Cine actualidad: “BOHEMIAN RHAPSODY”


Una rapsodia bohemia

Era verano de 1978.  Yo tenía 15 años, y en un establecimiento de la cadena Woolworth que duró un suspiro en mi Alicante natal, ví en la sección de discos (sí, discos, LP’s de vinilo) la banda sonora de una película titulada simplemente “FM”, un pedazo de soundtrack en el que se incluían canciones de Steely Dan, Tom Petty, Steve Miller Band, Eagles, Boston y, cerrando el álbum, un tema corto pero imposible de olvidar en el que la base rítmica incluía un coro de palmadas y la vibrante, aguda voz del líder de la banda, rematado por un prodigioso solo de guitarra . Se trataba, naturalmente, del famosísimo “We Will Rock You” y aquel fue el primer disco que compré (no sería el último)   
del que iba a convertirse en uno de mis grupos favoritos:  Queen.


Desde que Freddie Mercury, el indiscutido líder de la banda, falleció de SIDA en 1991, se fue abriendo camino la idea de rodar una película sobre Queen y la atormentada existencia de su vocalista.  En un principio, el intérprete escogido para encarnar a Freddie Iba a ser el provocador cómico británico Sacha Baron Cohen con Stephen Frears en la silla de director, pero surgieron las inevitables diferencias creativas y, finalmente, quien gritó “¡Acción!” fue el realizador neoyorquino Bryan Singer, quien eligió al americano-egipcio Rami Malek como protagonista.
 
Bohemian Rhapsody”, la película, arranca a principios de los años setenta, cuando un joven Farrokh Bulsara, nacido en Zanzíbar pero residente en Inglaterra desde sus dieciocho años, conoce a Brian May y Roger Taylor, quienes tocan en un grupo llamado “Smile” cuyo cantante Tim Staffell acaba de abandonarles.  Farrokh cambia su nombre por el de “Freddie” y su apellido por el de “Mercury”, y se convierte en solista de la nueva banda que forma junto a May (guitarrista), Taylor (batería) y el bajista John Deacon:  Queen.  Después de unos inicios en los que básicamente componían y tocaban temas de rock duro, deciden que su estilo debe ir evolucionando, y surgen maravillas como los álbumes “A Night At The Opera” (1975) y “A Day At The Races” (1976).  El film narra el proceso de creación de estos discos, las giras posteriores y el ascenso imparable de Queen hasta convertirse en auténticos ídolos de medio mundo, pero también los traumas personales que asolaban a Mercury, su bisexualidad, sus escarceos con las drogas y su huída hacia una más bien fallida carrera en solitario.  El final, sin embargo, es conciliador y apoteósico:  en lugar de presenciar el terrible deterioro al que el SIDA sometió a Freddie, nos despedimos de la banda seis años antes, en 1985, justo con su participación en el macroconcierto Live Aid, en el que ofrecieron una de sus actuaciones más memorables.

La producción de “Bohemian Rhapsody” no ha sido nada fácil.  A los ya referidos cambios de protagonista y director, hay que añadir las múltiples turbulencias que tuvieron como epicentro al realizador Bryan Singer, que un día se enfrentaba airadamente al actor Rami Malek, al día siguiente era acusado de abusos sexuales y finalmente se ausentaba del plató sin avisar, supuestamente para cuidar a un familiar enfermo, obligando a los productores a tomar la drástica decisión de despedirle fulminantemente cuando sólo faltaban dos semanas para concluir el rodaje.  El inglés Dexter Fletcher (“Amanece en Edimburgo”) fue contratado para finalizar la película, si bien es Singer quien figura en exclusiva como director.

El caso es que, viendo ayer la película, no percibí rastro alguno de desavenencias entre sus creadores, sino que sucumbí al poder hipnótico de unas imágenes que me emocionaron sinceramente.  Se había hablado muchísimo de la “asombrosa transformación” de Rami Malek en Freddie Mercury, y bueno, aun reconociendo que Malek se esfuerza y mucho, la mayor parte de las veces lo que yo ví era a un señor maquillado para tratar de parecerse facialmente al añorado Freddie;  eso sí, los gestos y movimientos de Mercury sí son excelentemente recreados, lo cual honra tanto al actor como a sus coaches de interpretación.  En cuanto a la parte vocal, en esta ocasión se ha mantenido la auténtica voz del cantante fallecido, no como otras veces en las que el protagonista actúa e incluso canta con su propia voz (casos de “En la cuerda floja” o “Quiero ser libre”, por poner un par de ejemplos).  Pero no quiero que parezca que le estoy restando méritos a una cinta que, honestamente, me encantó.  Pienso que cualquier fan de Queen vivirá una odisea emocional viendo “Bohemian Rhapsody”, porque, con las extraordinarias canciones de la banda sonando a todo volumen, somos testigos presenciales de cómo se gestaron algunas de ellas y cómo llegaron a convertirse en las obras maestras que ahora nos parecen.  Secuencias como las de la grabación de “Bohemian Rhapsody” (que da título al film), la composición de “Another One Bites The Dust” o la creación de la mencionada “We Will Rock You” son realmente magistrales, por no hablar del mini concierto final, que, como ha quedado dicho, recrea la participación de Queen en el festival benéfico Live Aid (que organizase el cantante de Boomtown Rats, Bob Geldof) y que me subió, peldaño a peldaño, hasta el Séptimo Cielo.  Cierto es que la personalidad del auténtico Freddie Mercury ha sido muy, pero que muy dulcificada, que la droga apenas hace acto de presencia (en la realidad jugó un papel bastante más significativo), y que, cuando la música no ostenta el protagonismo, la trama se resiente un poco, pero no es menos verdad que, a partir de ahora, (al menos yo) no podré volver a escuchar a Queen (y lo hago muy frecuentemente) sin tener en mente las maravillosas imágenes de esta película.  No tiene la objetividad y la sinceridad expositiva de un documental, pero tampoco adolece de la frialdad inherente a éstos, que es exactamente lo que no puede reprochársele a “Bohemian Rhapsody”:  una celebración inigualable de la música de una de las mejores bandas de la Historia, un retrato apasionado de un mito de la cultura popular y una oportunidad de oro para deleitarse con unas canciones ya convertidas en himnos.

Luis Campoy

Lo mejor:  la creación de las canciones más significativas de la banda, y especialmente el concierto final, en el que el espectador se siente realmente inmerso
Lo peor:  la excesiva sutileza con la que se afrontan los aspectos más sórdidos de la personalidad del protagonista (algo que yo le perdono sin dudar)
El cruce:  En la cuerda floja” + “Ray” + “La Bamba
Calificación:  9 (sobre 10)

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