Un
dinosaurio viene a verme
¿A qué sabe un dinosaurio? Para mí, a mayonesa con ajo…
Durante el largo y caluroso
verano de 1993, cuando apenas faltaban unas semanas para el estreno de ”Parque
Jurásico”, la película de Steven Spielberg, me propuse leer primero la novela escrita
por el malogrado Michael Crichton. A tal
efecto, allá donde yo iba, el voluminoso libro venía conmigo, a la piscina, a
la playa y a donde hiciera falta, y así fue cómo el libro y yo fuimos a parar a
cierto piso de la costa de Aguilas (Murcia) en el que, entre capítulo y
capítulo, tuve la oportunidad de degustar las mayores y más deliciosas raciones
de alioli que mis fauces hayan devorado jamás…
Desde entonces han transcurrido
nada menos que veinticinco añitos, y a pesar de que Crichton falleció de cáncer
en 2008 y de que Spielberg ya no gobierna el timón de la nave, la millonaria saga
sobrevive lejos de la extinción. De hecho,
después de un tiempo varada en el olvido, en 2015 fue relanzada con inusitado
éxito con “Jurassic World”, título del que la película que ahora comentamos es
la lógica e inevitable continuación.
Tres años después de los sucesos
narrados en “Jurassic World”, los dinosaurios que campaban a sus anchar por la
Isla Nublar, se enfrentan a una terrible erupción volcánica que pone en peligro
su supervivencia. Colectivos ecologistas
se manifiestan a lo largo y ancho del mundo exigiendo su rescate, y así será cómo
Claire Dearing y Owen Grady entrarán de nuevo en acción…
Como dijimos anteriormente,
Steven Spielberg ya no se sienta en la silla de director de la franquicia
jurásica, sino que se limita a ejercer funciones de productor ejecutivo. Fue él quien, tras ver el modo en que el
español manejaba la cámara en “Lo imposible”, logrando que una producción
europea luciese al nivel visual de un blockbuster hollywoodiense, decidió
confiarle la realización de la quinta entrega de la saga al español Juan
Antonio “Jota” Bayona (Barcelona, 1975), autor también de “El orfanato” y “Un
monstruo viene a verme”.
Bayona, bajo supervisión directa
de Spielberg, ha invertido dos años en la concepción y realización de “Jurassic
World: El reino caído”, y es evidente que todo ese tiempo debe haberlo dedicado
a la visualización de escenas, dibujo de storyboards, diseño de efectos
visuales y, finalmente, a la temible postproducción. Porque, desde luego, el argumento y guión
(redactados por el director saliente Colin Trevorrow) dejan bastante que desear. La historia urdida por Trevorrow no hace sino
transitar el mismo terreno ya conocido en la segunda entrega de la serie, “El
mundo perdido”, hallándose no pocas referencias temáticas e incluso visuales
que se hacen un poco molestas: una
primera parte que transcurre en la isla de los dinosaurios, una segunda mitad
que se traslada a un entorno civilizado, más oscuridad, más violencia y más
especies animales que mostrar.
Que Jota Bayona sabe cómo
planificar una secuencia yo lo tenía más que claro, y que es capaz de “pintar”
con una exquisita paleta de colores lo ha demostrado sobradamente en su
trayectoria anterior. Lo que no me
esperaba era que diese el visto bueno a un guión tan cargado de tópicos y,
sobre todo, que el tratamiento de todos los personajes fuese tan superficial, tan
insulso, tan pueril. Diríase que Dearing
y Grady están porque tienen que estar, porque los actores Bryce Dallas Howard y
Chris Pratt tienen sendos contratos firmados, ya que su aportación a la trama
es más bien irrelevante, siendo en todo momento marionetas de la acción
jurásica. La inevitable niña repelente
se manifiesta una vez más (ésta es otra de las constantes de la saga), si bien
en este caso su presencia conlleva una revelación un poco sorprendente. El gran Jeff Goldblum (Ian Malcolm en los
episodios 1 & 2) regresa a su lacónico papel, aunque su intervención es
poco más que un cameo. Y, en el terreno de
los villanos, da un poco de pena que el memorable “Buffalo Bill” de “El
silencio de los corderos” (Ted Levine) se conforme con dar vida a un militar
caricaturesco, así como sorprende que un personaje decisivo como el del
intrigante Eli Mills haya sido confiado a un actor tan mediocre e inexpresivo
como Rafe Spall.
Por lo demás, momentos como la
secuencia de arranque, el abandono de los dinosaurios en la Isla Nublar, la
subasta que se celebra en la mansión Lockwood o el ataque final del temible
Indoraptor dan fe de la habilidad de Bayona para hacer aflorar los sentimientos
(inquietud, dolor, tensión, terror), lo cual, en esencia, constituye su mayor
virtud como cineasta.
Luis Campoy
Lo mejor:
la planificación de las cuatro o cinco set-pieces que dan sentido a la
película
Lo peor:
la pueril utilización de todos los personajes, principales o secundarios
El cruce:
“Parque Jurásico” + “El mundo perdido: Jurassic Parl” + “Un monstruo
viene a verme”
Calificación: 7 (sobre 10)
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