Series de Televisión/ "PATRIA"


 

Cuando se publicó “Patria” (Tusquets Editores, 2016) del escritor donostiarra (residente en Alemania) Fernando Aramburu, todas las críticas que encontré eran favorables, por no decir extraordinariamente positivas.  De su argumento apenas supe que se desarrollaba en el País Vasco durante los “años de plomo”, pero, sin haberlo leído, sí he podido visionar la serie televisiva que lo adapta, de modo que me ceñiré a esta última en mi comentario.


Como quedó dicho al principio, “Patria” transcurre en el País Vasco español, en un pueblo (que bien pudiera ser Hernani), donde el empresario Jesús María “Txato” Lertxundi es extorsionado por la banda terrorista ETA, que le exige el pago forzoso del llamado “impuesto revolucionario”.  Txato empieza pagando, pero finalmente se niega e incluso se plantea trasladar su negocio de transportes a Zaragoza.  El mero hecho de no seguirle la corriente a los terroristas en sus exigencias, convierte a Txato en blanco de los abertzales, y las paredes de su casa y su negocio amanecen cubiertas de pintadas en las que se le llama “Traidor”.  Como consecuencia de ello, la práctica totalidad del pueblo le da la espalda, incluyendo a su mejor amigo Joxian y la mujer de éste, Miren;  todos piensan que alguien que no contribuye a la libertad de Euskal Herria se merece todo lo malo que le pueda pasar.  Una tarde lluviosa, Bittori, la esposa de Txato, escucha tres disparos en la calle, justo cuando su marido se dirigía hacia su coche.  Su esposo yace boca abajo en el suelo, y su sangre, diluída en la lluvia, se extiende por el asfalto…  Décadas después, cuando ETA anuncia el cese de su actividad armada, Bittori, que desde que enviudó se había trasladado a vivir a San Sebastián, decide regresar al pueblo, con al propósito de averiguar quién apretó el gatillo en la muerte de Txato, y obtener del asesino una tardía disculpa.

 

Patria”, la serie, ha sido producida por Alea Media para el gigante HBO, oficiando de showrunner Aitor Gabilondo, artífice de producciones como “El comisario”, “Periodistas”, “El Príncipe”, “Vivir sin permiso”, “La verdad”, “Madres” o “Allí abajo”.  Precisamente fue en esta última serie donde no hace mucho vimos aparecer a las dos grandes protagonistas de “Patria”, Elena Irureta y Ane Gabarain. Irureta, que en “Allí abajo” interpretaba a Rosamari, la madre de Peio (Iker Galartza), da vida en “Patria” a la sufrida Bittori, mientras que Gabarain, que fuese Maritxu, la madre de Iñaki (Jon Apaolaza), incorpora ahora a la “malvada” Miren.  El resto del reparto principal de “Patria” lo integran José Ramón Soroiz como Txato, Iñigo Aranbarri y Susana Abaitua como sus hijos Xabier y Nerea, Mikel Laskurain como Joxian y Jon Olivares, Loreto Mauleón y Eneko Sagardoy como, respectivamente, sus tres hijos Joxe Mari, Arantxa y Gorka.  El guionista principal ha sido el propio Aitor Gabilondo, repartiéndose entre Félix Viscarret y Oscar Pedraza la dirección de los ocho episodios de los que consta la miniserie.

 

Siendo el tema de base ya de por sí complicado (la descripción del llamado “conflicto vasco” de una manera pretendidamente objetiva), la primera polémica que se suscitó en torno a “Patria” estalló cuando HBO decidido difundir un primer cartel promocional en el que, bajo el lema “Todos somos parte de esta historia”, se veían dos imágenes entre las que se pretendía establecer un evidente paralelismo:  por un lado, Bittori llorando desgarrada con su marido asesinado en brazos, y, por otro, Joxe Mari (el hijo terrorista de Miren y Joxian) desnudo y supuestamente torturado en una oscura comisaría.  Hasta el propio autor Fernando Aramburu tuvo que intervenir públicamente para manifestar su desacuerdo con la elección de esas dos fotografías, que, según explicó, no se correspondían con el tono tanto de su novela como de la propia serie.  Para entendernos, un cartel como ese da a entender que vamos a asistir a una especie de guerra en la que, sí, existen dos bandos (los asesinados y los asesinos), pero ambos bandos son tan culpables como víctimas de una realidad dual.  O dicho de otra manera:  si ETA se vio “obligada” a matar a 864 personas fue porque, previamente, el “perverso” Estado español oprimió al pacífico pueblo vasco y sometió a innumerables vejaciones a sus heroicos e inocentes pobladores.

 

Lo cierto es que, lamentablemente, empecé a ver la serie con el poster muy en mente, y ojalá pudiera decir que, una vez finalizados los ocho capítulos, mi impresión preliminar andaba totalmente desencaminada.  O sea, el sentimiento nacionalista de un territorio me parece absolutamente respetable, como prácticamente cualquier filosofía o forma de pensar, pero donde una filosofía gana o pierde su legitimidad es en la manera de llevar a la práctica sus teorías.  Que, durante años, demasiados años, existió una dictadura que pisoteó derechos y libertades aquí y allá y causó el dolor y la frustración de mucha gente, es un hecho tan innegable como reprobable.  Pero que, como respuesta a esa opresión, una parte de la sociedad vasca apoyase, respaldara y vitorease a una banda criminal que asesinó a casi 900 personas entre policías, guardias civiles, militares, políticos, empresarios e inocentes familiares de éstos, no puede dejar de ser sino una vergüenza histórica que no se puede justificar de ninguna manera.  Patria”, en algunos pasajes, intenta parecer “neutral”:  ni los “buenos” (Txato y su familia) son perfectos y angelicales, ni los “malos” (con Joxe Mari obviamente a la cabeza, pero con Miren tanto o más convencida de la justeza de su reivindicación) son demonios que decapitan bebés y ofrecen su sangre a una monstruosa Mari o madre diosa.  En ese pueblo de unos 20.000 habitantes, la inmensa mayoría aceptan como propios los postulados esgrimidos por ETA (España nos oprime, nos roba, nos impide hablar en nuestra lengua nativa, y, por tanto, debemos eliminar a nuestros opresores), y ni siquiera el apocado Joxian se atreve a seguir siendo amigo de Txato, por temor a ser señalado también por sus conciudadanos.  En el primer capítulo, las todavía amigas Miren y Bittori presencian horrorizadas cómo un autobús es incendiado por unos vándalos, pero ¡ay!, la postura de Miren cambia radicalmente cuando ese acto vandálico es reivindicado por ETA y descubre que uno de los vándalos es su propio hijo Joxe Mari;  lo que hubiera podido ser objeto de recriminación o castigo, ahora se torna en motivo de orgullo, porque Joxe Mari se atreve a llevar a la práctica lo que muchos vascos anhelan pero reprimen:  la destrucción del orden (español) establecido.  Los hijos de Txato y Bittori están un poco desdibujados (Xabier sucintamente “enmadrado” y Nerea buscando en el sexo cómo evadirse de su tragedia familiar), pero, por el contrario, los de Miren y Joxian aparecen precisamente caracterizados.  Joxe Mari, violento e impulsivo, se une a ETA para poder dar rienda suelta al odio que lleva dentro;  Gorka, horrorizado ante la violencia ejercida por su hermano y decepcionado por la sumisión de su padre, asume su homosexualidad largamente reprimida y busca cobijo en un hombre más mayor;  y Arantxa, la más honesta de los tres, es castigada primero con un marido “facha” y maltratador y, finalmente, con un ictus que la deja postrada en una silla de ruedas.  La caracterización de algunos personajes “españoles” me parece tan desafortunada como tendenciosa, es decir, para nada neutral.  Los policías que registran la casa de Miren y Joxean se comportan de manera indignante y despreciable;  los  guardias civiles que interceptan el coche en el que Nerea y sus amigas se encaminan al homenaje del etarra fallecido son repugnantes y asquerosos, con abusivo cacheo incluido;  los inspectores que torturan a Joxe Mari no inspiran sino odio y animadversión;  y el marido de Arantxa, Guillermo, segundos después de declararse “español”, abofetea a su esposa de una manera en la que los términos “machista”, “maltratador”, “facha” y “español” van claramente entrelazados.

 

Por lo demás, una vez reiterado mi disgusto y decepción ante esa “equidistancia” que la serie manifiesta aunque sus responsables lo nieguen, reconozco que me ha gustado bastante “Patria”, que, para mi, igual podría llamarse “Matria”, al ser las dos madres enfrentadas las verdaderas y auténticas protagonistas.  En este sentido, tengo que admitir que, si bien Elena Irureta y su Bittori gozan de mi total afecto y apoyo, quien está realmente formidable, espectacular, es Ane Gabarain como Miren, una villana sensiblemente matizada que ejemplifica en una sola persona la compleja ambigüedad moral de toda una sociedad.

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