La
perfección del planeta de los pixels
El legendario final de “El
Planeta de los Simios” (Franklin J. Schaffner, 1968) es, para mí, el más
icónico e impactante de la Historia del cine.
La playa, las olas del mar y los restos de cierto gigantesco monumento
que revelan que el protagonista (Charlton Heston) no está donde ni cuando creía
que estaba, constituyen un golpe demoleor que deja al espectador absolutamente
sin aliento. Parte de la esencia de esa
mítica escena impregna algunos momentos de “La guerra del Planeta de los Simios”,
que pretende ser el final de la llamada “Trilogía de César” y, al mismo tiempo,
constituir el puente hacia el mítico film que hemos reseñado al principio.
Recordemos que, tras los
titánicos esfuerzos de un joven científico para hallar una cura al alzheimer
que sufre su padre, un chimpancé utilizado como conejillo de indias obtiene
diversas capacidades humanas como las de el raciocinio y el habla. Muy pronto, el joven César se erigirá en
adalid de los derechos de los simios y acabará por convertirse en caudillo de
una auténtica revolución. Años después,
cuando ya humanos y monos se disputan el control del mundo, César y los suyos son atacados en
pleno bosque por una facción paramilitar dirigida por un Coronel cuyo fin
último es evitar la propagación de un virus que, paradójicamente, priva a los
hombres de la facultad de hablar…
Evolución e involución,
extrañamente hermanadas, constituyen la base argumental de una película que
aspira a ser mucho más que el cierre de una trilogía simiesca de indudable
éxito comercial. Viendo “La guerra del
Planeta de los Simios” recordé las clases de Historia, de Antropología, de
Ciencias Sociales, en las que te explicaban cómo se organizaban y estructuraban
las sociedades humanas en los albores de la Civilización. No afronté esta película como una película
más, sino como una metáfora, poética y dramática, sobre la humanización y la
deshumanización, sobre el auge de una especie y la decadencia de otra.
Pero, naturalmente, nos hallamos
ante una auténtica virguería en el terreno de les efectos visuales generados
por ordenador, y ése es el primer hito ante el que hay que descubrirse. Realizada mediante el sistema conocido como “captura
de movimiento” (los actores, con su rostro y cuerpo recubierto de sensores, ejecutan
los movimientos atribuibles a los simios, y luego los magos informáticos completan
el milagro), la perfección de su acabado visual es tal que difícilmente puedo uno
aceptar que César (prodigioso Andy Serkis) y sus compañeros antropomorfos no
estaban ahí realmente, sino que son “sólo” un maravilloso montón de bytes y pixels.
A pesar de algunos evidentes
fallos argumentales (esa niña deambulando como Pedro por su casa por el vigiladísimo
campo de concentración), la conjunción de casi todos los elementos roza el
sobresaliente, porque por una vez se aúnan la tecnología más vanguardista con
las emociones que nacen de unos personajes que, sin ser siquiera humanos, nos
cautivan con su sufrimiento, su dignidad y su grandeza.
Matt Reeves, realizador de “Monstruoso”
y quien ya realizara la anterior entrega de la saga, “El amanecer del Planeta
de los Simios”, demuestra una vez más su habilidad para la creación de
atmósferas y la descripción de personajes extraordinarios que acaban resultando
creíbles; su siguiente película será la
nueva aventura de Batman en solitario, de modo que algunos ya estamos
relamiéndonos…. Bajo la dirección de
Reeves, el gran Woody Harrelson se erige en un villano auténticamente
tridimensional, otorgando a su Coronel de una prestancia y una sustancia que lo
hacen odioso a la par que creíble y a ratos, incluso entrañable. ¿Y qué decir de Andy Serkis? Ha sido el alma de Gollum o de King Kong, y
su César es el protagonista absoluto aun cuando ni siquiera vemos la cara real de
este gran actor especializado en mímica y expresión corporal. La fotografía la firma Michael Seresin y la
música la compone Michael Giacchino, nuevamente en forma tras la decepción de
su banda sonora para “Jurassic World”.
Luis Campoy
Lo mejor:
los simios creados digitalmente, Woody Harrelson, la fotografía, la
música…
Lo peor:
algunos detalles argumentales restan credibilidad al conjunto
El cruce:
“El amanecer del Planeta de los Simios” + “El último mohicano” + “Feliz
Navidad, mr. Lawrence”
Calificación: 8,5 (sobre 10)
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