Mi madre, que fue
quien me inculcó desde la cuna esta pasión inquebrantable por el Séptimo Arte,
en sus últimos años decía: “Mi cine es la tele”. Con esas palabras lo que pretendía explicarme
era que montarse en un coche para meterse en una sala oscura ya no le apetecía,
siendo más fácil y reconfortante la opción de ver películas en el televisor. Yo todavía estoy en la fase en la que pienso
que no hay nada comparable con la pantalla grande, pero en estas últimas
semanas ver cine en la TV es lo único que nos es posible a toda la población española,
de modo que, con sabor a encierro, estas son nuestras (esta vez televisivas)
¡¡PÍLDORAS DE CINE!!.
“EL HOYO”
En los buenos
viejos tiempos, confieso que iba al cine dos y a veces hasta tres días por
semana, de modo que eran pocas y raras las películas que, estrenándose comercialmente
en mi ciudad de residencia, escapaban de mis voraces fauces. Sin embargo, me negué a ver “El hoyo”, cuyos
trailers me causaron una no muy positiva impresión. Meses después, los comentarios positivos y
recomendaciones de unos amigos cuyo criterio valoro y respeto me decidieron a
darle una oportunidad. “El hoyo”
describe un futuro distópico en el que, en una infraestructura socavada en un
lóbrego agujero, las personas están estratificadas en varios niveles,
recibiendo los de abajo las sobras de lo que han despreciado los de
arriba. Parece ser que mis amigos no son
los únicos fans de esta película que ha dirigido el bilbaíno Galder
Gaztelu-Urrutia, y que, de hecho, ha triunfado tanto en el último
festival de Sitges como en los pasados premios Goya, siendo en la actualidad
uno de los mayores éxitos de la plataforma Netflix. En resumen, no es descabellado afirmar que
nos hallamos ante una de las películas del momento, uno de esos títulos que han
logrado poner de acuerdo a millones de cinéfilos. Por lo que a mi respecta, quizás lo más fácil
sería hacer un comentario rápido (aunque poco sincero) y sumarme a la oleada de
elogios y parabienes, con lo que, de seguro, quedaría bien con todo el mundo y,
obviamente, no ofendería a nadie. Sin
embargo, ¿realmente de qué me serviría mantener un blog durante tantos años
sólo para escribir en él un puñado de mentiras piadosas? A mi “El hoyo” no me gustó. No me gustó nada. Vamos, que posiblemente es de las películas
que menos me han gustado en toda mi vida. En primer lugar, confieso que tuve que
preguntar a mis amigos (esos que me la habían recomendado) exactamente qué era lo
que habían encontrado en ella que tanto les había complacido; porque yo, que, siempre, siempre, saco algo bueno
de cada película que veo (ya sea el guión, o los diálogos, o las interpretaciones,
o la música, o la fotografía, o el diseño de producción, o el sonido, o el
montaje…) fui incapaz de disfrutar absolutamente ningún aspecto de este film. Y, en segundo lugar, no sólo no disfruté sino
que su dureza y exabruptos escatológicos me sumieron en un mal cuerpo
monumental. Me alegro tres mil por su
infinita y creciente legión de fans, pero yo lo pasé tan mal viendo/sufriendo
este alegato futurista protagonizado por los televisivos Iván Massagué (“Gym
Tony”), Zorion Eguileor (“Estoy vivo”) y Antonia San Juan
(“La que se avecina”), que ni siquiera puedo prometer que, algún día,
cuando este confinamiento acabe, me decidiré a darle una segunda oportunidad
Calificación:
__ (sobre 10)
“COMANCHERÍA”
Hacía cuatro
años que quería ver esta película de David McKenzie, y, por diferentes
razones, no me había sido posible hasta que un maldito virus nos ha confinado
en un hogar que a veces se torna una entrañable prisión. El título original de “Comanchería” es
“Hell Or High Water”, lo cual forma parte del nombre de un célebre álbum
de Deep Purple, “Come Hell Or High Water” (1994), que a su vez
parafraseaba una locución anglosajona que viene a significar algo así como “pase
lo que pase”, “cueste lo que cueste” o, mejor aún, “contra viento y marea”. Estas tres acepciones sirven para definir la
determinación de un tipo (Chris Pine) que, junto a su hermano ex-presidiario
(Ben Foster) se ha propuesto atracar una serie de bancos hasta conseguir
el dinero suficiente para que sus hijos tengan el porvenir asegurado. Un viejo ranger a punto de jubilarse (Jeff
Bridges) será el encargado de intentar detener a los recalcitrantes
ladrones, y, para conseguirlo, no cejará en su empeño en ningún momento y bajo
ningún concepto (que son, obviamente, otras de las posibles traducciones del
título inglés del film). Esta historia
de perseverancia y determinación, más que de policías y ladrones, la ha escrito
Taylor Sheridan, guionista de “Sicario” y su secuela, y está ambientada
en un lejano oeste norteamericano en el que los indios (los comanches a los que
se refiere la traslación española) son poco menos que un recuerdo del pasado, y
los hombres blancos ya no montan veloces caballos sino coches de potentes
cilindradas. Pero, indudablemente, “Comanchería”
tiene mucho de western, en su fotografía, en su ambientación y en su filosofía,
y por su dirección, interpretaciones y guión es, sin duda, uno de los mejores
westerns que hemos podido ver en bastantes años.
Calificación:
8,5 (sobre 10)
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