alice; sin darnos cuenta, el realizador
nos manipula para que adoptemos el punto de vista de la supuesta investigadora,
capaz de embaucar tanto al staff del
sanatorio como sobre todo a nosotros, los ingenuos espectadores. No será la única manipulación: sólo al final
comprendemos que, como en las mejores obras de misterio, hemos sido marionetas
de un guiñol guiado por un titiritero que ha ido moviendo los hilos como mejor
le ha convenido. Por ello, es normal que
el único que parece resistirse a los encantos de la “investigadora”, el doctor
Samuel Alvar (Eduard Fernández), se
nos presente como el villano de la función, algo así como el guardián de lo
establecido, el garante de la salud y las buenas costumbres. Pero espera… ¿estamos dando por hecho que
sólo hay una interpretación posible de lo que está ocurriendo? ¡Ni mucho menos! De hecho, el desenlace resulta tan deliberadamente
ambiguo que se presta a diferentes interpretaciones, de ésas que se elucubraban
antaño en los cinefórums y que
siempre es posible realizar en el seno de un cenafórum o conversación que sobre una película se mantiene en el
transcurso de una animada cena.
Calificación:
7,5 (sobre 10)
“AS BESTAS”
En 2010, la sociedad
gallega y española en general se conmocionaron con el conocido como “Crimen de
Santoalla”, sucedido en la provincia de Orense: un ciudadano holandés, que
llevaba 13 años residiendo en aquella zona con la intención de desarrollar una
granja ecológica junto a su mujer, resultó asesinado por uno de sus vecinos,
que se negaba a compartir con ellos los beneficios de la explotación de unas
tierras comunales. Doce años después, el
realizador Rodrigo Sorogoyen (Madrid,
1981) ha decidido que aquella truculenta historia sea la base de su sexto
largometraje, sólo que variando algunos detalles para que no resulten
excesivamente evidentes. Para empezar,
el matrimonio de extranjeros ya no son holandeses sino franceses., y la
ubicación geográfica es bastante más vaga, eso sí, sin dejar de estar claramente
ambientada en una Galicia profunda que constituye un protagonista más de la
trama. El guión, que Sorogoyen ha
desarrollado en compañía de su colaboradora habitual Isabel Peña, no rehúye la realidad idiomática de los personajes, de
manera que hay algunas partes habladas en español, pero otras están en gallego
y el resto en francés, subtituladas en los dos últimos casos. Se hace así más real y dramática la creciente
y cada vez más ominosa soledad que va embargando a la pareja formada por
Antoine y Olga (Denis Ménochet y Marina Föis), quienes poco a poco van
quedándose más y más aislados pero aun así no cejan en su empeño de poner en
marcha la huerta ecológica con la que habían soñado. Sus vecinos Xan (Luis Zahera) y Lorenzo Anta (Diego
Anido) no están dispuestos a concederles tregua alguna, y en el ambiente se
va palpando una tensión cada vez más pegajosa y amedrentadora. La mayoría de la crítica se empeña en
catalogar a “As bestas” (es decir, “Las bestias”, en gallego) como un western, un western evidentemente más parecido a “Solo ante el peligro” (en el que el protagonista ha de hacer frente al enemigo sin ayuda de nadie)
que a “Los siete magníficos”, por
poner un ejemplo opuesto; pero, para mi,
“As bestas” tiene mucho, muchísimo,
de película de terror. Ya en algunas
partes de “El reino”, la cuarta
película de Sorogoyen, percibí esa misma sensación, de estar pasando un miedo
puro y duro, que traspasaba la pantalla, pero aquí se me hace mucho más
evidente. La iluminación, la fotografía
y la música (cuyas percusiones recuerdan a “Los
santos inocentes”) inciden en la creación de una atmósfera opresiva en la
que los actores (con mención especial para Ménochet, Zahera y Anido) están tan
espléndidos que diríase que no actúan.
Sí, la película alcanza cotas tan increíbles de realismo (hiperrealismo)
que uno cree estar viviendo inmerso en una especie de documental en el que nada
es fingido; la maravillosa secuencia que retrata el diálogo de madre e hija en
la cocina de la primera da buena muestra de ello. Esta soberbia, extraordinaria película, ha
recibido 17 nominaciones a los Premios Goya, y, para mi, todos los galardones
que reciba siempre serán pocos.
Calificación:
9 (sobre 10)
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