Cine actualidad/ “ERASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD”


Novena y penúltima

Si existe algún director actual cuyo solo apellido sea capaz de generar cantidades ingentes de expectación, admiración y controversia a nivel mundial, ése es, sin duda, Quentin Tarantino.  Desde su explosiva carta de presentación de 1992, “Reservoir Dogs”, cada una de sus siguientes películas ha ido estrenándose con la vitola creciente de acontecimiento apoteósico, y mucho más desde que anunció que sólo pensaba dirigir diez films antes de retirarse.  Erase una vez en Hollywood”, que debutaba el jueves en las carteleras de nuestro país, es el noveno y, por tanto, el penúltimo jalón de su carrera, razón por la cual las expectativas alcanzaban cotas ciertamente estratosféricas.

Ambientada en la ciudad de Los Angeles en 1969, “Erase una vez en Hollywood” narra la amistad entre una estrella televisiva de popularidad decreciente (Rick Dalton: Leonardo DiCaprio) y su inseparable doble de acción, asistente y, sin embargo, amigo (Cliff Booth: Brad Pitt) circunscrita en un contexto histórico que, en teoría, culminaría la madrugada del 9 de Agosto, momento en el que la macabra “Familia Manson” asesinaría a la actriz Sharon Tate (Margot Robbie) y a otras tres personas que se hallaban con ella en su lujosa mansión del 10050 de Cielo Drive.  Dicen los cronistas que aquel fatídico día murió también la inocencia del viejo Hollywood, y esa sensación de pérdida, de languidez y de melancolía preside buena parte del largo metraje de la cinta…

A la hora de formular una opinión más o menos crítica de “Erase una vez en Hollywood”, entiendo que hay dos posibles posturas:  o eres un fanático ciego, sordo y (no precisamente) mudo de Tarantino, o vas por libre e independiente.  Sólo de este modo me explico el aluvión de críticas super positivas que está recibiendo la película.  Magistral”, “Obra magna”, “Gigantesca carta de amor al Séptimo Arte” son algunos de los calificativos que he tenido ocasión de leer aquí y allá, y a fe mía que en ningún momento los he asumido como propios, como nacidos de mi propia sensibilidad.  De hecho, durante la primera hora y media del film me costó bastante aceptar que el artífice de tantas escenas vacías y tantos diálogos banales fuera el mismo creador de las maravillosas frases lapidarias de “Pulp Fiction”.  Porque ése es el estilo Tarantino, amigos, que no se nos olvide:  no se trata sólo de reunir a un elenco deslumbrante de artistas, de combinar en una rutilante cocktelera una docena de canciones sin ninguna vinculación aparente o de estar seguros de que, antes o después, habrá un visceral estallido de violencia, sino, también y sobre todo, de hilvanar una historia asombrosamente bien escrita y dotarla de unos diálogos sensacionales e inigualables marca de la casa.  En “Erase una vez en Hollywood” el guión literario adolece de una muy preocupante falta de originalidad, con situaciones que se notan demasiado forzadas y sólo un único diálogo medianamente destacable:  el que mantiene el personaje de DiCaprio con la actriz infantil a la que da vida la sorprendente Julia Butters.

Tampoco el tratamiento de actores y personajes es tan brillante como cabría esperar, y el incomparable elenco de estrellas va pasando antes nuestros ojos sin pena ni gloria.  Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern (sustituyendo al fallecido Burt Reynolds) o Emile Hirsch realizan poco menos que cameos sin trascendencia ni relevancia, mientras que las apariciones de Steve McQuen (Damien Lewis), Roman Polanski, esposo de la citada Sharon Tate (Rafal Zawierucha) o el mismísimo Charles Manson (Damon Herriman) saben a poco o casi nada.  Mención especial merece la muy comentada escena en la que un icono imperecedero como Bruce Lee (Mike Moh) recibe un tratamiento que a muchos ha molestado profundamente, convirtiendo al filosófico maestro de las artes marciales en un mamarracho fanfarrón y prepotente;  el mítico creador del Jeet Kune Do no se merecía ser ridiculizado de esa manera.

Por si fuera poco, Tarantino vuelve a utilizar la Historia como pretexto para retorcerla a su antojo, de modo que, al igual que ya sucediera en “Malditos bastardos”, el final dista mucho de ser el que todos esperábamos, razón por la cual el personaje de Sharon Tate al que Margot Robbie se había estado entregando con tanta vehemencia, pierde de un plumazo su esencia y su razón de ser.  Por suerte, la pareja de protagonistas masculinos goza de un tratamiento riquísimo en matices que permiten que tanto Leonardo DiCaprio como Brad Pitt se luzcan como pocas veces se han lucido.  Personalmente, prefiero la interpretación de DiCaprio, pero hay que admitir que el personaje a cargo de Pitt acaba resultando tan encantador como decisivo.

A pesar de las debilidades que acabo de reseñar (y que, increíblemente, parecen ser invisibles o insignificantes para los tarantinófilos más desatados), no puedo negar que muchas cosas de “Erase una vez en Hollywood” sí me resultaron muy satisfactorias:  el diseño de producción y vestuario, la fotografía de Robert Richardson, algunos tics inesperados de planificación y montaje (no lo puedo evitar, me gusta que incluso los creadores más reconocidos se esfuercen por innovar, por provocar) y, sobre todo, el formidable dúo protagonista han logrado que, pasadas las horas, la película me haya dejado un regusto no del todo desagradable.  Por ello, y aun insistiendo en que se trata de una de las películas menos logradas y más desangeladas (y ésto, tratándose de un film ambientado en Los Angeles, es especialmente lamentable) del señor Tarantino, tengo que ser honesto conmigo mismo y otorgarle una puntuación que considero muy, pero que muy generosa.

Luis Campoy

Lo mejor:  los dos protagonistas masculinos, la fotografía y la ambientación
Lo peor:  aun tratándose de un film del gran Quentin Tarantino, el guión no es nada brillante y los diálogos carecen de su genialidad habitual
El cruce:  El juego de Hollywood” + “JFK” + “Malditos bastardos
Calificación:  7 (sobre 10)

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