El tío Oscar ya es un bisabuelo
nonagenario. ¡Nada menos que noventa
ediciones de los premios más famosos y representativos de la industria del
Cine! Para la gala celebrada esta pasada
madrugada en el Dolby Theatre (antiguo Kodak Theatre) de Los Angeles, se
esperaba una reivindicación masiva por parte de las mujeres de la industria,
basada en movimientos como Me Too y Time’s Up y con los escándalos sexuales
protagonizados por Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Dustin Hoffman o Woody Allen
en la memoria de todos. Por fortuna, la
ceremonia conducida por el televisivo Jimmy Kimmell (50 años) se ha quedado en
un tono un poco más comedido, e incluso las actrices han optado por un look
diferente al negro riguroso que ha caracterizado las últimas entregas de
premios internacionales.
Uno de los mayores defectos
atribuídos a los Oscar es su habitual previsibilidad. De vez en cuando Hollywood da la campanada a
la hora de emitir el listado de las películas y personas nominadas, pero cuando
ha de convertir las nominaciones en estatuillas, casi siempre los pronósticos
se van cumpliendo milimétricamente. En
este sentido, los galardones interpretativos no han sorprendido a casi
nadie. Sam Rockwell (el agente racista y desquiciado de “Tres anuncios en la afueras”) y Allison Janney (la madre cínica y
desnaturalizada de “Yo, Tonya”) destacaban
en todas las quinielas, como también el veterano Gary Oldman, extraordinario en su papel de Winston Churchill de “El instante más oscuro”. Quizás fuese en el Oscar a la Mejor Actriz
donde hubiese un poco más de misterio, pero al final la coeniana Frances McDormand
(“Tres anuncios en las afueras”) ha
batido a su rival más directa, la “muda” Sally Hawkins de “La forma del agua”.
En cuanto a premios puramente
técnicos, era lógico pensar que la lucha estaría entre la citada “La forma del agua” y “Dunkerque”, de Christopher Nolan. Para algunos, el film bélico de Nolan hubiera
merecido mucho, muchísimo más, aunque yo desde el principio le reproché su poco
acierto a la hora de presentar personajes realmente humanos y atractivos con
los que el público pudiera identificarse, si bien a su grandiosa puesta en
escena poco hay que reprocharle. Al
final, “Dunkerque” se ha “conformado”
con los Oscar al Montaje, el Sonido y los Efectos Sonoros (justísimos). Por su parte, “La forma del agua” recibía los reconocimientos a la Música (Alexandre Desplat) y el Diseño de Producción. La fascinante “Blade Runner 2049” de Denis Villeneuve triunfaba en el ámbito de la
Fotografía (magistral Roger Deakins)
y los Efectos Visuales (este último algo más discutido, ya que competía con “Star Wars: Los últimos Jedi”, “La guerra del planeta de los simios”, “Guardianes de la galaxia Vol. 2” o “Kong: La isla Calavera”). Para mí, “Blade
Runner 2049” merecía más el Diseño de Producción y “Star Wars” los Efectos en sí, pero, obviamente, yo no entrego los
galardones. Lo de que “El hilo invisible”, que retrata la vida
de un peculiar modisto al que encarna Daniel Day Lewis, iba a adjudicarse el
premio al Mejor Vestuario, era tan obvio que no merece mayor comentario.
En muchos aspectos, ha sido el
año de lo latino: la chilena “Una mujer fantástica” se convierte en
Mejor Película de Habla No Inglesa pasando por encima de la sueca “The Square”, y la maravillosa “Coco” (producción norteamericana de Walt
Disney/Pixar pero que ensalza el folklore mexicano), además del cantadísimo
galardón como Mejor Película de Animación, se lleva de calle el trofeo a la
Mejor Canción por “Recuérdame” (un
poco chapucera la interpretación del tema en el escenario, a cargo entre otros
del actor Gael García Bernal).
En el apartado literario, me hace
especial ilusión la victoria de “Déjame
salir” como Mejor Guión Original, y es que la película de Jordan Peele (asímismo autor del
libreto) fue una de las que más me gustó durante el pasado año. El premio al Mejor Guión Adaptado ha recaído
en el veteranísimo James Ivory (89) por
“Call Me By Your Name” (“Llámame por tu nombre”), que incluso iba
a dirigir él mismo pero que al final acabó realizando Luca Guadagnino.
Lógicamente, he dejado para el
final los premios gordos de la noche.
Sinceramente, nunca pensé que “Dunkerque”,
“Lady Bird”, “El hilo invisible” o “Los
archivos del pentágono” tuvieran la más mínima posibilidad de proclamarse
como Mejor Película, porque se presentía un duelo cerrado entre “La forma del agua” y “Tres anuncios en las afueras”. Para mí, “Tres
anuncios…” ha sido la mejor película de 2017, así de claro y así de simple,
y cualquier premio interpretativo, literario o el global como Mejor Película la
hubiesen honrado como se merecía. Pero no. Guillermo
del Toro (mexicano también y siguiendo la estela de su compatriota Alejandro
González Iñárritu) fue distinguido como Mejor Director por “La forma del agua”, y, en el instante
decisivo de la madrugada, los reincidentes Bonnie & Clyde (Warren Beatty y Faye
Dunaway) leyeron, esta vez sin equivocarse, que la Mejor película del Año era… “La
forma del agua”. Ya dije en mi
artículo al respecto de “La forma…” que
Guillermo del Toro tenía películas mejores y en las que brillaba más su
descomunal inventiva, y que en este caso se había limitado a reciclar conceptos
(el clásico “La mujer y el monstruo” y
su propia y superior “Hellboy”), pero
resulta evidente que, al final, lo que se ha premiado no ha sido tanto la
calidad intrínseca como el mensaje de aceptación y tolerancia, y no hay que
olvidar que “En la forma del agua” la
protagonista es una chica muda (discapacitada) que se enamora de un hombre-pez
(diferente) y es ayudada por una amiga negra y un vecino homosexual. Sobran las palabras. En una edición tan reivindicativa y
políticamente correcta, la fantasía (pero menos) derrota al drama, pero yo
siempre pensaré que un anfibio le birló el Oscar a quien realmente lo merecía.
Luis Campoy
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