Cine actualidad/ “HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE”

“Por favor, que pueda salvar a uno más…”

Diez años después de su último trabajo como realizador, el actor Mel Gibson nos presenta por fin una nueva obra, lo cual debería tener visos de constituir un acontecimiento.  Gibson es famoso, además de por sus legendarios ojos azules, por su no menos famosa bocaza, de la cual suelen brotar,  con demasiada facilidad, toda suerte de disparates e improperios.  Algunas de las víctimas de sus ataques han sido colectivos como el de los homosexuales o el los judíos, ambos con probado peso en el seno de la industria del cine, lo cual explica en parte esta sequía creativa que ha durado una década (desde la estupenda “Apocalypto”).  A la hora de afrontar su quinto largometraje en calidad de director, el intérprete criado en Australia se ha decantado por la historia real de Desmond Doss (fallecido en 2006 a los 87 años), el primer objetor de conciencia galardonado con la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos.

Nacido en un pueblecito de Virgina, el joven Desmond Doss se crió en el seno de una familia de arraigadas y rígidas creencias religiosas.  Para sus padres, pertenecientes a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, no existía razón alguna por la que un hombre tuviera derecho a arrebatar la vida a otro hombre, fueran cualesquiera que fuesen las circunstancias.  Así, aunque Desmond consideraba que su deber era alistarse en el ejército tras el bombardeo japonés a Pearl Harbor, lo hizo esgrimiendo su férrea negativa a empuñar un arma, lo cual le acarrearía no pocos problemas con sus superiores y sus compañeros de reclutamiento…

Basándose en la historia real de tan legendario personaje, el guionista de cabecera de Mel Gibson, Randall Wallace, retocó el libreto original de Gregory Crosby, acentuando los componentes habituales de la obra gibsoniana:  enfrentamiento de un individuo heroico contra un colectivo que no le acepta, exaltación de los valores morales y/o religiosos llevados hasta sus últimas consecuencias y visualización sin pudor de la violencia más brutal y descarnada.  Estos elementos temáticos, en mayor o menor medida, pueden encontrarse tanto en “El hombre sin rostro” como en “Apocalypto”, y alcanzan su cénit en “Braveheart” y “La pasión de Cristo”, el genuino legado cinematográfico de Gibson.

En “Hasta el último hombre” (en inglés, “Hacksaw Ridge”, nombre del acantilado en el que se desarrolló la cruenta batalla de Okinawa durante la que Desmond Doss salvó la vida a ¡75 personas!), da la impresión de que Mel Gibson tenía tantas ganas de dirigir que nos ofrece no una sino tres películas, todas ellas diferentes entre sí.  En la primera de ellas, que adolece de un tono bucólico y rural que resulta bastante cargante, se nos presenta la infancia y juventud de Desmond, así como su virginal romance con la enfermera Dorothy Schutte.  El segundo fragmento nos traslada a una base militar calcada de las de “La chaqueta metálica” o “El sargento de hierro”, en la que Doss se convierte en saco de boxeo de algunos reclutas que piensan que su negativa a usar armas se debe a pura y simple cobardía.  Finalmente, el tercer acto transcurre en el campo de batalla japonés en el que Desmond Doss llevó a cabo su hazaña, y la barbarie de la guerra se muestra de una manera tan bestial que por poco convierte al arranque de “Salvar al soldado Ryan” en una comedia romántica.

De las tres “películas” arriba reseñadas, ni que decir tiene que su calidad e interés van de menos a más, siendo el inicio más bien prescindible y el final absolutamente impresionante (en todos los sentidos).  Si el romance de juventud coquetea descaradamente con el ridículo y el episodio central es un calco de cien películas ambientadas en cuarteles de instrucción militar, es al final cuando Mel Gibson demuestra una vez más sus cualidades como cineasta, aun a riesgo de convulsionar el estómago de los espectadores más sensibles (algo que finalmente acabó por encumbrar a su celebrada “La pasión de Cristo”).  Miembros amputados, intestinos desparramados y sangre a raudales son algunos de los ingredientes de un particular guiso que Gibson cocina con una sabrosa inclinación hacia el gore dela que demuestra ser todo un masterchef.  Sin duda, la intención del realizador es no sólo idealizar la figura del objetor de conciencia, sino también fomentar la existencia de nuevas objeciones, y se esfuerza al máximo para conseguirlo.

Andrew Garfield, el penúltimo Spiderman cinematográfico, encarna con convicción y entrega a Desmond Doss, y muy probablemente será nominado al Oscar;  eso sí, una vez más se enfrenta a uno de los retos recurrentes que han condicionado su carrera:  tener que parecer más joven de lo que realmente es.  Cuando Doss llevó a cabo su gesta, tenía apenas 24 años, mientras que Garfield tiene ya 33, y en algunos momentos la edad le delata.  El casi olvidado Sam Worthington (¡qué lejos quedan los tiempos de “Avatar”!) y un estupendo Vince Vaughn interpretan a los mandos militares de Doss, mientras que Teresa Palmer da vida a su esposa y el gran Hugo Weaving encarna a su padre.

Lastrada por un arranque poco prometedor aunque siempre filmada con buen oficio, “Hasta el último hombre” tiene su razón de ser en un pretendido alegato antibelicista que, con todo, se convierte en terrible escaparate de aquéllo que pretende condenar.  Es un poco como el pacifismo del protagonista, que, por negarse a utilizar una arma, obliga a sus compañeros a que maten el doble para mantenerle a él a salvo.  Contrasentidos de dos polos opuestos (la guerra y la paz) que no sólo se atraen sino que no significan nada el uno sin el otro.

Luis Campoy

Lo mejor:  la brutal y terrorífica batalla de Okinawa
Lo peor:  un inicio plagado de tópicos románticos
El cruce:  “Forrest Gump” + “La chaqueta metálica” + “Salvar al soldado Ryan”

Calificación:  8 (sobre 10)

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