PÍLDORAS DE CINE (Junio de 2018)


Con motivo del reciente estreno de “Han Solo:  Una historia de Star Wars”, para mí simplemente entretenida y poco más, un amigo (por cierto, ya cuarentón), me acusó de “haber dejado de ser niño, de no saber entender que las películas de ‘La Guerra de las Galaxias’ no son arte, sino que sólo pretenden distraer”.  Yo, que vi la película fundacional del universo galáctico en el estreno alicantino de 1977, que soy desde entonces coleccionista de todo lo que tiene que ver con la saga y que, desde luego, pienso continuar presenciando los nuevos título que se vayan adhiriendo a la misma, simplemente considero que de lo que se trata es de que hay películas mejores y peores, más acertadas o más fallidas, más novedosas o más predecibles, y que estar ambientado en “una galaxia muy, muy lejana” no representa un salvoconducto para cualquier producto comercial ni es una carta blanca para que tengamos que comulgar con ruedas de molino y dar por bueno aquello que nos parece sencillamente regular.  Paralelamente, es cierto que, con la edad y la perspectiva, uno comprende que, más allá del género fantástico, existe todo un universo de fantásticas películas que, utilizando elementos narrativos más simples, sin efectos especiales apabullantes o explosiones a tutiplén, consiguen que se consolide y extienda el amor al Séptimo Arte.  Todo lo anterior viene a cuento de que, casualmente o no, las últimas veces en que la sala de cine me ha hecho realmente feliz ha sido gracias a dos títulos dramáticos, adultos, de ésos que, en apariencia, confirmarían la teoría esgrimida por mi amigo al principio de este artículo…

EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO
El año pasado estuve a punto de ver “Langosta” pero finalmente dicha película no pudo incluirse en la programación de mi Cine Club Paradiso de Lorca, de modo que, por desgracia, no había tenido oportunidad de conocer de primera mano la obra del realizador ateniense Yorgos Lanthimos, autor también de “Alps” o “Canino”.  Los primeros compases de “El sacrificio de un ciervo sagrado” son una brutal provocación:  una operación a corazón abierto, en primerísimo plano, obligando al espectador a  mirar y a sufrir durante unos largos minutos.  A partir de ese momento, comienza una narración de ritmo pausado, de diálogos recitados con sosiego, de solemnes movimientos de cámara.  ¿Quién es este Lanthimos?  ¿Acaso se ha metido tantos lingotazos de ouzo que ha llegado a creerse el sucesor de Stanley Kubrick?  La comparación con Kubrick no es nada gratuita.  El diseño de producción, los travellings y la utilización de la música remiten una y otra vez a “2001, Odisea del Espacio” o, sobre todo, “El Resplandor”;  en no pocos instantes, te da la impresión de que las gemelas del vestidito azul van a aparecerse en cualquier rincón del hospital en que trabaja el protagonista.  Y ¿cuál es la extraña relación que une a éste (Colin Farrell) con el ambiguo adolescente al que encarna el desconocido (y soberbio) Barry Keoghan?  Durante la primera mitad de la proyección estuve intranquilo, inquieto, tanto me costó aceptar y comprender la propuesta de Lanthimos.  Sin embargo, la segunda hora del film se me pasó en un suspiro, tan admirado y boquiabierto me llegué a sentir.  Soy consciente de que, al igual que sucede con producciones del tipo “madre!” (Darren Aronofsky, 2017), no cualquier persona, no cualquier espectador será capaz de valorar todas las virtudes cinematográficas (dirección, diálogos, interpretación, fotografía, montaje) que contiene este excepcional film en el que por fin puede volver a brillar una entregada Nicole Kidman.  Pero he de admitir que hacía muchos meses que no me sentía tan hipnotizado por una película que me parece total, apasionante, fascinante, inolvidable.
Calificación:  9 (sobre 10)

BASADA EN HECHOS REALES
La catadura moral de una persona no la descalifica como artista;  ésta siempre ha sido mi opinión ante casos como los de Woody Allen, Kevin Spacey o Roman Polanski, quien ha desarrollado las últimas décadas de su carrera en Europa, tras ser acusado de violación de una menor en 1977 y tener que abandonar precipitadamente los Estados Unidos.  Desde que volviese a rozar el Olimpo con la espléndida “El pianista”, Polanski ha continuado en activo desafiando su ya avanzada edad (84 años), aportando una serie de títulos que, no siendo exactamente magistrales, sí han sido coherentes con su estilo e inquietudes personales.  Basada en la novela homónima de Delphine Vigan, “Basada en hechos reales”, cuyos derechos cinematográficos adquirió Polanski para que fuese interpretada por su esposa Emmanuelle Seigner, cuenta la odisea a la que se enfrenta una escritora de éxito a la hora de afrontar el mayor de sus miedos:  la página en blanco.  ¿De qué hablar?  ¿Sobre qué escribir?  ¿Qué narrar en su próximo libro?  Ese es el dilema que acongoja a la ya madura Delphine (Seigner), hasta que conoce a su más exaltada fan, Elle (Eva Green), con la que inicia una extraña relación de dependencia y obsesión.  El drama que parecía intuirse al principio deviene en thriller, y éste llega a rozar el terror, al tiempo que Delphine y Elle se enzarzan en una enfermiza simbiosis que no puede tener un final feliz…  El magnetismo prodigioso de Eva Green (posiblemente la mirada más electrizante del cine actual) es de largo lo mejor de “Basada en hechos reales”.  Su sola presencia define el tono de cada secuencia en la que aparece.  Emmanuelle Seigner hace lo que puede en un papel en el que no siempre está convincente, y Polanski…  Polanski es experto en realizar propuestas opresivas y enfermizas similares a ésta (“Repulsión”, “La semilla del diablo”, “El quimérico inquilino”, “Lunas de hiel”, “La muerte y la doncella”…), pero en esta ocasión parece como desganado a la hora de filmar, más conformista que innovador, más artesano que creador.  Algunas escenas se dirían copiadas de los insufribles telefilms alemanes que colapsan los domingos de Antena 3, si bien poco a poco el espectador más atento se da cuenta de que algo no encaja, de que no todo es lo que parece.  La pregunta que uno se hace es…  ¿”Misery” o “El club de la lucha”? (y a buen entendedor, ya se sabe…)
Calificación:  7,5 (sobre 10)

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