Cine actualidad/ “AQUAMAN”


Superhéroe en remojo

Tomás Miguel, mi vecino del 2º D, guardaba bajo su cama un tesoro de incalculable valor:  una caja repleta de comics, o, mejor dicho, de tebeos (que era como los llamábamos entonces).  Gracias a él, leí las primeras aventuras de Superman editadas por Novaro (que contenían aquellas traducciones tan pintorescas llenas de términos latinos), en alguna de las cuales aparecía Aquaman, un tipo cuyos poderes me recordaban sospechosamente a los del marvelita Namor (en realidad, ambos personajes siempre han estado acusándose mutuamente de plagio, por cuanto que primero se creó a Namor, pero se le mantuvo en el dique seco durante dos décadas, mientras que Aquaman, que vio la luz apenas dos años después que su rival, logró una continuidad mayor y un éxito más constante).  Lo cierto es que aquel hombre anfibio de DC, vestido de dorado y verde y que portaba un enorme tridente, en realidad nunca fue santo de mi devoción, por lo que no soy en absoluto experto en su historia, su iconografía o sus andanzas.

Creado en 1941 por Mort Weisinger (guión) y Paul Norris (dibujo), Aquaman es el heredero al trono del mundo sumergido de Atlantis, y fue visto por primera vez en el moderno universo cinematográfico de DC en la infravalorada “Batman v Superman” (Zack Snyder, 2016).  El actor que le dio vida, Jason Momoa (nacido en 1979) volvió a encarnarle en “Liga de la Justicia” (2017), y finalmente ha obtenido su propia película como protagonista absoluto en “Aquaman”, que ha dirigido el malayo-australiano James Wan.

Tal como dije al principio, no soy ni mucho menos un experto en Aquaman, de modo que no puedo constatar si el film recién estrenado entre nosotros es una adaptación fiel y respetuosa para con la esencia, la psicología y el elenco de personajes secundarios concernientes al atlante.  Lo que sí puedo afirmar es que “Aquaman” me dejó sencillamente boquiabierto, no sólo por la desbordante imaginación que es capaz de desplegar, sino también por el exquisito mimo con el que está tratado el guión, escrito por Will Beall y Kurt Johnstad.

Parece que DC ha aprendido por fin la lección y que los brotes verdes vislumbrados en “Wonder Woman” (2017) no se han quedado en mera agua de borrajas.  Alejándose de la molesta oscuridad (en todos los sentidos) que tanto perjudicó a “El hombre de acero” (2013) y, sobre todo, a la citada “Batman v Superman”, “Aquaman” es un espectáculo luminoso y colorista que, a pesar de venir dirigida por el realizador de “Saw”, “Insidious” y “Expediente Warren”, huye de las sombras para retratar un maravilloso mundo acuático (Atlantis) en el que el protagonista deberá vencer sus recelos a ostentar la corona que por herencia le pertenece.  Ya los primeros minutos del metraje tienen un encanto irresistible (esa bella y rejuvenecida Nicole Kidman seduciendo nada menos que al padre de Boba Fett), que luego se convierte en un derroche de fantasía que no le hace ascos a lo kitsch, pero en cuanto aparece Aquaman adulto, ya bajo los rasgos de Jason Momoa, incluso el espectador más neófito (como un servidor) es capaz de comprender que Momoa es perfecto para hacer creíble y adorable el personaje.  No se trata meramente de una cuestión de músculo, sino de hallar el tono preciso, con sus dosis de humor, arrogancia, cinismo, valor y majestuosidad, que el antiguo Khal Drogo de “Juego de tronos” clava a la perfección.  También es un acierto de casting la elección de Amber Heard como compañera de Aquamen:  físico aparte, la antigua pareja de Johnny Depp borda su papel de princesa guerrera incapaz de conformarse con ser un mero objeto decorativo.  Los otros papeles destacados los ejecutan Patrick Wilson (el villano Ocean Master, hermanastro del protagonista), Willem Dafoe (haciendo de mentor calcadito del Ramirez de Sean Connery en “Los Inmortales”) y Dolph Lundgren, a quien este mismo mes veremos retomar su mítico Ivan Drago en “Creed II”.

Si tuviera que ponerle algún “pero” a “Aquaman” creo que sería su excesiva dependencia del ordenador (maldito mal endémico del cine actual), pues rezuma pixels e infografía por sus cuatro costados;  confieso que a veces preferiría que volviesen los fondos pintados o las transparencias, que al menos resultaban más palpables, menos irreales.  Pero el diseño de producción, el vestuario, el sonido y la música (compuesta por Rupert Gregson-Williams) son de primerísimo nivel, perfecto envoltorio para una de las mejores adaptaciones de comic vistas en los últimos años, que permite por fin a DC-Warner mirar cara a cara a Marvel-Disney y no sentirse inferior en el resultado cinematográfico, ni tampoco en la repercusión en taquilla.

Luis Campoy

Lo mejor:  los actores, la música, el diseño de producción, la inventiva visual, el mimo con el que está elaborado el guión
Lo peor:  el exceso de ordenador, que a veces llega a resultar molesto;  el villano Black Manta, poco menos que un chiste intraducible
El cruce:  “Black Panther” + “Warlock” + “Buscando a Nemo” + "Ant-Man y la Avispa"
Calificación:  8,5 (sobre 10)

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