La
verdad, toda la verdad
La guerra de Vietnam ha sido al
cine estadounidense lo que nuestra Guerra Civil al cine español: un tema socorrido y recurrente, una ocasión
de oro para retratar cómo era la sociedad antes, durante y después de dichas
contiendas. Cada cierto tiempo, una y
otra cinematografía regresan indefectiblemente a ese filón aparentemente
inagotable, narrando nuevas historias y revelándonos nuevos puntos de vista…
En 1971, los diarios The New York
Times y The Washington Post se encontraron con un suculento tesoro que en
realidad era una explosiva bomba de relojería:
una fuente generalmente bien informada puso ante sus ojos una serie de
documentos clasificados de alto secreto en los que se narraba con pelos y
señales cómo todas las administraciones y todos los presidentes de los Estados
Unidos desde 1955 sabían perfectamente que la Guerra de Vietnam era una batalla
perdida de antemano, que no existía ninguna posibilidad de ganarla, y aun así
continuaron enviando al frente a miles de jóvenes soldados con un destino tan incierto
como injusto. Cuando el Times fue
obligado a callar por el Gobierno presidido por Richard Nixon, el Post se halló
en una difícil tesitura, de la cual dependería incluso su propia subsistencia…
Es bien sabido que, a partir de
su lacrimógena “El color púrpura” (1985), el considerado durante años “Rey
Midas de Hollywood”, Steven Spielberg (n. 1946) decidió que su carrera debía
emprender derroteros un poco más “serios”, de modo que, en su triunfal curriculum
lleno de éxitos descomunales (“Tiburón”, “En busca del Arca perdida” y su
primera secuela, “Encuentros en la tercera fase”, “E.T. El Extraterrestre”), se
fueron sucediendo las películas “ligeras” y las “dramáticas”, logrando su cénit
en 1993 cuando se estrenaron casi simultáneamente “Parque Jurásico” y “La lista
de Schindler”, la cual le permitió obtener por fin la ansiada estatuílla como
Mejor Director. En la última década,
diríase que el maestro ya no goza del mismo fervor popular que hace 25 años,
pero aun así su producción no deja de incrementarse, siendo los films con
pretensiones de trascendencia los que más han proliferado. Para el inicio de este año 2018, en el que
más adelante veremos un proyecto más liviano, “Ready Player One”, Spielberg nos
reserva su más reciente obra solemne, “Los archivos del Pentágono”, en la que
vuelve a contar con su último actor fetiche, Tom Hanks, y la veteranísima Mery
Streep.
“Los archivos del Pentágono” es
no sólo un homenaje a la profesión periodística, sino a todo un negocio en vías
de extinción: los grandes periódicos de
inmensas redacciones, concurridas plantillas e incansables rotativas. Naturalmente, el gran referente formal es “Todos
los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), que de hecho también tenía
al citado Washington Post como escenario principal, pero lo que consigue Spielberg
es algo mucho más ambicioso: reconstruir
minuciosamente la forma de hacer cine en los años setenta, reproduciendo a la
perfección la textura y tonalidad de la fotografía, la paleta de color, las técnicas
de montaje y la edición de sonido, además de recuperar con asombrosa precisión
el mobiliario, el vestuario y los peinados de la época. En cuanto a la historia en sí, es justo
precisar que al guión redactado por Liz Hannah y Josh Singer le sobran unas
cuantas páginas, que pueden concretarse muy directamente en ciertas escenas más
bien innecesarias cuyo único objetivo es forzar una nueva nominación para Meryl
Streep (quien, por otra parte, siempre se lo merece). Asímismo, el espectador acaba perdiéndose en
un amasijo de personajes secundarios que desempeñan la misma función (los
reporteros, oficinistas y accionistas tanto del Washington Post como del New
York Times), que fácilmente podrían haberse aligerado o fusionado.
Lo que no reviste ninguna duda es
la maestría de Steven Spielberg a la hora de ubicar la cámara y planificar cada
secuencia, con especial mención al maravilloso momento en que el periódico
decisivo entra en prensa, ejemplo de ritmo y montaje al que acompaña una
efectiva banda sonora nuevamente firmada por el octogenario John Williams. Con esta hermosa carta de amor al Cuarto Poder,
el más famoso cineasta judío-americano (con permiso del denostado Woody Allen)
vuelve a demostrarnos que el Cine, además de una inocente distracción, puede
llegar a ser una poderosa arma de comunicación masiva.
Luis Campoy
Lo mejor: la secuencia
que transcurre en la rotativa del periódico;
la recreación del cine de los años setenta
Lo peor:
el film hubiera ganado prescindiendo de algunas escenas y algunos personajes
El cruce:
“Todos los hombres del Presidente” + “Primera plana” + “Spotlight”
Calificación: 8 (sobre 10)
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