Año 1991. Una película de bajo presupuesto, cuyo
argumento recuperaba algunos personajes de una celebrada novela de Thomas
Harris, “El dragón rojo” (1981), llega a los cines con la vitola de
favorita a los próximos Oscar. Los
augurios no andan desencaminados y, la noche del 30 de Marzo de 1992, “El
silencio de los corderos” se alza con los 4 premios principales (Mejor
Película, Director, Actriz y Actor), además del correspondiente a Mejor Guión
Adaptado. A partir de ese mismo
instante, el personaje del doctor Hannibal “El Caníbal” Lecter (que
encarnó de forma memorable el actor galés Anthony Hopkins) se convierte
no sólo en uno de los villanos mejor valorados de todos los tiempos, sino en
todo un icono metacultural de los años subsiguientes, dando lugar a toda una
saga en la que Hopkins volvió a dar vida a Lecter dos veces más: en “Hannibal” (2001) y en “El
dragón rojo” (2002).

La fascinación hacia un personaje
“bombón” como Hannibal Lecter, que es capaz de degustar con igual satisfacción
una obra de arte florentina, una sinfonía de Bach o un hígado humano
viviseccionado y cocinado por él mismo, se mantuvo inalterable durante muchos
años, hasta que, en 2013, una serie televisiva de 13 capítulos basada en los
libros de Thomas Harris se estrenaba en la cadena NBC, con un considerable
éxito de crítica y público.
El dato más relevante de “Hannibal”,
la serie, es que pudo contar con los derechos televisivos de los libros de
Harris y las películas basadas en ellos…
con la excepción, precisamente, de “El silencio de los corderos”. Por ello, el personaje fundamental de Clarice
Starling, la aspirante a agente del FBI, que tan maravillosamente compuso Jodie
Foster en el cine, desaparece de la ficción catódica y gran parte de sus
rasgos psicológicos y su trascendencia dramática pasan a formar parte de la
personalidad del teórico protagonista de la producción: el agente Will Graham.

Will Graham (interpretado en
“Hannibal” por Hugh Dancy) había sido policía en Nueva York hasta que
fue reclutado por el FBI, donde ejerce como profesor en su academia de ingreso
sita en Baltimore. La mayor cualidad de
Graham es la capacidad de empatizar o ponerse en el lugar de sanguinarios
asesinos en serie, lo cual hace que el agente especial Jack Crawford (Laurence
Fishburne), jefe de la Unidad de Ciencias del Comportamiento, recurra a él
para dar caza a un psicópata al que se conoce como “El Alcaudón de Minesotta”. Graham, reticente al principio, comienza a
investigar los métodos del Alcaudón, pero su ejercicio de empatía le resulta
tan doloroso que recurre a la psicóloga Alana Bloom (Caroline Dhavernas),
también adscrita a la unidad de Crawford, quien le pone en contacto con quien
fuera su profesor y mentor en sus tiempos de universidad: el eminente psiquiatra doctor Hannibal Lecter
(Mads Mikkelsen). Hannibal, que
enseguida descubre las debilidades mentales de Will, cada vez más trastornado
por su facilidad para pensar como un criminal, acepta ser una especie de
“asesor” de éste, con la intención real de utilizarle como inocente marioneta
para “tapar” la ejecución de sus propios crímenes, ya que Lecter, en sus ratos
libres, es un homicida sin escrúpulos que además goza ¡comiéndose a sus
víctimas!

Este sería, a grandes rasgos, el
resumen del primer episodio de la serie “Hannibal”, titulado “Aperitif”
y emitido por la NBC el jueves 4 de Abril de 2013. Seguramente los aficionados a series
policíacas como “Mentes criminales” o “The Closer” quedaron
sorprendidos con las libertades que se tomaba “Hannibal” a la hora de
mostrar explícitamente violencia y atrocidades, pero también contaba con unos
diálogos asombrosamente inteligentes y unas interpretaciones inusuales por su
profundidad y brillantez. Si puede
decirse que Hugh Dancy está estupendo como un torturado y a veces desvalido
Will Graham, ante Mads Mikkelsen simplemente hay que quitarse el sombrero por
su creación de un personaje repleto de matices y que, a pesar de ser notoria su
perversidad, cautiva por su elegancia, su exquisitez y sobre todo su diabólica
inteligencia. En los doce episodios
restantes de la primera temporada, vemos cómo Hannibal es capaz de manipular,
de una u otra manera, a todos y cada uno de los personajes que se relacionan
con él, asesinando sin pudor a quien le place y luego sirviendo sus órganos,
sabrosamente cocinados, en las fastuosas cenas que brinda a Will, Crawford y la
Dra. Bloom. Al final de esa primera
temporada, un desquiciado Will Graham acaba deduciendo que el criminal que
aterroriza a varios Estados, el Destripador de Chesapeake, no es otro que el
mismísimo Hannibal Lecter, pero cuando, comprendiendo que de nada serviría
tratar de detener por las buenas al doctor, intenta expeditivamente acabar con
su vida, es disparado por Jack Crawford, convencido por las evidencias
diseminadas por Lecter de que en realidad es Will el asesino que están
buscando.

La segunda temporada de “Hannibal”
(estrenada por la NBC el 28 de Febrero de 2014) se permite no pocas alusiones a
“El silencio de los corderos” (recordemos que Bryan Fuller no tenía los
derechos para poder adaptarla legítimamente), pero subvertiendo radicalmente
los términos que creíamos conocer. Ahora
es Will Graham quien está ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore,
dirigido por el repulsivo doctor Frederick Chilton (Raul Esparza),
mientras que el FBI (con Jack Crawford a la cabeza) y los medios de
comunicación identifican a Will con el destripador de Chesapeake. El propio Hannibal Lecter no sólo visita a
Graham en el psiquiátrico, sino que ahora es él quien asesora al FBI para
investigar unos crímenes que él mismo ha cometido o instigado. Desde su celda, Will trata de convencer a sus
antiguos compañeros de que Lecter es no sólo un embaucador sino un peligro en
toda regla, y la agente Beverly Katz (Hettiene Park) paga muy cara la
osadía de entrometerse en la mansión de Hannibal para buscar pruebas contra él. Paralelamente, se celebra un mediático juicio
contra Graham en el que éste es finalmente declarado inocente, pero, cuando
queda en libertad, Will descubre que Alana, de quien creía estar enamorado, ha
iniciado una elación romántica con Lecter.
A pesar de todo, ni siquiera un ser superior como Hannibal puede borrar
absolutamente todas las huellas que ha ido dejando en sus macabros crímenes, y
el final de la temporada es tan excelso como bestial: Graham, Crawford y Alana heridos de gravedad
cuando pretendían arrestarle, Abigail Hobbs (la hija del Alcaudón de Minesotta
de la temporada anterior) asesinada a manos de Hannibal, y éste, triunfante,
huído a Europa en compañía de su terapeuta, la doctora Bedelia Du Maurier (Gillian
Anderson).

A pesar de que ya en la segunda
temporada se había manifestado un ligero descenso en el nivel de calidad de la
serie e incluso en la respuesta popular hacia la misma, el principal factótum y
showrunner Bryan Fuller logró convencer a la NBC para la realización de
la tercera (y, hasta el momento, última) temporada, que debutó el 4 de Junio de
2015. En esta ocasión, Fuller y sus
guionistas se lanzan como lobos hambrientos en pos de todo el material
“lecteriano” que, a excepción de “El silencio…”, aún podía
adaptarse. De este modo, los primeros
episodios de la temporada se centran básicamente en la novela y película
tituladas simplemente “Hannibal” (el film lo dirigió Ridley Scott), con
algunos toques del último y más flojo largometraje de la saga, “Hannibal: El
origen del mal”, mientras que los restantes seis capítulos narran “El
dragón rojo”, que, como dijimos al principio, en realidad fue el primer
relato cronológicamente publicado. Mientras
Will, Jack y Alana se recuperan de sus heridas, Hannibal y Bedelia se instalan
en Florencia, donde Lecter se hace pasar por un tal Doctor Fell y comienza a
hacer de las suyas. Los primeros
asesinatos que reproducen el modus operandi de Hannibal conducen a Will en su
busca hasta Italia, y Jack Crawford no se queda atrás. Desde Estados Unidos, el millonario tullido
Mason Verger (Michael Pitt en la Temporada 2/Joe Anderson en la
3), que se arrancó la piel de la cara influenciado por Hannibal, ha puesto
precio a la cabeza de éste, y el policía florentino Rinaldo Pazzi (Fortunato
Cerlino) pretende cobrar la recompensa, pero es descubierto (y castigado)
por Lecter. Finalmente, Hannibal y Will
son capturados por los sicarios de Verger, y trasladados a Norteamérica; cuando van a ser pasto de los cerdos rabiosos
de Verger, Alana (la cual ha descubierto su vena lésbica en brazos de la
hermana de Mason) logra liberar a Hannibal, quien da buena cuenta de los
matarifes y acaba entregándose voluntariamente a la policía, cansado de seguir
huyendo de quien es su amigo, su enemigo, su némesis y su razón de
existir: Will Graham. Pasan tres años y Will se ha casado con una
mujer separada, madre de un hijo, y Lecter, desde el psiquiátrico, finge querer
ayudar e Graham en la captura de un nuevo asesino en serie apodado “El Dragón
Rojo” (Richard Armitage). En
realidad, lo que hace Hannibal es proporcionarle al Dragón la dirección de Will
para que éste mate a su familia, cosa que de milagro no sucede, y Will y Jack
piensan utilizar la misma estratagema para atraer al asesino: con ayuda de la periodista sensacionalista
Freddy Lounds (Lara Jean Chorostecki) y del inefable Doctor Chilton,
convierten a Hannibal en cebo, provocando un desenlace truculento en el que
Hannibal y Will, Will y Hannibal, luchan codo con codo contra un terrible
enemigo común, emprendiendo acto seguido un viaje sin retorno hacia lo que
puede ser un desenlace definitivo…

Si la primera temporada de “Hannibal”
sorprendía por el modo en el que, utilizando personajes y situaciones
conocidas, se daba lugar a un extraordinario thriller plagado de momentos que
bordeaban (o sobrepasaban) lo terrorífico, y la segunda invertía los parámetros
habituales del género (el “bueno” encerrado mientras que el “malo” campa libre
a sus anchas), la tercera destacaba por ser una especie de refrito de las dos
anteriores, un “más de lo mismo” en el que los elementos estéticos adquirían un
protagonismo desmesurado. Si hasta este
momento eran precisamente el tono, el look y el estilo lo que habían
caracterizado el serial, “Hannibal 3” sufre una sobredosis de estilismo (especialmente
en los primeros capítulos) que ralentiza el ritmo y dificulta el progreso de la
trama. Lo bueno (o no, según se mire) es
que, en los encuentros que mantiene Will con la doctora Du Maurier, por fin se
patentiza lo que hasta ahora podían ser sólo elucubraciones de la mente
enfermiza de algún espectador: entre
Will Graham y Hannibal Lecter se ha ido forjando una relación inclasificable que
oscila entre el afecto, el desprecio, el odio y, tal vez… el amor.
En los episodios finales es cuando más se pone de manifiesto lo arriesgado
que puede ser profundizar tanto en la psique humana: a fuerza de pretender manipular al cordero
desvalido, el lobo es capaz de llegar a sentir, más allá de la excitación de la
caza, un hedonista afán de protección, que , una vez modelada la presa a imagen
y semejanza del cazador, acaba por convertirse en un reflejo tan fiel de sí
mismo que, por pura lógica narcisista, desata irresistible la pasión, tanto más
en un antagonista capaz de empatizar tanto con el monstruo al que persigue, que
al final termina transformándose en el propio monstruo.

El último episodio de “Hannibal”,
el 39 (decimotercero de la tercera temporada), se estrenó el 29 de Agosto de 2015,
pero, durante estos cinco años, no ha dejado de especularse con la posibilidad
de que creador y protagonistas puedan volver a reunirse para una cuarta
temporada, que, esta vez sí, podría abordar los sucesos de “El silencio de
los corderos”, una vez solventados los impedimentos legales que lo
bloqueaban. Tal vez, en cualquiera de las
nuevas televisiones de reciente implantación (Netflix, HBO, Amazon Prime…),
podamos volver a disfrutar una serie tan, tan sabrosa que podría equipararse a la
degustación de un hígado acompañado de habas y un buen Chianti…
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